¡Amor y paz!
El domingo pasado leíamos el relato de las tentaciones que, en cierto modo, nos presentaban el primer aspecto del misterio pascual: la lucha. Hoy leeremos la narración del segundo aspecto de este mismo misterio: el triunfo. El misterio de la muerte y resurrección de Cristo mantiene de manera indisoluble ambos aspectos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 2º
Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 9,28-36.
Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
Comentario
1. ¡Qué contraste entre el domingo pasado y hoy! Si el domingo pasado veíamos a Jesús en el desierto, que ayuna y es tentado, hoy le vemos arriba del monte, con el vestido blanco y el rostro resplandeciente. Así es también nuestra vida. Hay momentos de todo y épocas distintas. Pero los cristianos tenemos la suerte de vivir la vida acompañados, porque Jesús se ha mostrado hombre como nosotros y ha conocido las múltiples situaciones de nuestra vida.
2. Este contraste expresa también, gráficamente, el camino que sigue Jesús. De una vida que sabe de pruebas y contradicciones, y que termina con la muerte -¡y qué muerte!-, a la vida de resucitado y glorioso, a la derecha del Padre. También nosotros hacemos nuestro camino esperanzados: al final, encontraremos, como Jesús, la alegría definitiva, la luz sin ocaso, la vida en plenitud.
3. Sin embargo, no pensemos que se trata de dos realidades contrapuestas. Al contrario. ¿Os habéis fijado que -en el cénit de su gloria- Moisés y Elías hablan de la muerte de Jesús, que tenía que suceder en Jerusalén? Es importante que lo entendamos: Es porque Jesús ha vivido y ha muerto de esta manera que ahora es glorificado por el Padre. Por eso, cuando el Resucitado se encuentra con sus discípulos, después de Pascua, les muestra las manos y el costado traspasados. No se trata de una "comprobación", o de un "experimento", ni de ninguna "demostración". Se trata de decirnos a todos nosotros que Aquel en quien creemos y esperamos (el resucitado glorioso, el Señor de la historia, el principio y fin de todo) es aquel Jesús nacido de mujer, que ha recorrido los caminos de la Palestina de su tiempo, que ha sido probado, y que ha culminado su vida muriendo en la cruz, perforado por los clavos y por la lanza. Este es el camino que le ha conducido a la gloria.
Sí: la resurrección de Jesús es como el fruto de su vida y de su muerte en cruz. ¿Os fijasteis cómo empezaba el evangelio del domingo pasado? Decía: "Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu Santo lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo".
Ahí tenéis: el Espíritu conduce a Jesús durante toda su vida. Jesús es el hombre lleno del Espíritu de Dios: por eso es el Hijo de Dios. Jesús es el hombre fiel en todo al Espíritu de Dios. ¿Y cuál es el fruto de esta vida, cuál es su desenlace? La vida por siempre con Dios, el Padre, la glorificación, claro está. El Espíritu de Dios conduce a Jesús durante toda su vida terrena (sin ahorrarle nada de lo que forma parte de nuestra condición de hombres y mujeres), le resucita y glorifica.
4. "¿Qué hermoso es estar aquí! Haremos tres chozas". La exclamación de Pedro recuerda aquellas palabras del poeta Maragall en su "Canto espiritual": "Yo que querría detener tantos instantes de cada día para hacerlos eternos en mi corazón". Pero todos sabemos por experiencia que no es posible detener el tiempo en aquel punto preciso que nos gusta y convertirlo en plenitud.
Sí: podemos "hacer eternos" momentos de gozo y felicidad; pero sólo dentro del corazón. La vida seguirá su curso, y después de unos días vendrán otros. El evangelio dice que Pedro "no sabía lo que decía": su gran felicidad le hacía soñar despierto.
5. La voz desde la nube, en cambio, sí sabía lo que decía: "Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle". Podríamos decir que todo el relato de la Transfiguración viene a ser como un gran decorado para que oigamos y hagamos caso de estas palabras. Por eso, "cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo". Se ha desvanecido la visión, se ha roto el encanto, ha sonado la última campanada de las doce, como en el cuento de la cenicienta. Quedan solamente las palabras desde la nube y queda Jesús. Solo: sin resplandores, sin compañías celestiales, sin nubes resplandecientes, sin voces extraordinarias. La vida sigue. La vida de cada día, con sus luces y sus sombras. Pero con Jesús.
6. El relato de la Transfiguración se sitúa en un momento clave de la vida de Jesús. Pasados los primeros entusiasmos, el pueblo empieza a desengañarse de aquel profeta, que no acaba de resolverle sus problemas. La gente importante (escribas, fariseos, sacerdotes del templo...) se pone en guardia contra aquel predicador que dice cosas raras, que cuestiona su enseñanza y su manera de hacer. ¿Y si la aventura de Jesús terminara mal? Él mismo ha empezado a insinuarlo. Los discípulos están desconcertados: "De ningún modo te sucederá esto", le había dicho Pedro. Y se llevó una buena reprimenda: "¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tropiezo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!" Pues bien: ahora la voz de la nube pone la rúbrica de Dios. Él, el Padre, nos dice a todos que este Jesús es el Hijo, el escogido. Que tenemos que escucharle.
7. Afiancemos una vez más nuestra fe en Jesús. Afiancemos nuestra decisión de escucharle y seguirle. Dejémonos conducir, como él, por el Espíritu de Dios. También nosotros lo hemos recibido. También nosotros somos hijos de Dios. Por eso nos reunimos cada domingo y estamos convocados a celebrar la eucaristía. No para hacernos unas chozas y quedarnos ahí arrobados. Sino para alimentarnos con el pan de la eucaristía y volver después al trabajo de cada día: a las alegrías, a la lucha, al esfuerzo. Pero nunca solos. Con Jesús.
J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1992, 4
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domingo, 28 de febrero de 2010
sábado, 27 de febrero de 2010
JESÚS NOS PIDE AMAR A TODOS, INCLUSO A LOS ENEMIGOS
¡Amor y paz!
Jesús sigue analizando la ley antigua y remplazando cada mandamiento por otro que contenga mayor contenido de amor y de justicia, tal como quiere el Padre. Cuando la comunidad cristiana comprenda que el Señor quiere crear una sociedad universal, unida a través del amor fraterno, será capaz de romper todos los distanciamientos que histórica y culturalmente separan a los seres humanos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 1ª semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Comentario
-Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo y tendrás odio a tu enemigo..." Y yo os digo: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, Y orad por los que os persiguen y calumnian."
Esto debe de ser extremadamente importante para la humanidad.
Tú lo repites, Señor, Tú insistes, sin escapatoria posible.
¡Hay que romper las fronteras! ¡Hay que derribar los muros que nos separan! Para
Jesús ya no hay extranjeros ni enemigos puesto que debemos amarlos.
¿Es una ilusión, una ingenuidad, Jesús, un dulce y gentil soñador?
-Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial...
No, Jesús no es un ingenuo. Es de una lógica constante y absoluta. Lo ve todo desde un punto de vista distinto al nuestro habitualmente. Ve a la humanidad desde el punto de vista de Dios.
Las palabras son reveladoras: haced el bien, orad.
La fraternidad universal que Él predica es la consecuencia de otra realidad esencial: la paternidad universal.
-El cual hace nacer su sol sobre buenos y malos; y llover sobre justos y pecadores.
Este amor sin fronteras que Dios nos pide, es el que El mismo vive. Dios ama a todos los hombres. Ama a los que no lo aman. Derrama sus beneficios, su sol hermoso, y su lluvia bienhechora, sobre todos...
Así Jesús nos dice, cuando yo dejo de amar a alguien, rehúso amar a "alguien a quien Dios ama". Mi enemigo es amado por Dios. Mi enemigo es un hijo para Dios.
No se trata pues de un principio sociológico o de un hermoso ideal humanista. Es DIOS la única referencia. Es menester que nuestra mentalidad sea conforme a la suya.
Imitar a Dios. Llegar a parecernos a El, a fin de ser verdaderamente sus hijos.
-Pues si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué tiene eso de particular? Por ventura, ¿no hacen también esto los publicanos... y los mismos paganos?
Amar a las personas que nos aman, que se parecen a nosotros, con las que ya se está espontáneamente de acuerdo... ¡es natural! Dios nos pide más. Dios nos pide ensanchar nuestro corazón más allá del círculo de nuestros amigos, de nuestros parientes, de nuestro ámbito.
Jesús, el primero, ha amado a sus enemigos... y ha orado por ellos. A los que acababan de condenarlo y de torturarlo: "perdónalos, oh Padre, no saben lo que hacen".
Nuestra época, que ve subir el ciclo infernal de la violencia, ¿verá también a los cristianos tomarse el Evangelio al pie de la letra? ¿No sería la única buena suerte de la humanidad?
-Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto. Uno no acaba nunca de amar. El amor es absoluto. Como Dios.
Si uno estuviere abrasado de amor hasta morir, no amaría aún bastante. Nunca se ama lo suficiente. ¡El amor es todo, que es Dios mismo! He aquí una cuaresma más exigente que todos los ayunos y los sacrificios.
Señor, entra en mi corazón para hacerme amar a los que no amo, a los que me hacen mal. Amar a todos los que Tú amas Señor. Como Tú les amas.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES.Pág. 116 s.
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Jesús sigue analizando la ley antigua y remplazando cada mandamiento por otro que contenga mayor contenido de amor y de justicia, tal como quiere el Padre. Cuando la comunidad cristiana comprenda que el Señor quiere crear una sociedad universal, unida a través del amor fraterno, será capaz de romper todos los distanciamientos que histórica y culturalmente separan a los seres humanos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 1ª semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Comentario
-Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo y tendrás odio a tu enemigo..." Y yo os digo: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, Y orad por los que os persiguen y calumnian."
Esto debe de ser extremadamente importante para la humanidad.
Tú lo repites, Señor, Tú insistes, sin escapatoria posible.
¡Hay que romper las fronteras! ¡Hay que derribar los muros que nos separan! Para
Jesús ya no hay extranjeros ni enemigos puesto que debemos amarlos.
¿Es una ilusión, una ingenuidad, Jesús, un dulce y gentil soñador?
-Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial...
No, Jesús no es un ingenuo. Es de una lógica constante y absoluta. Lo ve todo desde un punto de vista distinto al nuestro habitualmente. Ve a la humanidad desde el punto de vista de Dios.
Las palabras son reveladoras: haced el bien, orad.
La fraternidad universal que Él predica es la consecuencia de otra realidad esencial: la paternidad universal.
-El cual hace nacer su sol sobre buenos y malos; y llover sobre justos y pecadores.
Este amor sin fronteras que Dios nos pide, es el que El mismo vive. Dios ama a todos los hombres. Ama a los que no lo aman. Derrama sus beneficios, su sol hermoso, y su lluvia bienhechora, sobre todos...
Así Jesús nos dice, cuando yo dejo de amar a alguien, rehúso amar a "alguien a quien Dios ama". Mi enemigo es amado por Dios. Mi enemigo es un hijo para Dios.
No se trata pues de un principio sociológico o de un hermoso ideal humanista. Es DIOS la única referencia. Es menester que nuestra mentalidad sea conforme a la suya.
Imitar a Dios. Llegar a parecernos a El, a fin de ser verdaderamente sus hijos.
-Pues si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué tiene eso de particular? Por ventura, ¿no hacen también esto los publicanos... y los mismos paganos?
Amar a las personas que nos aman, que se parecen a nosotros, con las que ya se está espontáneamente de acuerdo... ¡es natural! Dios nos pide más. Dios nos pide ensanchar nuestro corazón más allá del círculo de nuestros amigos, de nuestros parientes, de nuestro ámbito.
Jesús, el primero, ha amado a sus enemigos... y ha orado por ellos. A los que acababan de condenarlo y de torturarlo: "perdónalos, oh Padre, no saben lo que hacen".
Nuestra época, que ve subir el ciclo infernal de la violencia, ¿verá también a los cristianos tomarse el Evangelio al pie de la letra? ¿No sería la única buena suerte de la humanidad?
-Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto. Uno no acaba nunca de amar. El amor es absoluto. Como Dios.
Si uno estuviere abrasado de amor hasta morir, no amaría aún bastante. Nunca se ama lo suficiente. ¡El amor es todo, que es Dios mismo! He aquí una cuaresma más exigente que todos los ayunos y los sacrificios.
Señor, entra en mi corazón para hacerme amar a los que no amo, a los que me hacen mal. Amar a todos los que Tú amas Señor. Como Tú les amas.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES.Pág. 116 s.
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viernes, 26 de febrero de 2010
PECAR NO ES SÓLO HACER EL MAL, SINO NO HACER EL BIEN
¡Amor y paz!
Como hijos de Dios, somos hermanos unos con otros. Pero ejercer la fraternidad implica que seamos proactivos en la práctica del bien y no contentarnos con no hacerle mal a nadie. Así lo afirma el documento fundante del Movimiento FRATRES, inspirado en el Evangelio.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 1ª semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Comentario
En este texto, incluido en el "Sermón de la Montaña", Jesús resume en qué consiste el Reino y la capacidad de amor que debe tener un auténtico seguidor de su proyecto. Tal como él mismo lo advierte, esta cualidad esla principal para sus seguidores. Para Jesús, la filiación de los seres humanos de parte de Dios Padre es el fundamento de nuestra plena humanización, y lo que mejor puede darnos establemente la tan anhelada paz.
Jesús quería que las antiguas leyes de alianza de los israelitas -como no matar, no robar, no mentir, entre otras- fueran suplidas por otras más exigentes que incluyeran y superaran sus contenidos. Dichas leyes eran principios mínimos de convivencia que había que seguir perfeccionando, a pesar de haber sido, en su momento, un gran logro ético. Jesús quería llegar hasta el amor perfecto, que trata de vivir el principio de la paternidad universal de Dios, por el que todos somos unos hermanos de los otros, sin distinción de clase social, de raza o de sexo.
