¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario,
en este Domingo
2º de Cuaresma - Ciclo B.
Dios
nos bendice...
Primera
lectura
Lectura del libro del
Génesis (22,1-2.9-13.15-18):
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
Palabra de Dios
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal
115,10.15.16-17.18-19
R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida
Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.
R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida
Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.
Segunda
lectura
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-34):
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Palabra de Dios
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (9,2-10):
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
Palabra del Señor
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
Palabra del Señor
Comentario
1.1 Las
lecturas de hoy nos hacen meditar en la entrañable relación que une a un hijo
con su padre.
1.2 Era
costumbre, ciertamente salvaje, de los pueblos de la antigua Palestina
sacrificar a sus hijos como un medio de congraciarse con sus dioses. Los
métodos de sacrificio eran horripilantes en grado sumo, e incluían, por
ejemplo, quemarlos vivos. El "escogido" para esta bárbara práctica
solía ser el primogénito, porque en él se reunía no sólo el amor paterno sino
la victoria sobre la esterilidad. Al parecer lo que subyace aquí es que un acto
supremo de dolor al ofrecer algo debía "comprometer" al dios o los
dioses para que también ellos cumplieran "su parte" en proteger o
bendecir a los que hacían tales cosas.
1.3 Ello
explica por qué en la Biblia aparece tantas veces la prohibición, para nosotros
obvia, de sacrificar a los hijos. Uno puede leer por ejemplo Dt 18,10-
11:
"No sea hallado en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el
fuego, ni quien practique adivinación, ni hechicería, o sea agorero, o
hechicero, o encantador, o médium, o espiritista, ni quien consulte a los
muertos". Aquí se condenan juntamente dos prácticas que eran comunes en
Canaán. Otro caso es el de Jefté que sacrificó a su hija (Jue 11,30-40) o el de
Acaz que quemó a su hijo (2 Re 16,3), lo mismo que el espantoso Manasés (2 Re
21,6)
1.4 En
ese contexto y rodeado de ese mundo Abrahán siente una exigencia de llegar, de
una manera brutal, a su propio límite, y siente asimismo que está dispuesto a
obedecer hasta el extremo. Y obedece. Abrahán obedece hasta el extremo.
1.5 Por
otra parte: es fácil escandalizarnos y murmurar de las bárbaras prácticas de
otras sociedades. "¡Qué salvajes! ¡Sacrificar a un niño inocente para
asegurar el éxito de un proyecto de su padre!". Pero es lo mismo que hoy
se hace en muchas partes, todos los días. Una mujer adelanta estudios
universitarios. Queda embarazada. ¿Solución? Que aborte. Ese niño no puede
dañarle la carrera a ella. El niño es sacrificado atrozmente para que el
proyecto personal de la madre, o del que embarazó a la madre, no se dañe.
Seguimos en Canaán.
2. Un
hijo y un papá
2.1 En el
evangelio de hoy aparece en otra clave el tema de papás e hijos. Esta vez se
trata del Papá por excelencia y del Hijo por excelencia. La transfiguración nos
deja entrever el misterio de este Hijo en quien brilla la donación de amor que
le ha hecho su Padre, y el misterio de este Padre en la donación de amor que le
hace su Hijo. Este precioso misterio, que ha sido llamado "luminoso"
por el Papa Juan Pablo II, nos introduce en la dinámica de la donación de vida
y donación de amor propias del ser de la Trinidad.
2.2 Y en
ese misterio se gesta nuestra propia salvación. La palabra "Padre" es
la palabra que sella la obra de la redención. Cuando Dios es mi Padre, mi Papá,
mi Papito, mi Abbá, ¡se acabaron las distancias! Ya Dios no es mi rival ni mi
estorbo; ya no es una idea lejana ni una energía sin nombre, ya no es un
recuerdo de otra cultura ni una ideología para dominarme. Cuando Jesús me
introduce en su modo de amar al Padre y en el modo de amar de Dios mi Padre ha
quedado rota la mentira de suspicacia con que la serpiente satánica pretendía
que yo desconfiara de mi Creador.
2.3 Por
eso nos dice también san Pablo: "Si Dios está a nuestro favor, ¿quién
estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo,
junto con su Hijo?" (Rom 8,31-32). Con esta certeza bien sembrada en el
alma ya no caben los engaños del demonio, ya no tienen encanto las mieles del
mundo, ya pierden su fuerza las seducciones de la carne.
2.4 ¡Oh, gloria a Dios, que es Padre, y nos envió a su Hijo para
mostrarnos su rostro, de modo que en Él se rehiciera la imagen perdida por el
pecado!
http://fraynelson.com/homilias.html.
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