¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario,
en este viernes de la 24ª semana del tiempo ordinario.
Dios nos bendice...
Primera Lectura
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a Timoteo 6,3-12
Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar.
Si alguno enseña otra cosa distinta, sin atenerse a las sanas palabras de
nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la piedad, es un
orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones
inútiles y discutir atendiendo sólo a las palabras. Esto provoca envidias,
polémicas, difamaciones, sospechas maliciosas, controversias propias de
personas tocadas de la cabeza, sin el sentido de la verdad, que se han creído
que la piedad es un medio de lucro. Es verdad que la piedad es una ganancia,
cuando uno se contenta con poco. Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos
iremos de él. Teniendo qué comer y qué vestir nos basta. En cambio, los que
buscan riquezas caen en tentaciones, trampas y mil afanes absurdos y nocivos,
que hunden a los hombres en la perdición y la ruina. Porque la codicia es la
raíz de todos los males, y muchos, arrastrados por ella, se han apartado de
la fe y se han acarreado muchos sufrimientos. Tú, en cambio, hombre de Dios,
huye de todo esto; practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la
paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida
eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante
muchos testigos.
Salmo
Sal 48
R/. Dichosos los pobres en el
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos
¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate? R/.
Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa. R/.
No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él. R/.
Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas», irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según
san Lucas 8,1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad
en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios;
lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos
espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete
demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas
que le ayudaban con sus bienes.
Reflexión
Hombre de Dios
Estamos terminando la primera carta que San
Pablo escribió a Timoteo, en la que le da buenos consejos, normas, avisos,
exhortaciones y enseñanzas doctrinales importantes para gobernar la
comunidad. Consejos muy particulares, que como un padre a su hijo querido, da
Pablo a su discípulo.
Como a Timoteo, Pablo nos recuerda a nosotros
que el orgullo siempre causa dificultades personales y comunitarias, y ser
orgullos es impropio de un hijo de Dios, pues tenemos muchos motivos para ser
humildes, empezando por reconocer que estamos salvados por pura gracia de
Dios.
Pone a nuestra consideración las virtudes que,
si dejamos actuar al Espíritu Santo en nosotros haremos realidad en
nuestra vida: la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la
mansedumbre.
Son los buenos consejos que San Pablo dio a
Timoteo y que nosotros haremos bien de tenerlos en cuenta e intentar
practicarlos.
Acompañemos a Jesús
Nos dice San Lucas en el evangelio de hoy que.
«acompañaban al Señor los doce y algunas mujeres», y es que el Señor no hace
distinciones nos llama a todos, nos quiere a todos, para que todos colaboremos
con Él, renunciando a nuestras propias comodidades de la propia vida para
abrir espacio en este mundo a SU VERDAD; para suscitar la reconciliación
donde había odio, para crear la paz donde reinaba la enemistad; para hacer el
bien a los demás.
Acompañar a Cristo significa aceptar día tras
día su palabra como criterio válido para nuestra vida. Significa ver en Él la
autoridad a la que nos sometemos. Nos sometemos a Él porque su autoridad es
la autoridad de la verdad.
Para acompañar a Cristo debemos cambiar, no
cerrarnos a nosotros mismos, entregarnos a Él. Debemos vivir al servicio
de la verdad y del amor.
Acompañando a Cristo dejaremos que nuestra vida
apostólica sea conducida por el amor. Porque quien vive plenamente la
caridad, es guiado por Dios, porque Dios es amor y «derramó su amor en
nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado». Por
tanto, el don principal y más necesario es el amor con el que amamos a Dios
sobre todas las cosas y al prójimo a causa de él.
Y, ya que San Lucas es el único evangelista que
nos da detalles de las mujeres que acompañaban a Jesús, quiero traer a
colación un pequeño párrafo de la carta apostólica «Mulieris dignitatem», de
San Juan Pablo II, que dice así: «La Iglesia da gracias por todas las mujeres
y por cada una… La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las
manifestaciones del “genio” femenino aparecidas a lo largo de la historia, en
medio de los pueblos y de las naciones; da gracias por todos los carismas que
el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios, por
todas las victorias que debe a su fe, esperanza y caridad; manifiesta su
gratitud por todos los frutos de santidad femenina» (n. 31).
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