¡Amor y paz!
Hoy Domingo 1º. de Adviento comienza el año litúrgico. Tiempo de Adviento en el que celebramos la venida
de Dios al hombre. Y, por otra parte, tiempo de lejanía de Dios y de increencia
como todos podemos ver en nuestro entorno.
Comenzamos a leer el Evangelio de Marcos y podemos
decir que por el fin. El texto de hoy está sacado del discurso escatológico.
Por eso digo que es comenzar por el fin. Y en ese discurso lo central es la
venida del Hijo del Hombre. Jesús es el centro del Evangelio de Marcos. Jesús
es la última y definitiva postrimería del hombre y de la historia. Este es el
fin que se nos da ya para empezar.
Adviento es la venida de Dios en Jesús para el
hombre de hoy y de todos los tiempos. «Sales al encuentro del que practica la
justicia. Y se acuerda de tus caminos» (Is. 64, 4) (Martínez de Vadillo. Dabar.1993/01)
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este comienzo de año litúrgico.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Marcos 13,33-37.
En aquél tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".
Comentario
Juanito le preguntó una vez a su abuela: ¿Que
significa tiempo de Adviento? La abuela le contestó: Es un tiempo de espera
durante el cual debemos tener los ojos más abiertos y los oídos más atentos,
para saber en qué momento pasará lo que esperamos. Y, ¿qué es eso que esperamos?,
preguntó Juanito, con una gran curiosidad. El paso de Jesús por nuestras vidas,
respondió la abuela. Si no estamos muy atentos, nos puede pasar como le pasó a
don Casimiro, un señor muy religioso, que se perdió la gran oportunidad de ver
a Dios frente a frente. Y le contó esta historia:
"Hace mucho tiempo, en un país muy lejano,
había un hombre muy religioso, que se llamaba Casimiro; todos los días le pedía
a Jesús que le dejara ver su rostro; el hombre creía, tenía fe, rezaba mucho,
pero no quería morir sin haber visto a Jesús frente a frente. Un buen día,
estando en la Iglesia, escuchó una voz que le decía en su interior: Ha llegado
el tiempo en el que me podrás ver: Mañana iré a visitarte a tu casa. Espérame y
me verás. No faltaré. Casimiro volvió a su casa, y se puso a preparar todo para
su encuentro con Jesús. Barrió la casa, puso en la puerta una bella alfombra
nueva, preparó unas galletas y una torta, para ofrecerle una buena merienda a
Jesús.
Al día siguiente, Casimiro se puso a la puerta de
su casa con la torta, las galletas y las golosinas sobre una mesa. Pasaba el
tiempo y no aparecía Jesús. De pronto, pasó por allí un niño jugando solo; se
quedó mirando la torta y las golosinas y se fue acercando poco a poco, jugando
cada vez más cerca. Estuvo allí un buen rato hasta que Casimiro lo regañó y le
dijo: Vete a jugar lejos de mi casa, porque estoy esperando un visitante muy
ilustre y no estoy dispuesto a que tú te comas lo que le he preparado para
comer. El niño se fue muy triste a jugar en otra parte.
Un poco más tarde, vio venir a una viejita pobre
que tenía la ropa y los zapatos muy sucios; era una viejita conocida en el
vecindario; se acercó a la puerta de la casa de Casimiro para pedir una
limosna, como acostumbraba, pero éste le prohibió que se acercara y pisara su
alfombra nueva: Me la vas a manchar, le dijo. Vete, que estoy esperando un
visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú me estropees la limpieza de
mi casa. La viejita se fue muy triste a pedir una limosna en otra parte.
Pasaba el tiempo y Jesús no aparecía. Ya por la
tarde, vino un vecino corriendo y le pidió a Casimiro que le ayudara a sacar su
carro de un hueco en el que había caído por accidente; pero Casimiro dijo: No
puedo dejar mi casa sola, porque estoy esperando un visitante muy ilustre, y no
estoy dispuesto a que no me encuentre esperándolo. El vecino se fue muy triste
a pedir ayuda en otra parte. Cayó la noche y Jesús no apareció.
Al otro día, Casimiro se fue a la Iglesia a
preguntarle a Dios por qué no había cumplido su promesa: ¿Por qué, Señor? ¿Por
qué no cumpliste tu promesa de ir a verme a mi casa? Hubo un Tiempo de
silencio. Dios callaba. De pronto, Casimiro escuchó una voz que le decía en su
interior: Fui y no me reconociste; yo era el niño que esperaba que me dieras un
poco de torta y algunas golosinas para alegrarme la vida. Yo era la anciana
pobre que pasó por delante de tu casa esperando recibir alguna ayuda para
vivir. Yo era tu vecino que te pedía un favor. No quisiste verme. Las tres
veces me fui muy triste a buscar en otra parte. Y Casimiro, salió fuera y lloró
amargamente por no haber reconocido a Jesús”.
Por eso, tenemos que mantenernos despiertos, porque
no sabemos cuándo va a llegar el señor de la casa, si al anochecer, a la
medianoche, al canto del gallo o a la mañana. No sea que venga de repente y nos
encuentre durmiendo, o pensando en otras cosas, como le pasó a Casimiro.
Tenemos que estar siempre atentos para reconocer el paso de Dios por nuestras
vidas.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad
de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá