¡Amor y paz!
Al poner Jesús pie en la región de los gadarenos (Gadara ciudad helenística que se encontraba cerca del mar de Galilea), van inmediatamente a su encuentro dos hombres endemoniados que desean salir de su estado y ven en Jesús una posibilidad de vida.
Lo destacado del relato es que Jesús libera a los hombres del miedo a los demonios; éstos no tienen realmente poder alguno y quedan sometidos instantáneamente con una palabra del Señor. Hay un solo poder con el que los hombres deben contar: el poder de Dios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la XIII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 8,28-34.
Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y comenzaron a gritar: "¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?" A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo.
Los demonios suplicaron a Jesús: "Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara". El les dijo: "Vayan". Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron. Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.
Comentario
Jesús atraviesa a la otra orilla. A la otra» región. Al lugar de los no judíos», la región de los gerasenos. En su paso por ese lugar se encuentra con dos endemoniados que se encontraban en el cementerio. Los endemoniados eran muertos en vida por eso frecuentaban el cementerio como el lugar donde reposan los muertos.
Los endemoniados reconocen en Jesús al Hijo de Dios, le temen y le interpelan. Jesús también les lleva el milagro del amor de Dios a ellos rompiendo las barreras culturales, y manifestando la universal salvación de Dios que no se dedica a un solo pueblo, como lo entendieron los israelitas y como aún lo comprenden; Jesús proclama a su Padre como el Padre de todos en el universo y así manifestó el inicio del Reinado de Dios en medio de los de Generaza.
La liberación de los endemoniados por parte de Jesús no es por la fuerza, que siempre destruye y degenera; es una liberación realizada por el amor de Dios, que incluye a los excluidos y llama al perdón a los pecadores. Es el Dios que da una nueva oportunidad en la vida y no condena por los fracasos y por los desatinos. El Dios de la Biblia es el Dios que entiende la realidad del ser humano y por eso lo vuelve a llamar y le vuelve a proponer su misericordia y su amor.
La gente del pueblo de los gerasenos quedaron admirados por la liberación que Jesús hizo de los endemoniados. Dios no hace caso de las barreras creadas por los sistemas; a él le importa el ser humano integralmente, y por eso lo rescata del abismo y le da la posibilidad de ser una creatura nueva, con capacidad de luchar por su comunidad y de dar testimonio del amor de Dios manifestado en su vida.
Servicio Bíblico Latinoamericano
www.mercaba.org
miércoles, 30 de junio de 2010
martes, 29 de junio de 2010
¿Quién es Jesús para usted?
¡Amor y paz!
Es muy significativo que en estos días en que estamos meditando las exigencias que les hace Jesús a quienes quieran seguirlo, esto es a sus discípulos, la Iglesia nos proponga considerar el invaluable testimonio de los santos apóstoles Pedro y Pablo.
Es también hoy una ocasión para orar por un testigo actual del valor poderoso y transformador del conocimiento y seguimiento de Cristo: el Papa Benedicto XVI.
Por supuesto, es una oportunidad para que nos preguntemos quién es Jesús para cada uno de nosotros. La concepción que tengamos de Él nos dirá mucho sobre qué clase de cristianos somos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes en que celebramos la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Comentario
Igual que los Santos Pedro y Pablo y el resto de los apóstoles, nuestro discipulado y misión consiguiente está edificada sobre nuestra relación personal con Jesucristo. La mayoría de nosotros, cristianos de esta generación, hemos conocido a Jesús “de oídas.” Nos hemos bautizado y hecho cristianos porque literalmente otro lo ha pedido por nosotros. Hasta entonces nuestra fe es fruto de la fe de otros, de algunos miembros señalados de nuestra familia, la más cercana y la ampliada. Pero en un determinado momento de la vida, Jesús nos sale personalmente al encuentro y nos reta a responder a esta pregunta muy personal: “¿Quién soy yo para ti?” ¿Cómo respondemos a este requerimiento? Esta pregunta de fe es de primera y máxima importancia.
Conocer bien cómo contestarla proporciona una visión clara y una misión en la vida, ciertamente no sin dificultades y sacrificios.
Para San Pedro (antes Simón), el encuentro con Jesús llegó tardíamente, una vez establecido. Pescador de profesión, con esposa y familia, Pedro se encontró con Jesús en la orilla de mar (ver Mc 1, 16-18; Lc 5, 1-11) y este encuentro cambió el curso de su vida.
San Pablo (antes Saulo) encontró a Jesús de un modo muy diferente. Era todavía joven, y ya comprometido ardientemente con las preguntas de la fe. De hecho pudo considerársele un líder religioso de su tiempo (ver su confesión personal en Gál 1, 11-15). Pero Jesús resucitado le buscó hasta el final. El Señor se manifestó a Pablo en medio de una luz cegadora, camino de Damasco, mientras perseguía fieramente a los seguidores de Cristo (ver Hch 9, 1-9 y par. En Hch 22 y 26). En aquella encrucijada, se abrieron los ojos de Pablo a la verdadera identidad de Jesús. Como consecuencia, fue descubriendo gradualmente su misión en la vida y, con la fuerza del mismo Espíritu de Cristo, la cumplió hasta el final, es decir, hasta llegar al martirio.
“¿Quién dices tú que soy yo?” es una pregunta personal que resuena a través de los tiempos. Lo mismo que la hizo Jesús a Pedro y Pablo durante su vida concreta, el Señor crucificado y resucitado continúa haciéndola a cada uno de nosotros. Nos reta y nos invita a una vida de riesgo que, desde la fe, hace una propuesta de fe y, desde el valor, al valor.
www.discipulasdm.org
Es muy significativo que en estos días en que estamos meditando las exigencias que les hace Jesús a quienes quieran seguirlo, esto es a sus discípulos, la Iglesia nos proponga considerar el invaluable testimonio de los santos apóstoles Pedro y Pablo.
Es también hoy una ocasión para orar por un testigo actual del valor poderoso y transformador del conocimiento y seguimiento de Cristo: el Papa Benedicto XVI.
Por supuesto, es una oportunidad para que nos preguntemos quién es Jesús para cada uno de nosotros. La concepción que tengamos de Él nos dirá mucho sobre qué clase de cristianos somos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes en que celebramos la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Comentario
Igual que los Santos Pedro y Pablo y el resto de los apóstoles, nuestro discipulado y misión consiguiente está edificada sobre nuestra relación personal con Jesucristo. La mayoría de nosotros, cristianos de esta generación, hemos conocido a Jesús “de oídas.” Nos hemos bautizado y hecho cristianos porque literalmente otro lo ha pedido por nosotros. Hasta entonces nuestra fe es fruto de la fe de otros, de algunos miembros señalados de nuestra familia, la más cercana y la ampliada. Pero en un determinado momento de la vida, Jesús nos sale personalmente al encuentro y nos reta a responder a esta pregunta muy personal: “¿Quién soy yo para ti?” ¿Cómo respondemos a este requerimiento? Esta pregunta de fe es de primera y máxima importancia.
Conocer bien cómo contestarla proporciona una visión clara y una misión en la vida, ciertamente no sin dificultades y sacrificios.
Para San Pedro (antes Simón), el encuentro con Jesús llegó tardíamente, una vez establecido. Pescador de profesión, con esposa y familia, Pedro se encontró con Jesús en la orilla de mar (ver Mc 1, 16-18; Lc 5, 1-11) y este encuentro cambió el curso de su vida.
San Pablo (antes Saulo) encontró a Jesús de un modo muy diferente. Era todavía joven, y ya comprometido ardientemente con las preguntas de la fe. De hecho pudo considerársele un líder religioso de su tiempo (ver su confesión personal en Gál 1, 11-15). Pero Jesús resucitado le buscó hasta el final. El Señor se manifestó a Pablo en medio de una luz cegadora, camino de Damasco, mientras perseguía fieramente a los seguidores de Cristo (ver Hch 9, 1-9 y par. En Hch 22 y 26). En aquella encrucijada, se abrieron los ojos de Pablo a la verdadera identidad de Jesús. Como consecuencia, fue descubriendo gradualmente su misión en la vida y, con la fuerza del mismo Espíritu de Cristo, la cumplió hasta el final, es decir, hasta llegar al martirio.
“¿Quién dices tú que soy yo?” es una pregunta personal que resuena a través de los tiempos. Lo mismo que la hizo Jesús a Pedro y Pablo durante su vida concreta, el Señor crucificado y resucitado continúa haciéndola a cada uno de nosotros. Nos reta y nos invita a una vida de riesgo que, desde la fe, hace una propuesta de fe y, desde el valor, al valor.
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lunes, 28 de junio de 2010
Jesús nos hace ver las exigencias del seguimiento
¡Amor y paz!
Un escriba le dice a Jesús: ‘Maestro, te seguiré a donde vayas’ y uno de sus discípulos le pide que le permita enterrar al padre antes de seguirlo. Sin embargo, Jesús les hace ver las
exigencias del seguimiento.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la XIII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 8,18-22.
Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla.
Entonces se aproximó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde vayas". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".
Comentario
a) Dejando por un momento la narración de los milagros, leemos hoy un breve pasaje con unos relatos de vocación.
Primero es un letrado y, luego, uno que ya era discípulo. Jesús les hace ver a ambos que su seguimiento va a ser difícil y radical. Que él «no tiene dónde reclinar la cabeza», o sea, que no esperen ventajas materiales, porque Jesús sigue una vida de peregrino, de apóstol itinerante, desarraigado y pobre.
Al discípulo le dice que deje «que los muertos entierren a sus muertos» y le siga con prontitud y radicalidad.
b) Nuestro pecado no siempre es directamente contra Dios, de idolatría, por adorar a otros dioses. Muchas veces, va contra el prójimo, al que oprimimos, aprovechándonos de su debilidad.
Pero, según Amós, Dios se solidariza con los débiles y considera como hecho a él lo que hacemos a los demás. Jesús dirá claramente: «lo que hiciereis a uno de estos, lo hacéis conmigo... estaba enfermo y me visitasteis».
Es un aviso del que se hace eco el salmo. En misa entonamos cantos de alabanza a Dios y le hacemos genuflexión. Pero luego, durante el día, tal vez tratamos mal a nuestro hermano: «sueltas la lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu hermano: esto haces ¿y me voy a callar? Te acusaré, te lo echaré en cara».
No se trata sólo de las grandes injusticias sociales que hay en nuestra sociedad.
También entran en este mismo lote nuestras murmuraciones contra el hermano y nuestra falta de caridad. Tendríamos que hacer caso a los profetas que, también en nuestro tiempo, denuncian nuestras injusticias y nuestras desviaciones. Y a la Palabra de Dios que nos va iluminando para que confrontemos nuestros caminos con los de Dios.
b) A los que somos seguidores de Jesús, se nos recuerda que esto nos va a exigir desapego de los bienes materiales, incluso de nuestra familia. Que la fe cristiana no es fácil. Jesús no nos promete bienes materiales y éxitos según las medidas de este mundo. El mismo ha dejado su familia de Nazaret para dedicarse a su misión y camina por los pueblos, sin establecerse en ninguno. El evangelio de ayer concluía afirmando de Jesús que «tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades». Ése es su estilo y ése ha de ser el estilo de sus seguidores.
Jesús no nos está invitando a descuidar a los padres o a la familia. Tampoco, a que dejemos sin enterrar a los muertos. Sería inhumano y cruel. Con esas dos afirmaciones, tan paradójicas, está queriendo decir que su seguimiento es exigente, que pide decisión absoluta, que debemos estar dispuestos a ser peregrinos en la vida, desprendidos de todo, no instalados en nuestras comodidades.
Lo cual no sólo se cumple en los que abandonan la familia para hacerse religiosos o ser ministros en la comunidad o ir a los países de misión a evangelizar. Todo cristiano debe saber aplicar una justa jerarquía de valores a sus ideales. Seguir a Cristo y su evangelio supone, a veces, renunciar a otros valores más apetitosos según este mundo. Dentro de pocos días leeremos en el mismo evangelio de Mateo otra afirmación igualmente paradójica: «el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37).
Se trata de seguir a Jesús con poco equipaje, con menos apego a otras cosas. Esto lo saben muy bien los estudiantes o los deportistas o los comerciantes que persiguen sus objetivos sacrificando otras cosas que les gustarían. Y lo saben también quienes renuncian a su comodidad para dedicar su tiempo al apostolado o a la catequesis o como voluntarios en acciones de asistencia a los más necesitados. Hay valores más profundos que los visibles de este mundo. Hay ideales por los que vale la pena sacrificarse. El seguimiento de Jesús va en esta línea de decisión generosa.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 88-92
www.mercaba.org
Un escriba le dice a Jesús: ‘Maestro, te seguiré a donde vayas’ y uno de sus discípulos le pide que le permita enterrar al padre antes de seguirlo. Sin embargo, Jesús les hace ver las
exigencias del seguimiento.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la XIII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 8,18-22.
Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla.
Entonces se aproximó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde vayas". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".
Comentario
a) Dejando por un momento la narración de los milagros, leemos hoy un breve pasaje con unos relatos de vocación.
Primero es un letrado y, luego, uno que ya era discípulo. Jesús les hace ver a ambos que su seguimiento va a ser difícil y radical. Que él «no tiene dónde reclinar la cabeza», o sea, que no esperen ventajas materiales, porque Jesús sigue una vida de peregrino, de apóstol itinerante, desarraigado y pobre.
Al discípulo le dice que deje «que los muertos entierren a sus muertos» y le siga con prontitud y radicalidad.
b) Nuestro pecado no siempre es directamente contra Dios, de idolatría, por adorar a otros dioses. Muchas veces, va contra el prójimo, al que oprimimos, aprovechándonos de su debilidad.
Pero, según Amós, Dios se solidariza con los débiles y considera como hecho a él lo que hacemos a los demás. Jesús dirá claramente: «lo que hiciereis a uno de estos, lo hacéis conmigo... estaba enfermo y me visitasteis».
Es un aviso del que se hace eco el salmo. En misa entonamos cantos de alabanza a Dios y le hacemos genuflexión. Pero luego, durante el día, tal vez tratamos mal a nuestro hermano: «sueltas la lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu hermano: esto haces ¿y me voy a callar? Te acusaré, te lo echaré en cara».
No se trata sólo de las grandes injusticias sociales que hay en nuestra sociedad.
También entran en este mismo lote nuestras murmuraciones contra el hermano y nuestra falta de caridad. Tendríamos que hacer caso a los profetas que, también en nuestro tiempo, denuncian nuestras injusticias y nuestras desviaciones. Y a la Palabra de Dios que nos va iluminando para que confrontemos nuestros caminos con los de Dios.
b) A los que somos seguidores de Jesús, se nos recuerda que esto nos va a exigir desapego de los bienes materiales, incluso de nuestra familia. Que la fe cristiana no es fácil. Jesús no nos promete bienes materiales y éxitos según las medidas de este mundo. El mismo ha dejado su familia de Nazaret para dedicarse a su misión y camina por los pueblos, sin establecerse en ninguno. El evangelio de ayer concluía afirmando de Jesús que «tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades». Ése es su estilo y ése ha de ser el estilo de sus seguidores.
Jesús no nos está invitando a descuidar a los padres o a la familia. Tampoco, a que dejemos sin enterrar a los muertos. Sería inhumano y cruel. Con esas dos afirmaciones, tan paradójicas, está queriendo decir que su seguimiento es exigente, que pide decisión absoluta, que debemos estar dispuestos a ser peregrinos en la vida, desprendidos de todo, no instalados en nuestras comodidades.
Lo cual no sólo se cumple en los que abandonan la familia para hacerse religiosos o ser ministros en la comunidad o ir a los países de misión a evangelizar. Todo cristiano debe saber aplicar una justa jerarquía de valores a sus ideales. Seguir a Cristo y su evangelio supone, a veces, renunciar a otros valores más apetitosos según este mundo. Dentro de pocos días leeremos en el mismo evangelio de Mateo otra afirmación igualmente paradójica: «el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37).
Se trata de seguir a Jesús con poco equipaje, con menos apego a otras cosas. Esto lo saben muy bien los estudiantes o los deportistas o los comerciantes que persiguen sus objetivos sacrificando otras cosas que les gustarían. Y lo saben también quienes renuncian a su comodidad para dedicar su tiempo al apostolado o a la catequesis o como voluntarios en acciones de asistencia a los más necesitados. Hay valores más profundos que los visibles de este mundo. Hay ideales por los que vale la pena sacrificarse. El seguimiento de Jesús va en esta línea de decisión generosa.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 88-92
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domingo, 27 de junio de 2010
No retrocedamos en el camino de seguimiento a Jesús
¡Amor y paz!
Hoy iniciamos esta larga sección del tercer evangelio, "caminando hacia Jerusalén" (9,31-19,27) que nos acompañará hasta mediados de noviembre. A lo largo de estos domingos, Jesús nos instruirá de palabra y de obra sobre su camino y nos invitará a seguirle con decisión. El camino es difícil, pero somos libres de seguirlo o no: a nadie se le impone el seguimiento, ni siquiera leer y meditar la Palabra de Dios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la XIII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga..
Evangelio según San Lucas 9,51-62.
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
Comentario
Ser cristiano no es tener fe sino irse haciendo creyente. Con frecuencia, entendemos la vida cristiana de una manera muy estática y no la vivimos como un proceso de crecimiento y seguimiento constante a Jesús.
Sin embargo, en realidad, se es cristiano cuando se está caminando tras las huellas del Maestro. Por eso, quizás deberíamos decir que somos cristianos, pero, sobre todo, nos vamos haciendo cristianos en la medida en que nos atrevemos a seguir a Jesús.
Para no pocos, la vida cristiana se reduce más o menos a vivir una moral muy general que consiste sencillamente en «hacer el bien y evitar el mal». Eso es todo. No han entendido que el seguimiento a Jesús es algo mucho más profundo y vivo, y de exigencias más concretas. Se trata de irnos abriendo dócilmente al Espíritu de Jesús para vivir como él vivió y pasar por donde él pasó.
Por eso, el cristiano no sólo evita el mal, sino que lucha contra el mal y la injusticia como lo hizo Jesús, para eliminarlos y suprimirlos de entre los hombres. No sólo hace el bien, sino que lucha por un mundo mejor, adoptando la postura concreta de Jesús y tomando sus mismas opciones.
BUSQUEDA/DESEO:No basta buscar la voluntad de Dios de cualquier manera sino buscarla siguiendo muy de cerca las huellas de Jesús. Como ha dicho P. Miranda, «la cuestión no está en si alguien busca a Dios o no, sino en si lo busca donde él mismo dijo que estaba».
A veces pensamos que es difícil saber cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida. Y sin embargo, sabemos muy bien cuál es el estilo de vida sencillo, austero, fraterno, cercano a los pobres, que debemos reproducir día a día siguiendo a Jesús.
