jueves, 31 de enero de 2013

Comparte tu luz con el prójimo...



¡Amor y paz!

Jesús nos pide hoy ser luz del mundo. Y la beata Teresa de Calcuta lo interpreta muy gráficamente: “Cada uno de nosotros somos un instrumento pobre. Si observas la composición de un aparato eléctrico, encontrarás un ensamblaje de hilos grandes y pequeños, nuevos y gastados, caros y baratos. Si la corriente eléctrica no pasa a través de todo ello, no habrá luz. Estos hilos somos tú y yo. Dios es la corriente. Tenemos poder para dejar pasar la corriente a través de nosotros, dejarnos utilizar por Dios, dejar que se produzca luz en el mundo... o bien rehusar ser instrumentos y dejar que las tinieblas se extiendan” (Evangelizo.org 2001-2013).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la tercera semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 4,21-25.

Jesús les decía: "¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!". Y les decía: "¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene".

Comentario

Jesús ilustra, en comparación con el Reino, el uso que debe dársele a una lámpara, la cual no ha de esconder su luz, sino que tiene que desgastarse para bien de los demás, silenciosamente, evitando cualquier tipo de sensacionalismo que desvirtúe toda la bondad que prodiga. Como siempre la tentación de la vanidad y la falsa humildad son una misma cosa. Se hace prioritario juntar entrega silenciosa con testimonio, sin caer en el engaño de que el silencio es carencia de testimonio. Esto es lo que pasa con el Reino mal entendido, que hace cristianos aparentemente humildes, pero pusilánimes, que anulan el testimonio.

Jesús se experimenta como una lámpara que se consume entregándose en el servicio de una causa para los demás. En esta parábola narra la experiencia de su proceso interior: cómo hizo él para ser humilde sin anular su testimonio. Nos enseña de qué manera hay que dar el paso para que el Reino nos penetre y ayude a aceptar sus consecuencias. Aclara que el Reino no es esconderse o recurrir a la falsedad porque nos tocará dar testimonio tarde que temprano. Este problema de anularse y tener que aparecer a la vez con su testimonio lo resuelve de una sola manera: transparentando al Padre como una luz.

El testimonio es la entrega propia para que otro viva; consumirse ayudando a otros para que tengan vida, no escondiéndose, sino entregando su vida por una causa. Si no hay entrega no se puede pedir a otros que se entreguen, porque el Reino pleno se hace con la entrega de los unos y los otros. Dios sólo le da al que se está consumiendo. A quien así lo hace no le faltará ni humanidad, ni plenitud. Quien no se entrega se empobrece y se anula por sí solo.

Servicio Bíblico Latinoamericano

miércoles, 30 de enero de 2013

"¡El que tenga oídos para oír, que oiga!"



¡Amor y paz!

En el Evangelio según San Marcos vendrán ahora cinco pequeños sermones de Jesús y cuatro milagros, que pondrán en evidencia el vínculo muy particular del Señor con sus doce discípulos. Marcos dirá dos veces que Jesús practica un doble nivel de enseñanza. Dirige sus parábolas a toda la muchedumbre en general; luego, en particular las explica a sus discípulos. Del mismo modo, los milagros relatados después no se hicieron en presencia de la muchedumbre, sino solamente ante el pequeño grupo.

El texto del evangelio es muy claro, explicado por el mismo Jesús, y nos hace ver cuál es nuestra actitud ante la Palabra de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 3ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dos los bendiga…

Evangelio según San Marcos 4,1-20.

Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla. Él les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba: "¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno". Y decía: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!". Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas. Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón". Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás? El sembrador siembra la Palabra. Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos. Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa. Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno".

Comentario

La parábola del sembrador, debe ser entendida en la dinámica en que viene el evangelista Marcos presentando el ministerio de Jesús. Su ministerio estuvo lleno de problemas y de dificultades. Primero fue la prisión de Juan, luego la acusación de blasfemia, luego el complot de los herodianos para matarle, posteriormente la estigmatización demoníaca que de él hicieron los escribas espías de Jerusalén; finalmente, la incomprensión de su madre y de sus hermanos. Jesús se encontraba amenazado por todos lados. Todos, de una o de otra forma, tenían que ver con Jesús y con su obra. El pueblo sencillo quería recibir de él algún tipo de favor, los gobernantes querían apresarlo, su familia quería amarrarlo.

La parábola del sembrador es una impresionante confesión del interior dolorido de Jesús. El instalar el Reinado de Dios en el propio interior y en la sociedad era un camino doloroso, lleno de fracasos. Había que sembrar mucho y fracasar mucho, para poder recoger algo.

Era difícil perseverar y mantenerse en pie en un trabajo donde la condición normal era tener que perder, una y otra vez, a fin de lograr algo. El labrador que describía Jesús en la parábola tenía su mirada puesta en el rinconcito de la buena cosecha, por el cual medía su trabajo. La mirada puesta en la calidad de este rincón, le permitía sobrevivir moralmente ante el ruidoso fracaso del resto. Aquí se enfrentaban dos mentalidades: la que se apoyaba y buscaba lo cuantitativo, señal de poder, y la que se apoyaba y valoraba lo cualitativo, que ordinariamente carece de poder. Este será siempre el desafío del anuncio de la Buena Noticia, desafío por el que pasó Jesús y es el desafío por donde tiene que pasar la Iglesia.

