viernes, 3 de febrero de 2017

"Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre"


¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este  viernes de la cuarta semana del tiempo ordinario.

Dios nos bendice...

Carta a los Hebreos 13,1-8. 
Perseveren en el amor fraternal. No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo. Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros. No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré. De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres? Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre. 

Salmo 27(26),1.3.5.8b-9abc. 

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.

Sí, él me cobijará en su Tienda de campaña
en el momento del peligro;
me ocultará al amparo de su Carpa
y me afirmará sobre una roca.

“Busquen mi rostro”
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda.

Evangelio según San Marcos 6,14-29. 
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos: Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos". Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado". Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano". Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino". Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta. La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.  

Comentario

1. (año I) Hebreos 13,1-8

a) Estamos llegando al final de la carta a los Hebreos. Después de la teología, el escrito termina con recomendaciones muy concretas y variadas para la vida de la comunidad cristiana:

- «conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad»: pone como motivación, tomada del AT, el ejemplo de Abrahán que acogió tan amablemente a los tres viajeros, que resultó que eran ángeles del Señor o el Señor mismo,
- «acordaos de los presos y de los que son maltratados», solidarizándoos con ellos,
-«que todos respeten el matrimonio», porque Dios quiere la vida matrimonial dignamente vivida,
- «vivid sin ansia de dinero»: la avaricia, que es la idolatría del dinero, es una de las cosas que más hay que evitar,
- al contrario, «contentaos con lo que tengáis», con una cierta austeridad en la vida, poniendo la confianza más en Dios que en los dineros ahorrados,
- «acordaos de vuestros jefes», los que os anunciaron la fe y han vivido una vida de fe digna de imitación,
- y finalmente, la afirmación cristológica que da consistencia a todo: «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre», Jesús es el modelo supremo de todo cristiano.

b) Todos los consejos son de actualidad para el cristiano de hoy:

- la motivación que nosotros hemos recibido del mismo Cristo, para la caridad y la hospitalidad, es que en la persona del prójimo vemos su misma persona: «a mi me lo hicisteis»,
- cuando el Catecismo ejemplifica en qué clase de personas tenemos que ver de modo especial a Cristo, nombra a «los pobres, los enfermos y los presos» (CEC 1373),
- la exhortación a evitar el adulterio y todo otro atentado contra la santidad de la vida matrimonial sigue teniendo plena actualidad, cuando los cristianos, como los contemporáneos de la carta, vivimos en medio de un mundo de costumbres no ciertamente inspiradas en el plan de Dios, que espera de los esposos una espiritualidad de auténtica santidad,
- lo mismo que la recomendación de evitar la avaricia, tentación que puede afectar a todos: laicos, religiosos y sacerdotes,
- el respeto a los pastores de la comunidad, con una mirada llena de fe y deseos de ayudarles y aprender de ellos, no es tampoco superfluo en las relaciones interpersonales de la comunidad cristiana,
- y sobre todo, la convicción de la perenne actualidad de Cristo: cuando el papa Juan Pablo II ha convocado al Jubileo del año 2000, ha elegido como lema del documento («Tertio millennio adveniente»), como titular del primero y del último capitulo, este breve y denso pasaje de Hebreos que hemos leído hoy: «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre», cosa que recordamos de modo más explícito en torno al bimilenario de su nacimiento.

2. Marcos 6,14-29

a) La figura de Juan el Bautista es admirable por su ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del mal.

De la muerte del Bautista habla también Flavio Josefo («Antigüedades judaicas» 18), que la atribuye al miedo que Herodes tenía de que pudiera haber una revuelta política incontrolable en torno a Juan. Marcos nos presenta un motivo más concreto: el Bautista fue ejecutado como venganza de una mujer despechada, porque el profeta había denunciado públicamente su unión con Herodes: «Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano».

Herodes apreciaba a Juan, a pesar de esa denuncia, y le «respetaba, sabiendo que era un hombre honrado y santo». Pero la debilidad de este rey voluble y las intrigas de la mujer y de su hija acabaron con la vida del último profeta del AT, el precursor del Mesías, la persona que Jesús dijo que era el mayor de los nacidos de mujer. Como Elías había sido perseguido por Ajab, rey débil, instigado por su mujer Jezabel, así ahora Herodes, débil, se convierte en instrumento de la venganza de una mujer, Herodías.

b) De Juan aprendemos sobre todo su reciedumbre de carácter y la coherencia de su vida con lo que predicaba. El Bautista había ido siempre con la verdad por delante, en su predicación al pueblo, a los fariseos, a los publicanos, a los soldados. Ahora está en la cárcel por lo mismo.

Preparó los caminos del Mesías, Jesús. Predicó incansablemente, y con brío, la conversión. Mostró claramente al Mesías cuando apareció. No quiso usurpar ningún papel que no le correspondiera: «él tiene que crecer y yo menguar», «no soy digno ni de desatarle las sandalias».

Cuando fue el caso, denunció con intrepidez el mal, cosa que, cuando afecta a personas poderosas, suele tener fatales consecuencias. Un falso profeta, que dice lo que halaga los oídos de las personas, tiene asegurada su carrera. Un verdadero profeta -los del AT, el Bautista, Jesús mismo, los apóstoles después de la Pascua, y los profetas de todos los tiempos- lo que tienen asegurada es la persecución y frecuentemente la muerte. Tanto si su palabra profética apunta a la justicia social como a la ética de las costumbres. ¡Cuántos mártires sigue habiendo en la historia!

Tal vez nosotros no llegaremos a estar amenazados de muerte. Pero sí somos invitados a seguir dando un testimonio coherente y profético, a anunciar la Buena Noticia de la salvación con nuestras palabras y con nuestra vida. Habrá ocasiones en que también tendremos que denunciar el mal allí donde existe. Lo haremos con palabras valientes, pero sobre todo con una vida coherente que, ella misma, sea como un signo profético en medio de un mundo que persigue valores que no lo son, o que levanta altares a dioses falsos.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 114-119

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