viernes, 31 de diciembre de 2010

¡Un 2011 lleno de bendiciones y mucha fraternidad!

¡Amor y paz!

Ha llegado la hora de hacer un alto para descansar. Este blog dejará de actualizarse durante los primeros días de 2011 y reaparecerá, Dios mediante, el próximo 11 de enero.

Sea la oportunidad de agradecer a todos los seguidores y lectores permanentes y ocasionales del blog del Movimiento FRATRES, creado para la gloria de Dios y el alimento espiritual de nuestros hermanos.

Como el Movimiento no puede reducirse al blog, me propongo darle vida jurídica y ponerlo en marcha  próximamente, con el fin de que sirva para influir en el cambio de las relaciones interpersonales, afectadas por el individualismo, y orientarlas hacia el ejercicio de la fraternidad cristiana.

Nuestro foco principal estará en ayudar y acompañar a las personas excluidas de afecto, a los solitarios y personas que sufren el dolor de la ausencia de sus seres queridos.

Quienes consideren que pueden ayudar de una forma u otra a darle vida a este Movimiento, o ampliar la información al respecto, por favor háganmelo saber escribiendo al correo fsalamanca@gmail.com.

Que Dios Nuestro Señor les traiga en el 2011 muchas bendiciones, paz, salud y prosperidad. Los espero el 11 de enero.

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Día VII dentro de la Octava de Navidad.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre. 
Comentario
Este himno cristológico es muy antiguo. Seguramente ya existía cuando se escribió el evangelio de Juan. Es un himno extensamente estudiado, debatido, explicado. Hoy, sólo nos fijaremos en unos pocos versículos.

Juan, a diferencia de Lucas y Mateo, no pone el origen de Jesucristo directamente relacionado con un "nacimiento maravilloso (Mt 1, 18-25), ni se remonta al primer Adán (Lc 3, 38) sino que afirma el origen de Jesucristo en Dios mismo". Este procedimiento nos quiere señalar no sólo el significado de Jesús para el pueblo elegido, o para la humanidad en general. Su interés es enfatizar el significado definitivo que tiene la existencia de Jesús para toda la humanidad. Jesús nos revela al hombre en su integridad total y absoluta. Depende de nuestra decisión el que nos tomemos en serio a ese hombre y lo asumamos como nuestro itinerario vital.

El verbo de Dios, su palabra creadora, se enfrenta a la oscuridad del mundo. Y es un conflicto que no ocurre en el vacío, sino en lo concreto de la historia. La oscuridad del mundo es todo aquel sistema de ideas, organizaciones y realizaciones que empantana la existencia humana y la sumergen en la injusticia y la angustia. La Palabra creadora de Dios viene a desafiar esa situación y a plantear una alternativa definitiva.

Por eso, la existencia de Jesucristo, ilumina nuestra vida con una luz absolutamente novedosa. Esa luz nos permite reconocernos como seres humanos dignos y auténticos. La comunidad humana bajo esta nueva perspectiva no está sometida a la oscuridad que quiere imponer el mundo de la injusticia y la angustia. La Palabra de Dios viene en nuestro rescate y da todo lo que es para alcanzar nuestra liberación.

Ahora, esa lucha definitiva contra el mal ocurre en la historia, en la vida concreta de un ser humano que se enfrentó al absurdo de un mundo hundido en la oscuridad. Esa persona es Jesús de Nazaret. De su vida, historia y presencia continua en nuestras vidas depende el sentido que le demos a la historia de la humanidad, especialmente al futuro. Si queremos que la realidad cambie, no podemos ignorar lo que Dios ha hecho en Jesús por nosotros: ha realizado en la historia la perfección de su creación. Y no en un hombre biológica, intelectual o psíquicamente superior, no. Lo ha hecho en un hombre que nos ha mostrado que el verdadero significado de la humanidad está en Dios. Y un Dios que significa respeto, dignidad, justicia, solidaridad y todos aquellos valores que nos permiten hacernos un juicio correcto de lo que debe constituir el mundo para el ser humano.