Hay cosas que son muy claras si nos ponemos a seguir a Jesús. «La voluntad de Dios no es un misterio por lo menos en cuanto atañe al hermano y se trata del amor» (E. Kasemann).
Ciertamente es arriesgado y exigente seguir a Jesús. No se puede servir a Dios y al dinero, no se puede echar mano al arado y volver la vista atrás, puede uno quedarse sin apoyo alguno donde reclinar su cabeza.
Pero es lo único que puede infundir verdadera alegría a nuestra vida. Cuando el creyente se esfuerza por seguir a Jesús día a día, va experimentando de manera creciente que sin ese "seguir a Jesús", su vida sería menos vida, más inerte, más vacía y más sin sentido.
JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS
NAVARRA 1985.Pág. 323 s.
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Hoy iniciamos esta larga sección del tercer evangelio, "caminando hacia Jerusalén" (9,31-19,27) que nos acompañará hasta mediados de noviembre. A lo largo de estos domingos, Jesús nos instruirá de palabra y de obra sobre su camino y nos invitará a seguirle con decisión. El camino es difícil, pero somos libres de seguirlo o no: a nadie se le impone el seguimiento, ni siquiera leer y meditar la Palabra de Dios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la XIII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga..
Evangelio según San Lucas 9,51-62.
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
Comentario
Ser cristiano no es tener fe sino irse haciendo creyente. Con frecuencia, entendemos la vida cristiana de una manera muy estática y no la vivimos como un proceso de crecimiento y seguimiento constante a Jesús.
Sin embargo, en realidad, se es cristiano cuando se está caminando tras las huellas del Maestro. Por eso, quizás deberíamos decir que somos cristianos, pero, sobre todo, nos vamos haciendo cristianos en la medida en que nos atrevemos a seguir a Jesús.
Para no pocos, la vida cristiana se reduce más o menos a vivir una moral muy general que consiste sencillamente en «hacer el bien y evitar el mal». Eso es todo. No han entendido que el seguimiento a Jesús es algo mucho más profundo y vivo, y de exigencias más concretas. Se trata de irnos abriendo dócilmente al Espíritu de Jesús para vivir como él vivió y pasar por donde él pasó.
Por eso, el cristiano no sólo evita el mal, sino que lucha contra el mal y la injusticia como lo hizo Jesús, para eliminarlos y suprimirlos de entre los hombres. No sólo hace el bien, sino que lucha por un mundo mejor, adoptando la postura concreta de Jesús y tomando sus mismas opciones.
BUSQUEDA/DESEO:No basta buscar la voluntad de Dios de cualquier manera sino buscarla siguiendo muy de cerca las huellas de Jesús. Como ha dicho P. Miranda, «la cuestión no está en si alguien busca a Dios o no, sino en si lo busca donde él mismo dijo que estaba».
A veces pensamos que es difícil saber cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida. Y sin embargo, sabemos muy bien cuál es el estilo de vida sencillo, austero, fraterno, cercano a los pobres, que debemos reproducir día a día siguiendo a Jesús.
Hay cosas que son muy claras si nos ponemos a seguir a Jesús. «La voluntad de Dios no es un misterio por lo menos en cuanto atañe al hermano y se trata del amor» (E. Kasemann).
Ciertamente es arriesgado y exigente seguir a Jesús. No se puede servir a Dios y al dinero, no se puede echar mano al arado y volver la vista atrás, puede uno quedarse sin apoyo alguno donde reclinar su cabeza.
Pero es lo único que puede infundir verdadera alegría a nuestra vida. Cuando el creyente se esfuerza por seguir a Jesús día a día, va experimentando de manera creciente que sin ese "seguir a Jesús", su vida sería menos vida, más inerte, más vacía y más sin sentido.
JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS
NAVARRA 1985.Pág. 323 s.
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sábado, 26 de junio de 2010
‘Señor, no soy digno de que entres en mi casa’
¡Amor y paz!
Estos versículos del Evangelio nos relatan dos milagros de Jesús, la curación del criado del centurión y la curación de la suegra de Pedro. Dos milagros realizados a personas excluidas por la ley, menospreciadas por el rol que desempeñan en la sociedad. El verdadero milagro en estos acontecimientos es la liberación de los seres humanos al sentir la presencia de Dios cercana a ellos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 8,5-17.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole": "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".
Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
Comentario
a) Ayer leíamos la curación del leproso, cuando Jesús bajaba del monte del sermón. Hoy escuchamos dos milagros más: en favor del criado (o, tal vez, del hijo) de un centurión y de la suegra de Pedro.
El militar es pagano, romano, o sea, de la potencia ocupante. Pero la gracia no depende de si uno es judío o romano: sino de su actitud de fe. Y el centurión pagano da muestras de una gran fe y humildad. Jesús alaba su actitud y lo pone como ejemplo: la salvación que él anuncia va a ser universal, no sólo para el pueblo de Israel. Ayer curaba a un leproso, a un rechazado por la sociedad. Hoy atiende a un extranjero. Jesús tiene una admirable libertad ante las normas convencionales de su tiempo. Transmite la salvación de Dios como y cuando quiere.
Con la suegra de Pedro no dice nada, sencillamente, la toma de la mano y le transmite la salud: «se le pasó la fiebre».
b) Jesús sigue ahora, desde su existencia de Resucitado, en la misma actitud de cercanía y de solidaridad con nuestros males. Sigue cumpliendo la definición ya anunciada por Isaías y recogida en el evangelio de hoy: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades».
Quiere curarnos a todos de nuestros males. ¿Será un criado o un hijo el que sufre, o nosotros los que padecemos fiebre de alguna clase? Jesús nos quiere tomar de la mano, o decir su palabra salvadora, y devolvernos la fuerza y la salud. Nuestra oración, llena de confianza, será siempre escuchada, aunque no sepamos como.
Antes de acercarnos a la comunión, en la misa, repetimos cada vez las palabras del centurión de hoy: «no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». La Eucaristía quiere curar nuestras debilidades. Ahora no nos toma de la mano, o pronuncia palabras. El mismo se hace alimento nuestro y nos comunica su vida: «el que come mi Carne permanece en mí y yo en él... el que me come vivirá de mí, como yo vivo de mi Padre».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 82-85
www.mercaba.org
Estos versículos del Evangelio nos relatan dos milagros de Jesús, la curación del criado del centurión y la curación de la suegra de Pedro. Dos milagros realizados a personas excluidas por la ley, menospreciadas por el rol que desempeñan en la sociedad. El verdadero milagro en estos acontecimientos es la liberación de los seres humanos al sentir la presencia de Dios cercana a ellos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 8,5-17.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole": "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".
Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
Comentario
a) Ayer leíamos la curación del leproso, cuando Jesús bajaba del monte del sermón. Hoy escuchamos dos milagros más: en favor del criado (o, tal vez, del hijo) de un centurión y de la suegra de Pedro.
El militar es pagano, romano, o sea, de la potencia ocupante. Pero la gracia no depende de si uno es judío o romano: sino de su actitud de fe. Y el centurión pagano da muestras de una gran fe y humildad. Jesús alaba su actitud y lo pone como ejemplo: la salvación que él anuncia va a ser universal, no sólo para el pueblo de Israel. Ayer curaba a un leproso, a un rechazado por la sociedad. Hoy atiende a un extranjero. Jesús tiene una admirable libertad ante las normas convencionales de su tiempo. Transmite la salvación de Dios como y cuando quiere.
Con la suegra de Pedro no dice nada, sencillamente, la toma de la mano y le transmite la salud: «se le pasó la fiebre».
b) Jesús sigue ahora, desde su existencia de Resucitado, en la misma actitud de cercanía y de solidaridad con nuestros males. Sigue cumpliendo la definición ya anunciada por Isaías y recogida en el evangelio de hoy: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades».
Quiere curarnos a todos de nuestros males. ¿Será un criado o un hijo el que sufre, o nosotros los que padecemos fiebre de alguna clase? Jesús nos quiere tomar de la mano, o decir su palabra salvadora, y devolvernos la fuerza y la salud. Nuestra oración, llena de confianza, será siempre escuchada, aunque no sepamos como.
Antes de acercarnos a la comunión, en la misa, repetimos cada vez las palabras del centurión de hoy: «no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». La Eucaristía quiere curar nuestras debilidades. Ahora no nos toma de la mano, o pronuncia palabras. El mismo se hace alimento nuestro y nos comunica su vida: «el que come mi Carne permanece en mí y yo en él... el que me come vivirá de mí, como yo vivo de mi Padre».
J. ALDAZABAL
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Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 82-85
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viernes, 25 de junio de 2010
Jesús quiere curarnos de nuestros males
¡Amor y paz!
Hoy pasamos del dicho al hecho. Con el capítulo 7º. de Mateo, terminamos de leer el ‘Sermón del monte’. Ahora, con el 8º., iniciamos una serie de diez hechos milagrosos con los que Jesús corroboró su doctrina y mostró la cercanía del Reino de Dios.
En el primer milagro, Jesús cura a un leproso. Es una oportunidad para decirle a Él: “Si quieres, puedes limpiarme”.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XII
Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 8,1-4.
Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio".
Comentario
Jesús sigue queriendo curarnos de nuestros males.
Todos somos débiles y necesitamos su ayuda. Nuestra oración, confiada y sencilla como la del leproso, se encuentra siempre con la mirada de Jesús, con su deseo de salvarnos. No somos nosotros los que tomamos la iniciativa: tiene él más deseos de curarnos que nosotros de ser curados.
Jesús nos «toca» con su mano, como al leproso: nos toca con los sacramentos, a través de la mediación eclesial. Nos incorpora a su vida por el agua del Bautismo, nos alimenta con el pan y el vino de la Eucaristía, nos perdona a través de la mano de sus ministros extendida sobre nuestra cabeza.
Los sacramentos, como dice el Catecismo, son «fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y vivificante, acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, obras maestras de Dios en la nueva y eterna alianza» (CEC 1116).
Además, tenemos que ser nosotros como Jesús, acercarnos al que sufre, extender nuestra mano hacia él, «tocar» su dolor y darle esperanza, ayudarle a curarse. Somos buenos seguidores de Jesús si, como él, salimos al encuentro del que sufre y hacemos todo lo posible por ayudarlo.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 77-81
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Hoy pasamos del dicho al hecho. Con el capítulo 7º. de Mateo, terminamos de leer el ‘Sermón del monte’. Ahora, con el 8º., iniciamos una serie de diez hechos milagrosos con los que Jesús corroboró su doctrina y mostró la cercanía del Reino de Dios.
En el primer milagro, Jesús cura a un leproso. Es una oportunidad para decirle a Él: “Si quieres, puedes limpiarme”.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XII
Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 8,1-4.
Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio".
Comentario
Jesús sigue queriendo curarnos de nuestros males.
Todos somos débiles y necesitamos su ayuda. Nuestra oración, confiada y sencilla como la del leproso, se encuentra siempre con la mirada de Jesús, con su deseo de salvarnos. No somos nosotros los que tomamos la iniciativa: tiene él más deseos de curarnos que nosotros de ser curados.
Jesús nos «toca» con su mano, como al leproso: nos toca con los sacramentos, a través de la mediación eclesial. Nos incorpora a su vida por el agua del Bautismo, nos alimenta con el pan y el vino de la Eucaristía, nos perdona a través de la mano de sus ministros extendida sobre nuestra cabeza.
Los sacramentos, como dice el Catecismo, son «fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y vivificante, acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, obras maestras de Dios en la nueva y eterna alianza» (CEC 1116).
Además, tenemos que ser nosotros como Jesús, acercarnos al que sufre, extender nuestra mano hacia él, «tocar» su dolor y darle esperanza, ayudarle a curarse. Somos buenos seguidores de Jesús si, como él, salimos al encuentro del que sufre y hacemos todo lo posible por ayudarlo.
J. ALDAZABAL
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Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 77-81
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jueves, 24 de junio de 2010
Humildad y desprendimiento, necesarios para la misión
¡Amor y paz!
En estos días en que vi impotente cómo desaparecía este trabajo evangelizador a través del blog, recapacité que no trabajo para mí sino para la gloria de Dios y la santificación de mis hermanos. Ese es un ejemplo que nos dio alguien de la altura espiritual de San Juan Bautista quien, con gran humildad y desprendimiento, tuvo conciencia y actuó siempre a sabiendas de que él era sólo puente y camino, nunca destino.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves en que celebramos la Fiesta de San Juan Bautista.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 1,57-66.80.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.
Comentario
La fiesta del nacimiento de san Juan Bautista ha gozado históricamente de gran popularidad. El folklore con sus hogueras y baños, la literatura con sus romances e incluso la economía (por ser el día en que se contrataban los segadores) así lo constatan. La Iglesia colocó esta celebración a seis meses exactos antes de la navidad, aplicando al ciclo litúrgico la frase "ya está de seis meses la que consideraban estéril".
Juan fue un personaje conocido en su tiempo. El historiador Flavio Josefo no se olvida de citarlo. Para la fe cristiana supone el fin del AT y el preludio del Nuevo. Es, ni más ni menos, que el precursor. Su nombre lo indica: Juan quiere decir "Dios se ha compadecido", mientras que Jesús significa "Dios salva". Sin embargo, nada de esto impide el que las actitudes fundamentales de su personalidad puedan servirnos perfectamente como esquema de reflexión.
El Bautista no fue, desde luego, un docto y religioso burgués de ideas acertadas, pero descomprometidas como quien observa la marcha del mundo desde fuera. Juan toma postura ante la situación en que vive. Lo hace con las características y matices de su particular psicología, pero no se limita a pensar o a hablar.
También el nuestro es, en cierto modo, un tiempo de crisis y de necesidad de cambio. No faltan ni en el ámbito civil ni en el religioso personas con ideas, al menos aparentemente, acertadas.
Se piensa y se escribe en las secciones fijas de los semanarios dominicales con la elegancia y el dulce encanto de la progresía, pero el compromiso no va más allá. Así la verdad pierde su carácter de denuncia y se convierte en droga para el lector y en refuerzo para el sistema. La excesiva oferta de estas "verdades" oculta y devalúa la auténtica verdad.
Juan es la antítesis de aquel Herodes que se mantuvo en el trono pese a todos los cambios políticos que tenían lugar en la dirección del imperio romano. A Maquiavelo le debía encantar tan astuto príncipe. Sin embargo, el Bautista no era una caña que se movía hacia donde soplaba el viento. No por ello era un inmovilista y, mucho menos, un conservador al estilo de los saduceos. Actuó sobre la realidad desde la fe que llevaba dentro. Estas características de su personalidad deben hacernos reflexionar hoy. En el fondo se trata de no amar sólo de palabra o por escrito, sino con obras y de verdad. Es obvio que la actuación de cada uno de nosotros vendrá coloreada por nuestra particular psicología, lo mismo que ocurrió en el caso de Juan.
Pero ello no debe suponer una excusa para un irresponsable "dejarnos llevar" por la corriente social que justifica de hecho la injusticia. No basta con ser geniales en las ideas, hay que actuar.
En este punto, interesa recordar que el término "espiritualidad" significa para el cristiano que debe ser movido por el Espíritu de Jesús. Entender esta palabra como mero intimismo, bonito y autogratificante, supone una huida del mundo que ni Juan ni Jesús de Nazaret practicaron. La escucha y obediencia al Espíritu han de hacernos capaces de discernir en nuestro mundo los valores positivos y los que, por el contrario, han de ser rechazados por muy general que sea su aceptación. No se trata por ello de ser fanáticos o intolerantes con los demás. La libertad está en la base de un mundo más humano. Mucho menos puede esto fundamentar el inmovilismo, cuando de lo que se trata es de cambiar la realidad.
Pero quizá la actitud clave que permite al Bautista actuar de esta manera es su desprendimiento. Juan no construye nada para él, ni siquiera un grupo de seguidores. Obra en función de otro. Tiene clara conciencia de ser puente y camino. Él no es el fin. Está dispuesto a desaparecer de la escena cuando su misión esté cumplida.
Este mismo talante es el adecuado para el discípulo de Jesús. No se trata de hacer prosélitos para "nuestro" club, sino actuar de forma que facilitemos a los hermanos el encuentro con el Maestro.
La Iglesia no es para sí misma. Lo importante es que, a través de su predicación, los hombres descubran al verdadero Mesías. Su objetivo, como en el pasaje de la samaritana, es facilitar que las gentes digan: "Ya no creemos por lo que tú nos has dicho, sino por lo que nosotros hemos descubierto". Conseguido esto, ya pueden cortarle la cabeza, si gustan, porque su misión estará cumplida.
Es cierto que muchas veces los que nos llamamos discípulos impedimos a otros su acceso al Maestro. Ni entramos ni dejamos entrar. Deformamos su rostro con abstractas teologías y ocultamos su estilo con un actuar más propio de fanáticos fariseos o de explotadores saduceos que de pueblo convertido. Pero él sigue hablando. ¡Señor, danos la autenticidad y el desprendimiento del Bautista!
EUCARISTÍA 1990, 29
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En estos días en que vi impotente cómo desaparecía este trabajo evangelizador a través del blog, recapacité que no trabajo para mí sino para la gloria de Dios y la santificación de mis hermanos. Ese es un ejemplo que nos dio alguien de la altura espiritual de San Juan Bautista quien, con gran humildad y desprendimiento, tuvo conciencia y actuó siempre a sabiendas de que él era sólo puente y camino, nunca destino.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves en que celebramos la Fiesta de San Juan Bautista.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 1,57-66.80.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.
Comentario
La fiesta del nacimiento de san Juan Bautista ha gozado históricamente de gran popularidad. El folklore con sus hogueras y baños, la literatura con sus romances e incluso la economía (por ser el día en que se contrataban los segadores) así lo constatan. La Iglesia colocó esta celebración a seis meses exactos antes de la navidad, aplicando al ciclo litúrgico la frase "ya está de seis meses la que consideraban estéril".
Juan fue un personaje conocido en su tiempo. El historiador Flavio Josefo no se olvida de citarlo. Para la fe cristiana supone el fin del AT y el preludio del Nuevo. Es, ni más ni menos, que el precursor. Su nombre lo indica: Juan quiere decir "Dios se ha compadecido", mientras que Jesús significa "Dios salva". Sin embargo, nada de esto impide el que las actitudes fundamentales de su personalidad puedan servirnos perfectamente como esquema de reflexión.
El Bautista no fue, desde luego, un docto y religioso burgués de ideas acertadas, pero descomprometidas como quien observa la marcha del mundo desde fuera. Juan toma postura ante la situación en que vive. Lo hace con las características y matices de su particular psicología, pero no se limita a pensar o a hablar.
