lunes, 21 de julio de 2014

Jesús es el mayor signo para todas las generaciones

¡Amor y paz!

En el Evangelio de hoy, los escribas y fariseos le piden a Jesús un signo. Pero él mismo, la persona de Jesús, tanto su palabra como el conjunto de su personalidad, es el signo para todas las generaciones.

Como decía el entonces cardenal Ratzinger, hay que meditar constantemente una respuesta muy profunda que le da el Señor a Felipe cuando éste le pide: «Muéstranos al Padre» (Jn 14,8): «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre».

En el Hijo, el Padre se hace visible. Y, de hecho --agrega el más tarde papa Benedicto XVI-- ¿no es realmente un signo extraordinario la presencia de Jesús en todas las generaciones, esta fuerza de su persona que atrae también a los paganos, a los no-cristianos, a los ateos?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y la reflexión, en este lunes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 12,38-42. 
Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo". Él les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón." 

Reflexión

I. Jesús, hoy se ha vuelto a imponer el «si no lo veo no lo creo», disfrazado de una postura pseudo científica: lo que no se puede comprobar experimentalmente, no es real. No es una postura nueva; es lo mismo que encontraste en tu tiempo: Maestro, queremos ver de ti una señal. Hasta entre los apóstoles se da esta actitud: Tomás necesitará poner sus dedos en tu costado para creer en la resurrección.

Jesús, ante esta necesidad de señales y pruebas, me podrías contestar como a Santiago y Juan: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo? [56]. Porque cuantas más señales me des, más me tendrás que pedir para darme al final la misma recompensa. Por eso le respondes a Tomás: bienaventurados los que sin haber visto han creído [57].

Sin embargo, me das una señal suficiente: tu resurrección. Así estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los judíos te crucifican porque te haces Dios, el Hijo único de Dios. Tu resurrección es la prueba más clara de que lo que decías era cierto. Por eso San Pablo dice que si no hubieras resucitado, vana sería nuestra fe [58]. Y por eso también, los judíos pusieron a los soldados allí, de modo que nadie pudiera coger tu cuerpo y luego decir que habías resucitado. Su guardia hace aún más evidente la verdad: has resucitado, y yo -como cristiano- soy ahora testigo de tu resurrección.

“La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido” [59].

II. “Si miramos a nuestro alrededor y consideramos el transcurso de la historia de la humanidad, observaremos progresos y avances. La ciencia ha dado al hombre una mayor conciencia de su poder. La técnica domina la naturaleza en mayor grado que en épocas pasadas, y permite que la humanidad sueñe con llegar a un más alto nivel de cultura, de vida material, de unidad.

Algunos quizá se sientan movidos a matizar ese cuadro, recordando que los hombres padecen ahora injusticias y guerras, incluso peores que las del pasado. No les falta razón. Pero, por encima de esas consideraciones, yo prefiero recordar que, en el orden religioso, el hombre sigue siendo hombre, y Dios sigue siendo Dios. En este campo la cumbre del progreso se ha dado ya: es Cristo, alfa y omega, principio y fin.

En la vida espiritual no hay una nueva época a la que llegar. Ya está todo dado en Cristo, que murió, y resucitó, y vive y permanece siempre. Pero hay que unirse a Él por la fe, dejando que su vida se manifieste en nosotros, de manera que pueda decirse que cada cristiano es no ya «alter Christus», sino «ipse Chtistus», ¡el mismo Cristo!” [60].

Jesús, en el terreno espiritual, no necesito otra señal; la cumbre del progreso se ha dado ya: es Cristo, que murió, y resucitó, y vive y permanece siempre. Tu vida, muerte y resurrección son la prueba de que Dios me ama y se preocupa por mí. Una señal mayor que la de Jonás, Salomón y todos los profetas del Antiguo Testamento; una señal más luminosa que la que pueda ofrecer la ciencia y la técnica. Pero una señal que sólo se ve con los ojos de la fe, dejando que te metas en mi vida hasta hacerme ipse Christus.


[56] Mc 10, 38.
[57] Jn 20, 29.
[58] I Cor 15,14.
[59] Catecismo, 651.
[60] Es Cristo que pasa, 104.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo V, EUNSA

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