¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este martes de la
12ª semana del tiempo ordinario.
Dios nos bendice...
LECTIO: MATEO 7,6.12-14
Lectio:
Martes, 26 junio,
2018
Tiempo Ordinario
1) Oración
inicial
Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y respeto a tu santo Nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según Mateo 7,6.12-14
«No deis a los perros lo
que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las
pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen.
«Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
«Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran.
«Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
«Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran.
3) Reflexión
• Discernimiento y prudencia al ofrecer las cosas de valor. En sus relaciones con los demás, Jesús pone en guardia ante algunas actitudes peligrosas. Lo primero es no juzgar (7,1-5): se trata de una verdadera prohibición, “no juzguéis”, acción que evita todo desprecio o condena de los otros. El juicio último es competencia exclusiva de Dios; nuestros parámetros y criterios son relativos; están condicionados por nuestra subjetividad. Toda condenación de los demás se vuelve también condenación de sí mismo, por cuanto nos pone bajo el juicio de Dios y se autoexcluye del perdón. Si tu ojo está limpio, es decir, si está libre de todo juicio hacia el hermano, puedes relacionarte con él de manera veraz ante Dios.
Vayamos a las palabras de
Jesús que el texto nos ofrece: “No deis a los perros lo que es santo, ni echéis
vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas,
y después, volviéndose, os despedacen” (7,6). A primera vista, este “dicho” de
Jesús parece extraño a la sensibilidad del lector hodierno. Puede presentarse
como un verdadero enigma. En verdad se trata de una manera de decir, de un
lenguaje semítico que requiere ser interpretado. En tiempo de Jesús, como en la
cultura antigua, los perros no eran muy apreciados porque se consideraban
semisalvajes y callejeros (U. Luz). Vayamos ahora al aspecto positivo y
didáctico-sapiencial de las palabras de Jesús: no profanar las cosas santas es,
a fin de cuentas, una invitación a usar la prudencia y el discernimiento. En el
AT las cosas santas son la carne para el sacrificio (Lv 22,14; Es 29,33ss; Nm
18,8-19). También la prohibición de echar las perlas a los puercos resulta
incomprensible. Para los hebreos, los cerdos son animales impuros, como la
quintaesencia de la repugnancia. Por el contrario, las perlas son lo más
precioso que puede haber. La advertencia de Jesús se refiere a aquel que sacia
a los perros callejeros con la carne consagrada y destinada al sacrificio. Tal
comportamiento resulta malvado y con frecuencia imprudente, pues normalmente a
los perros no se les daba de comer y, movidos por su hambre insaciable, podían
retroceder y asaltar a sus “bienhechores”. A nivel metafórico, las perlas indicarían
las enseñanzas de los sabios y las interpretaciones de la “torâh”. En el
evangelio de Mateo, la perla es imagen del reino de Dios (Mt 13,45ss). La
interpretación que hace el evangelista al poner esta advertencia de Jesús, es
principalmente teológica.
Seguramente la
interpretación que nos parecerá más acorde con el texto es la lectura eclesial
de las palabras de Jesús: una advertencia a los misioneros cristianos de no
predicar el evangelio a cualquiera (Gnilka Luz)
• El camino a seguir. Al
final del discurso (7,13-27) Mateo pone, entre otras cuestiones, una
exhortación conclusiva de Jesús, que invita a hacer una elección decisiva para
entrar en el reino de los cielos: la puerta estrecha (7,13-14). La palabra de
Jesús no es sólo algo que hay que comprender e interpretar, sino que sobre todo
ha de formar parte de la vida. Ahora bien, para entrar en el reino de los
cielos es necesario seguir un camino y entrar en la plenitud de la vida
atravesando una “puerta”. El tema del “camino” es muy apreciado en el AT (Dt
11,26-28; 30,15-20; Jr 21,8; Sal 1,6; Sal 118,29-30; Sal 138,4; Sb 5,6-7,
etc.). El camino representado en las dos puertas conduce a metas diversas. Una
significación coherente de las advertencias de Jesús sería que a la puerta
ancha se une el camino ancho que conduce a la perdición, es decir, recorrer un
camino ancho siempre es agradable, pero esto no se dice en nuestro texto. Más
bien parece que Mateo coincide con el concepto judío de “camino”: siguiendo Dt
30,19 y Jr 21,8 se encuentran dos caminos que se contraponen, el de la muerte y
el de la vida. Saber elegir entre dos modos diversos de vida es decisivo para
entrar en el reino de los cielos. El que elige la vía estrecha, la de la vida,
debe saber que está llena de aflicciones; al decir estrecha indica que en el
sufrimiento se encuentra la prueba de la fe.
4) Para la reflexión
personal
• ¿Cómo ha impactado en tu corazón la palabra de Jesús? ¿La escuchas para vivir bajo la mirada del Padre y para cambiar personalmente y en tus relaciones con los hermanos?
• La palabra de Jesús, o
mejor, Jesús mismo es la puerta que introduce en la vida filial y fraterna. ¿Te
dejas guiar y atraer por la vía estrecha y exigente del evangelio? ¿Sigues más
bien la vía ancha y fácil, que consiste en hacer lo que a uno le place o lo que
conduce a satisfacer los propios deseos, y que pasa por alto las necesidades de
los demás?
5) Oración final
Tu amor, oh Dios, evocamos
en medio de tu templo;
como tu fama, oh Dios, tu alabanza
alcanza los confines de la tierra. (Sal 48,10-11)
en medio de tu templo;
como tu fama, oh Dios, tu alabanza
alcanza los confines de la tierra. (Sal 48,10-11)
Orden de los Carmelitas
No hay comentarios:
Publicar un comentario