El mandamiento de "no matar", según Jesús, sólo quedaba superado en el momento en que se pensara en un amor universal que llevara a amar y a perdonar. Si nos contentamos sólo con no matar al hermano, este puede seguir siendo deshumanizado, oprimido, explotado y alienado, puede morir a nuestra puerta y nos podríamos quedar tranquilos, sencillamente porque nosotros no lo hemos matado. Una sociedad no se vuelve justa sólo con no matar. Sólo el amor sin medida, convertido en solidaridad e igualdad de derechos para todos, puede formar una sociedad justa.
El cristiano debe recordar que ya no está en el Sinaí, sino en la Montaña de las Bienaventuranzas, que no es un seguidor de Moisés, sino un discípulo de Jesús, quien rompió todos los círculos en los que se había encerrado al amor. Lo que está mandado no es «no matar» (porque lo contrario ciertamente sería la contradicción más flagrante contra el amor), sino «amar». No haciendo nada malo se puede cumplir con el mandamiento de no matar, pero no se cumple con el de amar. Pecado es no sólo lo malo que hacemos (pecados que cometemos, pecados de «comisión») sino lo mucho bueno que nos dejamos de hacer (pecados de «omisión», que se cometen precisamente «no haciendo»). «No haciendo» se podría cumplir tal vez la ley de los letrados y fariseos, pero no la de Jesús.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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Como hijos de Dios, somos hermanos unos con otros. Pero ejercer la fraternidad implica que seamos proactivos en la práctica del bien y no contentarnos con no hacerle mal a nadie. Así lo afirma el documento fundante del Movimiento FRATRES, inspirado en el Evangelio.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 1ª semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Comentario
En este texto, incluido en el "Sermón de la Montaña", Jesús resume en qué consiste el Reino y la capacidad de amor que debe tener un auténtico seguidor de su proyecto. Tal como él mismo lo advierte, esta cualidad esla principal para sus seguidores. Para Jesús, la filiación de los seres humanos de parte de Dios Padre es el fundamento de nuestra plena humanización, y lo que mejor puede darnos establemente la tan anhelada paz.
Jesús quería que las antiguas leyes de alianza de los israelitas -como no matar, no robar, no mentir, entre otras- fueran suplidas por otras más exigentes que incluyeran y superaran sus contenidos. Dichas leyes eran principios mínimos de convivencia que había que seguir perfeccionando, a pesar de haber sido, en su momento, un gran logro ético. Jesús quería llegar hasta el amor perfecto, que trata de vivir el principio de la paternidad universal de Dios, por el que todos somos unos hermanos de los otros, sin distinción de clase social, de raza o de sexo.
El mandamiento de "no matar", según Jesús, sólo quedaba superado en el momento en que se pensara en un amor universal que llevara a amar y a perdonar. Si nos contentamos sólo con no matar al hermano, este puede seguir siendo deshumanizado, oprimido, explotado y alienado, puede morir a nuestra puerta y nos podríamos quedar tranquilos, sencillamente porque nosotros no lo hemos matado. Una sociedad no se vuelve justa sólo con no matar. Sólo el amor sin medida, convertido en solidaridad e igualdad de derechos para todos, puede formar una sociedad justa.
El cristiano debe recordar que ya no está en el Sinaí, sino en la Montaña de las Bienaventuranzas, que no es un seguidor de Moisés, sino un discípulo de Jesús, quien rompió todos los círculos en los que se había encerrado al amor. Lo que está mandado no es «no matar» (porque lo contrario ciertamente sería la contradicción más flagrante contra el amor), sino «amar». No haciendo nada malo se puede cumplir con el mandamiento de no matar, pero no se cumple con el de amar. Pecado es no sólo lo malo que hacemos (pecados que cometemos, pecados de «comisión») sino lo mucho bueno que nos dejamos de hacer (pecados de «omisión», que se cometen precisamente «no haciendo»). «No haciendo» se podría cumplir tal vez la ley de los letrados y fariseos, pero no la de Jesús.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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jueves, 25 de febrero de 2010
‘PIDAN Y SE LES DARÁ, BUSQUEN Y ENCONTRARÁN’
¡Amor y paz!
Jesús en su Evangelio nos pide hoy confiar en la bondad y voluntad amorosa del Padre celestial. La invitación es a orar sin desmayo, con la seguridad de que seremos escuchados, siempre que aquello que pidamos esté en la línea del plan salvador de Dios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este jueves de la 1ª semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 7,7-12.
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
Comentario
La relación con Dios y con sus semejantes está en el corazón de la existencia humana. De allí la necesidad de volver siempre al examen de la forma concreta de realizar esa doble relación, sobre todo en el tiempo de Cuaresma. Con este fin la liturgia presenta este texto situado casi al final del sermón de la montaña y que constituye una síntesis para realizar la propia vida conforme a auténtica relación frente a Dios (vv.7-11) y frente al prójimo (v.12).
La primera parte muestra la importancia esencial que debe ocupar la plegaria en toda vida humana, sobre todo en la vida de los seguidores de Jesús. Esta importancia se desarrolla en dos etapas sucesivas.
Primeramente (v.7-8) se consigna una exhortación y su fundamento que es válido para la petición de la comunidad y para toda petición. En ambos versículos se repiten tres verbos asociados íntimamente a otros tres. “Pedir”, “buscar” y “llamar” están íntimamente asociados a “dar”, “encontrar”, “abrir”. La multiplicación de los verbos tiene por finalidad indicar la necesidad de agotar los recursos humanos de acercamiento a Dios. A los tres imperativos “pidan, busquen, golpeen” está ligada la promesa, válida en primer lugar para los miembros de la comunidad, de que cada una de esas acciones recibirá una respuesta adecuada: “se les dará”, “encontrarán”, “se les abrirá”. Y como fundamentación de esa promesa (v. 8) se afirma el principio general que tiene vigencia en todos los casos y que fundamenta la petición.
A continuación (vv. 9-11) se despliega ese fundamento con una comparación que brota del carácter del ser de Dios. El término de la comparación es el comportamiento paterno frente al hijo que pide el alimento (pan o pez). La respuesta a la petición siempre se sitúa en el don benéfico, “las cosas buenas” que se piden y no elementos que pueden dañar la vida: “una piedra”, “una serpiente”. Y esto se realiza a pesar de la maldad existente en la condición humana. Con mayor razón, Dios, identificado con la bondad, concederá “cosas buenas” a quien se lo pida.
La mención del alimento como ejemplo de los bienes que se requieren para el desarrollo de la vida, presente en la comparación, sitúa la oración como medio indispensable para desarrollar y acrecentar la vitalidad de la existencia. Dicha vitalidad sólo puede realizarse en el ámbito de la comunión con Dios, de la intimidad familiar, que la oración expresa y significa.
El v. 12 desvía su atención a la relación con el semejante. La exigencia de hacer a los demás lo que se desea para sí mismo es un principio universal, como atestigua su presencia en los escritos de otros pueblos y culturas. Pero también es el resumen del cumplimiento de toda la “Ley y los profetas” y, por consiguiente, de todo el sermón de la montaña. No debe ser entendido como fruto del egoísmo humano sino como la expresión de hasta qué punto debe llegar el amor al semejante. En otras palabras, se trata de una formulación distinta pero con el mismo contenido de la segunda parte del mandamiento principal: “Amarás... a tu prójimo como a ti mismo”.
Sólo desde la vida en comunión con Dios y desde la asunción de los intereses del hermano, puede realizarse la vida humana en autenticidad. La persona es un ser en relación y sólo desde una forma justa de entablar esa relación puede brotar una existencia conforme a las exigencias de filiación y fraternidad, que son propuestas en el sermón de la montaña.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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Jesús en su Evangelio nos pide hoy confiar en la bondad y voluntad amorosa del Padre celestial. La invitación es a orar sin desmayo, con la seguridad de que seremos escuchados, siempre que aquello que pidamos esté en la línea del plan salvador de Dios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este jueves de la 1ª semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 7,7-12.
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
Comentario
La relación con Dios y con sus semejantes está en el corazón de la existencia humana. De allí la necesidad de volver siempre al examen de la forma concreta de realizar esa doble relación, sobre todo en el tiempo de Cuaresma. Con este fin la liturgia presenta este texto situado casi al final del sermón de la montaña y que constituye una síntesis para realizar la propia vida conforme a auténtica relación frente a Dios (vv.7-11) y frente al prójimo (v.12).
La primera parte muestra la importancia esencial que debe ocupar la plegaria en toda vida humana, sobre todo en la vida de los seguidores de Jesús. Esta importancia se desarrolla en dos etapas sucesivas.
Primeramente (v.7-8) se consigna una exhortación y su fundamento que es válido para la petición de la comunidad y para toda petición. En ambos versículos se repiten tres verbos asociados íntimamente a otros tres. “Pedir”, “buscar” y “llamar” están íntimamente asociados a “dar”, “encontrar”, “abrir”. La multiplicación de los verbos tiene por finalidad indicar la necesidad de agotar los recursos humanos de acercamiento a Dios. A los tres imperativos “pidan, busquen, golpeen” está ligada la promesa, válida en primer lugar para los miembros de la comunidad, de que cada una de esas acciones recibirá una respuesta adecuada: “se les dará”, “encontrarán”, “se les abrirá”. Y como fundamentación de esa promesa (v. 8) se afirma el principio general que tiene vigencia en todos los casos y que fundamenta la petición.
A continuación (vv. 9-11) se despliega ese fundamento con una comparación que brota del carácter del ser de Dios. El término de la comparación es el comportamiento paterno frente al hijo que pide el alimento (pan o pez). La respuesta a la petición siempre se sitúa en el don benéfico, “las cosas buenas” que se piden y no elementos que pueden dañar la vida: “una piedra”, “una serpiente”. Y esto se realiza a pesar de la maldad existente en la condición humana. Con mayor razón, Dios, identificado con la bondad, concederá “cosas buenas” a quien se lo pida.
La mención del alimento como ejemplo de los bienes que se requieren para el desarrollo de la vida, presente en la comparación, sitúa la oración como medio indispensable para desarrollar y acrecentar la vitalidad de la existencia. Dicha vitalidad sólo puede realizarse en el ámbito de la comunión con Dios, de la intimidad familiar, que la oración expresa y significa.
El v. 12 desvía su atención a la relación con el semejante. La exigencia de hacer a los demás lo que se desea para sí mismo es un principio universal, como atestigua su presencia en los escritos de otros pueblos y culturas. Pero también es el resumen del cumplimiento de toda la “Ley y los profetas” y, por consiguiente, de todo el sermón de la montaña. No debe ser entendido como fruto del egoísmo humano sino como la expresión de hasta qué punto debe llegar el amor al semejante. En otras palabras, se trata de una formulación distinta pero con el mismo contenido de la segunda parte del mandamiento principal: “Amarás... a tu prójimo como a ti mismo”.
Sólo desde la vida en comunión con Dios y desde la asunción de los intereses del hermano, puede realizarse la vida humana en autenticidad. La persona es un ser en relación y sólo desde una forma justa de entablar esa relación puede brotar una existencia conforme a las exigencias de filiación y fraternidad, que son propuestas en el sermón de la montaña.
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miércoles, 24 de febrero de 2010
JESÚS ES MEDIADOR DE LA MISERICORDIA Y EL PERDÓN
¡Amor y paz!
Hoy hace una semana que iniciamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. ¿Hemos entrado en serio en este camino de preparación a la Pascua? ¿Está cambiando algo en nuestra vida? Conversión significa cambio de mentalidad («metánoia»). ¿Estamos realizando en esta Cuaresma aquellos cambios que más necesita cada uno de nosotros?
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 1ª. semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 11,29-32.
Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.
Comentario
Aparece otra vez un grupo de personas ansioso por ver a Jesús hacer algún milagro. Jesús, por su parte, vuelve a dar la respuesta que él juzga más fiel con la voluntad del Padre: enseñarle al pueblo a que tenga mirada de fe y descubra el gran milagro que Dios hace a diario. Este milagro es el de la misericordia. Por eso le dice al pueblo que la señal que recibirá será la de Jonás. Es decir, así como este profeta fue instrumento de misericordia para con un pueblo extranjero y pecador, así mismo Jesús será el mediador de la misericordia y el perdón para con su pueblo.
Quien no tenga ojos para la misericordia, seguirá pidiéndole a Jesús milagros que lo acrediten. A quien entienda el lenguaje de la misericordia, le bastará ver a Jesús cercano a los pobres, marginados y pecadores, para entender que un mayor milagro y un mayor testimonio no se puede pedir. Cuando oímos hablar del signo de Jonás, casi siempre pensamos en el famoso cetáceo que, según el relato bíblico, se tragó al profeta. Y nos olvidamos de lo más importante: de la rebeldía del profeta a aceptar a un Dios misericordioso y de su conflicto espiritual por no querer ser mediador de la misericordia.
Nosotros, como el profeta Jonás, pensamos que muchas veces sería mejor aplicar la así llamada "justicia vindicativa" en la que, para escarmiento, "el que la hace la debe pagar". Jesús prefiere el camino del Padre: ganar, por la misericordia, hijos para la vida. No existe mayor «milagro» que reconstruir interiormente a un ser humano. En este sentido, al poder practicar la misericordia, tenemos en nuestras manos el mejor instrumento para convertir nuestra creación en un milagro permanente. Aunque nos cueste la vida, como le ocurrió a Jesús. Habrá gente a quien la misericordia le estorba, pues le daña sus planes de poder. Pero la misericordia tiene siempre la gran atracción de hacernos semejantes a Dios.
Servicio Bíblico Latinoamericano
www.mercaba.org
Hoy hace una semana que iniciamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. ¿Hemos entrado en serio en este camino de preparación a la Pascua? ¿Está cambiando algo en nuestra vida? Conversión significa cambio de mentalidad («metánoia»). ¿Estamos realizando en esta Cuaresma aquellos cambios que más necesita cada uno de nosotros?
