¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en
este martes de la 10ª semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice...
Primera Lectura
Lectura de la segunda carta del
apóstol san Pablo a los Corintios 1, 18-22
Hermanos:
¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero «sí» y luego «no». Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han recibido un «sí». Y por él podemos responder: «Amén» a Dios, para gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.
Salmo
Salmo 118. R. Haz brillar, Señor,
tu rostro sobre tu siervo.
Tus
preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma. R.
La explicación de
tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R.
Abro la boca y
respiro,
ansiando tus mandamientos. R.
Vuélvete a mí y
ten misericordia,
como es tu norma con los que aman tu nombre. R.
Asegura mis pasos
con tu promesa,
que ninguna maldad me domine. R.
Haz brillar tu
rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes. R
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según
san Mateo 5, 13-16
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos:
- «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»
Reflexión del Evangelio del día
La palabra que os dirigimos no
fue primero “sí” y luego “no”
Bien sabemos que
en nosotros, por aquello de nuestra debilidad congénita, nuestro “sí” puede
llegar a ser un “no”. Que podemos empeñar nuestra palabra y nuestra vida en
una dirección y, luego, caminar en dirección contraria y vivir en contra de
lo que habíamos decidido y prometido. Entre nosotros no siempre nuestro “sí”
es un “sí”, puede llegar a ser también un “no”.
En Jesús nos cabe
esta posibilidad. Su “sí” siempre es un “sí”. Se mantiene en sus enseñanzas,
en sus promesas, en todo lo que nos dice… Si nos asegura que el camino que
nos señala lleva a la vida es que verdaderamente lleva a la vida, si nos
asegura que “el que come mi cuerpo y bebe mi sangre está en mí y yo en él” es
que es así y se cumple, si nos promete que no nos dejará huérfanos, que él es
la resurrección y la vida y que el que cree en él aunque muera, vivirá para
siempre, y que, después del paso obligado de nuestra muerte, él nos espera
para invitarnos y hacernos disfrutar del banquete de su amor para toda una
eternidad… es que todas estas palabras suyas van a ser una “sí”, se van a
cumplir.
Nuestro Padre
Dios viene en nuestra ayuda, es el que “nos confirma en Cristo” para que
nuestro “sí” sea siempre un “sí”.
Vosotros sois la sal de la
tierra… la luz del mundo
Las palabras de
Jesús cobran especial importancia en los momentos en que estamos viviendo. En
nuestra sociedad todavía hay muchos que no han oído hablar de Jesús ni de su
evangelio, y otros que se ha separado de él en este proceso que llamamos
descristianización. La única manera de que le conozcan, a él y a su mensaje,
es a través de nosotros, de nuestras palabras y de nuestra vida. “Vosotros
sois la sal de la tierra…. Vosotros sois la luz del mundo”.
Con la ayuda del
mismo Jesús, tenemos que presentarles su persona, su mensaje, su evangelio,
sus promesas… algo capaz de alegrar la vida de cualquier persona, algo capaz
de llenar de sentido, de esperanza a cualquier persona. No podemos recluirnos
en nuestras iglesias, en nuestros grupos y comunidades. Tenemos que salir a
las “periferias”, a los que desconocen a Jesús o se han apartado de él para
ofrecerles el mejor tesoro que podemos gozar los seres humanos. “Alumbre así
vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a
vuestro Padre que está en el cielo”.
Hoy celebramos la
memoria de San Antonio de Padua, quien nació en Lisboa en 1195. Con 15 años
entró en los agustinos y luego, siendo ya sacerdote, pasó a la Orden de los
Franciscanos con el deseo de ir a misiones en África. Tuvo que regresar a
Europa debido a una grave enfermedad. Fue un gran predicador, combatió a los
herejes y murió en Padua a los 36 años.
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