¡Amor y paz!
Los apóstoles le piden al
Señor Jesús que les aumente la fe. ¿Qué es la fe? Es un don de Dios que, como una
semilla, requiere de la buena tierra de nuestro asentimiento. La fe, por tanto,
es una adhesión, total y definitiva, no tanto a unas ideas, como a la persona
de Jesucristo. Esa fe puede ser pequeña, como un grano de mostaza, según nos
dice Jesús hoy, en el Evangelio, pero es susceptible de crecer.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo XXVII del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,5-10.
Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'".
Comentario
-Por supuesto que no tiene
necesariamente más fe quien más sabe de religión. No es cuestión de cultura o
información, por conveniente que ésta sea, sino de entrega total del hombre. La
fe no reside en la inteligencia sino en todo el hombre. A pesar de ello, es
frecuente la impresión general de que los grandes científicos de cualquier
materia son agnósticos o ateos, y así se recalca si es el caso, mientras que si
son creyentes se omite como si fuera un defecto que lo hace a uno menos
científico. Es la dieciochesca teoría de que la ciencia tiene que negar
necesariamente la religión. Sin entrar a precisar los conceptos de ciencia y
religión y sus mutuas relaciones, podemos comprobar que los hechos desmienten
la teoría. Tener fe no presupone saber más o menos ni siquiera ser más o menos
honrado.
-La fe no es superstición.
Para calificar algo de supersticioso hemos de fijarnos más en la intención
profunda que en los hechos exteriores. El hombre de fe está disponible ante
Dios; el supersticioso quiere tener, mecánicamente si es posible, a Dios a
disposición suya por la mera realización de un acto externo.
Quererse curar, aprobar o
evitarse un mal pueden ser enfocados desde una actitud de fe o de magia.
-Algún filósofo ha llegado
a decir que el hombre, aun el más crítico, es esencialmente crédulo y se mueve
más por sus creencias, religiosas o de otro tipo, que por sus ideas. La
credulidad, el creerse las cosas, puede ser una constante en la sicología
humana pero la fe no pide al hombre ninguna propensión a "tragárselo
todo" o a "comulgar con ruedas de molino", más bien le empuja a
ser crítico y lúcido en sus circunstancias buscando siempre la verdad sin miedo
alguno.
-Creer, cuando se trata de
la fe, tampoco significa opinar. La creencia-opinión es relativa a las cosas,
acontecimientos e ideas y se sostiene ante terceras personas sin comprometer a
fondo a la persona que opina. El creer-confiar se refiere a la persona de quien
se hace depender mi existencia misma. Se hace ante segunda persona y no hay
tercero que intervenga. Es como decir: Yo confío en Ti, al destinatario de la
confianza. Creyendo, en este sentido, me pongo en manos de otro. Traspaso mi
dominio a Dios. Es una relación vivida con una segunda persona.
-Creer no consiste en un
repertorio de creencias o enunciados, que son sólo la expresión intelectual de
la fe. La fe es un modo de existencia, no un lenguaje mental o verbal, pero
cuando se quiere explicar no hay otro modo que recurrir al lenguaje.
-Además, en una cultura de
formas y símbolos cristianos, como es la nuestra, hemos de valorar los motivos
socio-culturales y folklóricos, en el mejor sentido de las palabras, para no
confundir el espíritu de Jesús con encarnaciones históricas llamadas cristianas
pero a veces completamente antievangélicas. Jesús, no la sociedad, es el punto
de referencia.
-Ni la fe ni el amor se
pueden tener en depósito porque no son cosas, sino relaciones interpersonales y
sólo existen en la medida en que se viven. La fe es una actitud personal, una
postura de la totalidad del hombre. Una opción fundamental y radical porque en
ella se fundarán y clavarán sus raíces todas las manifestaciones de la vida del
creyente.
-La actitud de fe consiste
en una adhesión total y definitiva, al menos en nuestra intención presente, a
la persona de Jesucristo. Es una autodonación, una disposición a decir siempre
"sí" al Padre como Jesús la tuvo. "Credere" podría venir de
"cor-dare": entregar el centro de decisión de la persona.
-El creyente trata de
"cristificarse" de tal manera que pueda decir: no soy yo quien vivo,
es Cristo quien vive en mí (/Ga/02/20). El justo para serlo vivirá, como
Habacuc nos ha dicho, su fe. Hemos de adoptar una escala de valores y los modos
de Jesús, camino de salvación integral. Nuestra fe, tal vez menor que un grano
de mostaza, aporta ya luz en la oscuridad de la vida que alumbra no sólo
nuestro caminar sino el de aquellos que lo hacen junto a nosotros. Con palabras
de Pablo VI: "Hay que corregir el concepto de falso creyente como un
reaccionario obligado, un inmovilista de profesión, un extraño a la vida
moderna, un insensible a los signos de los tiempos, un hombre privado de
esperanza. Digamos más bien que es un hombre que vive de esperanza y que su
propia salvación cristiana, iniciada e incompleta como está, es un don que hay
que negociar, es una meta que hay que alcanzar".
EUCARISTÍA
1983/47
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