Servicio Bíblico Latinoamericano
www.mercaba.org


jueves, 30 de diciembre de 2010

Una mujer, ejemplo de callada dedicación a Dios

¡Amor y paz!

El evangelio nos trae hoy la figura de Ana, que parece no tener relevancia, y nos puede hacer pensar en la dedicación callada a Dios, en el espíritu atento a sus llamadas y manifestaciones, en la alegría de la salvación que siempre se nos muestra. Y también en lo que todos podemos aprender de los ancianos.

El final del evangelio nos hace mirar a Jesús que va creciendo y aprendiendo. Los largos años de Nazaret son años de camino oculto: aprendiendo de sus padres y maestros, yendo a la sinagoga, llenándose de Dios. Es una vida normal como la nuestra, que vale la pena vivir como él la vivió.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Día VI dentro de la Octava de Navidad.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 2,36-40.
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él. 
Comentario
Además de Esteban, Juan, los Inocentes, el anciano Simeón, los pastores, los magos, y sobre todo José y María, ahora es esta buena mujer, sencilla, de pueblo, que desde hace tantos años sirve en el Templo, y que ha sabido reconocer la presencia del Mesías y da gracias a Dios, y después habla del Niño a todos los que la quieren escuchar.

Ana no prorrumpe en cánticos tan acertados como los de Zacarías o Simeón. Ella habla del Niño y da gloria a Dios. Es «vidente» en el sentido de que tiene la vista de la fe, y ve las cosas desde los ojos de Dios. Es una mujer sencilla, viuda desde hace muchos años. Y nos da ejemplo de fidelidad y de amor.

En lo sencillo y lo cotidiano anda Dios. Como también sucedió en los años de la infancia y juventud de Jesús. El evangelio de hoy termina diciendo que su familia vuelve a Nazaret, y allí «el niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba». Los vecinos no notaban nada. Sólo José y María sabían del misterio. Pero Dios ya estaba entre nosotros y actuaba.      

Sería bueno que, sin angustiarnos ni atormentarnos, pero con lucidez, recordáramos en este ambiente navideño que la vida es lucha, y que se nos pide -como ayer anunciaba Simeón- una continuada decisión: decir «sí» a Cristo y «no» a las fuerzas del maligno. Para que se pueda decir de nosotros que «hemos vencido al maligno» con la ayuda de ese Cristo Jesús, que es el que en verdad le ha vencido.

El que dice «sí» a Jesús, no puede a la vez decir «sí» al maligno. Por eso, celebrar la Navidad es apartarse de los criterios del mundo y seguir las huellas de Jesús, reordenar la jerarquía de los valores en nuestra vida, hacer una clara opción por sus bienaventuranzas, y no por las más fáciles o las de moda, que pueden ser claramente hostiles al Evangelio de Jesús.

El evangelio nos propone además la lección de esta buena mujer, Ana. Una del grupo de los «pobres de Yahvé», que esperaban confiados la salvación de Dios y la alcanzaron a celebrar gozosamente. Representante de tantas personas que desde su vida de cada día sirven a Dios y siguen el camino de Jesús, y, sin demasiada cultura probablemente, saben discernir los signos de los tiempos y se dan cuenta más que los sabios de la presencia de Dios en sus vidas.

En el seno de una familia, cuánto bien pueden hacer los abuelos, los padres, los hermanos, comunicando actitudes de fe y fidelidad. Cuánto bien puede hacer en el circulo de los amigos un joven valiente que no esconde su fe y su honradez, sin caer en la esclavitud de los criterios del mundo contrarios a Cristo. Y sobre todo las religiosas y religiosos, con los tres votos de castidad, pobreza y obediencia, con los que optan por una vida de seguimiento de Cristo y luchan contra las apetencias de este mundo.

