¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario,
en este jueves en que celebramos la fiesta de San Mateo, apóstol y evangelista.
Dios nos bendice...
Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Efesios 4, 1-7. 11-13:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que
andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre
humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor;
esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz. Un
solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación
a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios,
Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. A
cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de
Cristo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros,
evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de
los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de
Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento
del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
Salmo
Sal 18
R/. A toda la tierra
alcanza su pregón
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. R/.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según
san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre
llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Reflexión
Un Señor, una fe, un bautismo
Pablo, en las últimas etapas de su carrera, le
preocupa la construcción del Cuerpo de Cristo y se dirige a los cristianos de
Éfeso, recordando que todos somos uno en el Espíritu.
Pablo parece dirigirse a los fieles de
entonces, de ahora y de todos los tiempos. Es fácil ver que, aunque todos
fuimos llamados a una misma fe y hemos recibido un mismo bautismo en el
nombre del mismo Señor, estamos más ocupados en ocupar un sitio que en
cumplir nuestra misión. Fuimos llamados a cumplir una sola misión, pero la
humildad y la mansedumbre suelen brillar por su ausencia. Somos incapaces de
soportarnos con amor porque no entendemos el amor como alteridad, no somos
sujetos del amor, sino que pretendemos ser siempre el objeto de ese amor y el
egotismo borra al otro como objeto de nuestro amor.
Cristo constituyó a su Iglesia, aceptando que
quiso una iglesia, con múltiples miembros y variados cometidos, cada uno
siervo de los demás y todos unidos en una misma misión. Pero esto pronto pasó
a ser solo palabras y cada miembro pretendió ser el más importante, el
dominante, y fueron surgiendo autoridades que exigieron servidores, “servi
servorum Dei” que dejaron de servir para ser servidos. Y fue el comienzo de
la feria de las vanidades en la que, en lugar de perfeccionarse para el
ministerio constructor del Cuerpo de Cristo, en hacerse piedras del único
templo, cada piedra pretendió, pretendemos, ser el templo completo.
…y le dijo: Sígueme. Y se levantó
y lo siguió
Y ahí tenemos a Mateo, pecador público, odioso
cobrador de impuestos, seguramente no del todo honrado, convertido en Apóstol
del Señor, que, además, se sienta a su mesa.
Escándalo grande el provocado por Jesús ante
los perfectos: Jesús se sienta en la misma mesa que publicanos y pecadores,
comparte su comida, escucha sus conversaciones y conversa con ellos. Una
hermosa escena de enfermos rodeando a la curación.
Una situación que permite a San Mateo
transmitirnos una característica importante del mensaje de Jesús. Recordando
las Escrituras puede repetir: “Misericordia quiero, y no sacrificios”. Jesús
vuelve a recordar a los que le escuchan que no es lo importante ser
perfectos, sino buscar la perfección. No es lo importante saberse sanos, sino
sabernos enfermos necesitados de curación. Ciertamente, si somos, si nos creemos,
ya perfectos, nada tenemos que convertir y Cristo no nos es necesario nada
más que para ilustrar nuestro ego, para darnos brillo. Pero si nos sentimos
enfermos que desean la curación, seres imperfectos, inacabados, que buscan la
perfección, entonces estaremos en el camino que lleva al verdadero encuentro
con la Salud.
Cristo nos busca porque no somos perfectos y
puede ayudarnos a serlo. Solo tenemos que reconocer nuestra poquedad para
colocarnos en el camino donde la verdad y la vida tienen su sitio.
¿Nos consideramos maestros perfectos o
publicanos pecadores?
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