También el nuestro es, en cierto modo, un tiempo de crisis y de necesidad de cambio. No faltan ni en el ámbito civil ni en el religioso personas con ideas, al menos aparentemente, acertadas.
Se piensa y se escribe en las secciones fijas de los semanarios dominicales con la elegancia y el dulce encanto de la progresía, pero el compromiso no va más allá. Así la verdad pierde su carácter de denuncia y se convierte en droga para el lector y en refuerzo para el sistema. La excesiva oferta de estas "verdades" oculta y devalúa la auténtica verdad.
Juan es la antítesis de aquel Herodes que se mantuvo en el trono pese a todos los cambios políticos que tenían lugar en la dirección del imperio romano. A Maquiavelo le debía encantar tan astuto príncipe. Sin embargo, el Bautista no era una caña que se movía hacia donde soplaba el viento. No por ello era un inmovilista y, mucho menos, un conservador al estilo de los saduceos. Actuó sobre la realidad desde la fe que llevaba dentro. Estas características de su personalidad deben hacernos reflexionar hoy. En el fondo se trata de no amar sólo de palabra o por escrito, sino con obras y de verdad. Es obvio que la actuación de cada uno de nosotros vendrá coloreada por nuestra particular psicología, lo mismo que ocurrió en el caso de Juan.
Pero ello no debe suponer una excusa para un irresponsable "dejarnos llevar" por la corriente social que justifica de hecho la injusticia. No basta con ser geniales en las ideas, hay que actuar.
En este punto, interesa recordar que el término "espiritualidad" significa para el cristiano que debe ser movido por el Espíritu de Jesús. Entender esta palabra como mero intimismo, bonito y autogratificante, supone una huida del mundo que ni Juan ni Jesús de Nazaret practicaron. La escucha y obediencia al Espíritu han de hacernos capaces de discernir en nuestro mundo los valores positivos y los que, por el contrario, han de ser rechazados por muy general que sea su aceptación. No se trata por ello de ser fanáticos o intolerantes con los demás. La libertad está en la base de un mundo más humano. Mucho menos puede esto fundamentar el inmovilismo, cuando de lo que se trata es de cambiar la realidad.
Pero quizá la actitud clave que permite al Bautista actuar de esta manera es su desprendimiento. Juan no construye nada para él, ni siquiera un grupo de seguidores. Obra en función de otro. Tiene clara conciencia de ser puente y camino. Él no es el fin. Está dispuesto a desaparecer de la escena cuando su misión esté cumplida.
Este mismo talante es el adecuado para el discípulo de Jesús. No se trata de hacer prosélitos para "nuestro" club, sino actuar de forma que facilitemos a los hermanos el encuentro con el Maestro.
La Iglesia no es para sí misma. Lo importante es que, a través de su predicación, los hombres descubran al verdadero Mesías. Su objetivo, como en el pasaje de la samaritana, es facilitar que las gentes digan: "Ya no creemos por lo que tú nos has dicho, sino por lo que nosotros hemos descubierto". Conseguido esto, ya pueden cortarle la cabeza, si gustan, porque su misión estará cumplida.
Es cierto que muchas veces los que nos llamamos discípulos impedimos a otros su acceso al Maestro. Ni entramos ni dejamos entrar. Deformamos su rostro con abstractas teologías y ocultamos su estilo con un actuar más propio de fanáticos fariseos o de explotadores saduceos que de pueblo convertido. Pero él sigue hablando. ¡Señor, danos la autenticidad y el desprendimiento del Bautista!
EUCARISTÍA 1990, 29
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miércoles, 23 de junio de 2010
Jesús nos previene sobre los falsos profetas
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a reanudar la lectura y meditación diaria del Evangelio y del comentario, así como a aprovechar la información que aparece en este blog y que fue suspendido el viernes automáticamente, debido a algún problema identificado como ‘actividades inusuales en el blog’.
Le doy gracias a Dios y a Blogger por haber recuperado el blog.
Evangelio según San Mateo, capítulo 7, versículos del 15 al 20.
15. "Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros disfrazados de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces.
16. Los conoceréis por sus frutos. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?
17. Asimismo todo árbol bueno da frutos sanos, y todo árbol malo da frutos malos.
18. Un árbol bueno no puede llevar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos.
19. Todo árbol que no produce buen fruto, es cortado y echado al fuego.
20. De modo que por sus frutos los conoceréis".
COMENTARIO
15. Jesús, como buen Pastor (Juan 10, 1 - 29), nos previene aquí bondadosamente contra los lobos robadores, cuya peligrosidad estriba principalmente en que no se presentan como antirreligiosos, sino al contrario "con piel de oveja", es decir, "con apariencia de piedad" (II Tim. 3, 5) y disfrazados de servidores de Cristo (II Cor. 11, 12 ss.). Cf. Luc. 6, 26; 20, 45; Juan 5, 43; 7, 18; 21, 15; Hech. 20, 29; I Juan 2, 19; Rom. 15, 17 s., etc. Para ello nos habilita a fin de reconocerlos, pues sin ello no podríamos aprovechar de su advertencia. Cf. Juan 7, 17; 10, 4, 8 y 14.
www.aciprensa.com
Los invito, hermanos, a reanudar la lectura y meditación diaria del Evangelio y del comentario, así como a aprovechar la información que aparece en este blog y que fue suspendido el viernes automáticamente, debido a algún problema identificado como ‘actividades inusuales en el blog’.
Le doy gracias a Dios y a Blogger por haber recuperado el blog.
Evangelio según San Mateo, capítulo 7, versículos del 15 al 20.
15. "Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros disfrazados de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces.
16. Los conoceréis por sus frutos. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?
17. Asimismo todo árbol bueno da frutos sanos, y todo árbol malo da frutos malos.
18. Un árbol bueno no puede llevar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos.
19. Todo árbol que no produce buen fruto, es cortado y echado al fuego.
20. De modo que por sus frutos los conoceréis".
COMENTARIO
15. Jesús, como buen Pastor (Juan 10, 1 - 29), nos previene aquí bondadosamente contra los lobos robadores, cuya peligrosidad estriba principalmente en que no se presentan como antirreligiosos, sino al contrario "con piel de oveja", es decir, "con apariencia de piedad" (II Tim. 3, 5) y disfrazados de servidores de Cristo (II Cor. 11, 12 ss.). Cf. Luc. 6, 26; 20, 45; Juan 5, 43; 7, 18; 21, 15; Hech. 20, 29; I Juan 2, 19; Rom. 15, 17 s., etc. Para ello nos habilita a fin de reconocerlos, pues sin ello no podríamos aprovechar de su advertencia. Cf. Juan 7, 17; 10, 4, 8 y 14.
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viernes, 18 de junio de 2010
‘No acumulen tesoros en la tierra’, nos aconseja Jesús
¡Amor y paz!
Hoy nos aconseja Jesús que amontonemos tesoros en el cielo. En el cielo quiere decir en Dios. Lo que es invertido en Dios, tiene valor eterno. ¿Qué clase de tesoros son? En primer término la entrega del corazón a Dios. Pero luego también todo lo que el discípulo hace con la intención de servir realmente a Dios.
Asimismo, si el ojo está sano, vemos bien, si el ojo está enfermo, estamos entre tinieblas. Si su ojo, su mirada, está puesta en Dios, que es la luz y fuente de toda luz, se iluminará el misterio de la oscuridad humana. Si no lo tiene puesto en Dios, vivirá en tinieblas, dentro del misterio de su propia oscuridad.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el _Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,19-23.
No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!
Comentario
a) En el sermón del monte, Mateo recoge diversas enseñanzas de Jesús. Hoy leemos unas breves frases sobre los tesoros y sobre el ojo como lámpara del cuerpo.
«No amontonéis tesoros en la tierra», tesoros caducos, que la polilla y la carcoma destruyen o los ladrones pueden fácilmente robar. Jesús los contrapone a los valores verdaderos, duraderos, los «tesoros en el cielo».
«La lámpara del cuerpo es el ojo». Nuestra mirada es la que da color a todo. Si está enferma -porque brota de un corazón rencoroso o ambicioso- todo lo que vemos estará enfermo. Si no tenemos luz en los ojos, todo estará a oscuras.
b) Cada uno puede preguntarse qué tesoros aprecia y acumula, qué uso hace de los bienes de este mundo. ¿Dónde está nuestro corazón, nuestra preocupación? Porque sigue siendo verdad que «donde está tu tesoro, allí está tu corazón».
Ya estamos avisados de que hay cosas que se corrompen y pierden valor y sin embargo, tendemos a apegarnos a riquezas sin importancia. Estamos avisados de que los ladrones abren boquetes y roban tesoros y, sin embargo, confiamos nuestros dineros a los bancos, y ahí está nuestro corazón y nuestro pensamiento y, a veces, nuestro miedo a perderlo todo.
Sería una pena que fuéramos ricos en valores «penúltimos» y pobres en los «últimos».¡Qué pobre es una persona que sólo es rica en dinero! Los que cuentan no son los valores que más brillan en este mundo, sino los que permanecen para siempre y nos llevaremos «al cielo», nuestras buenas obras, nuestra fidelidad a Dios, lo que hacemos por amor a los demás. Y dejaremos atrás tantas cosas que ahora apreciamos.
También podemos hacernos nosotros mismos la revisión de la vista a la que nos invita Jesús: ¿está sano mi ojo, o enfermo? ¿veo los acontecimientos y las personas con ojos limpios, serenos, llenos de la luz y la alegría de Dios, o bien, con ojos viciados por mis intereses personales o por la malicia interior o por el pesimismo?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 52-55
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Hoy nos aconseja Jesús que amontonemos tesoros en el cielo. En el cielo quiere decir en Dios. Lo que es invertido en Dios, tiene valor eterno. ¿Qué clase de tesoros son? En primer término la entrega del corazón a Dios. Pero luego también todo lo que el discípulo hace con la intención de servir realmente a Dios.
Asimismo, si el ojo está sano, vemos bien, si el ojo está enfermo, estamos entre tinieblas. Si su ojo, su mirada, está puesta en Dios, que es la luz y fuente de toda luz, se iluminará el misterio de la oscuridad humana. Si no lo tiene puesto en Dios, vivirá en tinieblas, dentro del misterio de su propia oscuridad.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el _Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,19-23.
No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!
Comentario
a) En el sermón del monte, Mateo recoge diversas enseñanzas de Jesús. Hoy leemos unas breves frases sobre los tesoros y sobre el ojo como lámpara del cuerpo.
«No amontonéis tesoros en la tierra», tesoros caducos, que la polilla y la carcoma destruyen o los ladrones pueden fácilmente robar. Jesús los contrapone a los valores verdaderos, duraderos, los «tesoros en el cielo».
«La lámpara del cuerpo es el ojo». Nuestra mirada es la que da color a todo. Si está enferma -porque brota de un corazón rencoroso o ambicioso- todo lo que vemos estará enfermo. Si no tenemos luz en los ojos, todo estará a oscuras.
b) Cada uno puede preguntarse qué tesoros aprecia y acumula, qué uso hace de los bienes de este mundo. ¿Dónde está nuestro corazón, nuestra preocupación? Porque sigue siendo verdad que «donde está tu tesoro, allí está tu corazón».
Ya estamos avisados de que hay cosas que se corrompen y pierden valor y sin embargo, tendemos a apegarnos a riquezas sin importancia. Estamos avisados de que los ladrones abren boquetes y roban tesoros y, sin embargo, confiamos nuestros dineros a los bancos, y ahí está nuestro corazón y nuestro pensamiento y, a veces, nuestro miedo a perderlo todo.
Sería una pena que fuéramos ricos en valores «penúltimos» y pobres en los «últimos».¡Qué pobre es una persona que sólo es rica en dinero! Los que cuentan no son los valores que más brillan en este mundo, sino los que permanecen para siempre y nos llevaremos «al cielo», nuestras buenas obras, nuestra fidelidad a Dios, lo que hacemos por amor a los demás. Y dejaremos atrás tantas cosas que ahora apreciamos.
También podemos hacernos nosotros mismos la revisión de la vista a la que nos invita Jesús: ¿está sano mi ojo, o enfermo? ¿veo los acontecimientos y las personas con ojos limpios, serenos, llenos de la luz y la alegría de Dios, o bien, con ojos viciados por mis intereses personales o por la malicia interior o por el pesimismo?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 52-55
www.mercaba.org
jueves, 17 de junio de 2010
‘Si perdonan, serán perdonados’, nos dice Jesús
¡Amor y paz!
Después de haber establecido las diferencias entre la oración del cristiano y una oración de la dirigencia farisea, conforme al mismo criterio que rige para la limosna, Jesús presenta el carácter distintivo de la plegaria frente a la práctica pagana y ofrece la forma de concreta de realizarla.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,7-15.
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Comentario
Mateo pone el Padrenuestro en contraste con la oración de los paganos, llamada despectivamente "palabrería" por la acumulación de largas y tediosas fórmulas mágicas en que se amontonaban los epítetos de Dios. Mateo destaca, en cambio, de una manera positiva, el Padrenuestro como una oración breve.
El Padrenuestro no es una simple oración a pesar de ser tan breve; es una síntesis de todo lo que Jesús vivió y sintió a propósito de Dios, del mundo y de sus discípulos. En torno a estos temas giran las siete peticiones en las que Mateo construyó la oración.
Frente a un mundo que prescinde de Dios, Jesús propone como primera petición, como ideal supremo del discípulo, el deseo de la gloria de Dios: "santificado sea tu Nombre". Esta primera petición está orientada en la línea profética que sitúa a Dios por encima de todo, exalta su majestad y desea que se proclame su gloria.
Ante un mundo donde predominan el odio, la violencia, la crueldad, que a menudo nos desencanta con la injusticia, Jesús pide que se instaure el Reino de Dios, el reino de la justicia, el amor y la paz. Recoge en esta petición el tema clave de su mensaje, el Reino de Dios que se instaurará en la tierra como en el cielo.
Como tercer centro de interés de la oración, aparece la comunidad. Ese pequeño grupo de seguidores de Jesús, que necesita, día tras día el pan, el perdón, la ayuda de Dios para mantenerse firme. Peticiones que podemos hacer como individuos, pero que están concebidas por Jesús de forma comunitaria, y así es como adquieren toda su riqueza. Cuando se recuerdan los fallos de los discípulos, su incapacidad de comprender el mensaje de Jesús, sus envidias y recelos, adquiere mayor sentido la petición de que "perdone nuestras ofensas". Y, sobre todo, pensando en la experiencia de la entrega de la propia vida por la causa de Jesús, se pide "no caer en la tentación" y "ser librado del Maligno".
La oración del Padrenuestro es una invitación para establecer con Dios-Padre una relación de confianza e intimidad desde una dimensión comunitaria (Padre nuestro) y en una disposición constante de perdón. Desde esta dimensión, los cristianos estamos llamados a construir espacios de oración que reflejen el compromiso de construir el Reino de Dios, donde El es el Padre de todos, nosotros somos sus hijos y los hijos son hermanos que viven en comunidad y fraternidad.
Servicio Bíblico Latinoamericano
www.mercaba.org
Después de haber establecido las diferencias entre la oración del cristiano y una oración de la dirigencia farisea, conforme al mismo criterio que rige para la limosna, Jesús presenta el carácter distintivo de la plegaria frente a la práctica pagana y ofrece la forma de concreta de realizarla.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,7-15.
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Comentario
Mateo pone el Padrenuestro en contraste con la oración de los paganos, llamada despectivamente "palabrería" por la acumulación de largas y tediosas fórmulas mágicas en que se amontonaban los epítetos de Dios. Mateo destaca, en cambio, de una manera positiva, el Padrenuestro como una oración breve.
El Padrenuestro no es una simple oración a pesar de ser tan breve; es una síntesis de todo lo que Jesús vivió y sintió a propósito de Dios, del mundo y de sus discípulos. En torno a estos temas giran las siete peticiones en las que Mateo construyó la oración.
Frente a un mundo que prescinde de Dios, Jesús propone como primera petición, como ideal supremo del discípulo, el deseo de la gloria de Dios: "santificado sea tu Nombre". Esta primera petición está orientada en la línea profética que sitúa a Dios por encima de todo, exalta su majestad y desea que se proclame su gloria.
Ante un mundo donde predominan el odio, la violencia, la crueldad, que a menudo nos desencanta con la injusticia, Jesús pide que se instaure el Reino de Dios, el reino de la justicia, el amor y la paz. Recoge en esta petición el tema clave de su mensaje, el Reino de Dios que se instaurará en la tierra como en el cielo.
Como tercer centro de interés de la oración, aparece la comunidad. Ese pequeño grupo de seguidores de Jesús, que necesita, día tras día el pan, el perdón, la ayuda de Dios para mantenerse firme. Peticiones que podemos hacer como individuos, pero que están concebidas por Jesús de forma comunitaria, y así es como adquieren toda su riqueza. Cuando se recuerdan los fallos de los discípulos, su incapacidad de comprender el mensaje de Jesús, sus envidias y recelos, adquiere mayor sentido la petición de que "perdone nuestras ofensas". Y, sobre todo, pensando en la experiencia de la entrega de la propia vida por la causa de Jesús, se pide "no caer en la tentación" y "ser librado del Maligno".
La oración del Padrenuestro es una invitación para establecer con Dios-Padre una relación de confianza e intimidad desde una dimensión comunitaria (Padre nuestro) y en una disposición constante de perdón. Desde esta dimensión, los cristianos estamos llamados a construir espacios de oración que reflejen el compromiso de construir el Reino de Dios, donde El es el Padre de todos, nosotros somos sus hijos y los hijos son hermanos que viven en comunidad y fraternidad.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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miércoles, 16 de junio de 2010
JESÚS NOS INVITA A HUIRLE A LAS APARIENCIAS Y LA OSTENTACIÓN
¡Amor y paz!
En nuestra relación con Dios, a través de la oración o las buenas obras, no debemos buscar la aprobación ni el elogio ni la recompensa de los demás; así como tampoco debemos temer si por esa
relación somos reprobados, olvidados o perseguidos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la XI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Comentario
a) Jesús exige a los suyos autenticidad. Que no practiquen el bien «delante de los hombres para ser vistos por ellos», sino por la recompensa que nos viene de Dios, que es quien nos ve y conoce nuestros méritos e intenciones.
Esto lo concreta en tres direcciones que abarcan toda nuestra vida: en relación con Dios (la oración), en relación con los demás (la caridad) y en relación a nosotros mismos (el ayuno).
En los tres aspectos es igual la dinámica:
- cuando hacemos limosna, no lo debemos hacer para que todos se enteren: Dios nos ve y nos premiará;
- cuando rezamos, no es para que todos se den cuenta de lo piadosos que somos, sino para tener un encuentro con Dios;
- cuando ayunamos, no buscamos el aplauso y la admiración de los demás, sino que lo hacemos por amor a Dios.
