¡Amor y paz!
Escúchenlo... Los hombres ya no tenemos tiempo para
escuchar. Nos resulta difícil acercarnos en silencio, con calma y sin
prejuicios al corazón del otro para escuchar el mensaje que todo hombre nos
puede comunicar. Encerrados en nuestros propios problemas, pasamos junto a las
personas, sin apenas detenernos a escuchar realmente a nadie. Se diría que al
hombre contemporáneo se le está olvidando el arte de escuchar.
En este contexto, tampoco resulta tan extraño que a
los cristianos se nos haya olvidado que ser creyente es vivir escuchando a
Jesús. Y sin embargo, solamente desde esa escucha cobra su verdadero sentido y
originalidad la vida cristiana. Más aún. Sólo desde la escucha nace la verdadera
fe.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el
Evangelio, en este miércoles en que celebramos la fiesta de la Transfiguración
del Señor.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Mateo 17,1-9.
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo". Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".
Comentario
Un famoso médico siquiatra decía en cierta ocasión:
«Cuando un enfermo empieza a escucharme o a escuchar de verdad a otros...
entonces, está ya curado». Algo semejante se puede decir del creyente. Si
comienza a escuchar de verdad a Dios, está salvado. La experiencia de escuchar
a Jesús puede ser desconcertante. No es el que nosotros esperábamos o habíamos
imaginado. Incluso, puede suceder que, en un primer momento, decepcione
nuestras pretensiones o expectativas.
Su persona se nos escapa. No encaja en nuestros
esquemas normales. Sentimos que nos arranca de nuestras falsas seguridades e
intuimos que nos conduce hacia la verdad última de la vida. Una verdad que no
queremos aceptar.
Pero si la escucha es sincera y paciente, hay algo
que se nos va imponiendo. Encontrarse con Jesús es descubrir, por fin, a
alguien que dice la verdad. Alguien que sabe por qué vivir y por qué morir. Más
aún. Alguien que es la Verdad.
Entonces empieza a iluminarse nuestra vida con una
luz nueva. Comenzamos a descubrir con él y desde él cuál es la manera más
humana de enfrentarse a los problemas de la vida y al misterio de la muerte.
Nos damos cuenta dónde están las grandes equivocaciones y errores de nuestro
vivir diario.
Pero ya no estamos solos. Alguien cercano y único
nos libera una y otra vez del desaliento, el desgaste, la desconfianza o la
huida. Alguien nos invita a buscar la felicidad de una manera nueva, confiando
ilimitadamente en el Padre, a pesar de nuestro pecado. ¿Cómo responder hoy a
esa invitación dirigida a los discípulos en la montaña de la transfiguración?
"Este es mi Hijo amado. Escuchadlos". Quizás tengamos que empezar por
elevar desde el fondo de nuestro corazón esa súplica que repiten los monjes del
monte Athos: «Oh Dios, dame un corazón que sepa escuchar».
Jos
Buenas Noticias Navarra 1985.Pág. 155 s. é Antonio Pagola
Buenas Noticias Navarra 1985.Pág. 155 s.
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