domingo, 16 de junio de 2019

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este domingo en que celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad.
Dios nos bendice...
Evangelio según San Juan 16, 12-15
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye, y les comunicará a ustedes lo que está por venir.  Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que les irá comunicando- Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y lo anunciará a ustedes”
Palabra del Señor
Comentario


Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad: un solo Dios, tres personas distintas. Las lecturas de este domingo (Proverbios 8, 22-31; Salmo 8; Romanos 5, 1-5; Juan 16, 12-15) nos invitan a renovar nuestra fe en el misterio inefable de Dios: Dios Padre que ha creado el universo con su sabiduría infinita, Dios Hijo hecho hombre en la persona de Jesús que con su testimonio de vida, sus enseñanzas y su sacrificio redentor nos ha revelado la misericordia divina, y Dios Espíritu Santo, la Energía procedente del Padre y del Hijo, que nos vivifica, nos renueva, nos ilumina, nos fortalece y nos une en comunidad.

1. El Misterio de Dios trino y uno

Cuenta el gran filósofo y teólogo san Agustín de Hipona (354-430 d.C.) que cuando meditaba sobre la Trinidad mientras caminaba por la playa, de repente vio en la orilla a un niño que intentaba vaciar toda el agua del mar en la concha de un caracol. Esta experiencia le sirvió para comprender que la mente humana, por más esfuerzos que haga, es incapaz de abarcar el misterio de Dios. Por eso tenemos que recurrir a imágenes, a símbolos, a figuraciones poéticas para poder expresar de algún modo lo que Dios es, y que sólo percibimos al reconocer desde la fe sus modos de obrar.

El lenguaje bíblico, al intentar describir a Dios -no para definirlo, porque el Infinito es indefinible-, lo hizo con una palabra que en su sentido completo corresponde a lo que mejor puede caracterizar lo que es Dios: Dios es Amor (1 Juan 4, 8.16).

Pero si Dios es Amor, tiene que ser plural, pues para que exista el amor tiene que haber alguien que ama, alguien que es amado y que le corresponda también amando, y la relación misma de amor entre ambos. Este es justamente el sentido del misterio de la Trinidad divina: un solo Dios que es pluralidad y diversidad de personas en la perfecta unidad de una comunidad de amor.

Y es así como Dios Padre creador, todo poderoso e infinitamente misericordioso, se nos revela en las enseñanzas y en la obra salvadora de su Hijo Jesucristo, que es su Palabra hecha carne y que entregó su vida en la cruz para que nosotros participáramos de su vida eterna, y nos comunica el Espíritu Santo que nos hace posible comprender y reconocer la verdad plena -el amor que Dios es y nos tiene- y que nos anima para corresponderle mediante el cumplimiento de su voluntad, es decir, amándonos unos a otros como Él mismo nos ha mostrado que nos ama.

2. Los símbolos de la Santísima Trinidad

Muchos símbolos se han empleado para tratar de expresar la realidad de Dios uno y trino, aunque en definitiva todos se quedan cortos. Uno de esos símbolos es el triángulo. Otro es el sol, que en sí mismo es fuego, luz y calor. Pero el que tal vez más llama la atención es el que usó San Patricio (387-461 d.C.), quien para enseñarles la idea de un solo Dios en tres personas a los paganos que en su época habitaban la isla de Irlanda, tomó en sus manos un trébol y señaló en ella los tres componentes que lo forman.

Con este sencillo ejemplo, quienes lo escuchaban podían acercarse a la comprensión del sentido de la fe en la uni-trinidad divina, completamente distinta de las creencias politeístas por cuanto no se trata de varios dioses, sino de uno solo cuyo ser opera y se manifiesta pluralmente.

3. Nuestra fe en la Trinidad nos impulsa a la realización de lo que ella significa

La liturgia de la Iglesia, sobre todo en los sacramentos y especialmente en la eucaristía, expresa constantemente la fe en Dios trino y uno. Esta fe implica a su vez el reconocimiento de lo que Dios Padre ha querido al crearnos a su imagen y semejanza, al revelarnos su misericordia y redimirnos por medio de su Hijo Jesucristo, y al comunicarnos el Espíritu Santo que procede de Él y de Jesús resucitado: que reconociendo en nosotros la pluralidad y la diversidad de las personas, se vaya realizando cada vez más entre todos la unidad mediante la comunión y la participación, es decir, mediante la construcción de una verdadera com-unidad.

Al iniciar la eucaristía nos santiguamos invocando el nombre del Dios uno y trino. En el himno del Gloria alabamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en la oración inmediatamente anterior a las lecturas bíblicas nos dirigimos a Dios Padre por medio de Jesucristo, su Hijo, que vive y reina con Él en la unidad del Espíritu Santo. Más adelante -en las misas dominicales y de las grandes fiestas-, al rezar el Credo proclamamos nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, reconociendo respectivamente su acción creadora, salvadora y santificadora. Luego, después de haberle cantado nuestra alabanza al tres veces Santo, le pedimos a Dios Padre que santifique con su Espíritu el pan y el vino para que se conviertan sacramentalmente en el cuerpo y la sangre de su Hijo Jesucristo. Antes de la comunión hacemos el brindis con el que, por Cristo, con Él y en Él, le damos todo honor y toda gloria a Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo. Y al concluir la eucaristía, el sacerdote imparte la bendición de Dios uno y trino.

Que esta fiesta de la Santísima Trinidad nos motive no sólo para renovar la expresión de nuestra fe en el misterio insondable de Dios, que es Amor, sino también para que reactivemos nuestro compromiso de realizar en nuestra vida lo que significa proclamar a Dios como comunidad perfecta en la unidad y pluralidad de personas: que habiendo sido creados a su imagen y semejanza, también nosotros, empezando por la familia, llamada a seguir el modelo de la comunidad trinitaria que es Dios, respondamos cada día mejor a la invitación que Dios nos hace a ser una auténtica comunidad de amor. ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

El mensaje del Domingo
Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.

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