¡Amor y paz!
Subiendo a Jerusalén,
donde será martirizado, el Señor Jesús se encuentra y acoge a sus preferidos,
los excluidos y más débiles de la sociedad de su tiempo. Ayer fueron las
mujeres, subordinadas en el matrimonio; hoy, los niños.
¿Cómo es nuestra actitud
con aquellos que la sociedad actual excluye y considera de ‘inferior’ categoría?
¿Así se hubiera comportado Jesús?
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XIX Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga...
Evangelio según San Mateo 19,13-15.
Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: "Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos". Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.
Comentario
De nuevo se presenta la
infancia como signo y figura del buen discípulo. Este texto no debe confundirse
con el del capítulo 18,1-5; 6-9. La intención no es la misma: en el capítulo 18
se trataba de hacerse como los niños y no escandalizarlos; aquí el texto
acentúa un conflicto de Jesús con los que lo rodean: asombrados ven cómo el
Maestro se detiene, acoge a los niños y los bendice. La sintonía de los niños
con Jesús invita a reflexionar sobre el carácter del Maestro.
Al subir a Jerusalén para
sufrir, Jesús se detendrá varias veces a lo largo del camino para acercarse a
los humildes, a los enfermos, y esto ante la extrañeza de la gente y de los
discípulos. La seriedad de su camino hacia Jerusalén y las implicaciones que
tiene, no lo separan de los pequeños; no se deja envolver por una soledad
dolorosa y llena de vanagloria. Jesús no sólo se detiene y reprende a los
discípulos, sino que hace de su gesto una enseñanza.
"Dejen que los niños
vengan a mí", no es sólo una invitación a hacerse como niños, sino una
declaración y una verdadera promesa hecha a todos los que son como ellos que
son parte del Reino.
El texto de hoy nos invita
a "venir a Jesús", es decir, a creer en él, lo cual nos lleva a
poseer el Reino, entrar en él o recibirlo como un niño: con su avidez de amor
gratuito, que nada ofrece a cambio más que la propia pequeñez.
Diario Bíblico. Cicla
(Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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