¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este martes en que celebramos la memoria de Nuestra Señora
de los Dolores.
Dios los bendiga…
Evangelio según Juan 19,25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo." Luego, dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Comentario
En el cuarto evangelio, san Juan narra que "junto a la cruz
de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y
María Magdalena" (Jn 19, 25). Con el verbo "estar", que
etimológicamente significa "estar de pie", "estar erguido",
el evangelista tal vez quiere presentar la dignidad y la fortaleza que María y
las demás mujeres manifiestan en su dolor.
En particular, el hecho de "estar erguida" la Virgen
junto a la cruz recuerda su inquebrantable firmeza y su extraordinaria valentía
para afrontar los padecimientos. En el drama del Calvario, a María la sostiene
la fe, que se robusteció durante los acontecimientos de su existencia y, sobre
todo, durante la vida pública de Jesús. El Concilio recuerda que "la
bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente
la unión con su Hijo hasta la cruz" (Lumen gentium, 58).
A los crueles insultos lanzados contra el Mesías crucificado, ella
que compartía sus íntimas disposiciones, responde con la indulgencia y el
perdón, asociándose a su súplica al Padre: "Perdónalos, porque no saben lo
que hacen" (Lc 23 34). Partícipe del sentimiento de abandono a la voluntad
del Padre, que Jesús expresa en sus últimas palabras en la cruz: "Padre, a
tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46), ella da así, como observa
el Concilio, un consentimiento de amor "a la inmolación de su Hijo como
víctima" (Lumen gentium, 58).
Mujer de esperanza
En este supremo "sí" de María resplandece la esperanza
confiada en el misterioso futuro iniciado con la muerte de su Hijo crucificado.
Las palabras con que Jesús, a lo largo del camino hacia Jerusalén, enseñaba a
sus discípulos "que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado
por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a
los tres días" (Mc 8, 31), resuenan en su corazón en la hora dramática del
Calvario, suscitando la espera y el anhelo de la Resurrección.
La esperanza de María al pie de la
cruz encierra una luz más fuerte que la oscuridad que reina en muchos
corazones: ante el sacrificio redentor nace en María la esperanza de la Iglesia
y de la humanidad.
http://fraynelson.com/homilias.html.
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