Siempre que en nuestra vida hacemos opción por Cristo y renunciamos a los contravalores de este mundo, estamos ayudando a los que nos rodean a sentirse también ellos llamados a una mayor fidelidad a su fe. No hace falta que les dediquemos discursos: nos lo verán en nuestro estilo de vida.

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 .Págs. 122 ss.
www.mercaba.org

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Reconozcamos en Jesús al Salvador de todos los pueblos

¡Amor y paz!

El evangelio nos trae hoy nuevamente ecos de la Navidad. Jesús aparece plenamente encarnado en la condición humana: es un niño que tiene que ser llevado en brazos como cualquier otro niño, y su familia ha de someterse a la 
Ley como toda familia. Y, como pobre, hace la ofrenda de los pobres.

En esta condición humana normal, somos llamados a reconocer, como Simeón, al Salvador de todos los pueblos. Eso quiere decir que Jesús es la luz de nuestra vida, y que vale la pena creer en Él; que el camino de la salvación está en el Evangelio, en lo que Jesús dirá y hará; y que vale la pena hacer conocer esta luz a todo el mundo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este día V dentro de la Octava de Navidad.

Dios los bendiga….

Evangelio según San Lucas 2,22-35.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos". 
Comentario
Lucas, en el evangelio de hoy, pone en labios de Simeón la seguridad que han de tener las personas comprometidas con la Vida: "mis ojos han visto la luz de las naciones" (Lc 2, 29-32). Simeón es, al igual que Zacarías, uno de los muchos piadosos y justos (Lc 1, 6) que aguardaban la liberación de Israel. El viejo Simeón al final de su vida pudo experimentar la liberación de Dios, liberación que esperan todos los justos. Éstos son los que aman al Señor (véase la traducción de la Biblia Latinoamericana); lo aman porque buscan, porque están luchando desde su pobreza por un nuevo espacio geográfico y social que sea significativamente distinto de aquel en el que se vive. En la pluma de Lucas, la liberación no es sólo para Israel, es para todas las naciones, sin condiciones. Nada ni nadie puede poner como pretexto que la liberación de las condiciones de tinieblas está restringida. A todas las naciones se les retira las vendas: no tienen porque andar en tinieblas. Han de buscar hacer realidad el nacimiento de la Nueva Sociedad que recibe en sus brazos al Verbo de Dios (v. 28).
Esa visión universalista de la sociedad liberada de las tinieblas, es lo que Lucas quiere transmitir con urgencia. De manera que las naciones y las personas que acogen a Jesús, que lo toman en los brazos, se obligan a un nuevo discurso y nueva praxis social que lleva a la liberación.
Servicio Bíblico Latinoamericano

martes, 28 de diciembre de 2010

Recordemos a las víctimas de la injusticia humana

¡Amor y paz!

Hoy no sólo se mata con la espada o las armas; también con la violencia que significa negar los derechos a los pobres y marginados; hoy no sólo nos referimos a los niños cuando hablamos de ‘inocentes’: también lo son los adultos y ancianos, hombres y mujeres mayores y todos los que dependen de quienes ejercen el poder; también son ‘inocentes’ aquellos a quienes se les niega la posibilidad de nacer o de educarse o de tener techo o pan o de crecer o de vivir dignamente. Son ‘inocentes’ además todos aquellos a quienes negamos el afecto y la compañía; lo son todos los excluidos y despojados, pobres y menesterosos.

Jesús también fue víctima de la injusticia humana: desde recién nacido hasta su muerte en la cruz; lo es hoy, incluso, cuando los cristianos son perseguidos o burlados por seguirlo a Él y predicar su Evangelio.

La actuación de Herodes, de cuestionable historicidad, representa, sin embargo, el ese sí histórico poder desbordado de quienes gobiernan en favor de unos pocos y desconocen los derechos e intereses de las mayorías. ¡Cuántas tragedias sufren los que están a merced de la voluntad incontrolada de los poderosos: "¡Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes!".