Cada vez, Jesús pone unas comparaciones que pueden parecer paradójicas si se toman al pie de la letra, pero que indican muy bien su invitación a una autenticidad interior:
- cuando hacemos limosna, «que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha»,
- cuando oramos, «entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre»,
- cuando ayunamos, «perfúmate la cabeza y lávate la cara».
b) Es un programa muy serio de vida cristiana. Este evangelio lo leemos también al inicio de la Cuaresma, el miércoles de ceniza. Nos indica el estilo de nuestro seguimiento de Jesús. No se trata de no hacer limosna ni oración comunitaria ni ayuno. Sino de no buscar, en todo ello, las apariencias y la ostentación.
Si actuamos así, no buscando por hipocresía el aplauso de los demás (como los fariseos), sino tratando de agradar a Dios con sencillez y humildad, lo tendremos todo: Dios nos premiará, los demás nos apreciarán porque no nos damos importancia y nosotros mismos gozaremos de mayor armonía y paz interior.
Lo que cuenta en nuestra vida no es la opinión que los demás puedan tener de nosotros, sino lo que piensa Dios, que nos ve por dentro. Se repite para nosotros la afirmación de Jesús: «y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 44-47
www.mercaba.org
En nuestra relación con Dios, a través de la oración o las buenas obras, no debemos buscar la aprobación ni el elogio ni la recompensa de los demás; así como tampoco debemos temer si por esa
relación somos reprobados, olvidados o perseguidos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la XI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Comentario
a) Jesús exige a los suyos autenticidad. Que no practiquen el bien «delante de los hombres para ser vistos por ellos», sino por la recompensa que nos viene de Dios, que es quien nos ve y conoce nuestros méritos e intenciones.
Esto lo concreta en tres direcciones que abarcan toda nuestra vida: en relación con Dios (la oración), en relación con los demás (la caridad) y en relación a nosotros mismos (el ayuno).
En los tres aspectos es igual la dinámica:
- cuando hacemos limosna, no lo debemos hacer para que todos se enteren: Dios nos ve y nos premiará;
- cuando rezamos, no es para que todos se den cuenta de lo piadosos que somos, sino para tener un encuentro con Dios;
- cuando ayunamos, no buscamos el aplauso y la admiración de los demás, sino que lo hacemos por amor a Dios.
Cada vez, Jesús pone unas comparaciones que pueden parecer paradójicas si se toman al pie de la letra, pero que indican muy bien su invitación a una autenticidad interior:
- cuando hacemos limosna, «que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha»,
- cuando oramos, «entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre»,
- cuando ayunamos, «perfúmate la cabeza y lávate la cara».
b) Es un programa muy serio de vida cristiana. Este evangelio lo leemos también al inicio de la Cuaresma, el miércoles de ceniza. Nos indica el estilo de nuestro seguimiento de Jesús. No se trata de no hacer limosna ni oración comunitaria ni ayuno. Sino de no buscar, en todo ello, las apariencias y la ostentación.
Si actuamos así, no buscando por hipocresía el aplauso de los demás (como los fariseos), sino tratando de agradar a Dios con sencillez y humildad, lo tendremos todo: Dios nos premiará, los demás nos apreciarán porque no nos damos importancia y nosotros mismos gozaremos de mayor armonía y paz interior.
Lo que cuenta en nuestra vida no es la opinión que los demás puedan tener de nosotros, sino lo que piensa Dios, que nos ve por dentro. Se repite para nosotros la afirmación de Jesús: «y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 44-47
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martes, 15 de junio de 2010
‘AMEN A SUS ENEMIGOS’, NOS PIDE JESÚS
¡Amor y paz!
Saludar a los que nos saludan lo hacen todos. Amar a los que nos aman, es algo espontáneo, no tiene ningún mérito. Lo que ha de caracterizar a los cristianos es algo ‘extraordinario’: saludar a los que no nos saludan, amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos aborrecen.
Eso nos los afirma Jesús durante el llamado ‘Sermón de la Montaña’.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la XI semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Comentario
Desde el comienzo de este capítulo Jesús explica los elementos básicos del Reino de Dios. Establece unos nuevos mandamientos que se convertirán en una alternativa humanizadora para nuestro mundo.
Lo que Jesús trajo fue una propuesta de un hombre y mujer nuevos superadores de las cadenas del egoísmo y de la venganza. Jesús predicó que no basta amar a los que nos aman -lo cual es fácil, sale de dentro, y lo hacen hasta los paganos-, sino también a los que no nos son agradables, y a los que nos perjudican, incluso a los que nos quieren mal o nos causan mal.
Una comunidad cristiana, según enseñó Jesús, debe ser más que un grupo de hermanos bondadosos entre sí. Deben ser hermanos capaces de perdonar y de perdonarse, de rogar por aquel que les daña y de devolver bien por mal. Aquí los argumentos racionales no son los principales: por encima está el ejemplo del Padre Celestial, que actúa con nosotros siempre devolviéndonos bien por mal, ya que a pesar de nuestros pecados igual gozamos de los bienes naturales como si fuésemos buenos.
Ante la sociedad que se mueve bajo los criterios de la ley de la compensación, del amor interesado o incluso de la venganza, el Reino de Dios se yergue como una verdadera alternativa.
Servicio Bíblico Latinoamericano
www.mercaba.org
Saludar a los que nos saludan lo hacen todos. Amar a los que nos aman, es algo espontáneo, no tiene ningún mérito. Lo que ha de caracterizar a los cristianos es algo ‘extraordinario’: saludar a los que no nos saludan, amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos aborrecen.
Eso nos los afirma Jesús durante el llamado ‘Sermón de la Montaña’.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la XI semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Comentario
Desde el comienzo de este capítulo Jesús explica los elementos básicos del Reino de Dios. Establece unos nuevos mandamientos que se convertirán en una alternativa humanizadora para nuestro mundo.
Lo que Jesús trajo fue una propuesta de un hombre y mujer nuevos superadores de las cadenas del egoísmo y de la venganza. Jesús predicó que no basta amar a los que nos aman -lo cual es fácil, sale de dentro, y lo hacen hasta los paganos-, sino también a los que no nos son agradables, y a los que nos perjudican, incluso a los que nos quieren mal o nos causan mal.
Una comunidad cristiana, según enseñó Jesús, debe ser más que un grupo de hermanos bondadosos entre sí. Deben ser hermanos capaces de perdonar y de perdonarse, de rogar por aquel que les daña y de devolver bien por mal. Aquí los argumentos racionales no son los principales: por encima está el ejemplo del Padre Celestial, que actúa con nosotros siempre devolviéndonos bien por mal, ya que a pesar de nuestros pecados igual gozamos de los bienes naturales como si fuésemos buenos.
Ante la sociedad que se mueve bajo los criterios de la ley de la compensación, del amor interesado o incluso de la venganza, el Reino de Dios se yergue como una verdadera alternativa.
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lunes, 14 de junio de 2010
JESÚS LE DICE NO A LA VENGANZA, SÍ AL PERDÓN
¡Amor y paz!
Jesús no está de acuerdo con la ‘Ley del talión’: es contraria al mandamiento principal del amor. Por tanto, nos exhorta a asumir una actitud de caridad y perdón ante quien nos ofende. Se trata no sólo perdonar a la primera injuria, sino estar preparado a perdonar nuevas ofensas, ofreciéndole así, con la otra mejilla, toda la generosidad del perdón.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la XI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,38-42.
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Comentario
Vivir de amor es darse sin medida,
sin reclamar salario aquí en la tierra.
¡Ah, yo me doy sin cuento, bien segura
de que en amor el cálculo no entre!
Lo he dado todo al corazón divino,
que rebosa ternura.
Nada me queda ya... Corro ligera.
Ya mi única riqueza es, y será por siempre
¡vivir de amor!
Vivir de amor es disipar el miedo,
aventar el recuerdo de pasadas caídas.
De aquellos mis pecados no veo ya la huella,
junto al fuego divino se han quemado...
¡Oh dulcísima hoguera, sacratísima llama,
en tu centro yo fijo mi mansión.
Y allí, Jesús, yo canto confiada y alegre:
¡vivo de amor!
«¡Vivir de amor, oh qué locura extraña
-me dice el mundo-, cese ya tu canto!
¡No pierdas tus perfumes, no derroches tu vida,
aprende a utilizarlos con ganancia!»
¡Jesús, amarte es pérdida fecunda!
Tuyos son mis perfumes para siempre.
Al salir de este mundo cantar quiero:
¡muero de amor!
Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo.
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Poesías «Vivir de amor» y «Porque te amo, María»
©Evangelizo.org 2001-2010
Jesús no está de acuerdo con la ‘Ley del talión’: es contraria al mandamiento principal del amor. Por tanto, nos exhorta a asumir una actitud de caridad y perdón ante quien nos ofende. Se trata no sólo perdonar a la primera injuria, sino estar preparado a perdonar nuevas ofensas, ofreciéndole así, con la otra mejilla, toda la generosidad del perdón.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la XI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,38-42.
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Comentario
Vivir de amor es darse sin medida,
sin reclamar salario aquí en la tierra.
¡Ah, yo me doy sin cuento, bien segura
de que en amor el cálculo no entre!
Lo he dado todo al corazón divino,
que rebosa ternura.
Nada me queda ya... Corro ligera.
Ya mi única riqueza es, y será por siempre
¡vivir de amor!
Vivir de amor es disipar el miedo,
aventar el recuerdo de pasadas caídas.
De aquellos mis pecados no veo ya la huella,
junto al fuego divino se han quemado...
¡Oh dulcísima hoguera, sacratísima llama,
en tu centro yo fijo mi mansión.
Y allí, Jesús, yo canto confiada y alegre:
¡vivo de amor!
«¡Vivir de amor, oh qué locura extraña
-me dice el mundo-, cese ya tu canto!
¡No pierdas tus perfumes, no derroches tu vida,
aprende a utilizarlos con ganancia!»
¡Jesús, amarte es pérdida fecunda!
Tuyos son mis perfumes para siempre.
Al salir de este mundo cantar quiero:
¡muero de amor!
Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo.
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Poesías «Vivir de amor» y «Porque te amo, María»
©Evangelizo.org 2001-2010
domingo, 13 de junio de 2010
‘SUS MUCHOS PECADOS SON PERDONADOS, PORQUE AMÓ MUCHO’
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Domingo de la Undécima Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 7,36-50.8,1-3.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!".
Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él. "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados". Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?". Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
Comentario
Leí en alguna parte la historia de un niño de seis años llamado Luis, que se levantó muy temprano un domingo y viendo que sus papás todavía dormían, decidió prepararles unos pankakes para el desayuno. Se fue para la cocina, sacó un gran tazón y una cuchara de palo, acercó la silla a la mesa y buscó la harina entre la despensa. Al levantar la pesada bolsa de harina, para ponerla sobre la mesa, se le resbaló y comenzó el reguero más espantoso. Recogió con sus manitas todo lo que pudo de la harina y la fue colocando en el enorme tazón. El resto quedó desparramado entre la mesa, la silla y la despensa. Fue después a la nevera y sacó una caja de leche, tomó el frasco del azúcar y fue mezclando los ingredientes dentro del tazón. El resultado fue una mezcla pegajosa que empezaba a chorrear por los bordes.
Ya para ese momento, había harina regada por toda la cocina. Cada vez que el niño iba de un lugar a otro, dejaba las huellas de sus pequeños pies, marcados por todas partes. El gato iba lamiendo donde encontraba algo para saciar su hambre matutina y le ayudaba a Luisito a dejar pistas de sus pasos por toda la cocina. Cuando Luisito quiso comenzar a cocinar los pankakes, trató de bajar el tazón de la mesa para acercarlo a la estufa y terminó regando el resto de leche que quedaba entre la caja. Desistió de bajar el tazón y decidió acercar la sartén para ir poniendo algo de su mezcla en él. Cuando traía la sartén se resbaló con leche que se había derramado y quedó tirado en medio de la cocina, sintiendo que las cosas no estaban saliendo bien.
Ya para ese momento, se dio cuenta de que no sabía lo que seguía; si debía prender el horno o uno de los fogones… Y mucho menos cómo hacerlo sin quemarse. Ciertamente, quería hacer algo simpático para sorprender a sus papás, pero las cosas no estaban saliendo tan bien como él las había imaginado. Cuando miró otra vez hacia la mesa, su gatito estaba lamiendo el tazón, por lo que corrió a apartarlo, con tan mala suerte que se vino abajo el frasco del azúcar. Ya su pijama estaba completamente pegajosa y la mezcla para los pankakes ocupaba la mitad del piso de la cocina.
En ese momento vio a su papá de pie en la puerta. Dos grandes lágrimas se asomaron a sus ojos. El sólo quería hacer algo bueno, pero en realidad había causado un gran desastre. Estaba seguro de que su papá lo iba a castigar y muy posiblemente le iba a dar una buena paliza. Pero su papá sólo lo miraba en medio de aquel desorden, sin entender qué había pasado allí. Su papá, caminando por encima de todo aquello, se agachó y tomó a Luisito entre sus brazos, que ya estaba llorando, y le dio un gran abrazo lleno de amor, sin importarle cómo estaba quedando su propia pijama.
Dios nos trata así. Jesús se encuentra con una mujer de mala vida en la casa de Simón el fariseo. Ella “llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume. Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume”. Manifiesta con sus obras, un gran amor a Jesús. Lo expresa sin importarle lo que puedan decir los presentes. Y Jesús recibe estas expresiones de cariño con mucha libertad. Sabe que el anfitrión seguramente va a pensar mal de él, pero no le importa. De hecho, dice el evangelio que “El fariseo que había invitado a Jesús, al ver esto, pensó: “Si este hombre fuera de veras un profeta, se daría cuenta de qué clase de persona es esta que lo está tocando: una mujer de mala vida”.
Cuando Jesús se da cuenta de lo que está penando su anfitrión, le propone una comparación: “Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y como no le podían pagar, el prestamista les perdonó la deuda a los dos”. Después, Jesús le pregunta al fariseo: “¿cuál de ellos le amará más?” A lo que Simón respondió: “Me parece que el hombre a quien más le perdonó”. Y Jesús, con su intuición pedagógica, que primero hace morder el anzuelo y luego saca las consecuencias, le va mostrando cómo esta mujer demuestra más amor, porque se le ha perdonado más, mientras que él muestra poco amor, porque parece que se le ha perdonado menos…
Dios tiene en mucho los esfuerzos que hacemos por manifestarle nuestro amor. El amor que hemos dado y hemos sido capaces de expresar, es lo que tendrá en cuenta el Señor al final de nuestro camino. Aunque, a veces, por expresar nuestro amor, volvemos todo un desastre a nuestro alrededor. Pero Dios se acerca a nosotros, nos toma en sus brazos y nos regala su perdón, como el padre de Luisito, que se compadece de su pequeño hijo, que ha convertido la cocina de su casa en un verdadero desastre, por querer hacerle unos pankakes a sus papás en día domingo.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Domingo de la Undécima Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 7,36-50.8,1-3.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!".
Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él. "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados". Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?". Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
Comentario
Leí en alguna parte la historia de un niño de seis años llamado Luis, que se levantó muy temprano un domingo y viendo que sus papás todavía dormían, decidió prepararles unos pankakes para el desayuno. Se fue para la cocina, sacó un gran tazón y una cuchara de palo, acercó la silla a la mesa y buscó la harina entre la despensa. Al levantar la pesada bolsa de harina, para ponerla sobre la mesa, se le resbaló y comenzó el reguero más espantoso. Recogió con sus manitas todo lo que pudo de la harina y la fue colocando en el enorme tazón. El resto quedó desparramado entre la mesa, la silla y la despensa. Fue después a la nevera y sacó una caja de leche, tomó el frasco del azúcar y fue mezclando los ingredientes dentro del tazón. El resultado fue una mezcla pegajosa que empezaba a chorrear por los bordes.
Ya para ese momento, había harina regada por toda la cocina. Cada vez que el niño iba de un lugar a otro, dejaba las huellas de sus pequeños pies, marcados por todas partes. El gato iba lamiendo donde encontraba algo para saciar su hambre matutina y le ayudaba a Luisito a dejar pistas de sus pasos por toda la cocina. Cuando Luisito quiso comenzar a cocinar los pankakes, trató de bajar el tazón de la mesa para acercarlo a la estufa y terminó regando el resto de leche que quedaba entre la caja. Desistió de bajar el tazón y decidió acercar la sartén para ir poniendo algo de su mezcla en él. Cuando traía la sartén se resbaló con leche que se había derramado y quedó tirado en medio de la cocina, sintiendo que las cosas no estaban saliendo bien.
Ya para ese momento, se dio cuenta de que no sabía lo que seguía; si debía prender el horno o uno de los fogones… Y mucho menos cómo hacerlo sin quemarse. Ciertamente, quería hacer algo simpático para sorprender a sus papás, pero las cosas no estaban saliendo tan bien como él las había imaginado. Cuando miró otra vez hacia la mesa, su gatito estaba lamiendo el tazón, por lo que corrió a apartarlo, con tan mala suerte que se vino abajo el frasco del azúcar. Ya su pijama estaba completamente pegajosa y la mezcla para los pankakes ocupaba la mitad del piso de la cocina.
En ese momento vio a su papá de pie en la puerta. Dos grandes lágrimas se asomaron a sus ojos. El sólo quería hacer algo bueno, pero en realidad había causado un gran desastre. Estaba seguro de que su papá lo iba a castigar y muy posiblemente le iba a dar una buena paliza. Pero su papá sólo lo miraba en medio de aquel desorden, sin entender qué había pasado allí. Su papá, caminando por encima de todo aquello, se agachó y tomó a Luisito entre sus brazos, que ya estaba llorando, y le dio un gran abrazo lleno de amor, sin importarle cómo estaba quedando su propia pijama.
Dios nos trata así. Jesús se encuentra con una mujer de mala vida en la casa de Simón el fariseo. Ella “llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume. Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume”. Manifiesta con sus obras, un gran amor a Jesús. Lo expresa sin importarle lo que puedan decir los presentes. Y Jesús recibe estas expresiones de cariño con mucha libertad. Sabe que el anfitrión seguramente va a pensar mal de él, pero no le importa. De hecho, dice el evangelio que “El fariseo que había invitado a Jesús, al ver esto, pensó: “Si este hombre fuera de veras un profeta, se daría cuenta de qué clase de persona es esta que lo está tocando: una mujer de mala vida”.
