¡Amor
y paz!
Jesús
concreta el tipo de amor que les tiene a sus discípulos: un amor similar al
del Padre y basado en el cumplimiento de sus mandamientos. Como bien sabemos, el eje de
la enseñanza de Jesús es la práctica del amor.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves
de la V Semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio según San Juan 15,9-11.
Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
Comentario
a)
Con la metáfora de la vid y los sarmientos Jesús invitaba a «permanecer en él»,
para poder dar fruto. Hoy continúa el mismo tema, pero avanzando cíclicamente y
concretando en qué consiste este «permanecer» en Cristo: se trata de
«permanecer en su amor, guardando sus mandamientos».
Se
establece una misteriosa y admirable relación triple. La fuente de todo es el
Padre. El Padre ama a Jesús y Jesús al Padre. Jesús, a su vez, ama a los
discípulos, y éstos deben amar a Jesús y permanecer en su amor, guardando sus
mandamientos, lo mismo que Jesús permanece en el amor al Padre, cumpliendo su
voluntad.
Y
esto lleva a la alegría plena: «que mi alegría esté en vosotros y vuestra
alegría llegue a plenitud». La alegría brota del amor y de la fidelidad con que
se guardan en la vida concreta las leyes del amor.
b)
Uno de los frutos más característicos de la Pascua debe ser la alegría. Y
es la
que Cristo Jesús quiere para los suyos. Una alegría plena. Una alegría recia,
no superficial ni blanda. La misma alegría que llena el corazón de Jesús,
porque se siente amado por el Padre, cuya voluntad está cumpliendo, aunque no
sea nada fácil, para la salvación del mundo. Ahora nos quiere comunicar esta
alegría a nosotros.
Esta
alegría la sentiremos en la medida en que «permanecemos en el amor» a Jesús,
«guardando sus mandamientos», siguiendo su estilo de vida, aunque resulte
contra corriente. Es como la alegría de los amigos o de los esposos, que muchas
veces supone renuncias y sacrificios. O la alegría de una mujer que da a luz:
lo hace en el dolor, pero siente una alegría insuperable por haber traído una
nueva vida al mundo (es la comparación que pronto leeremos que trae el mismo
Jesús, explicando qué alegría promete a sus seguidores).
Popularmente
decimos que «obras son amores», y es lo que Jesús nos recuerda. La Pascua que
estamos celebrando nos hará crecer en alegría si la celebramos no meramente
como una conmemoración histórica -en tal primavera como esta resucitó Jesús-
sino como una sintonía con el amor y la fidelidad del Resucitado. Entonces
podremos cantar Aleluyas no sólo con los labios, sino desde dentro de nuestra
vida.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 111-113
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 111-113
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