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 1ª. semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 11,29-32.
Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.
Comentario
Aparece otra vez un grupo de personas ansioso por ver a Jesús hacer algún milagro. Jesús, por su parte, vuelve a dar la respuesta que él juzga más fiel con la voluntad del Padre: enseñarle al pueblo a que tenga mirada de fe y descubra el gran milagro que Dios hace a diario. Este milagro es el de la misericordia. Por eso le dice al pueblo que la señal que recibirá será la de Jonás. Es decir, así como este profeta fue instrumento de misericordia para con un pueblo extranjero y pecador, así mismo Jesús será el mediador de la misericordia y el perdón para con su pueblo.
Quien no tenga ojos para la misericordia, seguirá pidiéndole a Jesús milagros que lo acrediten. A quien entienda el lenguaje de la misericordia, le bastará ver a Jesús cercano a los pobres, marginados y pecadores, para entender que un mayor milagro y un mayor testimonio no se puede pedir. Cuando oímos hablar del signo de Jonás, casi siempre pensamos en el famoso cetáceo que, según el relato bíblico, se tragó al profeta. Y nos olvidamos de lo más importante: de la rebeldía del profeta a aceptar a un Dios misericordioso y de su conflicto espiritual por no querer ser mediador de la misericordia.
Nosotros, como el profeta Jonás, pensamos que muchas veces sería mejor aplicar la así llamada "justicia vindicativa" en la que, para escarmiento, "el que la hace la debe pagar". Jesús prefiere el camino del Padre: ganar, por la misericordia, hijos para la vida. No existe mayor «milagro» que reconstruir interiormente a un ser humano. En este sentido, al poder practicar la misericordia, tenemos en nuestras manos el mejor instrumento para convertir nuestra creación en un milagro permanente. Aunque nos cueste la vida, como le ocurrió a Jesús. Habrá gente a quien la misericordia le estorba, pues le daña sus planes de poder. Pero la misericordia tiene siempre la gran atracción de hacernos semejantes a Dios.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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martes, 23 de febrero de 2010
ORAR NO ES HABLAR MUCHO: DIOS SABE LO QUE NOS HACE FALTA
¡Amor y paz!
Jesús nos enseña a orar. El Padrenuestro se contrapone a las largas plegarias de los paganos, que basaban su eficacia en las palabras que pronunciaban. La oración cristiana, en cambio, recibe su eficacia del Padre celestial, ya que es una respuesta amorosa que acepta la voluntad salvífica de Dios sobre sí mismo y sobre la historia.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 1ª semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,7-15.
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Comentario
Jesús nos enseña a orar. A la palabra que desciende de Dios, eficaz y viva (es siempre Dios el que tiene la primera palabra, el que tiende puentes, el que ofrece su comunión y su alianza), responde ahora la palabra que sube a Él, nuestra oración.
Ante todo, Jesús nos dice que evitemos la palabrería cuando rezamos: no se trata de informar a Dios sobre algo que no sabe, ni de convencerle con argumentos de algo que no está seguro de concedernos.
A continuación Jesús nos enseña la oración del Padrenuestro, la «oración del Señor», que se ha convertido en la oración de la Iglesia, de los que se sienten hijos («Padre») y hermanos («nuestro»), la oración que se ha llamado con razón «resumen de todo el evangelio».
El Padrenuestro nos educa a una visión equilibrada de nuestra vida. Se fija ante todo en Dios. Dios es el centro, no nosotros: Padre... santificado sea tu nombre... hágase tu voluntad... venga tu Reino. Luego pide para nosotros: el pan de cada día... el perdón de las ofensas... que no caigamos en la tentación... que nos libre de mal.
Jesús hace, al final, un comentario que destaca la petición más incómoda del Padrenuestro: hemos pedido que Dios nos perdone como nosotros perdonamos. Se ve que, para Cristo, esta historia de nuestra relación con Dios tiene otros protagonistas que tal vez no nos resultan tan agradables: los demás. Jesús nos enseña a tenerlos muy en cuenta: «si perdonáis, también os perdonará... si no perdonáis, tampoco os perdonará».
a) Uno de los mejores propósitos que podríamos tomar en esta Cuaresma, siguiendo la línea que nos ha presentado Isaías, sería el de abrirnos más a la Palabra de Dios que baja sobre nosotros. Es la primera actitud de un cristiano: ponernos a la escucha de Dios, atender a su Palabra, admitirla en nuestra vida, «comerla», «comulgar» con esa Palabra que es Cristo mismo, en la «primera mesa», que se nos ofrece en cada Eucaristía.
Ojalá a esa Palabra que nos dirige Dios le dejemos producir en nuestro campo todo el fruto: no sólo el treinta o el sesenta, sino el ciento por ciento. Como en el principio del mundo «dijo y fue hecho»; como en la Pascua, que es el comienzo de la nueva humanidad, el Espíritu de Dios resucitó a Jesús a una nueva existencia, así quiere hacer otro tanto con nosotros en este año concreto.
b) A la palabra descendente que acogemos le responde también una palabra ascendente, nuestra oración.
Cuando nosotros le dirigimos la palabra a Dios, él ya está en sintonía con nosotros. Lo que estamos haciendo es ponernos nosotros en onda con él, porque muchas veces estamos distraídos con mil cosas de la vida. En eso consiste la eficacia de nuestra oración.
Sería bueno que estos días leyéramos, como lectura espiritual o de meditación, la parte IV del Catecismo de la Iglesia Católica: qué representa la oración en la vida de un creyente, cómo oró Jesús, cómo rezó la Virgen María y, sobre todo, el sabroso comentario al Padrenuestro.
Doble programa para la Cuaresma, imitando a Cristo en los cuarenta días del desierto: escuchar más la palabra que Dios nos dirige y elevarle nosotros con más sentido filial nuestra palabra de oración. Para que nuestra oración supere la rutina y el verbalismo, y sea en verdad un encuentro sencillo pero profundo con ese Dios que siempre está cercano, que es Padre, que siempre quiere nuestro bien y está dispuesto a darnos su Espíritu, el resumen de todos los bienes que podemos desear y pedir.
También nosotros podemos decir, como Jesús en la resurrección de Lázaro: «Padre, yo sé que siempre me escuchas».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 30-32
www.mercaba.org
Jesús nos enseña a orar. El Padrenuestro se contrapone a las largas plegarias de los paganos, que basaban su eficacia en las palabras que pronunciaban. La oración cristiana, en cambio, recibe su eficacia del Padre celestial, ya que es una respuesta amorosa que acepta la voluntad salvífica de Dios sobre sí mismo y sobre la historia.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 1ª semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,7-15.
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Comentario
Jesús nos enseña a orar. A la palabra que desciende de Dios, eficaz y viva (es siempre Dios el que tiene la primera palabra, el que tiende puentes, el que ofrece su comunión y su alianza), responde ahora la palabra que sube a Él, nuestra oración.
Ante todo, Jesús nos dice que evitemos la palabrería cuando rezamos: no se trata de informar a Dios sobre algo que no sabe, ni de convencerle con argumentos de algo que no está seguro de concedernos.
A continuación Jesús nos enseña la oración del Padrenuestro, la «oración del Señor», que se ha convertido en la oración de la Iglesia, de los que se sienten hijos («Padre») y hermanos («nuestro»), la oración que se ha llamado con razón «resumen de todo el evangelio».
El Padrenuestro nos educa a una visión equilibrada de nuestra vida. Se fija ante todo en Dios. Dios es el centro, no nosotros: Padre... santificado sea tu nombre... hágase tu voluntad... venga tu Reino. Luego pide para nosotros: el pan de cada día... el perdón de las ofensas... que no caigamos en la tentación... que nos libre de mal.
Jesús hace, al final, un comentario que destaca la petición más incómoda del Padrenuestro: hemos pedido que Dios nos perdone como nosotros perdonamos. Se ve que, para Cristo, esta historia de nuestra relación con Dios tiene otros protagonistas que tal vez no nos resultan tan agradables: los demás. Jesús nos enseña a tenerlos muy en cuenta: «si perdonáis, también os perdonará... si no perdonáis, tampoco os perdonará».
a) Uno de los mejores propósitos que podríamos tomar en esta Cuaresma, siguiendo la línea que nos ha presentado Isaías, sería el de abrirnos más a la Palabra de Dios que baja sobre nosotros. Es la primera actitud de un cristiano: ponernos a la escucha de Dios, atender a su Palabra, admitirla en nuestra vida, «comerla», «comulgar» con esa Palabra que es Cristo mismo, en la «primera mesa», que se nos ofrece en cada Eucaristía.
Ojalá a esa Palabra que nos dirige Dios le dejemos producir en nuestro campo todo el fruto: no sólo el treinta o el sesenta, sino el ciento por ciento. Como en el principio del mundo «dijo y fue hecho»; como en la Pascua, que es el comienzo de la nueva humanidad, el Espíritu de Dios resucitó a Jesús a una nueva existencia, así quiere hacer otro tanto con nosotros en este año concreto.
b) A la palabra descendente que acogemos le responde también una palabra ascendente, nuestra oración.
Cuando nosotros le dirigimos la palabra a Dios, él ya está en sintonía con nosotros. Lo que estamos haciendo es ponernos nosotros en onda con él, porque muchas veces estamos distraídos con mil cosas de la vida. En eso consiste la eficacia de nuestra oración.
Sería bueno que estos días leyéramos, como lectura espiritual o de meditación, la parte IV del Catecismo de la Iglesia Católica: qué representa la oración en la vida de un creyente, cómo oró Jesús, cómo rezó la Virgen María y, sobre todo, el sabroso comentario al Padrenuestro.
Doble programa para la Cuaresma, imitando a Cristo en los cuarenta días del desierto: escuchar más la palabra que Dios nos dirige y elevarle nosotros con más sentido filial nuestra palabra de oración. Para que nuestra oración supere la rutina y el verbalismo, y sea en verdad un encuentro sencillo pero profundo con ese Dios que siempre está cercano, que es Padre, que siempre quiere nuestro bien y está dispuesto a darnos su Espíritu, el resumen de todos los bienes que podemos desear y pedir.
También nosotros podemos decir, como Jesús en la resurrección de Lázaro: «Padre, yo sé que siempre me escuchas».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 30-32
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lunes, 22 de febrero de 2010
A LA GRANDEZA Y LA FELICIDAD POR LA OBEDIENCIA
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, hoy, cuando la Iglesia celebra la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro en Roma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Comentario
En esta fiesta, en que celebramos "La Cátedra de san Pedro", Príncipe de los Apóstoles, podemos fijarnos en el ejemplo de fidelidad a Jesucristo que brilla sobremanera en el que fue, antes de ser elegido, un pescador de tantos en Galilea. Quiso que su vida no fuera sino lo que el Hijo de Dios determinara. Y podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que todo el interés de Pedro, a pesar de su carácter fuerte e impetuoso, como se desprende de algunos pasajes evangélicos, de modo particular en Marcos su compañero de apostolado, se centraba de modos exclusivo en Jesús. Era su deseo cumplir en detalle la voluntad de Jesús, que es tanto como decir cumplir la voluntad de Dios. Este identificarse con el Maestro, cumpliendo su voluntad, no es propio únicamente de Pedro, identifica a todos los santos, pues ninguno puede serlo al margen de la voluntad de Dios.
Cuando parece que un cierto ideal de la persona consistiría en desenvolverse en la vida guiado únicamente con el propio criterio, sin más punto de referencia que el parecer personal; cuando bastantes consideran definitivas sus opiniones, y suficientes –por ser suyas– para configurar la propia vida del mejor modo posible; nos ofrece hoy la Iglesia –Nuestra Madre–, para edificación de todos los fieles, el estímulo de la obediencia. Cuantos deseamos conducirnos con la segura esperanza de la Vida Eterna, no lo haremos de acuerdo con nuestro parecer, ya que la Eterna Bienaventuranza no es un proyecto humano. Se comprende con facilidad que no es una decisión del hombre nuestra existencia en este mundo, ni, claro está, la Vida Eterna en intimidad con Dios, que conocemos por Revelación.
Pedro, habiendo conocido el extraordinario e inalcanzable poder y majestad de Jesucristo, se mantiene inamoviblemente fiel al Maestro, cuando bastantes le abandonan porque no comprenden sus palabras. Señor, ¿a quién y iremos? –le responde–, Tú tienes palabras de Vida Eterna. Así se expresa el Príncipe en el crítico momento –para muchos– de la deslealtad. Cuando aparecen haber perdido sentido los milagros realizados; cuando su vida admirable y sus palabras, cargadas de autoridad, no significan nada para la mayoría; Pedro confía aún en Jesús. Su persona será para él siempre merecedora de toda confianza: hay que creerle siempre y obedecerle; con Cristo no tiene sentido dudar. El criterio de Jesús tendrá en todo momento para este apóstol una autoridad absoluta. Las palabras y deseos del Maestro tienen mucha más fuerza para él que sus propios pensamientos.
Parece muy claro, por lo demás, que la mayor hazaña o reflexión de cualquier hombre, por decisiva que parezca, no pasa, en la práctica, de ser algo necesariamente vinculado a lo caduco, como el mismo hombre. De hecho, son muy pocos en proporción las mujeres y los hombres que han pasado a la historia. En cambio, identificados con Dios, que en Jesucristo nos hace posible conocer su voluntad, aunque los hombres tengan poca relevancia para el acontecer humano, se hacen eternos e inapreciablemente valiosos: como ha previsto Dios. Muchos han logrado ya, sin fama ni espectáculo, acrecentar su vida absolutamente –no sólo para el mundo–, porque con toda sencillez procuraron vivir según el querer divino.