Cuando Jesús se da cuenta de lo que está penando su anfitrión, le propone una comparación: “Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y como no le podían pagar, el prestamista les perdonó la deuda a los dos”. Después, Jesús le pregunta al fariseo: “¿cuál de ellos le amará más?” A lo que Simón respondió: “Me parece que el hombre a quien más le perdonó”. Y Jesús, con su intuición pedagógica, que primero hace morder el anzuelo y luego saca las consecuencias, le va mostrando cómo esta mujer demuestra más amor, porque se le ha perdonado más, mientras que él muestra poco amor, porque parece que se le ha perdonado menos…
Dios tiene en mucho los esfuerzos que hacemos por manifestarle nuestro amor. El amor que hemos dado y hemos sido capaces de expresar, es lo que tendrá en cuenta el Señor al final de nuestro camino. Aunque, a veces, por expresar nuestro amor, volvemos todo un desastre a nuestro alrededor. Pero Dios se acerca a nosotros, nos toma en sus brazos y nos regala su perdón, como el padre de Luisito, que se compadece de su pequeño hijo, que ha convertido la cocina de su casa en un verdadero desastre, por querer hacerle unos pankakes a sus papás en día domingo.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
sábado, 12 de junio de 2010
‘MARÍA CONSERVABA ESTAS COSAS EN SU CORAZÓN’
¡Amor y paz!
Ayer celebrábamos la solemnidad del Corazón de Jesús, del Amor. Propio de hijos bien nacidos es que hoy, junto al Hijo, encontremos a su Madre. El Papa Pío XII, muy sensible a la celebración del amor compartido entre el Hijo y la Madre, instituyó esta fiesta el año 1944.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado en que celebramos la memoria del Inmaculado Corazón de María.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 2,41-51.
Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Comentario
Hablar del corazón, y más hablar del corazón de una mujer bendita, es situarnos en un campo de esperanza. El lenguaje popular dice: "tiene un corazón de oro", "te lo digo de corazón", "es toda corazón". Corazón significa intimidad, vida interior, el motor y la raíz de la persona. En la Biblia, corazón es igual a la persona misma. El corazón de la Virgen María es representado con dos símbolos: la espada del dolor y del martirio y las llamas del amor y la ternura.
Con qué temblor apunta el evangelista: "Su madre conservaba todo esto en su corazón". Otro tanto se afirmaba en la Noche de Navidad. No se dice cómo era este corazón; pero si María, madre y formadora, hizo al de Jesús manso y humilde, Jesús, como Dios, hizo al de María, misericordioso y clemente.
Contemplar hoy a Nuestra Señora es mirar el misterio del hombre desde la luz que brota de María. Y decirse devoto del Corazón de María es ser hombre o mujer de corazón misericordioso, donde habita el amor y la ternura. Aquí es inconcebible cualquier integrismo o rigorismo moral, están fuera de sitio los corazones duros e inflexibles o los discursos retóricos y curialescos. La Iglesia es madre y maestra, pero maestra va delante.
Corazón es emoción, sentimiento y pasión. Sólo la palabra que sale del corazón y se dice de corazón puede llegar al corazón del otro. Lenguajes rutinarios, formalistas, abstractos no pueden ser los de un profeta porque nada dicen ni a nadie llegan.
Finalmente, cantar al Corazón de la Virgen María es adentrarse por el camino de la profundidad, de la contemplación, del silencio interior. Lo que guardaba y meditaba en su corazón nos señala la senda. Del hondo silencio brota la palabra insondable. "No se ve bien sino con el corazón (El Principito).
Así lo deseo para todos en esta fiesta. "Tener corazón" es la herencia y el regalo que nos ofrece hoy María. Por eso suplicamos: "Danos un corazón grande para amar".
Conrado Bueno Bueno
CLARETIANOS 2002
www.mercaba.org
Ayer celebrábamos la solemnidad del Corazón de Jesús, del Amor. Propio de hijos bien nacidos es que hoy, junto al Hijo, encontremos a su Madre. El Papa Pío XII, muy sensible a la celebración del amor compartido entre el Hijo y la Madre, instituyó esta fiesta el año 1944.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado en que celebramos la memoria del Inmaculado Corazón de María.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 2,41-51.
Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Comentario
Hablar del corazón, y más hablar del corazón de una mujer bendita, es situarnos en un campo de esperanza. El lenguaje popular dice: "tiene un corazón de oro", "te lo digo de corazón", "es toda corazón". Corazón significa intimidad, vida interior, el motor y la raíz de la persona. En la Biblia, corazón es igual a la persona misma. El corazón de la Virgen María es representado con dos símbolos: la espada del dolor y del martirio y las llamas del amor y la ternura.
Con qué temblor apunta el evangelista: "Su madre conservaba todo esto en su corazón". Otro tanto se afirmaba en la Noche de Navidad. No se dice cómo era este corazón; pero si María, madre y formadora, hizo al de Jesús manso y humilde, Jesús, como Dios, hizo al de María, misericordioso y clemente.
Contemplar hoy a Nuestra Señora es mirar el misterio del hombre desde la luz que brota de María. Y decirse devoto del Corazón de María es ser hombre o mujer de corazón misericordioso, donde habita el amor y la ternura. Aquí es inconcebible cualquier integrismo o rigorismo moral, están fuera de sitio los corazones duros e inflexibles o los discursos retóricos y curialescos. La Iglesia es madre y maestra, pero maestra va delante.
Corazón es emoción, sentimiento y pasión. Sólo la palabra que sale del corazón y se dice de corazón puede llegar al corazón del otro. Lenguajes rutinarios, formalistas, abstractos no pueden ser los de un profeta porque nada dicen ni a nadie llegan.
Finalmente, cantar al Corazón de la Virgen María es adentrarse por el camino de la profundidad, de la contemplación, del silencio interior. Lo que guardaba y meditaba en su corazón nos señala la senda. Del hondo silencio brota la palabra insondable. "No se ve bien sino con el corazón (El Principito).
Así lo deseo para todos en esta fiesta. "Tener corazón" es la herencia y el regalo que nos ofrece hoy María. Por eso suplicamos: "Danos un corazón grande para amar".
Conrado Bueno Bueno
CLARETIANOS 2002
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viernes, 11 de junio de 2010
AGRADEZCAMOS A DIOS, QUE ES AMOR, Y COMPROMETÁMONOS A AMAR
¡Amor y paz!
El Evangelio de hoy hace un énfasis necesario: nos hace ver cómo Jesús, que es la revelación del Padre, tiene un especial amor y predilección por todos y cada uno de nosotros. No hay persona, por sencilla y humilde que sea, que no reciba toda la atención e importancia por parte de Dios.
Eso lo debemos tener muy claro sobre todo en aquellas ocasiones en que estamos en crisis, en que nos afecta la enfermedad, o padecemos problemas económicos, o nos sentimos rechazados o incomprendidos. Aunque el mundo --al que tanto nos apegamos a veces-- nos dé la espalda, siempre estará Dios para acogernos, amarnos y comprendernos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes en que celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 15,3-7.
Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse".
Comentario
En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús no se habla expresamente en ningún texto del corazón, pero sí de esa forma especial de amor que solemos asociar con la idea de corazón. El evangelio lo muestra en toda su paradoja. Un buen pastor se preocupa de todo su rebaño por igual; por eso, ¿cómo puede comprenderse que el pastor del evangelio deje las noventa y nueve ovejas en el campo (en el desierto) y se preocupe sólo de la oveja descarriada? Está claro: aquí no se miden las consecuencias, no se calcula, no se piensa en el riesgo que supone dejar a la mayoría de las ovejas sin protección; únicamente se tiene ante los ojos el peligro que amenaza a una de ellas, como si sólo importara ésta. No se tienen en cuenta otras posibilidades. Para Dios no es indiferente si algunas personas se pierden, aunque se salve el grueso de la humanidad. Un corazón humano, que aquí se convierte en receptáculo del amor divino, no piensa así, sino que para él es importante cada hombre en particular, pues todo hombre es un destinatario irremplazable de su amor.
Los cristianos que celebran la festividad del Sagrado Corazón de Jesús no sospechan por lo general cuánto ama Dios a cada hombre. Tanto que algunos santos han llegado a decir que Cristo habría muerto también en la cruz si sólo hubiera tenido que salvar a una única persona. La idea nos parece un tanto descabellada, pero saca su justificación de la parábola de la oveja perdida. Y con no menos énfasis que la preocupación por la oveja descarriada se describe la alegría que se produce cuando se la encuentra. En todo caso se puede decir con seguridad que cada una de las noventa y nueve ovejas es amada por el Buen Pastor de la misma manera: todas ellas son los pecadores por los que Jesús muere en la cruz, no como masa anónima, sino como personas irrepetibles.
HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 257 s.
www.mercaba.org
El Evangelio de hoy hace un énfasis necesario: nos hace ver cómo Jesús, que es la revelación del Padre, tiene un especial amor y predilección por todos y cada uno de nosotros. No hay persona, por sencilla y humilde que sea, que no reciba toda la atención e importancia por parte de Dios.
Eso lo debemos tener muy claro sobre todo en aquellas ocasiones en que estamos en crisis, en que nos afecta la enfermedad, o padecemos problemas económicos, o nos sentimos rechazados o incomprendidos. Aunque el mundo --al que tanto nos apegamos a veces-- nos dé la espalda, siempre estará Dios para acogernos, amarnos y comprendernos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes en que celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 15,3-7.
Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse".
Comentario
En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús no se habla expresamente en ningún texto del corazón, pero sí de esa forma especial de amor que solemos asociar con la idea de corazón. El evangelio lo muestra en toda su paradoja. Un buen pastor se preocupa de todo su rebaño por igual; por eso, ¿cómo puede comprenderse que el pastor del evangelio deje las noventa y nueve ovejas en el campo (en el desierto) y se preocupe sólo de la oveja descarriada? Está claro: aquí no se miden las consecuencias, no se calcula, no se piensa en el riesgo que supone dejar a la mayoría de las ovejas sin protección; únicamente se tiene ante los ojos el peligro que amenaza a una de ellas, como si sólo importara ésta. No se tienen en cuenta otras posibilidades. Para Dios no es indiferente si algunas personas se pierden, aunque se salve el grueso de la humanidad. Un corazón humano, que aquí se convierte en receptáculo del amor divino, no piensa así, sino que para él es importante cada hombre en particular, pues todo hombre es un destinatario irremplazable de su amor.
Los cristianos que celebran la festividad del Sagrado Corazón de Jesús no sospechan por lo general cuánto ama Dios a cada hombre. Tanto que algunos santos han llegado a decir que Cristo habría muerto también en la cruz si sólo hubiera tenido que salvar a una única persona. La idea nos parece un tanto descabellada, pero saca su justificación de la parábola de la oveja perdida. Y con no menos énfasis que la preocupación por la oveja descarriada se describe la alegría que se produce cuando se la encuentra. En todo caso se puede decir con seguridad que cada una de las noventa y nueve ovejas es amada por el Buen Pastor de la misma manera: todas ellas son los pecadores por los que Jesús muere en la cruz, no como masa anónima, sino como personas irrepetibles.
HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 257 s.
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jueves, 10 de junio de 2010
'VE PRIMERO A RECONCILIARTE CON TU HERMANO’
¡Amor y paz!
Este blog y, sobre todo, este Movimiento, tienen el nombre de FRATRES, que en latín significa ‘hermanos’. El objetivo es contribuir a rescatar la fraternidad cristiana. Así que nuestra búsqueda de fraternidad comienza por reconocer y denunciar el tremendo deterioro al que están sometidas nuestras relaciones humanas. Estamos más entrenados para competir que educados para convivir. Por eso invitamos diariamente a leer y meditar la Palabra de Dios, convencidos de que ésta es la mejor brújula para orientarnos y salir de esta época en que tanto escasean el amor y la fe.
Jesús sigue reinterpretando la ley de Moisés y hoy va más allá del ‘no matarás’ para advertir que el respeto por la vida implica también el respeto de la dignidad humana y de todos los derechos fundamentales. Es que hoy también se ‘mata’ cuando se hacen oídos sordos al clamor de los desamparados, de los pobres, de los enfermos y de los excluidos, no solo de pan, de techo y salud sino también de afecto.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la X Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Comentario
La cuarta parte de la población de la tierra no tiene acceso al agua potable en condiciones de salubridad. Dos mil millones de personas no saben leer. Las naciones pobres poseen en la actualidad el 3.5%. de la riqueza mundial. Los países ricos tienen aproximadamente la cuarta parte de la población del mundo (25%), pero consumen el 70% por ciento de la energía mundial, el 75% de los metales, el 85% de la madera y el 60% de los alimentos. 500 millones de personas sufren a diario los peligros de la guerra, la cárcel, la tortura o las punzadas de la inanición.
Por eso es urgente que la humanidad se reconcilie, que nos armemos de sensatez y cordura y pongamos en práctica el mensaje de Jesús para frenar esta escalada de desamor que lleva a la inmensa mayoría de la población de la tierra a la marginación y a la muerte. Es necesario reconciliarse con el hermano y que los países se hermanen; reconciliación individual, comunitaria, nacional e internacional. Un primer paso –que se recomienda en el Antiguo Testamento como elemental- sería un gran paso: no matarás. Esto es, no acabarás con la vida de tu hermano. Poner fin a la guerra no sería poca cosa en un mundo en el que hay casi 500 conflictos bélicos activos. Pero Jesús es más exigente: hay muchos pequeños pasos que conducen a irle quitando la vida al otro: tratarlo con coraje, insultarlo, llamarlo renegado... en definitiva, no hacer el esfuerzo de ponerse a su nivel y comprenderlo.
Para Jesús la reconciliación es tarea prioritaria: está antes que el culto a Dios, que ir a misa , antes que rezar, porque el proyecto de Dios sobre la humanidad no es otro sino hacer de ella un mundo de hermanos donde todos puedan llamar a Dios Padre. Una sociedad nueva donde rijan las relaciones humanas propias del amor mutuo. Nosotros, sin embargo, hemos hecho del universo un mundo de locos.
Servicio Bíblico Latinoamericano
www.mercaba.org
Este blog y, sobre todo, este Movimiento, tienen el nombre de FRATRES, que en latín significa ‘hermanos’. El objetivo es contribuir a rescatar la fraternidad cristiana. Así que nuestra búsqueda de fraternidad comienza por reconocer y denunciar el tremendo deterioro al que están sometidas nuestras relaciones humanas. Estamos más entrenados para competir que educados para convivir. Por eso invitamos diariamente a leer y meditar la Palabra de Dios, convencidos de que ésta es la mejor brújula para orientarnos y salir de esta época en que tanto escasean el amor y la fe.
Jesús sigue reinterpretando la ley de Moisés y hoy va más allá del ‘no matarás’ para advertir que el respeto por la vida implica también el respeto de la dignidad humana y de todos los derechos fundamentales. Es que hoy también se ‘mata’ cuando se hacen oídos sordos al clamor de los desamparados, de los pobres, de los enfermos y de los excluidos, no solo de pan, de techo y salud sino también de afecto.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la X Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Comentario
La cuarta parte de la población de la tierra no tiene acceso al agua potable en condiciones de salubridad. Dos mil millones de personas no saben leer. Las naciones pobres poseen en la actualidad el 3.5%. de la riqueza mundial. Los países ricos tienen aproximadamente la cuarta parte de la población del mundo (25%), pero consumen el 70% por ciento de la energía mundial, el 75% de los metales, el 85% de la madera y el 60% de los alimentos. 500 millones de personas sufren a diario los peligros de la guerra, la cárcel, la tortura o las punzadas de la inanición.
Por eso es urgente que la humanidad se reconcilie, que nos armemos de sensatez y cordura y pongamos en práctica el mensaje de Jesús para frenar esta escalada de desamor que lleva a la inmensa mayoría de la población de la tierra a la marginación y a la muerte. Es necesario reconciliarse con el hermano y que los países se hermanen; reconciliación individual, comunitaria, nacional e internacional. Un primer paso –que se recomienda en el Antiguo Testamento como elemental- sería un gran paso: no matarás. Esto es, no acabarás con la vida de tu hermano. Poner fin a la guerra no sería poca cosa en un mundo en el que hay casi 500 conflictos bélicos activos. Pero Jesús es más exigente: hay muchos pequeños pasos que conducen a irle quitando la vida al otro: tratarlo con coraje, insultarlo, llamarlo renegado... en definitiva, no hacer el esfuerzo de ponerse a su nivel y comprenderlo.
Para Jesús la reconciliación es tarea prioritaria: está antes que el culto a Dios, que ir a misa , antes que rezar, porque el proyecto de Dios sobre la humanidad no es otro sino hacer de ella un mundo de hermanos donde todos puedan llamar a Dios Padre. Una sociedad nueva donde rijan las relaciones humanas propias del amor mutuo. Nosotros, sin embargo, hemos hecho del universo un mundo de locos.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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miércoles, 9 de junio de 2010
LA LEY DE DIOS ES EXIGENTE, PERO ÉL DA LOS MEDIOS
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la X Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,17-19.
No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Comentario
No deja de asombrarme que, en las sociedades modernas, cuanto más se pavonean de conquistar la libertad, se hace más necesario el legislar sobre todo. Hay leyes para todo: la alimentación, el tabaco, la vivienda, la educación, la familia, la compra y la venta, los deportes, los parques, el tráfico…, y eso sin tener en cuenta lo que llaman las “leyes de la moda,” “leyes sociales,” y un largo etcétera.
Si buscas la palabra “ley” en Google aparecen diez millones y medio de resultados. ¡Riéte tú de los preceptos de la Torah!. Hay leyes fundamentales y leyes absurdas, leyes que derogan otras leyes y leyes que crean nuevas leyes. Un lío.
“No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir sino a dar plenitud.” Cuando veo el despacho de uno de mis hermanos -que es abogado-, me doy cuenta que los cristianos no tenemos casi leyes. A veces me cuesta encontrar el Código de Derecho Canónico en mi estantería.
Los doctos en derecho se afanan en descubrir el espíritu de la ley, eso suele ser peligrosísimo pues acaban justificando lo injustificable, o dando la vuelta a lo que la ley dice. De ahí viene el dicho de que “quien hizo la ley, hizo la trampa.” Si la ley de Dios fuese sólo palabras seguro que ya habríamos encontrado la manera de deshacernos del legislador, pero “Dios nos ha capacitado para ser servidores de una alianza nueva: no basada en la pura letra, sino en el Espíritu, porque la pura letra mata y, en cambio, el Espíritu da la vida.” Por eso no se puede manejar a nuestro antojo la Ley de Dios.
Tristemente he conocido a muchos sacerdotes y fieles que han buscando continuamente el espíritu de la ley, es decir, la han retorcido, doblado, moldeado y deformado hasta que ha dicho lo que ellos querían que dijese. Os podéis imaginar lo difícil que resulta volver una conciencia que ha sido así de retorcida a su ser.