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes en que la Iglesia celebra las fiesta de los Santos Inocentes, mártires.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 2,13-18.

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo. Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen. 

Comentario

Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las celebraciones de Navidad, no podemos ignorar el mensaje que la liturgia nos quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una actitud y una respuesta personal y social.

San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14). 

Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque —frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.

Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos los decía Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».

Que la luz nueva, clara y fuerte de Dios hecho Niño llene nuestras vidas y consolide nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.

Mn. Joan Pere Pulido i Gutiérrez (Molins de Rei-Barcelona, España)

lunes, 27 de diciembre de 2010

San Juan, testigo y difusor de la resurrección

¡Amor y paz!

Al siguiente día de Navidad, la Iglesia celebra la fiesta del primer mártir de la fe cristiana, san Esteban. Y el día después, la fiesta de san Juan, aquel que mejor y más profundamente penetra en el misterio del Verbo encarnado, el primer “teólogo” y modelo de todo verdadero teólogo. El pasaje de su Evangelio que hoy se propone nos ayuda a contemplar la Navidad desde la perspectiva de la Resurrección del Señor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes cuando la Iglesia celebra la fiesta de San Juan apóstol y evangelista.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 20,2-8. 
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. 
Comentario
El apóstol Juan, el que había sido testigo presencial de la muerte de Cristo, porque estaba al pie de la Cruz con María y las otras mujeres, es también testigo del sepulcro vacío.
En el grupo de los discípulos hubo un momento difícil de falta de fe. No entendían el anuncio de Jesús de «que él había de resucitar de entre los muertos». Finalmente, alertados por el testimonio de la Magdalena, corren Juan y Pedro. De Juan sí se dice que «vio y creyó».
Leer este pasaje en plena celebración navideña nos ayuda a entender todo el misterio de Cristo. No se trata sólo de la entrañable escena del Niño que nace adorado por pastores y magos. Ese Niño es el que con su muerte pascual nos conseguirá la salvación y la vida. La Navidad, cuando se profundiza, nos lleva hasta la Pascua.
a) Juan, el evangelista, el anunciador de la Buena Noticia.
Él lo hizo con los importantes escritos que se le atribuyen: el evangelio, las tres cartas y el Apocalipsis. Gracias a su testimonio, miles y millones de personas a lo largo de dos mil años han entendido mejor el misterio del Dios hecho hombre, que luego se entregó en la Cruz para la salvación de la humanidad y, resucitado de entre los muertos, está presente en la vida de su Iglesia a lo largo de la historia.
b) ¿Somos nosotros evangelistas de esta buena noticia en nuestro mundo? ¿Somos apóstoles, o sea, enviados?
No hace falta ser obispos o sacerdotes, ni saber escribir libros como el Apocalipsis, para ser buenos testigos de Cristo. Precisamente en los primeros días fueron las mujeres, y en concreto la Magdalena, las verdaderas evangelistas: fueron apóstoles para con los apóstoles, porque fueron ellas las que creyeron en Jesús Resucitado y fueron a anunciarlo a los apóstoles.
c) Lo que sí hace falta para ser evangelizadores es ser antes evangelizados nosotros mismos. Estar convencidos de esa gran noticia del amor de Dios que Juan nos va a ir repitiendo en su carta. La primera pregunta que nos debamos hacer hoy, al leer el inicio de la carta de Juan, es si de veras vivimos en comunión con ese Dios y estamos dispuestos a sacar todas las consecuencias que él nos pida.
En la bendición solemne de la Navidad, el sacerdote nos desea: «el que encomendó al ángel anunciar a los pastores la gran alegría del nacimiento del Salvador, os llene de gozo y os haga también a vosotros mensajeros del Evangelio».
Y en la de la fiesta de la Epifanía, igualmente: «a todos vosotros, fieles seguidores de Cristo, os haga testigos de la verdad ante los hermanos».
El testimonio de los ángeles, el de los magos, el de Esteban y hoy el del apóstol Juan: estimulas para que en esta Navidad también cada uno de nosotros sea un mensajero del amor de Dios.
Hoy más que nunca, las personas que nos rodean sólo entienden el lenguaje de un testimonio vital, no hecho de discursos, sino de obras.
d) Cada Eucaristía es experiencia de Navidad y de Pascua: de un Dios hecho hermano nuestro, que se nos da él mismo como alimento desde su existencia pascual.
Cada Eucaristía deberla ser, por tanto, motor y estimulo de una jornada vivida en comunión con ese Cristo, para difundir su luz entre nuestros hermanos.
J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 .Págs. 112 ss.

