¡Amor y paz!
No hemos interrumpido
nuestra reflexión en torno a la fe. Ayer, en la fiesta de San Lorenzo, se hizo
evidente que no hay mayor fe que la de un mártir. Hoy, el Señor se molesta por
la falta de fe de los discípulos, que no han podido curar al epiléptico. ¿Qué
tan grande es nuestra fe?
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XVIII Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 17,14-20.
Cuando se reunieron con la multitud, se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas, le dijo: "Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar". Jesús respondió: "¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí". Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento quedó curado. Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?". "Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: 'Trasládate de aquí a allá', y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes".
Comentario
Se trata aquí de un hombre
que ruega a Cristo, movido por una desgracia familiar. Su oración “¡Kyrie,
eleison!” significa: Señor, movido por tu misericordia, intervén y da una
solución a esta situación miserable. El v.17 subraya que el milagro no se había
realizado. Los discípulos no habían sido capaces de hacer nada por él, pese al
hecho de que anteriormente habían sido enviados a predicar y a curar (10,1.8).
Existe en este punto un contraste entre la experiencia estimulante vivida en la
cumbre de la montaña y esta falta de fe al pie de ella. Moisés también había
experimentado la falta de fe de Israel al bajar del monte tras la teofanía en
el Sinaí (Ex 32).
Jesús manifiesta su
molestia y exasperación ante esta falta de fe utilizando frases que Moisés
había empleado para indicar la incredulidad de Israel (Dt 32, 5.20); después
expulsa al demonio, y el muchacho queda curado. Más tarde cuando los discípulos
están a solas con Jesús, le preguntan por qué no pudieron ellos expulsar al
demonio. La respuesta de Jesús es: “Por su poca fe”, frase que ya ha utilizado
antes (6,30; 8,26; 14,31). La “fe” es tanto receptiva como activa, porque
expresa una relación con Dios que se refleja en las relaciones con los demás.
Por esta razón utiliza Jesús la declaración proverbial de Is 54,10 cuando dice
que, si tuvieran fe como un grano de mostaza (cf. 13,31), podrían mover
montañas.
Además de la comprensión
(17,13) es necesaria la fe. Bastantes manuscritos, aunque no los mejores,
añaden Mt 17,21, que dice: “pero esta clase de demonios sólo se expulsa con la
oración y el ayuno”.
Al volver junto a la gente y los demás discípulos, a Jesús le sale al encuentro un hombre muy preocupado por su hijo epiléptico, que se lesiona a sí mismo.
Al volver junto a la gente y los demás discípulos, a Jesús le sale al encuentro un hombre muy preocupado por su hijo epiléptico, que se lesiona a sí mismo.
La
fe de los discípulos ha sido insuficiente. De ahí la exhortación de Jesús a que
acrecienten la fe ya que de otro modo no serán capaces de hacer presentes los
signos del reino. Se hace notar, y este es un mensaje fuerte para nosotros, que
si hubieran tenido al menos una brizna de fe, hubieran podido hacerlo. El
término, “poca fe”, más que en sentido de cantidad, tiene un sentido de
calidad. Esto lo podemos aplicar a otras virtudes como la esperanza y sobre
todo la caridad. Cuánto agradecerían las personas, en especial los hijos, si el
poco tiempo que les damos por tantas ocupaciones y preocupaciones fuese con
calidad y –obvio- si a la calidad le añadimos cantidad. Lo cierto es que en
este pasaje lo que les falta a los discípulos es una fe auténtica.
Nosotros, ante esto, debemos reflexionar que muchas veces no nos cansamos de acusar a Dios porque no nos escucha después de haber pedido y no obtener lo que pedimos, le echamos la culpa a El. Ahora, Jesús nos echa la culpa a nosotros, por no tener una fe auténtica, una confianza a toda prueba. Esto lo comprobamos cuando Jesús se encontraba con una fe de esta naturaleza, le atribuía los milagros que realizaba: “tu fe te ha salvado”, así como cuando no encontraba fe “estaba admirado de la incredulidad y no pudo hacer muchos milagros ahí” (cf. Mc 6,5-6).
Nosotros, ante esto, debemos reflexionar que muchas veces no nos cansamos de acusar a Dios porque no nos escucha después de haber pedido y no obtener lo que pedimos, le echamos la culpa a El. Ahora, Jesús nos echa la culpa a nosotros, por no tener una fe auténtica, una confianza a toda prueba. Esto lo comprobamos cuando Jesús se encontraba con una fe de esta naturaleza, le atribuía los milagros que realizaba: “tu fe te ha salvado”, así como cuando no encontraba fe “estaba admirado de la incredulidad y no pudo hacer muchos milagros ahí” (cf. Mc 6,5-6).
Dios está dispuesto a
intervenir aquí y ahora para salvarnos; pero si tenemos dudas, si no creemos
que su amor pueda llegar hasta aquí, no esperemos ser escuchados. Recibimos lo
que esperamos: ¡nada! Por otra parte, no debemos pretender obtener milagros a
placer. Aquella “montaña” que podemos trasladar de un lugar a otro no está fuera
sino dentro de nosotros: montañas de egoísmo, autosuficiencia, insensibilidad
hacia los otros, materialismo, sensualidad... Para moverlas debemos creer en
Dios que nos ayudará, siempre y cuando nos empeñemos con Fe, aunque sea poca,
pero auténtica. Dios tendrá piedad de quien se acerque a Él con un corazón
sencillo.
Servicio
Bíblico Latinoamericano
No hay comentarios:
Publicar un comentario