Obediencia. Que en nosotros se haga Su Voluntad: hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo, rezamos con la oración que Cristo nos enseñó. Pidámosle que, en efecto, cada día sea para todos más decisivo no tanto hacer lo que queremos, cuánto lo que Él quiere; firmemente convencidos de que no nos hace mejores ni más grandes en la vida salirnos con "la nuestra". Lo único que –de verdad– nos hace grandes, aunque no lo parezca, es que Dios se salda con "la suya" en nosotros. Comprobaremos, a partir de esta docilidad humilde, que nos va mejor además en las relaciones interpersonales. Guiados por intereses solamente nuestros, que con demasiada frecuencia son egoístas, tenemos sobrada experiencia –por desgracia– de la sociedad tensa que de ordinario hemos de soportar. También por lograr una convivencia en paz nos conviene dejarnos conducir por los mandamientos de nuestro Creador. Siendo el autor del hombre, tiene la ciencia exacta –la ley moral– para el más correcto desenvolvimiento en sociedad.
Pedro pecó. Fue débil en aquel momento y posiblemente en otros muchos que no nos han revelado las Escrituras. Sin embargo, a pesar de sus pecados, volvió al Señor y hoy podemos celebrar su Cátedra: su autoridad, concedida por Jesucristo y asentada en Roma como Pastor universal de la Iglesia. Recordamos con alegría que su arrepentimiento –lloró amargamente, relata San Marcos tras haber negado a Cristo–, era manifestación de su amor a Jesús, más fuerte que cualquiera de sus pecados.
El hombre más feliz y perfecto es aquel en quien mejor se cumple la voluntad de nuestro Creador y Señor. Así es nuestra Madre, la más maravillosa de las criaturas: hizo en mí cosas grandes el que es Todopoderoso, puede afirmar. Implorando su asistencia maternal sabremos imitarla.
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Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, hoy, cuando la Iglesia celebra la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro en Roma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Comentario
En esta fiesta, en que celebramos "La Cátedra de san Pedro", Príncipe de los Apóstoles, podemos fijarnos en el ejemplo de fidelidad a Jesucristo que brilla sobremanera en el que fue, antes de ser elegido, un pescador de tantos en Galilea. Quiso que su vida no fuera sino lo que el Hijo de Dios determinara. Y podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que todo el interés de Pedro, a pesar de su carácter fuerte e impetuoso, como se desprende de algunos pasajes evangélicos, de modo particular en Marcos su compañero de apostolado, se centraba de modos exclusivo en Jesús. Era su deseo cumplir en detalle la voluntad de Jesús, que es tanto como decir cumplir la voluntad de Dios. Este identificarse con el Maestro, cumpliendo su voluntad, no es propio únicamente de Pedro, identifica a todos los santos, pues ninguno puede serlo al margen de la voluntad de Dios.
Cuando parece que un cierto ideal de la persona consistiría en desenvolverse en la vida guiado únicamente con el propio criterio, sin más punto de referencia que el parecer personal; cuando bastantes consideran definitivas sus opiniones, y suficientes –por ser suyas– para configurar la propia vida del mejor modo posible; nos ofrece hoy la Iglesia –Nuestra Madre–, para edificación de todos los fieles, el estímulo de la obediencia. Cuantos deseamos conducirnos con la segura esperanza de la Vida Eterna, no lo haremos de acuerdo con nuestro parecer, ya que la Eterna Bienaventuranza no es un proyecto humano. Se comprende con facilidad que no es una decisión del hombre nuestra existencia en este mundo, ni, claro está, la Vida Eterna en intimidad con Dios, que conocemos por Revelación.
Pedro, habiendo conocido el extraordinario e inalcanzable poder y majestad de Jesucristo, se mantiene inamoviblemente fiel al Maestro, cuando bastantes le abandonan porque no comprenden sus palabras. Señor, ¿a quién y iremos? –le responde–, Tú tienes palabras de Vida Eterna. Así se expresa el Príncipe en el crítico momento –para muchos– de la deslealtad. Cuando aparecen haber perdido sentido los milagros realizados; cuando su vida admirable y sus palabras, cargadas de autoridad, no significan nada para la mayoría; Pedro confía aún en Jesús. Su persona será para él siempre merecedora de toda confianza: hay que creerle siempre y obedecerle; con Cristo no tiene sentido dudar. El criterio de Jesús tendrá en todo momento para este apóstol una autoridad absoluta. Las palabras y deseos del Maestro tienen mucha más fuerza para él que sus propios pensamientos.
Parece muy claro, por lo demás, que la mayor hazaña o reflexión de cualquier hombre, por decisiva que parezca, no pasa, en la práctica, de ser algo necesariamente vinculado a lo caduco, como el mismo hombre. De hecho, son muy pocos en proporción las mujeres y los hombres que han pasado a la historia. En cambio, identificados con Dios, que en Jesucristo nos hace posible conocer su voluntad, aunque los hombres tengan poca relevancia para el acontecer humano, se hacen eternos e inapreciablemente valiosos: como ha previsto Dios. Muchos han logrado ya, sin fama ni espectáculo, acrecentar su vida absolutamente –no sólo para el mundo–, porque con toda sencillez procuraron vivir según el querer divino.
Obediencia. Que en nosotros se haga Su Voluntad: hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo, rezamos con la oración que Cristo nos enseñó. Pidámosle que, en efecto, cada día sea para todos más decisivo no tanto hacer lo que queremos, cuánto lo que Él quiere; firmemente convencidos de que no nos hace mejores ni más grandes en la vida salirnos con "la nuestra". Lo único que –de verdad– nos hace grandes, aunque no lo parezca, es que Dios se salda con "la suya" en nosotros. Comprobaremos, a partir de esta docilidad humilde, que nos va mejor además en las relaciones interpersonales. Guiados por intereses solamente nuestros, que con demasiada frecuencia son egoístas, tenemos sobrada experiencia –por desgracia– de la sociedad tensa que de ordinario hemos de soportar. También por lograr una convivencia en paz nos conviene dejarnos conducir por los mandamientos de nuestro Creador. Siendo el autor del hombre, tiene la ciencia exacta –la ley moral– para el más correcto desenvolvimiento en sociedad.
Pedro pecó. Fue débil en aquel momento y posiblemente en otros muchos que no nos han revelado las Escrituras. Sin embargo, a pesar de sus pecados, volvió al Señor y hoy podemos celebrar su Cátedra: su autoridad, concedida por Jesucristo y asentada en Roma como Pastor universal de la Iglesia. Recordamos con alegría que su arrepentimiento –lloró amargamente, relata San Marcos tras haber negado a Cristo–, era manifestación de su amor a Jesús, más fuerte que cualquiera de sus pecados.
El hombre más feliz y perfecto es aquel en quien mejor se cumple la voluntad de nuestro Creador y Señor. Así es nuestra Madre, la más maravillosa de las criaturas: hizo en mí cosas grandes el que es Todopoderoso, puede afirmar. Implorando su asistencia maternal sabremos imitarla.
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domingo, 21 de febrero de 2010
DEBEMOS ELEGIR ENTRE EL BIEN Y EL MAL, DIOS Y LAS IDOLATRÍAS
¡Amor y paz!
El Espíritu lleva a Jesús al desierto. Éste es un lugar de silencio, de soledad, de libertad, un lugar para plantearse las cuestiones fundamentales de su vida. Es un lugar de muerte, porque allí escasea el agua, esencial para la vida. Es un espacio donde la realidad es despojada de las apariencias, reducida a lo esencial. Es allí donde, lejos del mundanal ruido, es tentado Jesús.
Repasando lo que fueron las tentaciones de Jesús, no sólo en un momento determinado, sino durante toda su vida, podremos examinar las nuestras, aquellas que nos hacen tambalear y a veces caer.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 1er
Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 4,1-13.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan". Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan". Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.
Comentario
El evangelista Lucas altera el orden de las tentaciones de Jesús para hacerlas terminar en Jerusalén, lugar de especial importancia teológica en su Evangelio. Pero los tres sinópticos concuerdan en presentarnos las tentaciones de Jesús como marco para su ministerio y en vincularlas al Bautismo. Es el mismo Espíritu que desciende sobre Jesús en el bautismo el que empuja al desierto "cuando volvió del Jordán".
Bautismo y tentaciones forman así no un episodio aislado en la vida de Jesús, sino la clave teológica de la comprensión de su vida. En el Bautismo, queda clara la experiencia de la filiación: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto". En las tentaciones se prueba esa misma filiación, qué estilo va a tener, qué estrategia va a adoptar.
Hay tentaciones que nos apartan del bien y nos ofrecen el mal como objetivo, aunque sea bajo la capa del bien. Hay que elegir entre el bien y el mal. Entre el Evangelio y el egoísmo, entre Dios y la idolatría. Nadie hay que pueda poner la mano en el fuego y afirmar que él ya no tiene esta tentación que San Pablo llama de la "carne" en sentido teológico. Pero la prueba ante la que se encuentra Jesús es otra mucho más sutil. Es la de los hombres religiosos, los que ya han optado por Dios. Es la tentación de quien ya ha aceptado una misión. Fue la tentación de Israel precisamente en cuanto pueblo de Dios. Es la tentación de Jesús precisamente en cuanto Hijo de Dios. Será la tentación de la Iglesia precisamente en cuanto comunidad del Reino. No es una tentación al pecado. Al revés, se trata de llevar a cabo una misión recibida de Dios. La prueba versa sobre las estrategias para cumplir la misión. Porque hay dos estrategias de salvación. El espíritu evangélico y su antagónico no sólo tienen fines distintos, sino estrategias distintas.
El engaño consiste en creer que, porque fundamentalmente existe conversión a Dios, dedicación al Reino, buena voluntad, nos podemos permitir descuidar los medios, estilos y estrategias.
Porque éstos marcan radicalmente la misión que se intenta cumplir. Aquí se nos avisa con claridad. La prueba no existe sólo con respecto a los medios. Por eso hay que discernirlos. Jesús experimenta la posibilidad de ser Hijo de Dios según la imagen del tentador, que se aparta de la opción clave de la encarnación.
Y nosotros, los cristianos, los seguidores de Jesús, los hijos de Dios, haríamos muy bien en dar suma importancia al conocimiento de este "mundo" y ejercitarnos en discernir los medios que nos ofrece como salvadores y no lo son. Para nosotros pidió Jesús: "No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal". También quienes generosamente aceptan la misión del Reino se encuentran ante una encrucijada de la libertad y deben optar por el estilo de su misión.
Dios en provecho propio
J/TENTACION/SER-H:La primera tentación consiste en utilizar la filiación, esa preciosa relación privilegiada con Dios como Padre, en provecho propio, para eludir las propias responsabilidades, para escapar a la dureza de la condición humana. "Si eres Hijo de Dios, dice el tentador, aprovecha esa circunstancia y calma tu hambre". Jesús así saciaría, sí, una necesidad, pero al precio de vivir su filiación como contraria a la ley de la encarnación. Dios no quiere que sucumbamos a nuestras necesidades, sino que paguemos el precio del trabajo, del esfuerzo, de la búsqueda. La condición divina de Jesús no aligera su condición humana.
¿Cuántas veces pensamos nosotros, cristianos, que como somos apóstoles, como oramos, como nuestra tarea es el Reino, podemos saber de todo, arreglarlo todo, responder a todo, sin el duro esfuerzo de la formación, de la responsabilidad y el trabajo? Nos preocupa la paz, como valor del reino. Pero ¿aceptamos el duro esfuerzo de formarnos en los graves problemas que la paz, los bloques, la carrera de armamentos, hoy tienen planteados? Nos encomendamos a Dios, sí, pero ante temas tan cruciales ¿nos responsabilizamos de formarnos una opinión y hacerla válida por los medios cívicos existentes? La caridad es un valor del Reino, pero ante el paro desolador, el hambre en el tercer mundo, ¿nos tomamos en serio el trabajo que supone afrontar los problemas conociendo sus causas y sus soluciones? Y así podríamos hablar de mil otros asuntos en los que el necesario esfuerzo nunca se debe ver aliviado por nuestra condición cristiana, sino al revés, estimulado.
Postrados ante el poder
La segunda tentación, según el orden que establece Lucas, es la utilización del poder ante la oposición al mensaje. "Te daré todo este poder". ¿No sería bueno tener el mayor poder posible para emplearlo en la difusión del Evangelio? El tentador muestra cómo funciona el mundo, los mecanismos por los que se logra el éxito en la sociedad, y ofrece utilizarlos para la misión de Jesús -o de los cristianos- Casi al final, subrepticiamente, hay una coletilla: "si me adorares". Pero casi no se cae en la cuenta de ella. Lo importante es que a través de los engranajes del poder el Evangelio llegará al mundo. No hay más que someterse a los mecanismos del mundo. El que no tiene poder, fracasa.
Jesús sabe que es necesario para tener poder, previamente, haber pactado y postrarse ante los poderes de este mundo. Y que el Reino de Dios nunca crecerá con la estrategia del poder. ¿No es esto también hoy sumamente actual cuando se presenta la tentación de cumplir la misión de la Iglesia desde los pobres o desde los poderosos de este mundo?
Prestigio en lugar de cruz
La última tentación tiene lugar en Jerusalén. Es el centro de la religiosidad judía. Va a tener lugar en relación con el templo. Hacia allí se encamina Jesús según el Evangelio de Lucas. En Jerusalén su misión culminará en la cruz, y con Jesús el propio mensaje quedará crucificado. El tentador ofrece escapar a la muerte por ser el Hijo de Dios, y cambiar ese destino como camino hacia el reino por el prestigio.