domingo, 26 de diciembre de 2010

«Toma al niño y a su madre y huye a Egipto»

¡Amor y paz!

Jesús, recién nacido, es víctima con sus padres de la intolerancia humana. Una dramática situación que nos hace reflexionar acerca de la relación del hombre con Dios y de éste con sus hermanos.

Como dice J. Marti Ball, de acuerdo con la filosofía del Movimiento Fratres: nos horroriza el estado del mundo actual. En el fondo de todo, el odio, la soberbia, la envidia, la venganza, la crueldad, la intolerancia. Caín en acción: "¿Dónde está tu hermano? - No sé. ¿Soy yo el guardián de mi hermano? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra hasta mí" (Gn 4,9). ¿Ha progresado el género humano? En ciencia, en técnica, en confort, ciertamente sí. En humanidad, en civilización, en ética, permanece en la edad de piedra.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo en que celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, José y María.

Dios los bendiga….

Evangelio según San Mateo 2,13-15.19-23.
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo. Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño". José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno. 
Comentario
En nuestra sociedad son muchas las voces que se levantan para defender los derechos de las personas y las reivindicaciones de los diferentes grupos, pero apenas nadie defiende los derechos del niño.

Con mucha frecuencia, las violencias físicas y síquicas contra los niños son toleradas e incluso aprobadas por la sociedad. No se persigue las agresiones al niño en el seno de la familia, a no ser que alcance grados extremos, pues se considera a los padres dueños absolutos de ese hijo al que han dado la vida.

Se acepta socialmente que los hijos son propiedad privada de los padres y, en consecuencia, se olvidan los derechos de ese niño como persona intocable que es. Pero no se trata sólo de malos tratos y violencia física. Es todavía mucho más elevado el número de padres que rechaza y menosprecia a sus hijos no deseados y que no les ofrece la seguridad, atención y cuidado que necesitan para crecer dignamente.

Otras veces, son madres agobiadas por el trabajo, la soledad y la depresión que descargan su inestabilidad emocional en sus pequeños.

Con frecuencia, padres que proyectan en sus hijos sus propias frustraciones y exigen violentamente al niño ser según sus propios deseos para castigarlo cuando no responde a sus expectativas.

Cuántos niños sufren en silencio, víctimas de malos tratos, sin la posibilidad de defenderse de la violencia de los adultos y sin que nadie reconozca su derecho a ser ellos mismos.

Es un signo más de una sociedad egoísta e hipócrita donde defendemos los derechos que nos interesan y donde seguimos olvidando los derechos de los más débiles y pequeños.

En esta fiesta de la Sagrada Familia, hemos de revisar los cristianos cuál es nuestra actitud en el seno de nuestras familias. ¿Qué acogida encuentran nuestros hijos en nuestros hogares? ¿Qué ternura reciben? ¿Con qué respeto nos acercamos a ellos? ¿Qué dedicación les prestamos?

No hemos de olvidar que el futuro de nuestro pueblo se está haciendo, en gran parte, en nuestros hogares. Estos niños que sufren carencias afectivas tan graves son los hombres violentos del futuro. Estos jóvenes que no han conocido lo que es la ternura son los que aumentarán la agresividad social en nuestra sociedad.