Cuando se ha enseñado que la confesión no es necesaria, que comulgar es participar en la comida de la comunidad, que la Iglesia es una sociedad humana machista y retorcida que impide que crezca la creatividad, que la sexualidad no entra dentro de la moral cristiana, etc., predicar en el día de hoy se puede quedar en un canto al amor (sin explicar demasiado que es eso del amor), como ley fundamental para conseguir una homilía vacía, insulsa y sin sentido.
La ley del Espíritu es la ley que fue inspirada en las Sagradas Escrituras, la que la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, nos enseña. Todos en la vida tenemos derecho a hacer tonterías y a que nos engañen. Pero cuando se descubre la maravilla de la ley de Dios, del perdón y la misericordia que la Iglesia derrama a manos llenas, el respeto y la delicadeza que se tiene por toda persona, la profundidad de la reflexión de la Iglesia, entonces, esa especie de fascinación que provocan los seudo-moralistas se desvanece, “el resplandor aquel ya no es resplandor, eclipsado por esta gloria incomparable.”
Cuántas personas he visto que en los años 70 y 80 (del siglo pasado), aprendieron lo que llamaban “la nueva moral” -repleta de errores viejísimos-, y han acabado tristes, amargados, autoritarios, sólo les queda la fuerza de la ley que ellos mismos van creando e imponen a los demás, y eso siempre que no hayan abandonado la fe. Se vuelven rencorosos, desconfiados y sin que se les caiga de la boca la palabra “comunidad” se aíslan en su gheto del resto de la sociedad. En pocas palabras: se vuelven raros.
Sin embargo, la ley de Dios nos da altura, profundidad y perspectiva. Acoge siempre pues comprende a los pecadores, perdona siempre pues es la misericordia infinita de Dios la que trasmite. Es exigente pero da los medios, la Gracia de Dios, para vivirla y, cuanto más nos metemos en Dios, los obstáculos que pensábamos insalvables se convierten en anécdotas ya superadas pues nadie se pone a comer barro teniendo delante un manjar.
Santa María cumplió la ley entera y “es grande en el Reino de los Cielos” la más grande. Pídele hoy que te enseñe el “resplandor de lo permanente” y olvídate de tontas justificaciones, de tanta letra muerta.
Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid
www.homilética.org
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la X Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,17-19.
No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Comentario
No deja de asombrarme que, en las sociedades modernas, cuanto más se pavonean de conquistar la libertad, se hace más necesario el legislar sobre todo. Hay leyes para todo: la alimentación, el tabaco, la vivienda, la educación, la familia, la compra y la venta, los deportes, los parques, el tráfico…, y eso sin tener en cuenta lo que llaman las “leyes de la moda,” “leyes sociales,” y un largo etcétera.
Si buscas la palabra “ley” en Google aparecen diez millones y medio de resultados. ¡Riéte tú de los preceptos de la Torah!. Hay leyes fundamentales y leyes absurdas, leyes que derogan otras leyes y leyes que crean nuevas leyes. Un lío.
“No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir sino a dar plenitud.” Cuando veo el despacho de uno de mis hermanos -que es abogado-, me doy cuenta que los cristianos no tenemos casi leyes. A veces me cuesta encontrar el Código de Derecho Canónico en mi estantería.
Los doctos en derecho se afanan en descubrir el espíritu de la ley, eso suele ser peligrosísimo pues acaban justificando lo injustificable, o dando la vuelta a lo que la ley dice. De ahí viene el dicho de que “quien hizo la ley, hizo la trampa.” Si la ley de Dios fuese sólo palabras seguro que ya habríamos encontrado la manera de deshacernos del legislador, pero “Dios nos ha capacitado para ser servidores de una alianza nueva: no basada en la pura letra, sino en el Espíritu, porque la pura letra mata y, en cambio, el Espíritu da la vida.” Por eso no se puede manejar a nuestro antojo la Ley de Dios.
Tristemente he conocido a muchos sacerdotes y fieles que han buscando continuamente el espíritu de la ley, es decir, la han retorcido, doblado, moldeado y deformado hasta que ha dicho lo que ellos querían que dijese. Os podéis imaginar lo difícil que resulta volver una conciencia que ha sido así de retorcida a su ser.
Cuando se ha enseñado que la confesión no es necesaria, que comulgar es participar en la comida de la comunidad, que la Iglesia es una sociedad humana machista y retorcida que impide que crezca la creatividad, que la sexualidad no entra dentro de la moral cristiana, etc., predicar en el día de hoy se puede quedar en un canto al amor (sin explicar demasiado que es eso del amor), como ley fundamental para conseguir una homilía vacía, insulsa y sin sentido.
La ley del Espíritu es la ley que fue inspirada en las Sagradas Escrituras, la que la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, nos enseña. Todos en la vida tenemos derecho a hacer tonterías y a que nos engañen. Pero cuando se descubre la maravilla de la ley de Dios, del perdón y la misericordia que la Iglesia derrama a manos llenas, el respeto y la delicadeza que se tiene por toda persona, la profundidad de la reflexión de la Iglesia, entonces, esa especie de fascinación que provocan los seudo-moralistas se desvanece, “el resplandor aquel ya no es resplandor, eclipsado por esta gloria incomparable.”
Cuántas personas he visto que en los años 70 y 80 (del siglo pasado), aprendieron lo que llamaban “la nueva moral” -repleta de errores viejísimos-, y han acabado tristes, amargados, autoritarios, sólo les queda la fuerza de la ley que ellos mismos van creando e imponen a los demás, y eso siempre que no hayan abandonado la fe. Se vuelven rencorosos, desconfiados y sin que se les caiga de la boca la palabra “comunidad” se aíslan en su gheto del resto de la sociedad. En pocas palabras: se vuelven raros.
Sin embargo, la ley de Dios nos da altura, profundidad y perspectiva. Acoge siempre pues comprende a los pecadores, perdona siempre pues es la misericordia infinita de Dios la que trasmite. Es exigente pero da los medios, la Gracia de Dios, para vivirla y, cuanto más nos metemos en Dios, los obstáculos que pensábamos insalvables se convierten en anécdotas ya superadas pues nadie se pone a comer barro teniendo delante un manjar.
Santa María cumplió la ley entera y “es grande en el Reino de los Cielos” la más grande. Pídele hoy que te enseñe el “resplandor de lo permanente” y olvídate de tontas justificaciones, de tanta letra muerta.
Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid
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martes, 8 de junio de 2010
«USTEDES SON SAL DE LA TIERRA Y LUZ DEL MUNDO»
¡Amor y paz!
Después del Sermón de la Montaña o de las Bienaventuranzas, Jesús invita a sus discípulos a ser luz del mundo y sal de la tierra. ¿Pero –advierte—si la sal se corrompe, si pierde su sabor? Ya no sirve para nada, responde Él mismo.
La corrupción es, de seguro, el peor mal que sufre la sociedad actual. De ella se derivan o por ella se agravan otros males como la violencia y la pobreza. Por eso es lo primero que hay que derrotar. El verdadero cristiano no debe cohonestar(*) ni complacerse con la corrupción: debe denunciarla.
Si quien ha sido elegido para gobernar se corrompe y resuelve recurrir a mecanismos ‘non sanctos’ para conservar el poder … Si quienes están llamados a dar ejemplo se corrompen… Si quienes deben combatir el delito recurren al delito… En fin, la lista es larga, pero la respuesta es la misma.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Martes de la X Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,13-16.
Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
Comentario
a) Después de las bienaventuranzas, Jesús empieza su desarrollo sobre el estilo de vida que quiere de sus discípulos. Hoy emplea tres comparaciones para hacerles entender qué papel les toca jugar en medio de la sociedad.
Deben ser como la sal. La sal condimenta y da gusto a la comida (si no nos la ha prohibido el médico). Sirve para evitar la corrupción de los alimentos (lo que ahora hacen las cámaras frigoríficas). Y también es símbolo de la sabiduría.
Deben ser como la luz., que alumbre el camino, que responda a las preguntas y las dudas, que disipe la oscuridad de tantos que padecen ceguera o se mueven en la oscuridad.
Deben ser como una ciudad puesta en lo alto de la colina, que guíe a los que andan buscando camino por el descampado, que ofrezca un punto de referencia para la noche y cobijo para los viajeros. Una ciudad como Jerusalén que ya desde lejos, alegra a los peregrinos con su vista.
b) Va por nosotros. Hoy y aquí. Nuestra fe, y la vida que Dios nos comunica, no deben quedar en nosotros mismos: deben, de alguna manera, repercutir en bien de los demás.
Se nos dice que debemos ser sal en el mundo, que sepamos dar gusto y sentido a la vida. Que contagiemos sabiduría, o sea, el gusto de Dios y, a la vez, el sabor humano, sinónimo de esperanza, de amabilidad y de humor. Que seamos personas que contagian felicidad y visión optimista de la vida (en otra ocasión dijo Jesús: «tened sal en vosotros y tened paz unos con otros», Mc 9,50). Como la sal, debemos también preservar de la corrupción, siendo una voz profética de denuncia, si hace falta, en medio de la sociedad (se nos invita a ser sal, no azúcar).
Se nos pide que seamos luz para los demás. El que dijo que era la Luz verdadera, con mayúscula, aquí nos dice a sus seguidores que seamos luz, con minúscula. Que, iluminados por él, seamos iluminadores de los demás. Todos sabemos qué clase de cegueras y penumbras y oscuridades reinan en este mundo, y también dentro de nuestros mismos ambientes familiares o religiosos. Quién más quién menos, todos necesitamos a alguien que encienda una luz a nuestro lado para no tropezar ni caminar a tientas. El día de nuestro Bautismo se encendió una vela del Cirio pascual de Cristo.
Cada año, en la Vigilia Pascual, tomamos esa vela encendida en la mano. Es la luz que debe brillar en nuestra vida de cristianos, la luz del testimonio, de la palabra oportuna, de la entrega generosa. No se nos ha dicho que seamos lumbreras, sino luz. No se espera de nosotros que deslumbremos, sino que alumbremos. Hay personas que lucen mucho e iluminan poco.
Se nos dice, finalmente, que seamos como una ciudad puesta en lo alto de un monte, como punto de referencia que guía y ofrece cobijo. Esto lo aplica la Plegaria Eucarística II de la Reconciliación a la comunidad eclesial: «la Iglesia resplandezca en medio de los hombres como signo de unidad e instrumento de tu paz»; y la Plegaria V b: «que tu Iglesia sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando». Pero también se pide eso mismo de las familias y las comunidades cristianas. Qué hermoso el testimonio de aquellas casas que están siempre abiertas, disponibles, para niños y mayores, parientes o vecinos. Cada vez no les darán de cenar, pero sí, caras acogedoras y una mano tendida.
¿Somos de verdad sal que da sabor en medio de un mundo soso, luz que alumbra el camino a los que andan a oscuras, ciudad que ofrece casa y refugio a los que se encuentran perdidos?
(*) Cohonestar: disculpar, encubrir, excusar, simular, disimular, disfrazar, atenuar, paliar
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 15-19
www.mercaba.org
Después del Sermón de la Montaña o de las Bienaventuranzas, Jesús invita a sus discípulos a ser luz del mundo y sal de la tierra. ¿Pero –advierte—si la sal se corrompe, si pierde su sabor? Ya no sirve para nada, responde Él mismo.
La corrupción es, de seguro, el peor mal que sufre la sociedad actual. De ella se derivan o por ella se agravan otros males como la violencia y la pobreza. Por eso es lo primero que hay que derrotar. El verdadero cristiano no debe cohonestar(*) ni complacerse con la corrupción: debe denunciarla.
Si quien ha sido elegido para gobernar se corrompe y resuelve recurrir a mecanismos ‘non sanctos’ para conservar el poder … Si quienes están llamados a dar ejemplo se corrompen… Si quienes deben combatir el delito recurren al delito… En fin, la lista es larga, pero la respuesta es la misma.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Martes de la X Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,13-16.
Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
Comentario
a) Después de las bienaventuranzas, Jesús empieza su desarrollo sobre el estilo de vida que quiere de sus discípulos. Hoy emplea tres comparaciones para hacerles entender qué papel les toca jugar en medio de la sociedad.
Deben ser como la sal. La sal condimenta y da gusto a la comida (si no nos la ha prohibido el médico). Sirve para evitar la corrupción de los alimentos (lo que ahora hacen las cámaras frigoríficas). Y también es símbolo de la sabiduría.
Deben ser como la luz., que alumbre el camino, que responda a las preguntas y las dudas, que disipe la oscuridad de tantos que padecen ceguera o se mueven en la oscuridad.
Deben ser como una ciudad puesta en lo alto de la colina, que guíe a los que andan buscando camino por el descampado, que ofrezca un punto de referencia para la noche y cobijo para los viajeros. Una ciudad como Jerusalén que ya desde lejos, alegra a los peregrinos con su vista.
b) Va por nosotros. Hoy y aquí. Nuestra fe, y la vida que Dios nos comunica, no deben quedar en nosotros mismos: deben, de alguna manera, repercutir en bien de los demás.
Se nos dice que debemos ser sal en el mundo, que sepamos dar gusto y sentido a la vida. Que contagiemos sabiduría, o sea, el gusto de Dios y, a la vez, el sabor humano, sinónimo de esperanza, de amabilidad y de humor. Que seamos personas que contagian felicidad y visión optimista de la vida (en otra ocasión dijo Jesús: «tened sal en vosotros y tened paz unos con otros», Mc 9,50). Como la sal, debemos también preservar de la corrupción, siendo una voz profética de denuncia, si hace falta, en medio de la sociedad (se nos invita a ser sal, no azúcar).
Se nos pide que seamos luz para los demás. El que dijo que era la Luz verdadera, con mayúscula, aquí nos dice a sus seguidores que seamos luz, con minúscula. Que, iluminados por él, seamos iluminadores de los demás. Todos sabemos qué clase de cegueras y penumbras y oscuridades reinan en este mundo, y también dentro de nuestros mismos ambientes familiares o religiosos. Quién más quién menos, todos necesitamos a alguien que encienda una luz a nuestro lado para no tropezar ni caminar a tientas. El día de nuestro Bautismo se encendió una vela del Cirio pascual de Cristo.
Cada año, en la Vigilia Pascual, tomamos esa vela encendida en la mano. Es la luz que debe brillar en nuestra vida de cristianos, la luz del testimonio, de la palabra oportuna, de la entrega generosa. No se nos ha dicho que seamos lumbreras, sino luz. No se espera de nosotros que deslumbremos, sino que alumbremos. Hay personas que lucen mucho e iluminan poco.
Se nos dice, finalmente, que seamos como una ciudad puesta en lo alto de un monte, como punto de referencia que guía y ofrece cobijo. Esto lo aplica la Plegaria Eucarística II de la Reconciliación a la comunidad eclesial: «la Iglesia resplandezca en medio de los hombres como signo de unidad e instrumento de tu paz»; y la Plegaria V b: «que tu Iglesia sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando». Pero también se pide eso mismo de las familias y las comunidades cristianas. Qué hermoso el testimonio de aquellas casas que están siempre abiertas, disponibles, para niños y mayores, parientes o vecinos. Cada vez no les darán de cenar, pero sí, caras acogedoras y una mano tendida.
¿Somos de verdad sal que da sabor en medio de un mundo soso, luz que alumbra el camino a los que andan a oscuras, ciudad que ofrece casa y refugio a los que se encuentran perdidos?
(*) Cohonestar: disculpar, encubrir, excusar, simular, disimular, disfrazar, atenuar, paliar
J. ALDAZABAL
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lunes, 7 de junio de 2010
JESÚS NOS PROPONE EL VERDADERO CAMINO HACIA LA FELICIDAD
¡Amor y paz!
Durante tres meses el evangelio de san Mateo guiará nuestro encuentro con Jesús. Comenzamos en el capítulo quinto porque los cuatro primeros se leyeron en tiempo de Navidad y Cuaresma.
A diferencia de san Marcos, que relata principalmente "hechos" vividos por Jesús, san Mateo relata muchas "palabras" de Jesús, que agrupó en cinco grandes discursos: 1. Sermón de la montaña (5 a 7). 2. Consignas para la "misión (10). 3. Parábolas del Reino (13). 4. Lecciones de vida comunitaria (18). 5. Discurso escatológico (24 y 25).
El primer gran discurso comienza hoy con la insistencia en la palabra: ‘felices’ o ‘dichosos’ o ‘bienaventurados’. Es a la felicidad hacia donde nos conduce el plan de Dios que nos comunica Jesús y que algunos se empeñan en buscar por otros medios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la X
Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,1-12.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
Comentario
a) Empezamos bien, con las bienaventuranzas, la «carta magna» del Reino. Jesús anuncia ocho veces a sus seguidores la felicidad, el camino hacia el proyecto de Dios, que siempre ha sido proyecto de vida y de felicidad. Como Moisés, desde el monte Sinaí, anunció de parte de Dios el decálogo de la Alianza a su pueblo, ahora Jesús, el nuevo y definitivo Moisés, en la montaña propone su nuevo código de vida.
Ahora bien: este camino que nos enseña Jesús es en verdad paradójico: llama felices a los pobres, a los humildes, a los de corazón misericordioso, a los que trabajan por la paz, a los que lloran y son perseguidos, a los limpios de corazón. Naturalmente, la felicidad no está en la misma pobreza o en las lágrimas o en la persecución. Sino en lo que esta actitud de apertura y de sencillez representa y en el premio que Jesús promete.
Los que son llamados bienaventurados por Jesús son los «pobres de Yahvé» del AT, los que no son autosuficientes, los que no se apoyan en sí mismos, sino en Dios. A los que quieran seguir este camino, Jesús les promete el Reino, y ser hijos de Dios, y poseer la tierra.
b) Todos buscamos la felicidad. Pero, en medio de un mundo agobiado por malas noticias y búsquedas insatisfechas, Jesús nos la promete por caminos muy distintos de los de este mundo. La sociedad en que vivimos llama dichosos a los ricos, a los que tienen éxito, a los que ríen, a los que consiguen satisfacer sus deseos. Lo que cuenta en este mundo es pertenecer a los VIP, a los importantes, mientras que las preferencias de Dios van a los humildes, los sencillos y los pobres de corazón.
La propuesta de Jesús es revolucionaria, sencilla y profunda, gozosa y exigente. Se podría decir que el único que la ha llevado a cabo en plenitud es él mismo: él es el pobre, el que crea paz, el misericordioso, el limpio de corazón, el perseguido. Y, ahora, está glorificado como Señor, en la felicidad plena.
