¡Amor
y paz!
Este
es un colmo de la belleza espiritual: descubrir en el rostro, corazón, amor de
Cristo, el rostro, corazón y amor del Padre, Dios. Pero esto solamente se concede
si se realiza el hondo trabajo de creer, de ponerse en manos de Dios.
¡Hagámoslo! (Dominicos 2003).
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado
de la IV Semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Juan 14,7-14.
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto". Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.
Comentario
Hoy,
cuarto Sábado de Pascua, la Iglesia nos invita a considerar la importancia que
tiene, para un cristiano, conocer cada vez más a Cristo. ¿Con qué herramientas
contamos para hacerlo? Con diversas y, todas ellas, fundamentales: la lectura
atenta y meditada del Evangelio; nuestra respuesta personal en la oración,
esforzándonos para que sea un verdadero diálogo de amor, no un mero monólogo
introspectivo, y el afán renovado diariamente por descubrir a Cristo en nuestro
prójimo más inmediato: un familiar, un amigo, un vecino que quizá necesita de
nuestra atención, de nuestro consejo, de nuestra amistad.
«Señor,
muéstranos al Padre», pide Felipe (Jn 14,8). Una buena petición para que la
repitamos durante todo este sábado. “Señor, muéstrame tu rostro”. Y podemos
preguntarnos: ¿cómo es mi comportamiento? Los otros, ¿pueden ver en mí el
reflejo de Cristo? ¿En qué cosa pequeña podría luchar hoy? A los cristianos nos
es necesario descubrir lo que hay de divino en nuestra tarea diaria, la huella
de Dios en lo que nos rodea. En el trabajo, en nuestra vida de relación con los
otros. Y también si estamos enfermos: la falta de salud es un buen momento para
identificarnos con Cristo que sufre. Como dijo santa Teresa de Jesús, «si no
nos determinamos a tragar de una vez la muerte y la falta de salud, nunca
haremos nada».
El Señor en el Evangelio nos asegura: «Si pedís algo en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14,13). Dios es mi Padre, que vela por mí como un Padre amoroso: no quiere para mí nada malo. Todo lo que pasa —todo lo que me pasa— es en bien de mi santificación. Aunque, con los ojos humanos, no lo entendamos. Aunque no lo entendamos nunca. Aquello —lo que sea— Dios lo permite. Fiémonos de Él de la misma manera que se fió María.
El Señor en el Evangelio nos asegura: «Si pedís algo en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14,13). Dios es mi Padre, que vela por mí como un Padre amoroso: no quiere para mí nada malo. Todo lo que pasa —todo lo que me pasa— es en bien de mi santificación. Aunque, con los ojos humanos, no lo entendamos. Aunque no lo entendamos nunca. Aquello —lo que sea— Dios lo permite. Fiémonos de Él de la misma manera que se fió María.
Rev.
D. Iñaki Ballbé i Turu (Rubí-Barcelona, España)
No hay comentarios:
Publicar un comentario