Entonces, nosotros condenaremos a esa juventud pero nos habremos de preguntar de dónde han surgido. Por eso, desde ahora tenemos que cuestionarnos seriamente: ¿Son nuestros hogares escuelas de paz o germen de futura violencia?

José Antonio Pagola
Buenas noticias
Navarra 1985.Pág. 25 s.

sábado, 25 de diciembre de 2010

¡Amor, paz y felicidad en esta Navidad!

Os anunciamos, hermanos, una buena noticia, 
una gran alegría para todo el pueblo;
escuchadla con corazón gozoso:

Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio,
Dios creó el cielo y la tierra
y, asignándoles un progreso continuo
a través de los tiempos,
quiso que las aguas produjeran
un pulular de vivientes
y pájaros que volaran sobre la tierra.

Miles y miles de años,
desde el momento en que Dios quiso
que apareciera en la tierra el hombre,
hecho a su imagen y semejanza,
para que dominara las maravillas del mundo
y, al contemplar la grandeza de la creación,
alabara en todo momento al Creador.

Miles y miles de años,
durante los cuales los pensamientos del hombre,
inclinados siempre al mal,
llenaron el mundo de pecado
hasta tal punto que Dios decidió purificarlo,
con las aguas torrenciales del diluvio.

Hacía unos 2.000 años que Abraham,
el padre de nuestra fe,
obediente a la voz de Dios,
se dirigió hacia una tierra desconocida
para dar origen al pueblo elegido.

Hacía unos 1.250 años que Moisés
hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo
a los hijos de Abraham,
para que aquel pueblo,
liberado de la esclavitud del Faraón,
fuera imagen de la familia de los bautizados.

Hacía unos 1.000 años que David,
un sencillo pastor
que guardaba los rebaños de su padre Jesé,
fue ungido por el profeta Samuel,
como el gran rey de Israel.

Hacía unos 700 años que Israel,
que había reincidido continuamente
en las infidelidades de sus padres
y por no hacer caso de los mensajeros
que Dios le enviaba,
fue deportado por los caldeos a Babilonia;
fue entonces,
en medio de los sufrimientos del destierro,
cuando aprendió a esperar un Salvador
que lo librara de su esclavitud,
y a desear aquel Mesías
que los profetas le habían anunciado,
y que había de instaurar un nuevo orden
de paz y de justicia, de amor y de libertad.

Finalmente, durante la olimpíada 94,
el año 752 de la fundación de Roma,
el año 14 del reinado del emperador Augusto,
cuando en el mundo entero
reinaba una paz universal,
hace 2000 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre,
porque no tenía sitio en la posada,
de María virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
nació Jesús,
Dios eterno,
Hijo del Eterno Padre,
y hombre verdadero,
llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador
que los hombres esperaban.

El es la Palabra que ilumina a todo hombre;
por él fueron creadas al principio todas las cosas;
él, que es el camino, la verdad y la vida,
ha acampado, pues, entre nosotros.

Nosotros, los que creemos en él,
nos hemos reunido hoy,
o mejor dicho, Dios nos ha reunido,
para celebrar con alegría
la solemnidad de Navidad,
y proclamar nuestra fe en Cristo,
Salvador del mundo.