Si Jesús no muere al tirarse desde el templo, a ojos de todos estará clara la verdad de su misión. Esta tentación es más sutil porque parece más desinteresada. Es utilizar la relación con Dios no ya en provecho propio, sino como ventaja en orden a la misión. ¿Cómo se conseguirá éxito mayor, a través de la muerte o escapando a ella milagrosamente? Una y otra vez el tentador ofrece también a los seguidores de Jesús escapar a la cruz como instrumento de salvación. El dinero, el prestigio, los honores, serán más provechosos a la causa de Jesús que el fracaso, el sufrimiento y la cruz. ¡Qué sutil tentación para un cristiano del siglo XX, con todos sus adelantos y posibilidades, declarar caducada la cruz! Si lo aceptamos, testimoniaríamos la buena nueva de nuestro prestigio y fuerza, pero no la Buena Nueva de Jesús, crucificado y, por ello, salvador. Cambiar a Jesús crucificado por nuestro prestigio sería el gran fraude para los hombres también de este siglo.
JESÚS M. ALEMANY
DABAR 1986, 15
www.mercaba.org
El Espíritu lleva a Jesús al desierto. Éste es un lugar de silencio, de soledad, de libertad, un lugar para plantearse las cuestiones fundamentales de su vida. Es un lugar de muerte, porque allí escasea el agua, esencial para la vida. Es un espacio donde la realidad es despojada de las apariencias, reducida a lo esencial. Es allí donde, lejos del mundanal ruido, es tentado Jesús.
Repasando lo que fueron las tentaciones de Jesús, no sólo en un momento determinado, sino durante toda su vida, podremos examinar las nuestras, aquellas que nos hacen tambalear y a veces caer.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 1er
Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 4,1-13.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan". Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan". Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.
Comentario
El evangelista Lucas altera el orden de las tentaciones de Jesús para hacerlas terminar en Jerusalén, lugar de especial importancia teológica en su Evangelio. Pero los tres sinópticos concuerdan en presentarnos las tentaciones de Jesús como marco para su ministerio y en vincularlas al Bautismo. Es el mismo Espíritu que desciende sobre Jesús en el bautismo el que empuja al desierto "cuando volvió del Jordán".
Bautismo y tentaciones forman así no un episodio aislado en la vida de Jesús, sino la clave teológica de la comprensión de su vida. En el Bautismo, queda clara la experiencia de la filiación: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto". En las tentaciones se prueba esa misma filiación, qué estilo va a tener, qué estrategia va a adoptar.
Hay tentaciones que nos apartan del bien y nos ofrecen el mal como objetivo, aunque sea bajo la capa del bien. Hay que elegir entre el bien y el mal. Entre el Evangelio y el egoísmo, entre Dios y la idolatría. Nadie hay que pueda poner la mano en el fuego y afirmar que él ya no tiene esta tentación que San Pablo llama de la "carne" en sentido teológico. Pero la prueba ante la que se encuentra Jesús es otra mucho más sutil. Es la de los hombres religiosos, los que ya han optado por Dios. Es la tentación de quien ya ha aceptado una misión. Fue la tentación de Israel precisamente en cuanto pueblo de Dios. Es la tentación de Jesús precisamente en cuanto Hijo de Dios. Será la tentación de la Iglesia precisamente en cuanto comunidad del Reino. No es una tentación al pecado. Al revés, se trata de llevar a cabo una misión recibida de Dios. La prueba versa sobre las estrategias para cumplir la misión. Porque hay dos estrategias de salvación. El espíritu evangélico y su antagónico no sólo tienen fines distintos, sino estrategias distintas.
El engaño consiste en creer que, porque fundamentalmente existe conversión a Dios, dedicación al Reino, buena voluntad, nos podemos permitir descuidar los medios, estilos y estrategias.
Porque éstos marcan radicalmente la misión que se intenta cumplir. Aquí se nos avisa con claridad. La prueba no existe sólo con respecto a los medios. Por eso hay que discernirlos. Jesús experimenta la posibilidad de ser Hijo de Dios según la imagen del tentador, que se aparta de la opción clave de la encarnación.
Y nosotros, los cristianos, los seguidores de Jesús, los hijos de Dios, haríamos muy bien en dar suma importancia al conocimiento de este "mundo" y ejercitarnos en discernir los medios que nos ofrece como salvadores y no lo son. Para nosotros pidió Jesús: "No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal". También quienes generosamente aceptan la misión del Reino se encuentran ante una encrucijada de la libertad y deben optar por el estilo de su misión.
Dios en provecho propio
J/TENTACION/SER-H:La primera tentación consiste en utilizar la filiación, esa preciosa relación privilegiada con Dios como Padre, en provecho propio, para eludir las propias responsabilidades, para escapar a la dureza de la condición humana. "Si eres Hijo de Dios, dice el tentador, aprovecha esa circunstancia y calma tu hambre". Jesús así saciaría, sí, una necesidad, pero al precio de vivir su filiación como contraria a la ley de la encarnación. Dios no quiere que sucumbamos a nuestras necesidades, sino que paguemos el precio del trabajo, del esfuerzo, de la búsqueda. La condición divina de Jesús no aligera su condición humana.
¿Cuántas veces pensamos nosotros, cristianos, que como somos apóstoles, como oramos, como nuestra tarea es el Reino, podemos saber de todo, arreglarlo todo, responder a todo, sin el duro esfuerzo de la formación, de la responsabilidad y el trabajo? Nos preocupa la paz, como valor del reino. Pero ¿aceptamos el duro esfuerzo de formarnos en los graves problemas que la paz, los bloques, la carrera de armamentos, hoy tienen planteados? Nos encomendamos a Dios, sí, pero ante temas tan cruciales ¿nos responsabilizamos de formarnos una opinión y hacerla válida por los medios cívicos existentes? La caridad es un valor del Reino, pero ante el paro desolador, el hambre en el tercer mundo, ¿nos tomamos en serio el trabajo que supone afrontar los problemas conociendo sus causas y sus soluciones? Y así podríamos hablar de mil otros asuntos en los que el necesario esfuerzo nunca se debe ver aliviado por nuestra condición cristiana, sino al revés, estimulado.
Postrados ante el poder
La segunda tentación, según el orden que establece Lucas, es la utilización del poder ante la oposición al mensaje. "Te daré todo este poder". ¿No sería bueno tener el mayor poder posible para emplearlo en la difusión del Evangelio? El tentador muestra cómo funciona el mundo, los mecanismos por los que se logra el éxito en la sociedad, y ofrece utilizarlos para la misión de Jesús -o de los cristianos- Casi al final, subrepticiamente, hay una coletilla: "si me adorares". Pero casi no se cae en la cuenta de ella. Lo importante es que a través de los engranajes del poder el Evangelio llegará al mundo. No hay más que someterse a los mecanismos del mundo. El que no tiene poder, fracasa.
Jesús sabe que es necesario para tener poder, previamente, haber pactado y postrarse ante los poderes de este mundo. Y que el Reino de Dios nunca crecerá con la estrategia del poder. ¿No es esto también hoy sumamente actual cuando se presenta la tentación de cumplir la misión de la Iglesia desde los pobres o desde los poderosos de este mundo?
Prestigio en lugar de cruz
La última tentación tiene lugar en Jerusalén. Es el centro de la religiosidad judía. Va a tener lugar en relación con el templo. Hacia allí se encamina Jesús según el Evangelio de Lucas. En Jerusalén su misión culminará en la cruz, y con Jesús el propio mensaje quedará crucificado. El tentador ofrece escapar a la muerte por ser el Hijo de Dios, y cambiar ese destino como camino hacia el reino por el prestigio.
Si Jesús no muere al tirarse desde el templo, a ojos de todos estará clara la verdad de su misión. Esta tentación es más sutil porque parece más desinteresada. Es utilizar la relación con Dios no ya en provecho propio, sino como ventaja en orden a la misión. ¿Cómo se conseguirá éxito mayor, a través de la muerte o escapando a ella milagrosamente? Una y otra vez el tentador ofrece también a los seguidores de Jesús escapar a la cruz como instrumento de salvación. El dinero, el prestigio, los honores, serán más provechosos a la causa de Jesús que el fracaso, el sufrimiento y la cruz. ¡Qué sutil tentación para un cristiano del siglo XX, con todos sus adelantos y posibilidades, declarar caducada la cruz! Si lo aceptamos, testimoniaríamos la buena nueva de nuestro prestigio y fuerza, pero no la Buena Nueva de Jesús, crucificado y, por ello, salvador. Cambiar a Jesús crucificado por nuestro prestigio sería el gran fraude para los hombres también de este siglo.
JESÚS M. ALEMANY
DABAR 1986, 15
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sábado, 20 de febrero de 2010
RESPONDAMOS CON UN ‘SÍ’ ALEGRE AL LLAMADO DEL SEÑOR
¡Amor y paz!
La llamada del publicano Mateo para el oficio de apóstol tiene tres perspectivas: Jesús que lo llama, él que lo deja todo y le sigue, y los fariseos que murmuran.
Es que Jesús rompe los esquemas y llama como apóstol suyo nada menos que a un publicano, a una persona mal vista: un recaudador de impuestos para los romanos, la potencia ocupante, esto es, un ‘pecador’ en la concepción social de ese tiempo.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado después de Ceniza.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 5,27-32.
Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?". Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
Comentario
Conversión y alegría: hay que cambiar de vida y celebrar ese cambio festivamente.
-Jesús, saliendo de una casa, en Cafarnaúm, vio a un publicano, cuyo nombre era Leví, sentado al telonio...
Recaudaba los impuestos a cuenta del ejército de ocupación.
Habitualmente el evangelio junta las dos palabras "publicanos y pecadores": que son casi equivalentes a la frase actual: "explotador público". Leví sería un hombre rico: sus bolsillos se llenaban a expensas del pueblo humilde, antes de llenar las arcas del Estado.
-Y le dijo: "Sígueme." Jesús no se ajusta a las clasificaciones hechas de una sola pieza. Se atreve a elegir para apóstol a uno de esos pecadores mal vistos. Le llama, le invita a cambiar de vida.
Y, ¿yo creo que todo hombre puede cambiar? ¿Doy oportunidades a todos? ¿Creo en mi propia posibilidad de conversión?
-Leví, dejándolo todo, se levantó y le siguió.
Dejar "todo".
Para seguir a Jesús.
De hecho, ¿he renunciado yo a algunas cosas para seguir a Cristo? ¿Qué me retiene?
¿Qué debo dejar para seguirte, Señor? ¿Qué me impide seguirte realmente? La cuaresma debería ser un tiempo de purificación, de soltar lastre. Desprenderme de lo que me embaraza. Concentrarme en lo esencial.
-Leví le ofreció un gran banquete en su casa, con asistencia de gran multitud de publicanos y otros que estaban recostados, junto a la mesa, con los discípulos.
¡He aquí un ejemplo de renuncia festiva! Lo deja todo para seguir a Jesús. Pero sin ninguna morosidad especial: ofrece un banquete, un gran festín ¡para celebrar su gran renuncia a "todo"! Festeja su conversión y su vocación. ¡Viva la vida! ¡Viva la alegría! Cuando ayunes, perfúmate la cabeza. Cuando tú renuncias a ti mismo quédate contento.
-Los fariseos y sus escribas recriminaban...
Pasan el tiempo en eso: ... en recriminar, en gemir, en deplorar.
-¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? ¡Ya está! Ya han colocado la etiqueta del menosprecio: "publicanos y pecadores".
Lo esencial de su religión era, precisamente, el preservarse, el separarse, el juzgar desde lejos y desde arriba...
-"No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos, y no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores a penitencia..."
Gracias, Señor. Ten piedad de mí, Señor.
Si yo no tuviera esta tu promesa, creo que me habría desanimado pronto ante lo que descubro ya en esta Cuaresma.
Lo que pasa en el fondo es que algunos de mis hábitos me satisfacen y tus invitaciones a "cambiar de vida" ¡me estorban! ¡Esta Cuaresma me estorba, Señor! Sí, soy un pecador.
Sí, me resisto a tus llamadas. Siento con dolor mis limitaciones. ¿Llegaré a vivir una Cuaresma mejor? Cuento contigo, Señor. Mi voluntad tiene necesidad de curación.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 104 s.
www.mercaba.org
La llamada del publicano Mateo para el oficio de apóstol tiene tres perspectivas: Jesús que lo llama, él que lo deja todo y le sigue, y los fariseos que murmuran.
Es que Jesús rompe los esquemas y llama como apóstol suyo nada menos que a un publicano, a una persona mal vista: un recaudador de impuestos para los romanos, la potencia ocupante, esto es, un ‘pecador’ en la concepción social de ese tiempo.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado después de Ceniza.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 5,27-32.
Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?". Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
Comentario
Conversión y alegría: hay que cambiar de vida y celebrar ese cambio festivamente.
-Jesús, saliendo de una casa, en Cafarnaúm, vio a un publicano, cuyo nombre era Leví, sentado al telonio...
Recaudaba los impuestos a cuenta del ejército de ocupación.
Habitualmente el evangelio junta las dos palabras "publicanos y pecadores": que son casi equivalentes a la frase actual: "explotador público". Leví sería un hombre rico: sus bolsillos se llenaban a expensas del pueblo humilde, antes de llenar las arcas del Estado.
-Y le dijo: "Sígueme." Jesús no se ajusta a las clasificaciones hechas de una sola pieza. Se atreve a elegir para apóstol a uno de esos pecadores mal vistos. Le llama, le invita a cambiar de vida.
Y, ¿yo creo que todo hombre puede cambiar? ¿Doy oportunidades a todos? ¿Creo en mi propia posibilidad de conversión?
-Leví, dejándolo todo, se levantó y le siguió.
Dejar "todo".
Para seguir a Jesús.
De hecho, ¿he renunciado yo a algunas cosas para seguir a Cristo? ¿Qué me retiene?
¿Qué debo dejar para seguirte, Señor? ¿Qué me impide seguirte realmente? La cuaresma debería ser un tiempo de purificación, de soltar lastre. Desprenderme de lo que me embaraza. Concentrarme en lo esencial.
-Leví le ofreció un gran banquete en su casa, con asistencia de gran multitud de publicanos y otros que estaban recostados, junto a la mesa, con los discípulos.
