¡Amor y paz!
Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.
Oh Dios,
que llenaste los corazones de tus
fieles con la luz del Espíritu
Santo; concédenos que,
guiados por el mismo Espíritu,
sintamos con rectitud y
gocemos siempre de tu consuelo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este domingo en que celebramos la solemnidad de
Pentecostés.
Dos nos bendice…
Evangelio según San
Juan 15,26-27.16,12-15.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."
Comentario
Hace muchos años leí un texto que me impresionó
mucho; se trata de un testimonio de una joven no creyente que relata una
experiencia que me parece que puede iluminar la fiesta que celebra hoy la
Iglesia; el texto se llama: “Diatriba contra los cristianos”.
“Me llamo Noemí Herrera o de cualquier otra forma.
¿Qué importa eso? Acabo de llegar de una noche extraña para mí a la cual asistí
movida por la curiosidad: la llamada Vigilia de Pentecostés. Soy atea, pero he
leído mucho y sigo leyendo; en realidad soy una buscadora afanosa del sentido
de la vida. Experimenté en dicha ceremonia una mezcla de asombro, emoción y
rabia. Y me dije: “Voy a escribir una página contra los cristianos tan pronto
llegue a casa. No hay derecho...”. Sí, no hay derecho a que ustedes,
cristianos, despilfarren el tesoro que se halla oculto en sus libros guías, en
el Evangelio de Cristo, especialmente.
Ustedes son cobardes, hipócritas, presuntuosos y
mezquinos. Viendo su vida, Carlos Marx no tenía más remedio que afirmar que la
religión es el opio del pueblo y que, si lo que ustedes viven es la religión,
no se puede vacilar en desterrarla del corazón de los hombres. ¿Conque creen en
Jesucristo? Pero, ¿saben quién es Él? ¿Qué hizo? ¿Cómo vivió? ¿Contra quienes y
a favor de quiénes se pronunció? ¿Quiénes lo mataron y por qué? ¿Lo saben? No.
Definitivamente, no los reconozco como discípulos de Cristo. ¿Cómo se pueden
comparar con aquellos primeros cristianos, que compartían sus bienes, se
ayudaban mutuamente y llevaban una vida de austeridad y servicio? He dicho que
son cobardes, hipócritas, presuntuosos y mezquinos. Tal vez he sido benévola.
Merecerían adjetivos mucho más severos.
¿No son cristianos esos jefes de empresas que
explotan inmisericordemente a sus obreros? ¿Y esos políticos de ‘comunión con
fotógrafo’, que decía Fernando González, y que se sienten capaces de todo
dizque porque tienen la verdad? ¿Acaso no fueron los ‘cristianos’ los que
bañaron en sangre a Colombia en nombre de los partidos tradicionales?
Hipócritas... ¿De dónde han sacado en el Evangelio la acérrima defensa de su
propiedad privada? De la suya, porque parece que la propiedad privada del pobre
no les merece tanto respeto. (...) Cristianos, los condeno y los desprecio.
Deben ser testimonio de algo muy grande y muy importante que revolucionó el
mundo y trazó pautas del más noble contenido humano. ¿Cómo lo traicionan así?
(...).
Sin embargo, los envidio. Anoche tuve la sensación
de que en medio de todo, cuentan con algo inexpresable, misterioso y sutil que
llena de alegría los corazones de los jóvenes y crea una nueva atmósfera de
igualdad y de paz. “Jesucristo vive”, gritaban a una y yo experimenté, sin
saber por qué, un nudo en la garganta. Ciertamente, no puedo gritar lo mismo
respecto de Carlos Marx; y de Lenin apenas si tenemos un cadáver embalsamado y
yerto allá en Moscú. Pero, ¿de qué me sirve todo esto si son incapaces de
vivirlo con la intensidad de la mística que exige un verdadero testimonio? Da
rabia contemplar su mediocridad como creyentes. Si aplicaran a su fe una
centésima parte del interés que ponen en sus negocios, su empuje sería
arrollador; nada ni nadie los detendría. Transformarían el mundo. Cristianos,
¡cómo los envidio y cómo los desprecio!”
Siempre que leo este documento, me cuestiona y me
golpea. Tenemos un tesoro que no sabemos aprovechar suficientemente y que no
alcanza a ser transparente para los que nos ven actuar y vivir. El Espíritu de
Jesús sigue presente entre nosotros, según su promesa: “Pero cuando venga el
Defensor, el Espíritu de la verdad, que yo voy a enviar de parte del Padre, él
será mi testigo. Y ustedes también serán mis testigos, porque han estado
conmigo desde el principio”. ¿Seguimos siendo testigos creíbles de la Buena
Nueva del Reino que anunció Jesús?
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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