¡Amor y paz!
En armonía con el texto anterior
de Lucas que leemos entre semana, sabiendo que estamos afectados por el pecado,
Jesús nos dice: vivid vigilantes, haced el bien, cumplid la justicia, sed
honestos... Esa vida es la que en cualquier hora del día o de la noche nos
lleva a esperar gozosos la llegada sorpresiva del Señor.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 29ª semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 12,35-38.
Jesús dijo a sus discípulos: "Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!".
Comentario
En
el evangelio de hoy, Cristo llama a sus discípulos a la vigilancia, como
criados que esperan que vuelva su señor. Es un tema que vemos aparecer con
alguna frecuencia en los Evangelios, más aún cuando el final de la vida misma
del Señor se aproximaba. En esta ocasión el llamado a vigilar va acompañado de
promesas de bendición y felicidad: "Dichosos los criados a quienes el señor,
al llegar, los encuentre en vela." Sabemos bien que un destino muy
distinto aguarda a los que no estén en vela, pero por hoy es más importante
gozarnos de los bienes que están reservados para los que vigilen.
Cristo
describe estos bienes de un modo sencillo pero que sin embargo queda algo
velado a nosotros; dice: "el señor se ceñirá, los hará sentar a la mesa y
los irá sirviendo." Es interesante comparar esta afable promesa con la
manera como Cristo ve que nosotros solemos obrar: "¿Quién de vosotros
tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le
dice: Ven enseguida y siéntate a comer? ¿No le dirá más bien: Prepárame algo
para cenar, y vístete adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido;
y después comerás y beberás tú? ¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo
lo que se le ordenó?" (Lc 17,7-9)
Lo
que se anuncia a los que estén en vela es que serán servidos por su señor: algo
que, según la comparación que aquí proponemos, no sucede nunca en esta tierra.
Esperar el retorno del Señor es entonces esperar el momento en que ya no
seremos siervos, sino amigos (Jn 15,15); es también esperar la hora en que
"reinaremos con él" (2 Tim, 2,12) y ese día sin término en que se
cumpla lo que por ahora es anuncio: "Ellos verán su rostro, y su nombre
estará en sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz
de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán
por los siglos de los siglos." (Ap 22,4-5).
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