Hermanos, alegraos, haced fiesta
y celebrad la mejor NOTICIA
de toda la historia de la humanidad.
(Pregón de Navidad)
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este día en que la Iglesia celebra con júbilo la solemnidad de la Natividad del Señor.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre. 
Comentario
El prólogo del evangelio de Juan es un himno cristiano que proviene, probablemente, de los círculos joaneos y que ha sido adaptado para servir de presentación a la narración evangélica de los diversos pasos de la Palabra encarnada. Esta Palabra viene a identificarse no sólo con Jesús, sino con la acción de Jesús.
Esta personificación, con ribetes sapienciales, viene a mostrar la capacidad que tiene de dar vida y orientación a todo hombre que se acerca a ella (8, 12). De verdad que el misterio de la encarnación es, en el fondo, el misterio del hombre entero.
Los judíos no han comprendido la realidad de Jesús. O lo que es igual: la antigua economía es incapaz de comprender la realidad nueva que es Jesús. Por tanto, la conclusión se impone: es preciso abandonar toda estructura que imposibilita la comprensión de Jesús. Falló el intento de querer aprisionar la luz -que es Jesús- dentro del sistema religioso judío (7,34). La Palabra de Dios, sabiduría desde siempre, se mueve dentro de la máxima libertad. Solamente el que comprende esto es capaz de construir una fe libre. La realidad de la presencia de Dios ha comenzado a incidir históricamente en los hombres con el comienzo de la vida de Jesús: este suceso constituye el momento decisivo de la historia de la salvación; lo testimonian los cristianos. La palabra "carne" designa en Juan todo lo que constituye la debilidad humana, todo lo que conduce a la muerte como limitación del hombre. La encarnación no es ninguna apariencia: por la experiencia de nuestro ser de hombres es como hemos de acercarnos a Dios, a Jesús.
Eucaristía 1989, 60

viernes, 24 de diciembre de 2010

¡Alegrémonos! ¡Esta noche nace nuestro Salvador!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario cuando esta noche es nochebuena... y mañana Navidad. Estamos en el día y la noche del año en que más desahogamos nuestra ternura. Las familias se reúnen, los recuerdos nos unen a los que tenemos más lejos...

Hoy sacamos al niño (el "principito" que diría Saint-Exupéry) que todos llevamos dentro y le dejamos manifestarse, dar y recibir ternura y amor, sin miedos, sin la inhibición con que habitualmente lo reprimimos. Hoy, en lo más central de la Navidad, está permitido ser niño y despedir temporalmente a nuestro adulto...(S.B.L.)

A todos los lectores de este blog les deseo la más alegre celebración de Navidad. Que el Niño Jesús les traiga paz a sus corazones, armonía a sus hogares y mucha prosperidad.

Del santo Evangelio según Lucas 1,67-79

Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo y profetizó diciendo:
«Bendito el Señor Dios de Israel
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y nos ha suscitado una fuerza salvadora
en la casa de David, su siervo,
como había prometido desde antiguo,
por boca de sus santos profetas,
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian
teniendo misericordia con nuestros padres
y recordando su santa alianza
el juramento que juró
a Abrahán nuestro padre,
de concedernos que, libres de manos enemigas,
podamos servirle sin temor
en santidad y justicia
en su presencia todos nuestros días.
Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo,
pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos
y dar a su pueblo el conocimiento de la salvación
mediante el perdón de sus pecados,
por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
que harán que nos visite una Luz de lo alto,
a fin de iluminar a los que habitan
en tinieblas y sombras de muerte
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»

Comentario

I. De modo muy especial y extraordinario, la vida de la Virgen está centrada en Jesús. Lo está singularmente en esta víspera del nacimiento de su Hijo. Apenas podemos imaginar el recogimiento de su alma. Así estuvo siempre, y así debemos aprender a estar nosotros, ¡tan dispersos y tan distraídos por cosas que carecen de importancia! Una sola cosa es verdaderamente importante en nuestra vida: Jesús, y cuanto a Él se refiere. La Virgen vive ese recogimiento interior en el que es posible valorar y guardar los acontecimientos, grandes y pequeños, de su vida. En su alma todo es armonía, enriquecida por la presencia de la Santísima Trinidad. María está siempre en oración, porque todo lo hace referencia a su Hijo. Su recogimiento interior fue constante. Su oración se fundía con su misma vida, con el trabajo y la atención a los demás. Su silencio interior era riqueza, plenitud, y contemplación. Pidamos a la Virgen este recogimiento interior necesario para ver y tratar a Dios.

