¡Amor y paz!
La fama de Jesús se
extiende. Un hombre va a buscarlo por la muerte de su hija, una mujer se
aproxima para tocarlo. Jesús no se desentiende de los dolores de la gente: lo
conmueven, vino a cargar con nuestras debilidades y enfermedades. Por eso se
dirige a la casa del jefe, y se preocupa por la mujer.
Pero todo esto no es
“magia”, no es una “fuerza que sale de adentro” del “sanador”, sino el encuentro
entre el amor de uno y la fe de otro o de otra.
Este encuentro de fe y
amor viene provocado por la palabra que sale de la boca de Jesús, palabra capaz
de obrar signos y de transformar corazones, capaz de calmar una tormenta y
convertir un publicano, capaz de sanar un flujo de sangre y de llamar a su
seguimiento.
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XIV Semana del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 9,18-26.
Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá". Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: "Con sólo tocar su manto, quedaré curada". Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: "Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado". Y desde ese instante la mujer quedó curada. Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: "Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme". Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.
Comentario
La fama de Jesús se
extiende, un hombre va a buscarlo por la muerte de su hija, una mujer se
aproxima para tocarlo. Jesús no se desentiende de los dolores de la gente: lo
conmueven, vino a cargar con nuestras debilidades y enfermedades.
Por eso se dirige a la
casa del jefe, y se preocupa por la mujer. Pero todo esto no es “magia”, no es
una “fuerza que sale de adentro” del “sanador”, sino el encuentro entre el amor
de uno y la fe de otro o de otra.
Este encuentro de fe y
amor viene provocado por la palabra que sale de la boca de Jesús, palabra capaz
de obrar signos y de transformar corazones, capaz de calmar una tormenta y convertir
un publicano, capaz de sanar un flujo de sangre y de llamar a su seguimiento.
Servicio
Bíblico Latinoamericano
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