¿Será que estamos buscando con nuestro trabajo apostólico meros resultados cuantitativos o más bien estamos trabajando para que el pueblo que acompañamos logre dar pasos cualitativos y procesos coherentes en la vida del Reino?

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

martes, 29 de enero de 2013

El verdadero hermano de Jesús es el que cumple la voluntad de Dios


¡Amor y paz!

Después del altercado con los escribas "venidos de Jerusalén", San Marcos reemprende el relato comenzado en el versículo 21 y que debimos haber leído el sábado último, pero que omitimos para leer el Evangelio correspondiente a la Memoria de los santos Timoteo y Tito, obispos, compañeros de san Pablo. En ese versículo 21 se leía que  "su familia vino para llevárselo, pues afirmaban: ‘Está fuera de sí’".  

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 3ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 3,31-35.

Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: "Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera". Él les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".

Comentario

a) Acaba el capítulo tercero de Marcos con este breve episodio que tiene como protagonistas, esta vez en un contexto diferente del anterior, a sus familiares. Los «hermanos» en el lenguaje hebreo son también los primos y tíos y demás familiares. Esta vez sí se dice que estaba su madre.

Las palabras de Jesús, que parecen como una respuesta a las dificultades de sus familiares que leíamos anteayer, nos suenan algo duras. Pero ciertamente no desautorizan a su madre ni a sus parientes. Lo que hace es aprovechar la ocasión para decir cuál es su visión de la nueva comunidad que se está reuniendo en torno a él. La nueva familia no va a tener como valores determinantes ni los lazos de sangre ni los de la raza. No serán tanto los descendientes raciales de Abraham, sino los que imitan su fe: «El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

b) Nosotros, como personas que creemos y seguimos a Cristo, pertenecemos a su familia. Esto nos llena de alegría. Por eso podemos decir con confianza la oración que Jesús nos enseñó: «Padre nuestro». Somos hijos y somos hermanos. Hemos entrado en la comunidad nueva del Reino.

En ella nos alegramos también de que esté la Virgen María, la Madre de Jesús. Si de alguien se puede decir que «ha cumplido la voluntad de Dios» es de ella, la que respondió al ángel enviado de Dios: «Hágase en mi según tu Palabra». Ella es la mujer creyente, la totalmente disponible ante Dios.

Incluso antes que su maternidad física, tuvo María de Nazaret este otro parentesco que aquí anuncia Cristo, el de la fe. Como decían los Santos Padres, ella acogió antes al Hijo de Dios en su mente por medio de la fe que en su seno por su maternidad.

Por eso es María para nosotros buena maestra, porque fue la mejor discípula en la escuela de Jesús. Y nos señala el camino de la vida cristiana: escuchar (leer) la Palabra, meditarla en el corazón y llevarla a la práctica.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 76-80
www.mercaba.org

lunes, 28 de enero de 2013

Jesús es rechazado, calumniado, ignorado…


¡Amor y paz!

Jesús es criticado por unos y por otros, por los escribas y hasta por sus propios parientes. Así nos lo muestra el Evangelio según San Marcos, que estamos leyendo entre semana. En el episodio anterior al que leeremos hoy, los parientes del Señor decían: "Está fuera de sí”; hoy, los escribas dirán que “está poseído por el demonio”.

Como ayer, en el mundo de hoy, Jesús es rechazado, calumniado, ignorado... También sus discípulos lo fueron y lo son. Incluso yo lo rechazo cuando me aparto de su voluntad y hago lo que me parece. Es una oportunidad para reflexionar y orar.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 3ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 3,22-30.

Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios". Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: "¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre". Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por un espíritu impuro".

Comentario

Hoy, al leer el Evangelio del día, uno no sale de su asombro —“alucina”, como se dice en el lenguaje de la calle—. «Los escribas que habían bajado de Jerusalén» ven la compasión de Jesús por las gentes y su poder que obra en favor de los oprimidos, y —a pesar de todo— le dicen que «está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios» (Mc 3,22).

Realmente uno queda sorprendido de hasta dónde pueden llegar la ceguera y la malicia humanas, en este caso de unos letrados. Tienen delante la Bondad en persona, Jesús, el humilde de corazón, el único Inocente y no se enteran. Se supone que ellos son los entendidos, los que conocen las cosas de Dios para ayudar al pueblo, y resulta que no sólo no lo reconocen sino que lo acusan de diabólico.

Con este panorama es como para darse media vuelta y decir: «¡Ahí os quedáis!». Pero el Señor sufre con paciencia ese juicio temerario sobre su persona. Como ha afirmado Juan Pablo II, Él «es un testimonio insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre». Su condescendencia sin límites le lleva, incluso, a tratar de remover sus corazones argumentándoles con parábolas y consideraciones razonables. Aunque, al final, advierte con su autoridad divina que esa cerrazón de corazón, que es rebeldía ante el Espíritu Santo, quedará sin perdón (cf. Mc 3,29). Y no porque Dios no quiera perdonar, sino porque para ser perdonado, primero, uno ha de reconocer su pecado.

Como anunció el Maestro, es larga la lista de discípulos que también han sufrido la incomprensión cuando obraban con toda la buena intención. Pensemos, por ejemplo, en santa Teresa de Jesús cuando intentaba llevar a más perfección a sus hermanas.

No nos extrañe, por tanto, si en nuestro caminar aparecen esas contradicciones. Serán indicio de que vamos por buen camino. Recemos por esas personas y pidamos al Señor que nos dé aguante.

Rev. D. Vicenç Guinot i Gómez (Lavern-Barcelona, España)