II. La Virgen nos alienta en esta víspera del Nacimiento de su Hijo a no dejar jamás la oración, el trato con el Señor. Sin oración estamos perdidos, y con ella somos fuertes y sacamos adelante nuestras tareas. No encontraremos a lo largo de nuestra vida a nadie que nos escuche con tanto interés y con tanta atención como Jesús. La oración es siempre enriquecedora. Incluso en ese diálogo “mudo” ante el Sagrario en el que no decimos palabras: basta mirar y sentirse mirados. ¡Qué diferencia de la frecuente palabrería de muchos hombres, que nada dicen porque nada tienen que comunicar! De la oración salimos siempre con más luz, con más alegría, con más fuerza. ¡Hablar y ser escuchado por nuestro Creador! Este es uno de los dones más grandes del hombre.

III. En la oración es importante la perseverancia, la fe y la humildad; procurando que no sea un monólogo en el que nos damos vueltas a nosotros mismos. El Señor nos pide sencillez, que reconozcamos nuestras faltas, y le hablemos de nuestros asuntos y de los Suyos. “Orar es hablar con Dios: de Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimiento de gracias y peticiones: Y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte, a hacerte una lumbre viva que dé calor y luz “ (J. Escribá de Balaguer, Camino). Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre y, después de su Madre, San José.. Contemplamos a José muy cerca de María, lleno de delicadezas con Ella. Jesús va a nacer. Él ha preparado lo mejor que ha podido aquella gruta. Le pedimos nosotros que nos ayude a preparar nuestra alma cuando tenemos tan cerca de Jesús

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Juan nos invita a convertirnos y dejarnos salvar por Cristo

¡Amor y paz!

Hoy leeremos el relato del nacimiento de Juan, el precursor, que se completará mañana con el cántico de su padre Zacarías (el Benedictus) y nos preparará así a celebrar el nacimiento de Jesús.

La figura de Juan nos invita también a nosotros a la conversión, a volvernos hacia ese Señor que viene a salvarnos, y a dejarnos salvar por él.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 4ª. semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,57-66.

Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. 

Comentario

San Juan, por su nacimiento,
pone fin al silencio de Zacarías;
a partir de entonces ya no pudo callarse
el que engendró a la Voz que grita en el desierto (Mt 3,3)
y anuncia por adelantado la venida del Cristo.
Pero ya que la incredulidad por esta causa
había encadenado inmediatamente la lengua del padre,
su manifestación de devuelve la libertad;
así es cómo fue anunciado, después dado a luz
la Voz del Verbo, el Precursor de la Claridad,
que intercede por nuestras almas.

En ese día la Voz del Verbo desata
la voz paterna encadenada por su falta de fe;
de la Iglesia manifiesta la fecundidad,
haciendo cesar la maternal esterilidad.
Antes de la luz se adelanta el candelero,
del Sol de justicia es el reflejo (Ml 3,20),
el rayo que anuncia su venida
para la universal restauración
y la salvación de nuestras almas.

He aquí que se adelanta, de un seno estéril,
el Mensajero del Verbo divino
que iba también a nacer de un seno virginal,
de todos los hijos de mujer el más grande (Mt 11,11),
el Profeta sin igual;
porque las cosas divinas necesitan de un principio maravilloso,
ya sea la fecundidad que un ángel adelanta (Lc 1,7)
o que sin semilla se obre la concepción.
Gloria a ti, oh Dios, que haces maravillas para nuestra salvación...

Apóstol universal,
objeto del anuncio del ángel Gabriel (Lc 1,36),
retoño de la Esterilidad y más bella flor del desierto,
amigo íntimo del Esposo (Jn 3,29),
profeta digno de aclamación
ruega a Cristo  se apiade de nuestras almas.

Liturgia bizantina - Lucernario de las Grandes Vísperas de la fiesta de la Natividad de Juan Bautista - ©Evangelizo.org 2001-2010