¡He aquí un ejemplo de renuncia festiva! Lo deja todo para seguir a Jesús. Pero sin ninguna morosidad especial: ofrece un banquete, un gran festín ¡para celebrar su gran renuncia a "todo"! Festeja su conversión y su vocación. ¡Viva la vida! ¡Viva la alegría! Cuando ayunes, perfúmate la cabeza. Cuando tú renuncias a ti mismo quédate contento.
-Los fariseos y sus escribas recriminaban...
Pasan el tiempo en eso: ... en recriminar, en gemir, en deplorar.
-¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? ¡Ya está! Ya han colocado la etiqueta del menosprecio: "publicanos y pecadores".
Lo esencial de su religión era, precisamente, el preservarse, el separarse, el juzgar desde lejos y desde arriba...
-"No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos, y no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores a penitencia..."
Gracias, Señor. Ten piedad de mí, Señor.
Si yo no tuviera esta tu promesa, creo que me habría desanimado pronto ante lo que descubro ya en esta Cuaresma.
Lo que pasa en el fondo es que algunos de mis hábitos me satisfacen y tus invitaciones a "cambiar de vida" ¡me estorban! ¡Esta Cuaresma me estorba, Señor! Sí, soy un pecador.
Sí, me resisto a tus llamadas. Siento con dolor mis limitaciones. ¿Llegaré a vivir una Cuaresma mejor? Cuento contigo, Señor. Mi voluntad tiene necesidad de curación.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 104 s.
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viernes, 19 de febrero de 2010
JESÚS TRANSFORMA EL SENTIDO DEL AYUNO Y LA PENITENCIA
¡Amor y paz!
La Cuaresma es tiempo de ayuno y penitencia, sobre lo cual nos habla la Palabra de Dios en estos días. El pasaje de hoy se concentra en ello, pero en el contexto está el banquete que Mateo, el publicano, ofreció a Jesús y a sus discípulos a raíz del llamamiento que éste le hizo para seguirlo. Los versículos 9-13 plantean el problema de la participación de Jesús en la mesa con los pecadores, mientras que
los 14-15 tratan el tema del ayuno.
Entre tanto, los interlocutores de Jesús han cambiado: en el pasaje del Evangelio hoy, los discípulos de Juan siguen a los fariseos y se extrañan de que Jesús y sus discípulos no ayunen como lo hacen ellos mismos, de una manera rigurosa que supera ampliamente las observancias judías relativas a los ayunos. La respuesta de Jesús pone de relieve que los discípulos de Juan Bautista no han descubierto aún en Jesús al "esposo" mesiánico. Si lo hubieran descubierto, hubieran comprendido que de ahora en adelante el ayuno no tiene el mismo significado.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Viernes después de Ceniza.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 9,14-15.
Entonces se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Comentario
“Dice el Señor. El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres, vestir al desnudo y no cerrarte a tu propia carne”.
Dios nos recuerda la importancia vital de la solidaridad. Es la expresión concreta de la fraternidad cristiana. Cierto, la Cuaresma es un tiempo penitencial, ascético. Pero la ascesis y la penitencia cristiana no consisten en simples signos externos. Es cambiar la mente y el corazón, para activar las exigencias de la verdad y del amor. Es entonces cuando interpretamos a los hermanos desde la mirada amorosa de Dios. Guiados por esa verdad y ese amor, nos hacemos presentes y cercanos, para ayudar y servir realmente los más necesitados.
Jesús reafirma la auténtica dirección del ayuno. Lo hace en su respuesta a los discípulos de Juan el Bautista: “Por qué nosotros y los fariseos ayunan a menudo y tus discípulos, en cambio, no ayunan? Jesús les responde que desea y espera de sus discípulos que vivan “la alegría de la presencia del novio, del amigo”, haciendo referencia a Él mismo. Jesús desea que sus seguidores vivan el gozo y la esperanza de haberse abierto a su mensaje, a la “Buena Noticia del Reino”.
Pero la respuesta de Jesús no termina ahí. Cuando el “Novio, el Amigo” se haya ocultado a su vista y ya esté junto al Padre que le envió, es urgente activar el amor, la penitencia y el ayuno. Si la penitencia y el ayuno están impregnados de amor hecho servicio a los demás, Jesús se complace en la actitud generosa de sus discípulos. Es entonces cuando sus seguidores están viviendo la fraternidad cristiana y la solidaridad auténtica. Esa actitud de amor y servicio a los demás es el verdadero signo de nuestra penitencia – acercarse a los demás como Dios desea – y de nuestro ayuno – renunciar al egoísmo, a la violencia, a la codicia, a la insensibilidad, a la comodidad..., con la sincera intención de ayudar y alegrar a nuestros hermanos.
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La Cuaresma es tiempo de ayuno y penitencia, sobre lo cual nos habla la Palabra de Dios en estos días. El pasaje de hoy se concentra en ello, pero en el contexto está el banquete que Mateo, el publicano, ofreció a Jesús y a sus discípulos a raíz del llamamiento que éste le hizo para seguirlo. Los versículos 9-13 plantean el problema de la participación de Jesús en la mesa con los pecadores, mientras que
los 14-15 tratan el tema del ayuno.
Entre tanto, los interlocutores de Jesús han cambiado: en el pasaje del Evangelio hoy, los discípulos de Juan siguen a los fariseos y se extrañan de que Jesús y sus discípulos no ayunen como lo hacen ellos mismos, de una manera rigurosa que supera ampliamente las observancias judías relativas a los ayunos. La respuesta de Jesús pone de relieve que los discípulos de Juan Bautista no han descubierto aún en Jesús al "esposo" mesiánico. Si lo hubieran descubierto, hubieran comprendido que de ahora en adelante el ayuno no tiene el mismo significado.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Viernes después de Ceniza.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 9,14-15.
Entonces se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Comentario
“Dice el Señor. El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres, vestir al desnudo y no cerrarte a tu propia carne”.
Dios nos recuerda la importancia vital de la solidaridad. Es la expresión concreta de la fraternidad cristiana. Cierto, la Cuaresma es un tiempo penitencial, ascético. Pero la ascesis y la penitencia cristiana no consisten en simples signos externos. Es cambiar la mente y el corazón, para activar las exigencias de la verdad y del amor. Es entonces cuando interpretamos a los hermanos desde la mirada amorosa de Dios. Guiados por esa verdad y ese amor, nos hacemos presentes y cercanos, para ayudar y servir realmente los más necesitados.
Jesús reafirma la auténtica dirección del ayuno. Lo hace en su respuesta a los discípulos de Juan el Bautista: “Por qué nosotros y los fariseos ayunan a menudo y tus discípulos, en cambio, no ayunan? Jesús les responde que desea y espera de sus discípulos que vivan “la alegría de la presencia del novio, del amigo”, haciendo referencia a Él mismo. Jesús desea que sus seguidores vivan el gozo y la esperanza de haberse abierto a su mensaje, a la “Buena Noticia del Reino”.
Pero la respuesta de Jesús no termina ahí. Cuando el “Novio, el Amigo” se haya ocultado a su vista y ya esté junto al Padre que le envió, es urgente activar el amor, la penitencia y el ayuno. Si la penitencia y el ayuno están impregnados de amor hecho servicio a los demás, Jesús se complace en la actitud generosa de sus discípulos. Es entonces cuando sus seguidores están viviendo la fraternidad cristiana y la solidaridad auténtica. Esa actitud de amor y servicio a los demás es el verdadero signo de nuestra penitencia – acercarse a los demás como Dios desea – y de nuestro ayuno – renunciar al egoísmo, a la violencia, a la codicia, a la insensibilidad, a la comodidad..., con la sincera intención de ayudar y alegrar a nuestros hermanos.
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jueves, 18 de febrero de 2010
¿DE QUÉ LE SIRVE AL HOMBRE GANAR EL MUNDO ENTERO…?
¡Amor y paz!
Conviene tener presente que la Cuaresma es el camino hacia la Pascua. El discípulo de Cristo debe abrazarse a la cruz para encontrar la vida. De nada sirve ganar el mundo si uno se pierde. Sólo muriendo a nosotros mismos tendremos la vía de la libertad y de la alegría verdaderas.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves después de Ceniza.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 9,22-25.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
Comentario
Seguir a Jesús se identifica con perder la vida. En un lenguaje evidentemente cristiano, la iglesia representa simbólicamente esa actitud con la exigencia de cargar la cruz de cada día. El gesto de Jesús que sube con su cruz hacia el Calvario y muere aplastado por su peso se convierte en la verdad universal, el principio de interpretación en que se basa toda nuestra historia.
Los modelos de las viejas religiones de la tierra ya no sirven. Por eso la grandeza del hombre no consiste en trascender la finitud de la materia, subiendo hasta la altura del ser de lo divino (mística oriental) ni consiste en identificarnos sacramentalmente con las fuerzas de la vida que laten en la hondura radical del cosmos (religión de los misterios) ni es perfecto quien cumple la ley hasta el final (fariseísmo) ni el que pretende escaparse del abismo de miseria del mundo, en la esperanza de la meta que se acerca (apocalíptica)...
Frente a todos los posibles caminos de la historia de los hombres, Jesús nos ha trazado su camino: "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo". Cargar la cruz de Jesús significa escuchar su mensaje del reino, adoptar su manera de ser y cumplir hasta el final la urgencia de su ejemplo: ofrecer siempre el perdón, amar sin limitaciones, vivir abiertos al misterio de Dios y mantenerse fieles, aunque eso signifique un riesgo que nos pone en camino de la muerte.
Desde esta exigencia, la iglesia se definirá como el conjunto de los hombres que se mantienen unidos en el recuerdo de Jesús y han tomado su gesto personal como la norma de conducta. En esta perspectiva es imposible dictar unas leyes de moral objetiva a la que todos deban someterse. La verdadera ley (la norma final) es siempre el Cristo: su mensaje de evangelio y su camino de amor hasta la muerte.
Sobre ese fondo, la ley de Jesús se puede traducir de la siguiente forma: se gana en realidad aquello que se pierde, es decir, lo que se ofrece a los demás, aquello que se sacrifica en bien del otro. Por el contrario, todo aquello que los hombres retienen para sí de una manera cerrada y egoísta lo han perdido. La concreción de esta manera de vida es el "Calvario": resucita lo que ha muerto en bien del otro.
No olvidemos que toda esta ley de la existencia cristiana se formula y tiene sentido como expansión de la verdad de Cristo. Sin su muerte y resurrección todas estas palabras no serían más que un sueño sin sentido.
COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1306 s.
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Conviene tener presente que la Cuaresma es el camino hacia la Pascua. El discípulo de Cristo debe abrazarse a la cruz para encontrar la vida. De nada sirve ganar el mundo si uno se pierde. Sólo muriendo a nosotros mismos tendremos la vía de la libertad y de la alegría verdaderas.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves después de Ceniza.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 9,22-25.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
Comentario
Seguir a Jesús se identifica con perder la vida. En un lenguaje evidentemente cristiano, la iglesia representa simbólicamente esa actitud con la exigencia de cargar la cruz de cada día. El gesto de Jesús que sube con su cruz hacia el Calvario y muere aplastado por su peso se convierte en la verdad universal, el principio de interpretación en que se basa toda nuestra historia.
Los modelos de las viejas religiones de la tierra ya no sirven. Por eso la grandeza del hombre no consiste en trascender la finitud de la materia, subiendo hasta la altura del ser de lo divino (mística oriental) ni consiste en identificarnos sacramentalmente con las fuerzas de la vida que laten en la hondura radical del cosmos (religión de los misterios) ni es perfecto quien cumple la ley hasta el final (fariseísmo) ni el que pretende escaparse del abismo de miseria del mundo, en la esperanza de la meta que se acerca (apocalíptica)...
Frente a todos los posibles caminos de la historia de los hombres, Jesús nos ha trazado su camino: "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo". Cargar la cruz de Jesús significa escuchar su mensaje del reino, adoptar su manera de ser y cumplir hasta el final la urgencia de su ejemplo: ofrecer siempre el perdón, amar sin limitaciones, vivir abiertos al misterio de Dios y mantenerse fieles, aunque eso signifique un riesgo que nos pone en camino de la muerte.
Desde esta exigencia, la iglesia se definirá como el conjunto de los hombres que se mantienen unidos en el recuerdo de Jesús y han tomado su gesto personal como la norma de conducta. En esta perspectiva es imposible dictar unas leyes de moral objetiva a la que todos deban someterse. La verdadera ley (la norma final) es siempre el Cristo: su mensaje de evangelio y su camino de amor hasta la muerte.
Sobre ese fondo, la ley de Jesús se puede traducir de la siguiente forma: se gana en realidad aquello que se pierde, es decir, lo que se ofrece a los demás, aquello que se sacrifica en bien del otro. Por el contrario, todo aquello que los hombres retienen para sí de una manera cerrada y egoísta lo han perdido. La concreción de esta manera de vida es el "Calvario": resucita lo que ha muerto en bien del otro.
No olvidemos que toda esta ley de la existencia cristiana se formula y tiene sentido como expansión de la verdad de Cristo. Sin su muerte y resurrección todas estas palabras no serían más que un sueño sin sentido.
COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1306 s.
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miércoles, 17 de febrero de 2010
LA LIMOSNA DEBE SER UN ACTO SILENCIOSO, NO OSTENTOSO
¡Amor y paz!
Las tres prácticas básicas de la piedad judía eran la ayuda al necesitado, la oración y el ayuno. Jesús las apoya, pero advierte que deben ser acciones que broten del corazón, para alabar a Dios, y no para ser reconocidos por los hombres.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de Ceniza.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Comentario
En la tradición judía las tres "obras buenas" más importantes eran la limosna, la oración y el ayuno (relación con los demás, con Dios y con uno mismo). Jesús aprovecha estas tres acciones tan estimadas para mostrar en qué consiste la "nueva justicia" del Reino de Dios (cf. Mateo 5,20).