Desde hace dos mil años, se propone este programa a los que quieran seguirle, jóvenes y mayores, si quieren alcanzar la felicidad verdadera y cambiar la situación del mundo. Las bienaventuranzas no son tanto un código de deberes, sino el anuncio de dónde está el tesoro escondido por el que vale la pena renunciar a todo. Más que un programa de moral, son el retrato de cómo es Dios, de cómo es Jesús, a qué le dan importancia ellos, cómo nos ofrecen su salvación. Además, no son promesa; son, ya, felicitación.
Pensemos hoy un momento si estamos tomando en serio esta propuesta: ¿creemos y seguimos las bienaventuranzas de Jesús o nos llaman más la atención las de este mundo? Si no acabamos de ser felices, ¿no será porque no somos pobres, sencillos de corazón, misericordiosos, pacíficos, abiertos a Dios y al prójimo?
Empezamos el evangelio de Mateo oyendo la bienaventuranza de los sencillos y los misericordiosos, y lo terminaremos escuchando, en el capítulo 25, el éxito final de los que han dado de comer y visitado a los enfermos. Resulta que las bienaventuranzas son el criterio de autenticidad cristiana y de la entrada en el Reino.
J. ALDAZABAL
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Durante tres meses el evangelio de san Mateo guiará nuestro encuentro con Jesús. Comenzamos en el capítulo quinto porque los cuatro primeros se leyeron en tiempo de Navidad y Cuaresma.
A diferencia de san Marcos, que relata principalmente "hechos" vividos por Jesús, san Mateo relata muchas "palabras" de Jesús, que agrupó en cinco grandes discursos: 1. Sermón de la montaña (5 a 7). 2. Consignas para la "misión (10). 3. Parábolas del Reino (13). 4. Lecciones de vida comunitaria (18). 5. Discurso escatológico (24 y 25).
El primer gran discurso comienza hoy con la insistencia en la palabra: ‘felices’ o ‘dichosos’ o ‘bienaventurados’. Es a la felicidad hacia donde nos conduce el plan de Dios que nos comunica Jesús y que algunos se empeñan en buscar por otros medios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la X
Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,1-12.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
Comentario
a) Empezamos bien, con las bienaventuranzas, la «carta magna» del Reino. Jesús anuncia ocho veces a sus seguidores la felicidad, el camino hacia el proyecto de Dios, que siempre ha sido proyecto de vida y de felicidad. Como Moisés, desde el monte Sinaí, anunció de parte de Dios el decálogo de la Alianza a su pueblo, ahora Jesús, el nuevo y definitivo Moisés, en la montaña propone su nuevo código de vida.
Ahora bien: este camino que nos enseña Jesús es en verdad paradójico: llama felices a los pobres, a los humildes, a los de corazón misericordioso, a los que trabajan por la paz, a los que lloran y son perseguidos, a los limpios de corazón. Naturalmente, la felicidad no está en la misma pobreza o en las lágrimas o en la persecución. Sino en lo que esta actitud de apertura y de sencillez representa y en el premio que Jesús promete.
Los que son llamados bienaventurados por Jesús son los «pobres de Yahvé» del AT, los que no son autosuficientes, los que no se apoyan en sí mismos, sino en Dios. A los que quieran seguir este camino, Jesús les promete el Reino, y ser hijos de Dios, y poseer la tierra.
b) Todos buscamos la felicidad. Pero, en medio de un mundo agobiado por malas noticias y búsquedas insatisfechas, Jesús nos la promete por caminos muy distintos de los de este mundo. La sociedad en que vivimos llama dichosos a los ricos, a los que tienen éxito, a los que ríen, a los que consiguen satisfacer sus deseos. Lo que cuenta en este mundo es pertenecer a los VIP, a los importantes, mientras que las preferencias de Dios van a los humildes, los sencillos y los pobres de corazón.
La propuesta de Jesús es revolucionaria, sencilla y profunda, gozosa y exigente. Se podría decir que el único que la ha llevado a cabo en plenitud es él mismo: él es el pobre, el que crea paz, el misericordioso, el limpio de corazón, el perseguido. Y, ahora, está glorificado como Señor, en la felicidad plena.
Desde hace dos mil años, se propone este programa a los que quieran seguirle, jóvenes y mayores, si quieren alcanzar la felicidad verdadera y cambiar la situación del mundo. Las bienaventuranzas no son tanto un código de deberes, sino el anuncio de dónde está el tesoro escondido por el que vale la pena renunciar a todo. Más que un programa de moral, son el retrato de cómo es Dios, de cómo es Jesús, a qué le dan importancia ellos, cómo nos ofrecen su salvación. Además, no son promesa; son, ya, felicitación.
Pensemos hoy un momento si estamos tomando en serio esta propuesta: ¿creemos y seguimos las bienaventuranzas de Jesús o nos llaman más la atención las de este mundo? Si no acabamos de ser felices, ¿no será porque no somos pobres, sencillos de corazón, misericordiosos, pacíficos, abiertos a Dios y al prójimo?
Empezamos el evangelio de Mateo oyendo la bienaventuranza de los sencillos y los misericordiosos, y lo terminaremos escuchando, en el capítulo 25, el éxito final de los que han dado de comer y visitado a los enfermos. Resulta que las bienaventuranzas son el criterio de autenticidad cristiana y de la entrada en el Reino.
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domingo, 6 de junio de 2010
LA EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA FRATERNIDAD
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo en que celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 9, 11 - 17
11Pero las gentes lo supieron, y le siguieron; y él, acogiéndolas, les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. 12Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.
13El les dijo: Dadles vosotros de comer. Pero ellos respondieron: No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente. 14Pues había como 5.000 hombres. El dijo a sus discípulos: Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta. 15Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos. 16Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. 17Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.
Comentario
Hoy la liturgia nos regala la oportunidad de reconocer a Jesús vivo y presente en el pan eucarístico, es la fiesta de su Cuerpo y de su Sangre, el alimento de vida eterna que los cristianos debemos recibir y adorar con profundo cariño.
El Evangelio de Lucas nos ayuda a tomar conciencia de este maravilloso don, pues la multiplicación de los panes que se reparten a la gente es reflejo de la Eucaristía donde la comunidad cristiana anuncia la muerte y resurrección del Señor y asume un compromiso solidario en el compartir el pan, la vida y el amor.
El pan es repartido a los pobres de Dios y a los necesitados del mundo pero en fraternidad. Del gesto del Señor debemos sacar como lección que la Eucaristía nos debe llevar a un compromiso por los pobres, por tanto, debe ser asumido por toda la comunidad cristiana que celebra la Cena del Señor.
Nosotros no podemos realizar el prodigio de multiplicar los panes, pero sí podemos repartir lo nuestro con los demás, tenemos tanto amor, tanto cariño que multiplicar, practicando la solidaridad con los más desheredados. Cada uno desde sus posibilidades y quizá hasta de su propia pobreza; ihay tanta necesidad!: de alimento, de vivienda, de trabajo, de cultura, de religión, de dignidad personal y derechos humanos, del calor familiar, de una mano amiga...
Si no fuera así hemos caído en la rutina de la misa dominical; hagámonos conscientes: hoy en el "Día de la Caridad" Dios nos ha amado tanto que se ha quedado en el pan eucarístico para que descubramos cuánto nos ama y cómo debemos amar a los hermanos.
Hoy al decir Amén, después de comulgar "El Cuerpo de Cristo" recordemos que nuestra respuesta debe ser un sí rotundo al amor fraterno del cual la eucaristía debe ser ante los demás un signo visible y eficaz.
C. E. de Liturgia
Perú
www.mercaba.org
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo en que celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 9, 11 - 17
11Pero las gentes lo supieron, y le siguieron; y él, acogiéndolas, les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. 12Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.
13El les dijo: Dadles vosotros de comer. Pero ellos respondieron: No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente. 14Pues había como 5.000 hombres. El dijo a sus discípulos: Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta. 15Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos. 16Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. 17Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.
Comentario
Hoy la liturgia nos regala la oportunidad de reconocer a Jesús vivo y presente en el pan eucarístico, es la fiesta de su Cuerpo y de su Sangre, el alimento de vida eterna que los cristianos debemos recibir y adorar con profundo cariño.
El Evangelio de Lucas nos ayuda a tomar conciencia de este maravilloso don, pues la multiplicación de los panes que se reparten a la gente es reflejo de la Eucaristía donde la comunidad cristiana anuncia la muerte y resurrección del Señor y asume un compromiso solidario en el compartir el pan, la vida y el amor.
El pan es repartido a los pobres de Dios y a los necesitados del mundo pero en fraternidad. Del gesto del Señor debemos sacar como lección que la Eucaristía nos debe llevar a un compromiso por los pobres, por tanto, debe ser asumido por toda la comunidad cristiana que celebra la Cena del Señor.
Nosotros no podemos realizar el prodigio de multiplicar los panes, pero sí podemos repartir lo nuestro con los demás, tenemos tanto amor, tanto cariño que multiplicar, practicando la solidaridad con los más desheredados. Cada uno desde sus posibilidades y quizá hasta de su propia pobreza; ihay tanta necesidad!: de alimento, de vivienda, de trabajo, de cultura, de religión, de dignidad personal y derechos humanos, del calor familiar, de una mano amiga...
Si no fuera así hemos caído en la rutina de la misa dominical; hagámonos conscientes: hoy en el "Día de la Caridad" Dios nos ha amado tanto que se ha quedado en el pan eucarístico para que descubramos cuánto nos ama y cómo debemos amar a los hermanos.
Hoy al decir Amén, después de comulgar "El Cuerpo de Cristo" recordemos que nuestra respuesta debe ser un sí rotundo al amor fraterno del cual la eucaristía debe ser ante los demás un signo visible y eficaz.
C. E. de Liturgia
Perú
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sábado, 5 de junio de 2010
COMPARTAMOS AQUELLO QUE NOS HACE FALTA, NO LO QUE NOS SOBRA
¡Amor y paz!
Jesús critica las ostentaciones de los escribas y luego destaca la actitud de una viuda que deposita como limosna todo lo que posee. La idea es que hay que compartir lo que nos cuesta algo y no sólo aquello de lo que podemos prescindir.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Sábado de la IX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 12,38-44.
Y él les enseñaba: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".
Comentario
-En su enseñanza, Jesús les decía "Guardaos de los escribas, que gustan de pasearse con flamantes túnicas y de ser saludados en las plazas.
Hay cristianos que todavía se escandalizan de los esfuerzos que está haciendo la Iglesia para despojarse de todo aparato.
Hay que reconocer que este esfuerzo que sigue haciendo está en la más pura línea evangélica.
El riesgo de la Iglesia de todos los tiempos es de caer en la tentación terrible del prestigio, de los privilegios, de las "largas vestiduras" y de los títulos rimbombantes.
Señor, habitúanos cada vez más a una Iglesia despojada y pobre, a sacerdotes-como-todo-el-mundo... sin derechos particulares.
-Quieren ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes.
Ayuda, Señor, a los cristianos a no proponer los primeros puestos, los puestos de honor para los que están encargados de representarte.
Que el pueblo cristiano en conjunto, sacerdotes y fieles, viva en la simplicidad evangélica, sin dejarse arrastrar por las fastuosidades mundanas.
-Mientras devoran las casas de las viudas y simulan largas oraciones: tendrán un juicio muy severo".
¡Oh! Líbranos, Señor, de estas hipocresías y de estas injusticias que desfiguran tu Iglesia, algunas veces.
-Un día, estando Jesús sentado frente al arca de las ofrendas, miraba cómo la gente echaba dinero en ella. Muchos ricos echaban grandes cantidades. Una viuda pobre avanza y echa dos moneditas.
Qué contraste entre esos escribas devotos que "devoran los bienes de los pobres"... y esta pobre viuda que "da todo lo que tiene".
He aquí la verdadera Iglesia, la que Jesús ama.
-Esta pobre viuda ha echado en el arca más que todos los otros. Pues todos han dado algo de lo que les "sobraba", pero ella, de su misma "indigencia".
Debo meditar sobre estas dos palabras empleadas por Jesús.
Nociones sencillas.
--la indigencia: es el estado del que no tiene lo necesario para vivir.
--lo necesario: es lo que corresponde a la vida normal.
--lo superfluo: es todo lo que hay más allá de lo necesario.
Naturalmente, no son valores aritméticos fijos. Pero con todos los matices convenientes debemos reconocer que hay demasiadas diferencias entre las condiciones de los hombres, en un mismo país y, sobre todo, de un país a otro.
Señor, ayúdanos según tu voluntad a reducir esas desigualdades contrarias a tu plan divino.
Ayúdanos a dar lo que nos sobra a los que están en la indigencia, ayúdanos a compartir...
¡Tú que nos has puestos como ejemplo a pobres que daban de lo que necesitaban!
-Ella dio todo lo que tenía, todo su sustento.
La imagen misma de Dios.
"Dios, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos" dirá san Pablo a los Corintios (2, 8-9) para animarles a compartir.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 368 s.
www.mercaba.org
Jesús critica las ostentaciones de los escribas y luego destaca la actitud de una viuda que deposita como limosna todo lo que posee. La idea es que hay que compartir lo que nos cuesta algo y no sólo aquello de lo que podemos prescindir.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Sábado de la IX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 12,38-44.
Y él les enseñaba: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".
Comentario
-En su enseñanza, Jesús les decía "Guardaos de los escribas, que gustan de pasearse con flamantes túnicas y de ser saludados en las plazas.
Hay cristianos que todavía se escandalizan de los esfuerzos que está haciendo la Iglesia para despojarse de todo aparato.
Hay que reconocer que este esfuerzo que sigue haciendo está en la más pura línea evangélica.
El riesgo de la Iglesia de todos los tiempos es de caer en la tentación terrible del prestigio, de los privilegios, de las "largas vestiduras" y de los títulos rimbombantes.
Señor, habitúanos cada vez más a una Iglesia despojada y pobre, a sacerdotes-como-todo-el-mundo... sin derechos particulares.
-Quieren ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes.
Ayuda, Señor, a los cristianos a no proponer los primeros puestos, los puestos de honor para los que están encargados de representarte.
Que el pueblo cristiano en conjunto, sacerdotes y fieles, viva en la simplicidad evangélica, sin dejarse arrastrar por las fastuosidades mundanas.
-Mientras devoran las casas de las viudas y simulan largas oraciones: tendrán un juicio muy severo".
¡Oh! Líbranos, Señor, de estas hipocresías y de estas injusticias que desfiguran tu Iglesia, algunas veces.
-Un día, estando Jesús sentado frente al arca de las ofrendas, miraba cómo la gente echaba dinero en ella. Muchos ricos echaban grandes cantidades. Una viuda pobre avanza y echa dos moneditas.
Qué contraste entre esos escribas devotos que "devoran los bienes de los pobres"... y esta pobre viuda que "da todo lo que tiene".
He aquí la verdadera Iglesia, la que Jesús ama.
-Esta pobre viuda ha echado en el arca más que todos los otros. Pues todos han dado algo de lo que les "sobraba", pero ella, de su misma "indigencia".
Debo meditar sobre estas dos palabras empleadas por Jesús.
Nociones sencillas.
--la indigencia: es el estado del que no tiene lo necesario para vivir.
--lo necesario: es lo que corresponde a la vida normal.
--lo superfluo: es todo lo que hay más allá de lo necesario.
Naturalmente, no son valores aritméticos fijos. Pero con todos los matices convenientes debemos reconocer que hay demasiadas diferencias entre las condiciones de los hombres, en un mismo país y, sobre todo, de un país a otro.
Señor, ayúdanos según tu voluntad a reducir esas desigualdades contrarias a tu plan divino.
Ayúdanos a dar lo que nos sobra a los que están en la indigencia, ayúdanos a compartir...
¡Tú que nos has puestos como ejemplo a pobres que daban de lo que necesitaban!
-Ella dio todo lo que tenía, todo su sustento.
La imagen misma de Dios.
"Dios, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos" dirá san Pablo a los Corintios (2, 8-9) para animarles a compartir.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 368 s.
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viernes, 4 de junio de 2010
¿SI JESÚS ES HIJO DE DAVID, POR QUÉ ÉSTE LO LLAMA ‘SEÑOR’?
¡Amor y paz!
Cuarta discusión de Jesús con los representantes de las sectas judías, que esta vez son los
fariseos. Inmediatamente toma la iniciativa y orienta el tema hacia los orígenes del Mesías.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la IX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 12,35-37.
Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: "¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David ha dicho, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. Si el mismo David lo llama 'Señor', ¿Cómo puede ser hijo suyo?". La multitud escuchaba a Jesús con agrado.
Comentario
a) Jesús también sabe hacer preguntas comprometidas. Esta vez es él el que pone en apuros a sus interlocutores.
Al rey David se le prometió que de su casa, de su descendencia, vendría el Mesías. Pero en el Salmo 109 («Oráculo del Señor a mi señor»), que se atribuía a David, éste le llama «Señor» a su descendiente y Mesías. ¿Cómo puede ser hijo y a la vez señor de David?
La respuesta hubiera podido ser sencilla por parte de los letrados: el Mesías, además de ser descendiente de la familia de David, sería también el Hijo de Dios, sentado a la derecha de Dios. Pero eso no lo podían reconocer. Sus ojos estaban cegados para ver tanta luz.
b) Jesús de Nazaret, el Mesías, el hijo de David, es el Señor, el Hijo de Dios. En todo el evangelio de Marcos estaba resonando esta pregunta: ¿quién es en realidad Jesús?
Nosotros respondemos fácilmente: Jesús es el Señor y el Hijo de Dios. El mismo nos ha dicho que él es la luz, el camino, la verdad, la vida, el maestro, el pastor. No sólo sabemos responder eso, sino que hemos programado nuestra vida para seguirle fielmente, y aceptar su proyecto de vida, vivir y pensar como él.
En eso consiste sobre todo nuestra fe en Cristo. No sólo en saber cosas de él. Sino en seguirle: o sea, hacer nuestros los valores que él aprecia, imitar sus grandes actitudes vitales, su amor de hijo a Dios, su libertad interior, su entrega por los demás, su esperanza optimista en las personas y en la vida...
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 256-259
www.mercaba.org
Cuarta discusión de Jesús con los representantes de las sectas judías, que esta vez son los
fariseos. Inmediatamente toma la iniciativa y orienta el tema hacia los orígenes del Mesías.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la IX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 12,35-37.
Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: "¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David ha dicho, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. Si el mismo David lo llama 'Señor', ¿Cómo puede ser hijo suyo?". La multitud escuchaba a Jesús con agrado.
Comentario
a) Jesús también sabe hacer preguntas comprometidas. Esta vez es él el que pone en apuros a sus interlocutores.
Al rey David se le prometió que de su casa, de su descendencia, vendría el Mesías. Pero en el Salmo 109 («Oráculo del Señor a mi señor»), que se atribuía a David, éste le llama «Señor» a su descendiente y Mesías. ¿Cómo puede ser hijo y a la vez señor de David?
