¡Amor
y paz!
¿Todavía no me conocen?, preguntaba ayer Jesús. Y hoy precisamente llegamos
al quinto ‘Yo soy’: "Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida", nos responde el Señor.
Quien cree en Jesús sabe adónde va, al Padre, a Dios, a la vida eterna, pasando por este mundo efímero. Y el modo de hacer el viaje es apropiarse la peregrinación de Jesús, haciendo el bien, cumpliendo toda justicia, sobrellevando las adversidades y derramándose en caridad.
Quien cree en Jesús sabe adónde va, al Padre, a Dios, a la vida eterna, pasando por este mundo efímero. Y el modo de hacer el viaje es apropiarse la peregrinación de Jesús, haciendo el bien, cumpliendo toda justicia, sobrellevando las adversidades y derramándose en caridad.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este
Viernes de la IV Semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Juan 14,1-6.
"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy". Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?". Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.
Comentario
Hoy,
en este Viernes IV de Pascua, Jesús nos invita a la calma. La serenidad y la
alegría fluyen como un río de paz de su Corazón resucitado hasta el nuestro,
agitado e inquieto, zarandeado tantas veces por un activismo tan enfebrecido
como estéril.
Son
los nuestros los tiempos de la agitación, el nerviosismo y el estrés. Tiempos
en que el Padre de la mentira ha inficionado las inteligencias de los hombres
haciéndoles llamar al bien mal y al mal bien, dando luz por oscuridad y
oscuridad por luz, sembrando en sus almas la duda y el escepticismo que agostan
en ellas todo brote de esperanza en un horizonte de plenitud que el mundo con
sus halagos no sabe ni puede dar.
Los
frutos de tan diabólica empresa o actividad son evidentes: enseñoreado el
“sinsentido” y la pérdida de la trascendencia de tantos hombres y mujeres, no
sólo han olvidado, sino que han extraviado el camino, porque antes olvidaron el
Camino. Guerras, violencias de todo género, cerrazón y egoísmo ante la vida
(anticoncepción, aborto, eutanasia...), familias rotas, juventud “desnortada”,
y un largo etcétera, constituyen la gran mentira sobre la que se asienta buena
parte del triste andamiaje de la sociedad del tan cacareado “progreso”.
En
medio de todo, Jesús, el Príncipe de la Paz, repite a los hombres de buena
voluntad con su infinita mansedumbre: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en
Dios: creed también en mí» (Jn 14,1). A la derecha del Padre, Él acaricia como
un sueño ilusionado de su misericordia el momento de tenernos junto a Él, «para
que donde esté yo estéis también vosotros» (Jn 14,3). No podemos excusarnos
como Tomás. Nosotros sí sabemos el camino. Nosotros, por pura gracia, sí
conocemos el sendero que conduce al Padre, en cuya casa hay muchas estancias.
En el cielo nos espera un lugar, que quedará para siempre vacío si nosotros no
lo ocupamos. Acerquémonos, pues, sin temor, con ilimitada confianza a Aquél que
es el único Camino, la irrenunciable Verdad y la Vida en plenitud.
Rev. D. Josep Mª Manresa i Lamarca (Les
Fonts-Barcelona, España)
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