En los tres casos se trata de lo mismo, lo que resume la primera frase del texto que leemos: no se trata de practicar la justicia buscando la aprobación y la admiración de la gente, porque esto ya sería la paga de la acción realizada. Si lo que esperamos es la "recompensa" del Padre del cielo, las acciones hay que hacerlas sin ostentación. Notemos la diferencia con lo que nos dice Mateo 5,16: no se trata de que las buenas obras queden escondidas; sino de no buscar el elogio sino la gloria de Dios. ¡Cuánta finura de espíritu se necesita!...
Las expresiones exageradas que utiliza Jesús ayudan a entender el núcleo de lo que quiere decir: nada de toques de trompeta a la hora de hacer limosna; ni la propia mano izquierda debe saber lo que da la derecha. Porque el que debe ver la acción ya la ve, por más secreta que ésta sea.
Por lo que respecta a la oración, no se trata de la oración comunitaria, sino de la oración individual que todo judío piadoso hacía tres veces al día en el lugar donde se hallase a la hora que tocaba hacerla.
En tiempos de Jesús, los judíos piadosos ayunaban dos días a la semana. El ayuno solía ir acompañado de signos externos. Jesús propone ayunar pero presentándose como aquel que va a un banquete: habiéndose lavado y perfumado.
El término "hipócrita" significa "actor", es decir, aquel que representa un personaje en una obra de teatro. El que hace estas "obras buenas" para ser visto, ya recibe la recompensa de los aplausos. Ya no le hace falta la recompensa del Padre del cielo.
J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993, 3
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Las tres prácticas básicas de la piedad judía eran la ayuda al necesitado, la oración y el ayuno. Jesús las apoya, pero advierte que deben ser acciones que broten del corazón, para alabar a Dios, y no para ser reconocidos por los hombres.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de Ceniza.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Comentario
En la tradición judía las tres "obras buenas" más importantes eran la limosna, la oración y el ayuno (relación con los demás, con Dios y con uno mismo). Jesús aprovecha estas tres acciones tan estimadas para mostrar en qué consiste la "nueva justicia" del Reino de Dios (cf. Mateo 5,20).
En los tres casos se trata de lo mismo, lo que resume la primera frase del texto que leemos: no se trata de practicar la justicia buscando la aprobación y la admiración de la gente, porque esto ya sería la paga de la acción realizada. Si lo que esperamos es la "recompensa" del Padre del cielo, las acciones hay que hacerlas sin ostentación. Notemos la diferencia con lo que nos dice Mateo 5,16: no se trata de que las buenas obras queden escondidas; sino de no buscar el elogio sino la gloria de Dios. ¡Cuánta finura de espíritu se necesita!...
Las expresiones exageradas que utiliza Jesús ayudan a entender el núcleo de lo que quiere decir: nada de toques de trompeta a la hora de hacer limosna; ni la propia mano izquierda debe saber lo que da la derecha. Porque el que debe ver la acción ya la ve, por más secreta que ésta sea.
Por lo que respecta a la oración, no se trata de la oración comunitaria, sino de la oración individual que todo judío piadoso hacía tres veces al día en el lugar donde se hallase a la hora que tocaba hacerla.
En tiempos de Jesús, los judíos piadosos ayunaban dos días a la semana. El ayuno solía ir acompañado de signos externos. Jesús propone ayunar pero presentándose como aquel que va a un banquete: habiéndose lavado y perfumado.
El término "hipócrita" significa "actor", es decir, aquel que representa un personaje en una obra de teatro. El que hace estas "obras buenas" para ser visto, ya recibe la recompensa de los aplausos. Ya no le hace falta la recompensa del Padre del cielo.
J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993, 3
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martes, 16 de febrero de 2010
JESÚS NOS PIDE NO DEJARNOS LLEVAR DE LAS APARIENCIAS
¡Amor y paz!
Hoy, casi todos conocen la internet, y saben que es una ventana al mundo del conocimiento en la que hay de todo como en botica. Lo bueno y lo malo se encuentra allí y esto último muchas veces disfrazado.
En la época de Jesús lo que todos conocían era la levadura para hacer el pan y por eso Jesús recurre a ella para ilustrar sus mensajes. Los discípulos, dice, deben cuidarse de la levadura de los fariseos y de la de Herodes. Son caminos que llevan a la muerte.
Tenemos que pedir luz al Espíritu Santo para que nos enseñe a discernir entre las levaduras que encontramos en nuestro mundo.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 6ª semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 8,14-21.
Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: "Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes". Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: "¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?". Ellos le respondieron: "Doce". "Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?". Ellos le respondieron: "Siete".
Entonces Jesús les dijo: "¿Todavía no comprenden?".
Comentario
Hay levaduras y levaduras. La buena levadura hace crecer la masa y la convierte en pan, alimento básico. En la época en que vivió Jesús era difícil entender la vida diaria sin el pan hecho con trigo. Para hacer el pan es necesaria la levadura. Ella es la que transforma la masa de harina en masa de pan. Una pequeña parte es suficiente para transformar una gran masa de harina de trigo. Pero también existen otras levaduras, capaces de estropear la masa, de empobrecerla. Si la levadura no es buena lo que hará será estropear la masa. El pan resultante ya no será fuente de vida, sino fuente de enfermedad y muerte.
Lo que Jesús está diciendo es lo que nosotros expresamos también diciendo que la fruta podrida estropeará todas las frutas del cesto. Los discípulos, dice Jesús, deben cuidarse de la levadura de los fariseos y de la de Herodes. Son caminos que llevan a la muerte.
Tenemos que pedir luz al Espíritu para que Él nos enseñe a discernir entre las levaduras que encontramos en nuestro mundo. Esas levaduras son los amigos, los mensajes publicitarios, las costumbres... Hay muchas cosas buenas en nuestro mundo, pero también hay muchas cosas que, fruto del pecado del hombre, son causa de injusticia, de opresión, de odios, de muerte.
En nuestras manos, con la ayuda del Espíritu, está el escoger todo aquello que nos ayude a crecer, a vivir, a ser solidarios, a amar y a rechazar todas aquellas realidades que, aun contando con hermosas y prometedoras apariencias, son portadoras de muerte, de injusticia y opresión.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
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Hoy, casi todos conocen la internet, y saben que es una ventana al mundo del conocimiento en la que hay de todo como en botica. Lo bueno y lo malo se encuentra allí y esto último muchas veces disfrazado.
En la época de Jesús lo que todos conocían era la levadura para hacer el pan y por eso Jesús recurre a ella para ilustrar sus mensajes. Los discípulos, dice, deben cuidarse de la levadura de los fariseos y de la de Herodes. Son caminos que llevan a la muerte.
Tenemos que pedir luz al Espíritu Santo para que nos enseñe a discernir entre las levaduras que encontramos en nuestro mundo.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 6ª semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 8,14-21.
Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: "Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes". Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: "¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?". Ellos le respondieron: "Doce". "Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?". Ellos le respondieron: "Siete".
Entonces Jesús les dijo: "¿Todavía no comprenden?".
Comentario
Hay levaduras y levaduras. La buena levadura hace crecer la masa y la convierte en pan, alimento básico. En la época en que vivió Jesús era difícil entender la vida diaria sin el pan hecho con trigo. Para hacer el pan es necesaria la levadura. Ella es la que transforma la masa de harina en masa de pan. Una pequeña parte es suficiente para transformar una gran masa de harina de trigo. Pero también existen otras levaduras, capaces de estropear la masa, de empobrecerla. Si la levadura no es buena lo que hará será estropear la masa. El pan resultante ya no será fuente de vida, sino fuente de enfermedad y muerte.
Lo que Jesús está diciendo es lo que nosotros expresamos también diciendo que la fruta podrida estropeará todas las frutas del cesto. Los discípulos, dice Jesús, deben cuidarse de la levadura de los fariseos y de la de Herodes. Son caminos que llevan a la muerte.
Tenemos que pedir luz al Espíritu para que Él nos enseñe a discernir entre las levaduras que encontramos en nuestro mundo. Esas levaduras son los amigos, los mensajes publicitarios, las costumbres... Hay muchas cosas buenas en nuestro mundo, pero también hay muchas cosas que, fruto del pecado del hombre, son causa de injusticia, de opresión, de odios, de muerte.
En nuestras manos, con la ayuda del Espíritu, está el escoger todo aquello que nos ayude a crecer, a vivir, a ser solidarios, a amar y a rechazar todas aquellas realidades que, aun contando con hermosas y prometedoras apariencias, son portadoras de muerte, de injusticia y opresión.
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lunes, 15 de febrero de 2010
LA FE VERDADERA NO DEPENDE DE LOS MILAGROS
¡Amor y paz!
Jesús fue tentado varias veces. En el desierto, fue sometido a las pruebas de la ambición de poder, de la vanagloria, de la idolatría (Lc 4, 1-13). Ya crucificado, le gritaron: “Si eres el Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y baja de la cruz" (Mt 27, 39-40). En el Evangelio de Marcos, hoy, los fariseos le piden señales. Lo quieren probar.
Esta actitud se mantiene aún en muchos cristianos, que siempre andan a la caza de milagros, de apariciones, de todo lo que suena a “extraordinario”. ¿Nuestra fe depende de los milagros?
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 6a. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 8,11-13.
Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: "¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo". Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Comentario
"Señor, en aquella rama hay un cuervo. Sé que tu majestad no puede rebajarse hasta mí. Pero necesito una señal. Ordena a ese cuervo que emprenda el vuelo. Así sabré que no estoy solo en el mundo. Y observé al pájaro. Pero siguió inmóvil. Me incline de nuevo sobre la roca. Señor, tienes razón. Tu majestad no puede ponerse a mis órdenes. Si el cuervo hubiera emprendido el vuelo, yo me sentiría triste aún, porque este signo lo habría recibido de alguien igual a mí mismo; sería el reflejo de mis deseos. Y de nuevo me habría encontrado en mi propia soledad. En aquel preciso instante, mi desolación se convirtió en una inesperada alegría" (A. de Saint-Exupery).
Posiblemente muchos de nosotros todavía andamos, en el fondo de nuestro corazón, a la búsqueda de un signo, del signo, que nos confirme definitivamente en la fe. Es que la duda nos hace temblar a veces (…).
Experimentamos la injusticia. Y nos preguntamos si será que este mundo es así, que no tiene remedio. No son malas estas dudas cuando al final, como al autor de nuestro cuento, nos invitan a crecer en la fe y en la esperanza.
Lo malo es cuando queremos desafiar a Dios. Lo malo es cuando queremos hacer de él un juguete en nuestras manos. Ningún signo que hiciera sería suficiente para satisfacer nuestras exigencias.
Cuando eso sucede, Dios sencillamente desaparece de nuestras vidas. Sólo cuando le aceptamos como es, vuelve a aparecer y nuestra desolación se convierte en alegría.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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Jesús fue tentado varias veces. En el desierto, fue sometido a las pruebas de la ambición de poder, de la vanagloria, de la idolatría (Lc 4, 1-13). Ya crucificado, le gritaron: “Si eres el Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y baja de la cruz" (Mt 27, 39-40). En el Evangelio de Marcos, hoy, los fariseos le piden señales. Lo quieren probar.
Esta actitud se mantiene aún en muchos cristianos, que siempre andan a la caza de milagros, de apariciones, de todo lo que suena a “extraordinario”. ¿Nuestra fe depende de los milagros?
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 6a. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 8,11-13.
Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: "¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo". Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Comentario
"Señor, en aquella rama hay un cuervo. Sé que tu majestad no puede rebajarse hasta mí. Pero necesito una señal. Ordena a ese cuervo que emprenda el vuelo. Así sabré que no estoy solo en el mundo. Y observé al pájaro. Pero siguió inmóvil. Me incline de nuevo sobre la roca. Señor, tienes razón. Tu majestad no puede ponerse a mis órdenes. Si el cuervo hubiera emprendido el vuelo, yo me sentiría triste aún, porque este signo lo habría recibido de alguien igual a mí mismo; sería el reflejo de mis deseos. Y de nuevo me habría encontrado en mi propia soledad. En aquel preciso instante, mi desolación se convirtió en una inesperada alegría" (A. de Saint-Exupery).
Posiblemente muchos de nosotros todavía andamos, en el fondo de nuestro corazón, a la búsqueda de un signo, del signo, que nos confirme definitivamente en la fe. Es que la duda nos hace temblar a veces (…).
Experimentamos la injusticia. Y nos preguntamos si será que este mundo es así, que no tiene remedio. No son malas estas dudas cuando al final, como al autor de nuestro cuento, nos invitan a crecer en la fe y en la esperanza.
Lo malo es cuando queremos desafiar a Dios. Lo malo es cuando queremos hacer de él un juguete en nuestras manos. Ningún signo que hiciera sería suficiente para satisfacer nuestras exigencias.
Cuando eso sucede, Dios sencillamente desaparece de nuestras vidas. Sólo cuando le aceptamos como es, vuelve a aparecer y nuestra desolación se convierte en alegría.
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domingo, 14 de febrero de 2010
FELICES LOS POBRES; ¡AY DE LOS RICOS!
¡Amor y paz!
El Evangelio nos narra hoy las Bienaventuranzas. A diferencia de Mateo, que trae ocho (Mt 5.3-12), Lucas menciona sólo cuatro; pero añade, en contrapartida, otras cuatro amenazas.
Las bienaventuranzas no son prometidas a quienes son pobres porque son pobres, y las maldiciones no se dirigen contra los ricos porque son ricos. De hecho, Jesús elogia a los pobres que viven en dos mundos a la vez: el presente y el de la vida eterna, y amenaza a los ricos que no viven más que en un solo mundo, el que encadena casi inevitablemente a quien lleva una vida confortable.