La respuesta hubiera podido ser sencilla por parte de los letrados: el Mesías, además de ser descendiente de la familia de David, sería también el Hijo de Dios, sentado a la derecha de Dios. Pero eso no lo podían reconocer. Sus ojos estaban cegados para ver tanta luz.
b) Jesús de Nazaret, el Mesías, el hijo de David, es el Señor, el Hijo de Dios. En todo el evangelio de Marcos estaba resonando esta pregunta: ¿quién es en realidad Jesús?
Nosotros respondemos fácilmente: Jesús es el Señor y el Hijo de Dios. El mismo nos ha dicho que él es la luz, el camino, la verdad, la vida, el maestro, el pastor. No sólo sabemos responder eso, sino que hemos programado nuestra vida para seguirle fielmente, y aceptar su proyecto de vida, vivir y pensar como él.
En eso consiste sobre todo nuestra fe en Cristo. No sólo en saber cosas de él. Sino en seguirle: o sea, hacer nuestros los valores que él aprecia, imitar sus grandes actitudes vitales, su amor de hijo a Dios, su libertad interior, su entrega por los demás, su esperanza optimista en las personas y en la vida...
J. ALDAZABAL
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Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 256-259
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jueves, 3 de junio de 2010
AMAR A DIOS Y AL PRÓJIMO ES EL MANDAMIENTO PRINCIPAL
¡Amor y paz!
Un letrado se presenta ante Jesús, no para tentarlo, como en otras ocasiones (Mc 8,11; 10,2 y 12,15), sino con el deseo de conocer la respuesta a un tema debatido por las distintas escuelas rabínicas de la época. Entre el inmenso bosque de mandamientos que se encuentran en la Escritura, más los de la tradición oral añadidos por los fariseos, ¿cuál es el primero que el ser humano debe observar en su comportamiento cotidiano?
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la IX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según san Marcos 12,28-34
En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas las fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”. El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Comentario
a) Esta vez la pregunta es sincera y merece una respuesta de Cristo, a la vez que una alabanza al letrado ante su buena reacción.
Habría que estar agradecido a este buen hombre por haber formulado su pregunta a Jesús. Le dio así ocasión de aclarar, también para beneficio nuestro, cuál es el primero y más importante de los mandamientos.
Jesús, en su respuesta, une los dos que ya aparecían en el AT: amar a Dios y amar al prójimo.
b) También a nosotros nos conviene saber qué es lo más importante en nuestra vida.
Como los judíos se veían como ahogados por tantos preceptos (248 positivos y 365 negativos), complicados aún más por las interpretaciones de las varias escuelas de rabinos, también nosotros nos movemos en medio de innumerables normas en nuestra vida eclesial (el Código de Derecho Canónico contiene 1752 cánones).
La gran consigna de Jesús es el amor. Eso resume toda la ley. Un amor en dos direcciones.
El primer mandamiento es amar a Dios, haciéndole lugar de honor en nuestra vida, en nuestra mentalidad y en nuestra jerarquía de valores. Amar a Dios significa escucharle, adorarle, encontrarnos con él en la oración, amar lo que ama él.
El segundo es amar al prójimo, a los simpáticos y a los menos simpáticos, porque todos somos hijos del mismo Padre, porque Cristo se ha entregado por todos. Amar a los demás significa, no sólo no hacerles daño, sino ayudarles, acogerles, perdonarles.
Jesús une las dos direcciones en la única ley del amor. Ser cristiano no es sólo amar a Dios. Ni sólo amar al prójimo. Sino las dos cosas juntas. No vale decir que uno ama a Dios y descuidar a los demás. No vale decir que uno ama al prójimo, olvidándose de Dios y de las motivaciones sobrenaturales que Cristo nos ha enseñado.
Al final de la jornada estaría bien que nos hiciéramos esta pregunta: ¿he amado hoy? ¿o me he buscado a mí mismo? Esto no es necesario que se proyecte siempre a nuestras relaciones con el Tercer Mundo o con los más marginados de nuestra sociedad (direcciones en que también debemos estar en sintonía generosa), sino que debe tener una traducción diaria en nuestras relaciones familiares y comunitarias con las muchas o pocas personas con las que a lo largo del día entramos en contacto.
Momentos antes de ir a comulgar con Cristo se nos invita a darnos la paz con los más cercanos. Es un buen recordatorio para que unamos las dos grandes direcciones de nuestro amor.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 252-255
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Un letrado se presenta ante Jesús, no para tentarlo, como en otras ocasiones (Mc 8,11; 10,2 y 12,15), sino con el deseo de conocer la respuesta a un tema debatido por las distintas escuelas rabínicas de la época. Entre el inmenso bosque de mandamientos que se encuentran en la Escritura, más los de la tradición oral añadidos por los fariseos, ¿cuál es el primero que el ser humano debe observar en su comportamiento cotidiano?
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la IX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según san Marcos 12,28-34
En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas las fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”. El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Comentario
a) Esta vez la pregunta es sincera y merece una respuesta de Cristo, a la vez que una alabanza al letrado ante su buena reacción.
Habría que estar agradecido a este buen hombre por haber formulado su pregunta a Jesús. Le dio así ocasión de aclarar, también para beneficio nuestro, cuál es el primero y más importante de los mandamientos.
Jesús, en su respuesta, une los dos que ya aparecían en el AT: amar a Dios y amar al prójimo.
b) También a nosotros nos conviene saber qué es lo más importante en nuestra vida.
Como los judíos se veían como ahogados por tantos preceptos (248 positivos y 365 negativos), complicados aún más por las interpretaciones de las varias escuelas de rabinos, también nosotros nos movemos en medio de innumerables normas en nuestra vida eclesial (el Código de Derecho Canónico contiene 1752 cánones).
La gran consigna de Jesús es el amor. Eso resume toda la ley. Un amor en dos direcciones.
El primer mandamiento es amar a Dios, haciéndole lugar de honor en nuestra vida, en nuestra mentalidad y en nuestra jerarquía de valores. Amar a Dios significa escucharle, adorarle, encontrarnos con él en la oración, amar lo que ama él.
El segundo es amar al prójimo, a los simpáticos y a los menos simpáticos, porque todos somos hijos del mismo Padre, porque Cristo se ha entregado por todos. Amar a los demás significa, no sólo no hacerles daño, sino ayudarles, acogerles, perdonarles.
Jesús une las dos direcciones en la única ley del amor. Ser cristiano no es sólo amar a Dios. Ni sólo amar al prójimo. Sino las dos cosas juntas. No vale decir que uno ama a Dios y descuidar a los demás. No vale decir que uno ama al prójimo, olvidándose de Dios y de las motivaciones sobrenaturales que Cristo nos ha enseñado.
Al final de la jornada estaría bien que nos hiciéramos esta pregunta: ¿he amado hoy? ¿o me he buscado a mí mismo? Esto no es necesario que se proyecte siempre a nuestras relaciones con el Tercer Mundo o con los más marginados de nuestra sociedad (direcciones en que también debemos estar en sintonía generosa), sino que debe tener una traducción diaria en nuestras relaciones familiares y comunitarias con las muchas o pocas personas con las que a lo largo del día entramos en contacto.
Momentos antes de ir a comulgar con Cristo se nos invita a darnos la paz con los más cercanos. Es un buen recordatorio para que unamos las dos grandes direcciones de nuestro amor.
J. ALDAZABAL
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Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 252-255
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miércoles, 2 de junio de 2010
LA ESPERANZA EN LA VIDA FUTURA NOS HACE TESTIGOS DE GOZO Y DE CONFIANZA
¡Amor y paz!
Otra vez a la carga los enemigos de Jesús. Ahora les toca el turno a los saduceos. Los fariseos creían en el más allá; sin embargo, los saduceos, pertenecientes a la clase sacerdotal y otros senadores laicos, pensaban que no hay otra vida y que Dios premia a los buenos en este mundo con dinero y descendencia.
Dado lo incómodo de la doctrina social de los profetas y sus reivindicaciones de justicia, los saduceos tampoco aceptaban la autoridad de los escritos proféticos, mostrándose además colaboradores del poder romano, como garantía para conservar sus privilegios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la IX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 12,18-27.
Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: "Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios? Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.
Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error".
Comentario
Atravesado el umbral de la muerte para el creyente se abre el infinito horizonte de la comunión plena con Dios. Por eso cada cristiano puede confesar con el salmista su confianza en el Dios de la vida: “No abandonarás mi vida al sheol, ni dejarás a tu fiel experimentar la corrupción. Me enseñarás la senda de la vida, me llenarás de alegría en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha” (Sal 16/15, 10-11).
El evangelio narra una disputa de Jesús con un grupo de saduceos, “que niegan la resurrección” (v. 18). A este grupo pertenecían las grandes familias sacerdotales y la aristocracia laica. Se distinguían por ser fuertemente tradicionalistas. Además de no aceptar la resurrección de los muertos, negaban la existencia de los ángeles (Hch 23,8) y sólo aceptaban la ley escrita (el Pentateuco) y no el código legal oral que seguían los fariseos. En síntesis, se distinguían por no aceptar los desarrollos últimos de la tradición y del patrimonio de la fe de Israel.
Para poner en ridículo la creencia en la resurrección de los muertos proponen a Jesús un caso extremo en donde se aplica la ley del levirato, atribuida a Moisés, según la cual la muerte de un hombre que no había dejado descendencia, comprometía a su hermano a casarse con la viuda con el fin de garantizar una descendencia al difunto (vv. 19-23, cf. Gn 38,8; Dt 25,5; Rut 3,9-4.10).
Jesús, en primer lugar, hace ver a sus interlocutores que están en un profundo error debido a que no conocen ni interpretan bien las Escrituras, lo cual les lleva a ignorar el misterio de Dios y su poder (Mc 12,24).
Para Jesús, aquellos saduceos que desconocen e interpretan mal la Palabra de Dios viven “en un gran error” (Mc 12,27). En segundo lugar, ofrece una respuesta articulada en dos momentos, fundamentándose en el principio del poder y de la fidelidad de Dios.
En una primera respuesta, construida a partir de la contraposición de signo judeo-apocalíptico entre dos eones (épocas), Jesús declara que en la resurrección (vida futura) hay una lógica de vida distinta a la existencia histórica (vida presente): “Cuando los muertos resuciten, ni ellos tomarán mujer, ni ellas tomarán marido, sino que serán como ángeles en los cielos” (v. 25). Es decir, siendo inmortales no tendrán ya necesidad de procrear. La institución matrimonial no tendrá ya razón de existir en una condición en la cual el hombre y la mujer participan plenamente de la misma vida de Dios.
Jesús indirectamente se opone a una idea de resurrección concebida según los patrones de la vida mortal, tal como era vista en algunos ambientes populares y fariseos. Para Jesús la resurrección no es la simple continuación de la vida presente, sino una etapa de plenitud que transforma a la persona humana radicalmente gracias a la comunión escatológica con la vida y el amor de Dios y que difícilmente lograremos entender desde nuestra lógica terrena y nuestras realidades cotidianas.
En una segunda respuesta, Jesús con sobriedad, sin utilizar los razonamientos llenos de fantasía de los ambientes apocalípticos, utiliza explícita y únicamente la Escritura para describir la identidad de Dios (Ex 3,6.15.16).
Jesús cita el Éxodo, un libro del Pentateuco, la única parte de la Escritura aceptada por los saduceos. Hace alusión al encuentro de Moisés con Yahvéh en la zarza, para evocar la fidelidad de Dios a las promesas de la Alianza, unas promesas que no pueden quedar incumplidas a causa de la muerte: “Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos” (v. 26). Si los padres de Israel hubieran terminado en la muerte, Dios sería un Dios de muertos, mostrándose al mismo tiempo infiel a las promesas de la Alianza.
El razonamiento de Jesús podría parecer extraño a primera vista. El problema que le plantean es la resurrección de los muertos y él habla de Dios, pero en realidad la fe en la resurrección depende de la imagen que se tiene de Dios. No es sólo un problema antropológico que se resuelve respondiendo filosóficamente a las preguntas de quién es el ser humano y cuál es su destino. Es ante todo un problema teológico. Para él, la resurrección de los muertos se fundamenta en el poder de un Dios que es vida y amor, quien en virtud de la comunión de vida que ha querido establecer con los seres humanos, no los abandona a la muerte sino que los conduce a una vida sin fin.
La esperanza de la vida futura, por una parte, nos ayuda a relativizar el presente, ayudándonos a asumir nuestra condición de peregrinos en el mundo, en constante éxodo, libres de todo lo que pueda distraernos en nuestro camino hacia la patria eterna; por otra parte, esta esperanza da consistencia al presente, lo hace fecundo e importante, pues vivimos con la conciencia de que hemos sido arrancados del poder de la muerte y seremos recuperados totalmente para Dios y en Dios. La esperanza en la vida futura nos libera de todo aquello que se presenta ante nuestros ojos con pretensiones de absoluto. Al mismo tiempo, en lugar de alienarnos, nutre y estimula nuestro compromiso con el presente, sanando los límites y las heridas propias de la condición histórica. Gracias a la esperanza en la vida futura, el cristiano es testigo de vida, de gozo y de confianza.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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Otra vez a la carga los enemigos de Jesús. Ahora les toca el turno a los saduceos. Los fariseos creían en el más allá; sin embargo, los saduceos, pertenecientes a la clase sacerdotal y otros senadores laicos, pensaban que no hay otra vida y que Dios premia a los buenos en este mundo con dinero y descendencia.
Dado lo incómodo de la doctrina social de los profetas y sus reivindicaciones de justicia, los saduceos tampoco aceptaban la autoridad de los escritos proféticos, mostrándose además colaboradores del poder romano, como garantía para conservar sus privilegios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la IX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 12,18-27.
Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: "Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios? Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.
Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error".
Comentario
Atravesado el umbral de la muerte para el creyente se abre el infinito horizonte de la comunión plena con Dios. Por eso cada cristiano puede confesar con el salmista su confianza en el Dios de la vida: “No abandonarás mi vida al sheol, ni dejarás a tu fiel experimentar la corrupción. Me enseñarás la senda de la vida, me llenarás de alegría en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha” (Sal 16/15, 10-11).
El evangelio narra una disputa de Jesús con un grupo de saduceos, “que niegan la resurrección” (v. 18). A este grupo pertenecían las grandes familias sacerdotales y la aristocracia laica. Se distinguían por ser fuertemente tradicionalistas. Además de no aceptar la resurrección de los muertos, negaban la existencia de los ángeles (Hch 23,8) y sólo aceptaban la ley escrita (el Pentateuco) y no el código legal oral que seguían los fariseos. En síntesis, se distinguían por no aceptar los desarrollos últimos de la tradición y del patrimonio de la fe de Israel.
Para poner en ridículo la creencia en la resurrección de los muertos proponen a Jesús un caso extremo en donde se aplica la ley del levirato, atribuida a Moisés, según la cual la muerte de un hombre que no había dejado descendencia, comprometía a su hermano a casarse con la viuda con el fin de garantizar una descendencia al difunto (vv. 19-23, cf. Gn 38,8; Dt 25,5; Rut 3,9-4.10).
Jesús, en primer lugar, hace ver a sus interlocutores que están en un profundo error debido a que no conocen ni interpretan bien las Escrituras, lo cual les lleva a ignorar el misterio de Dios y su poder (Mc 12,24).
Para Jesús, aquellos saduceos que desconocen e interpretan mal la Palabra de Dios viven “en un gran error” (Mc 12,27). En segundo lugar, ofrece una respuesta articulada en dos momentos, fundamentándose en el principio del poder y de la fidelidad de Dios.
En una primera respuesta, construida a partir de la contraposición de signo judeo-apocalíptico entre dos eones (épocas), Jesús declara que en la resurrección (vida futura) hay una lógica de vida distinta a la existencia histórica (vida presente): “Cuando los muertos resuciten, ni ellos tomarán mujer, ni ellas tomarán marido, sino que serán como ángeles en los cielos” (v. 25). Es decir, siendo inmortales no tendrán ya necesidad de procrear. La institución matrimonial no tendrá ya razón de existir en una condición en la cual el hombre y la mujer participan plenamente de la misma vida de Dios.
Jesús indirectamente se opone a una idea de resurrección concebida según los patrones de la vida mortal, tal como era vista en algunos ambientes populares y fariseos. Para Jesús la resurrección no es la simple continuación de la vida presente, sino una etapa de plenitud que transforma a la persona humana radicalmente gracias a la comunión escatológica con la vida y el amor de Dios y que difícilmente lograremos entender desde nuestra lógica terrena y nuestras realidades cotidianas.
En una segunda respuesta, Jesús con sobriedad, sin utilizar los razonamientos llenos de fantasía de los ambientes apocalípticos, utiliza explícita y únicamente la Escritura para describir la identidad de Dios (Ex 3,6.15.16).
Jesús cita el Éxodo, un libro del Pentateuco, la única parte de la Escritura aceptada por los saduceos. Hace alusión al encuentro de Moisés con Yahvéh en la zarza, para evocar la fidelidad de Dios a las promesas de la Alianza, unas promesas que no pueden quedar incumplidas a causa de la muerte: “Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos” (v. 26). Si los padres de Israel hubieran terminado en la muerte, Dios sería un Dios de muertos, mostrándose al mismo tiempo infiel a las promesas de la Alianza.
El razonamiento de Jesús podría parecer extraño a primera vista. El problema que le plantean es la resurrección de los muertos y él habla de Dios, pero en realidad la fe en la resurrección depende de la imagen que se tiene de Dios. No es sólo un problema antropológico que se resuelve respondiendo filosóficamente a las preguntas de quién es el ser humano y cuál es su destino. Es ante todo un problema teológico. Para él, la resurrección de los muertos se fundamenta en el poder de un Dios que es vida y amor, quien en virtud de la comunión de vida que ha querido establecer con los seres humanos, no los abandona a la muerte sino que los conduce a una vida sin fin.
La esperanza de la vida futura, por una parte, nos ayuda a relativizar el presente, ayudándonos a asumir nuestra condición de peregrinos en el mundo, en constante éxodo, libres de todo lo que pueda distraernos en nuestro camino hacia la patria eterna; por otra parte, esta esperanza da consistencia al presente, lo hace fecundo e importante, pues vivimos con la conciencia de que hemos sido arrancados del poder de la muerte y seremos recuperados totalmente para Dios y en Dios. La esperanza en la vida futura nos libera de todo aquello que se presenta ante nuestros ojos con pretensiones de absoluto. Al mismo tiempo, en lugar de alienarnos, nutre y estimula nuestro compromiso con el presente, sanando los límites y las heridas propias de la condición histórica. Gracias a la esperanza en la vida futura, el cristiano es testigo de vida, de gozo y de confianza.
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