¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este Vigésimo
cuarto Domingo del tiempo ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Marcos 8,27-35.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
Comentario
Hace algunos meses me llegó un mensaje
por la Internet que contaba que el 14 de Octubre de 1998, en un vuelo
trasatlántico de la línea Aérea British Airways tuvo lugar el siguiente suceso:
A una dama la sentaron en el avión al lado de un hombre de raza negra. La mujer
pidió a la azafata que la cambiara de sitio, porque no podía sentarse al lado
de una persona tan desagradable. La azafata argumentó que el vuelo estaba muy
lleno, pero que iría a revisar en primera clase a ver por si acaso podría
encontrar algún lugar libre.
Todos los demás pasajeros observaron la
escena con disgusto, no solo por el hecho en sí, sino por la posibilidad de que
hubiera un sitio para la mujer en primera clase. La señora se sentía feliz y
hasta triunfadora porque la iban a quitar de ese sitio y ya no estaría cerca de
aquella persona. Minutos más tarde regresó la azafata y le informó a la señora:
“Discúlpeme señora, pero efectivamente todo el vuelo está lleno... pero
afortunadamente encontré un lugar vacío en primera clase. Sin embargo, para
poder hacer este tipo de cambios le tuve que pedir autorización al capitán. Él
me indicó que no se podía obligar a nadie a viajar al lado de una persona tan
desagradable”.
La señora con cara de triunfo, intentó
salir de su asiento, pero la azafata en ese momento se voltea y le dice al
hombre de raza negra: “Señor, ¿sería usted tan amable de acompañarme a su nuevo
asiento?” Todos los pasajeros del avión se pararon y ovacionaron la acción de
la azafata. Ese año, la azafata y el capitán fueron premiados por esa actitud.
La empresa se dio cuenta que no le había dado demasiada importancia a la
capacitación de su personal en el área de atención al cliente. Por tanto, se
hicieron algunos cambios de inmediato. Desde ese momento en todas las oficinas
de British Airways se lee el siguiente mensaje: “Las personas pueden olvidar lo
que les dijiste. Las personas pueden olvidar lo que les hiciste. Pero nunca
olvidarán como los hiciste sentir".
Qué bueno es este ejemplo para exaltar
las palabras que dirigió Jesús a sus discípulos después de la discusión sobre
quién era él y el anuncio de su pasión: “Si alguno quiere ser discípulo mío,
olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar
su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa mía y por acepar el
evangelio, la salvará”.
Nuestra sociedad nos ha ido
acostumbrando a buscar lo mejor para nosotros. Incluso, los padres de familia
le enseñan a sus hijos e hijas a no dejarse de los compañeros. Primero yo,
segundo yo, y si alcanza para un tercero, también yo, parece ser lo normal en
nuestras relaciones interpersonales y sociales. Los que buscan el poder
político, económico, social y cultural, pocas veces están pensando en el
beneficio de los demás. Pero mucho más
escasa es la disposición a sacrificarse o a entregarse por los otros a costa de
nuestro bienestar y mucho menos de nuestra vida. ¡Qué distinto es el mensaje de
Jesús, el Mesías, como Pedro lo reconoció delante de sus compañeros! Su
proyecto va en contravía de nuestros valores. No podemos olvidar que el que
quiera salvar su vida, con toda seguridad, la perderá. Ni podemos perder de
vista que cuando se está dispuesto a perder la vida por los demás, a lo mejor
lo pasan a primera clase...
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de
la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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