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 6º Domingo del Tiempo Ordinario. El próximo, será el 1er Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 6,17.20-26.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!
Comentario
Occidente no ha querido creer en el amor como fuente de vida y felicidad para el hombre y la sociedad. Y las bienaventuranzas de Jesús siguen siendo un lenguaje ininteligible e increíble, incluso para los que se llaman cristianos.
Nosotros hemos puesto la felicidad en otras cosas. Hemos llegado, incluso, a confundir la felicidad con el bienestar. Y, aunque son pocos los que se atreven a confesarlo abiertamente, para muchos lo decisivo para ser feliz es «tener dinero».
Apenas tienen otro proyecto de vida. Trabajar para tener dinero. Tener dinero para comprar cosas. Poseer cosas para adquirir una posición y ser algo en la sociedad. Esta es la felicidad en la que creemos. El único camino que se nos ocurre recorrer para buscar la felicidad. Casi la única manera de llegar a «vivir mejor».
A veces, tiene uno la sensación de vivir en un mundo que, en el fondo, sabe que algo absurdo se encierra en todo esto, pero no es capaz de buscar una felicidad más verdadera. De alguna manera, nos gusta nuestra manera de vivir aunque sintamos que no nos hace felices.
Los creyentes deberíamos recordar que Jesús no ha hablado sólo de bienaventuranzas. Ha lanzado también amenazadoras maldiciones para cuantos, olvidando la llamada del amor y la fraternidad, ríen seguros en su propio bienestar.
Esta es la amenaza de Jesús. Quienes poseen y disfrutan de todo cuanto su corazón egoísta ha anhelado, un día descubrirán que no hay para ellos más felicidad que la que ya han saboreado.
Quizás estamos viviendo momentos críticos en los que podemos empezar a intuir mejor la verdad última que se encierra en las amenazas de Jesús: «¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis!».
Empezamos a experimentar que la felicidad no está en el puro bienestar. La civilización de la abundancia nos ha ofrecido medios de vida pero no razones para vivir. La insatisfacción actual de muchos no se debe sólo ni principalmente a la crisis económica, sino, ante todo, al vacío de humanidad y a la crisis de auténticos motivos para trabajar, luchar, gozar, sufrir y esperar.
Hay poca gente feliz. Hemos aprendido muchas cosas, pero no sabemos ser felices. Necesitamos de tantas cosas que somos unos pobres necesitados. Para lograr nuestro bienestar somos capaces de mentir, defraudar, traicionarnos a nosotros mismos y destrozarnos unos a otros. Y así, no se puede ser feliz.
Y, ¿si Jesús tuviera razón? ¿No está nuestra «felicidad» demasiado amenazada? ¿No tenemos que imaginar una sociedad diferente cuyo ideal no sea el desarrollo material sin fin, sino la satisfacción de las necesidades vitales de todos? ¿No seremos más felices cuando aprendamos a necesitar menos y a compartir más?
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS
NAVARRA 1985.Pág. 309 s.
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El Evangelio nos narra hoy las Bienaventuranzas. A diferencia de Mateo, que trae ocho (Mt 5.3-12), Lucas menciona sólo cuatro; pero añade, en contrapartida, otras cuatro amenazas.
Las bienaventuranzas no son prometidas a quienes son pobres porque son pobres, y las maldiciones no se dirigen contra los ricos porque son ricos. De hecho, Jesús elogia a los pobres que viven en dos mundos a la vez: el presente y el de la vida eterna, y amenaza a los ricos que no viven más que en un solo mundo, el que encadena casi inevitablemente a quien lleva una vida confortable.
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 6º Domingo del Tiempo Ordinario. El próximo, será el 1er Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 6,17.20-26.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!
Comentario
Occidente no ha querido creer en el amor como fuente de vida y felicidad para el hombre y la sociedad. Y las bienaventuranzas de Jesús siguen siendo un lenguaje ininteligible e increíble, incluso para los que se llaman cristianos.
Nosotros hemos puesto la felicidad en otras cosas. Hemos llegado, incluso, a confundir la felicidad con el bienestar. Y, aunque son pocos los que se atreven a confesarlo abiertamente, para muchos lo decisivo para ser feliz es «tener dinero».
Apenas tienen otro proyecto de vida. Trabajar para tener dinero. Tener dinero para comprar cosas. Poseer cosas para adquirir una posición y ser algo en la sociedad. Esta es la felicidad en la que creemos. El único camino que se nos ocurre recorrer para buscar la felicidad. Casi la única manera de llegar a «vivir mejor».
A veces, tiene uno la sensación de vivir en un mundo que, en el fondo, sabe que algo absurdo se encierra en todo esto, pero no es capaz de buscar una felicidad más verdadera. De alguna manera, nos gusta nuestra manera de vivir aunque sintamos que no nos hace felices.
Los creyentes deberíamos recordar que Jesús no ha hablado sólo de bienaventuranzas. Ha lanzado también amenazadoras maldiciones para cuantos, olvidando la llamada del amor y la fraternidad, ríen seguros en su propio bienestar.
Esta es la amenaza de Jesús. Quienes poseen y disfrutan de todo cuanto su corazón egoísta ha anhelado, un día descubrirán que no hay para ellos más felicidad que la que ya han saboreado.
Quizás estamos viviendo momentos críticos en los que podemos empezar a intuir mejor la verdad última que se encierra en las amenazas de Jesús: «¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis!».
Empezamos a experimentar que la felicidad no está en el puro bienestar. La civilización de la abundancia nos ha ofrecido medios de vida pero no razones para vivir. La insatisfacción actual de muchos no se debe sólo ni principalmente a la crisis económica, sino, ante todo, al vacío de humanidad y a la crisis de auténticos motivos para trabajar, luchar, gozar, sufrir y esperar.
Hay poca gente feliz. Hemos aprendido muchas cosas, pero no sabemos ser felices. Necesitamos de tantas cosas que somos unos pobres necesitados. Para lograr nuestro bienestar somos capaces de mentir, defraudar, traicionarnos a nosotros mismos y destrozarnos unos a otros. Y así, no se puede ser feliz.
Y, ¿si Jesús tuviera razón? ¿No está nuestra «felicidad» demasiado amenazada? ¿No tenemos que imaginar una sociedad diferente cuyo ideal no sea el desarrollo material sin fin, sino la satisfacción de las necesidades vitales de todos? ¿No seremos más felices cuando aprendamos a necesitar menos y a compartir más?
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS
NAVARRA 1985.Pág. 309 s.
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sábado, 13 de febrero de 2010
APRENDAMOS DE JESÚS A SER COMPASIVOS
¡Amor y paz!
Nos encontramos con una situación que se repite por segunda vez en el evangelio. Jesús tiene clara la importancia de la fraternidad para la existencia del Reino que Él propone, y por eso insiste en este mensaje para sus discípulos y la comunidad.
Sin embargo, la sociedad actual maneja unos principios muy distintos a los enseñados por Jesús y hay quienes leen la Palabra de Dios sin relacionarla para nada con lo que ocurre a sus hermanos más necesitados.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º sábado del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 8,1-10.
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos". Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?". El les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete". Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.
Comentario
a) En el evangelio de Marcos se cuenta dos veces la multiplicación de panes por parte de Jesús. La primera no se lee en Misa. La segunda la escuchamos hoy y sucede en territorio pagano, la Decápolis. Dicen los estudiosos que podría ser el mismo milagro, pero contado en dos versiones, una en ambiente judeocristiano y otro en territorio pagano y helenista. Así Jesús se presenta como Mesías para todos, judíos y no judíos.
Lo importante es que Jesús, compadecido de la muchedumbre que le sigue para escuchar su palabra sin acordarse ni de comer, provee con un milagro para que coman todos. Con siete panes y unos peces da de comer a cuatro mil personas y sobran siete cestos de fragmentos.
b) La Iglesia -o sea, nosotros- hemos recibido también el encargo de anunciar la Palabra.
Y a la vez, de «dar de comer», de ser serviciales, de consentir un mundo más justo.
Aprendamos de Jesús su buen corazón, su misericordia ante las situaciones en que vemos a todo el mundo. Por pobres o alejadas que nos parezcan las personas, Jesús nos ha enseñado a atenderlas y dedicarles nuestro tiempo. No sabremos hacer milagros. Pero hay multiplicaciones de panes -y de paz y de esperanza y de cultura y de bienestar- que no necesitan poder milagroso, sino un buen corazón, semejante al de Cristo, para hacer el bien.
La «salvación» o la «liberación» que Jesús nos ha encargado que repartamos por el mundo es por una parte espiritual y por otra también corporal: la totalidad de la persona humana es destinataria del Reino de Jesús, que ahora anuncia y realiza la comunidad cristiana, con el pan espiritual de su predicación y sus sacramentos, y con el pan material de todas las obras de asistencia y atención que está realizando desde hace dos mil años en el mundo.
La Eucaristía es, por otra parte, la multiplicación que Cristo nos regala a nosotros: su cercanía y su presencia, su Palabra, su mismo Cuerpo y Sangre como alimento. ¿Qué alimento mejor podemos pensar como premio por seguir a Cristo Jesús? Esa comida eucarística es la que luego nos tiene que impulsar a repartir también nosotros a los demás lo que tenemos: nuestros dones humanos y cristianos, para que todos puedan alimentarse y no queden desmayados por los caminos tan inhóspitos y desesperanzados de este mundo.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 150-154
www.mercaba.org
Nos encontramos con una situación que se repite por segunda vez en el evangelio. Jesús tiene clara la importancia de la fraternidad para la existencia del Reino que Él propone, y por eso insiste en este mensaje para sus discípulos y la comunidad.
Sin embargo, la sociedad actual maneja unos principios muy distintos a los enseñados por Jesús y hay quienes leen la Palabra de Dios sin relacionarla para nada con lo que ocurre a sus hermanos más necesitados.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º sábado del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 8,1-10.
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos". Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?". El les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete". Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.
Comentario
a) En el evangelio de Marcos se cuenta dos veces la multiplicación de panes por parte de Jesús. La primera no se lee en Misa. La segunda la escuchamos hoy y sucede en territorio pagano, la Decápolis. Dicen los estudiosos que podría ser el mismo milagro, pero contado en dos versiones, una en ambiente judeocristiano y otro en territorio pagano y helenista. Así Jesús se presenta como Mesías para todos, judíos y no judíos.
Lo importante es que Jesús, compadecido de la muchedumbre que le sigue para escuchar su palabra sin acordarse ni de comer, provee con un milagro para que coman todos. Con siete panes y unos peces da de comer a cuatro mil personas y sobran siete cestos de fragmentos.
b) La Iglesia -o sea, nosotros- hemos recibido también el encargo de anunciar la Palabra.
Y a la vez, de «dar de comer», de ser serviciales, de consentir un mundo más justo.
Aprendamos de Jesús su buen corazón, su misericordia ante las situaciones en que vemos a todo el mundo. Por pobres o alejadas que nos parezcan las personas, Jesús nos ha enseñado a atenderlas y dedicarles nuestro tiempo. No sabremos hacer milagros. Pero hay multiplicaciones de panes -y de paz y de esperanza y de cultura y de bienestar- que no necesitan poder milagroso, sino un buen corazón, semejante al de Cristo, para hacer el bien.
La «salvación» o la «liberación» que Jesús nos ha encargado que repartamos por el mundo es por una parte espiritual y por otra también corporal: la totalidad de la persona humana es destinataria del Reino de Jesús, que ahora anuncia y realiza la comunidad cristiana, con el pan espiritual de su predicación y sus sacramentos, y con el pan material de todas las obras de asistencia y atención que está realizando desde hace dos mil años en el mundo.
La Eucaristía es, por otra parte, la multiplicación que Cristo nos regala a nosotros: su cercanía y su presencia, su Palabra, su mismo Cuerpo y Sangre como alimento. ¿Qué alimento mejor podemos pensar como premio por seguir a Cristo Jesús? Esa comida eucarística es la que luego nos tiene que impulsar a repartir también nosotros a los demás lo que tenemos: nuestros dones humanos y cristianos, para que todos puedan alimentarse y no queden desmayados por los caminos tan inhóspitos y desesperanzados de este mundo.
J. ALDAZABAL
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Barcelona 1997. Págs. 150-154
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viernes, 12 de febrero de 2010
JESÚS NOS INSTA A ESCUCHAR SU PALABRA Y PROCLAMAR LA FE
¡Amor y paz!
Jesús sigue sanando y para ello recurre a gestos humanos, corporales, sensibles. Y pronuncia una palabra, ‘Efetá’, que se utiliza en el sacramento del bautismo y que quiere decir ‘ábrete’. Todos los sacramentos son también gestos sensibles, humanos, corporales mediante los cuales se comunica la gracia divina.
Es la oportunidad de reflexionar acerca del significado de los sacramentos que a veces recibimos o en los que participamos, sin entender suficientemente.
Es el momento para reconocer que, como bautizados, estamos facultados para escuchar (leer) la Palabra y proclamar la fe para gloria de Dios y el bien de nuestros hermanos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º viernes del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 7,31-37.
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efetá", que significa: "Ábrete". Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Comentario
a) La curación del sordomudo provocó reacciones muy buenas hacia Jesús por parte de los habitantes de Sidón: «Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Jesús curó al enfermo con unos gestos característicos, imponiéndole las manos, tocándole con sus dedos y poniéndole un poco de saliva. Y con una palabra que pronunció mirando al cielo: «Efetá», «ábrete». El profeta Isaías había anunciado -lo leemos en el Adviento cada año- que el Mesías iba a hacer oír a los sordos y hablar a los mudos. Una vez más, ahora en territorio pagano, Jesús está mostrando que ha llegado el tiempo mesiánico de la salvación y de la victoria contra todo mal.
Además, Jesús trata al sordomudo como una persona: cada encuentro de los enfermos con él es un encuentro distinto, personal. Esos enfermos nunca se olvidarán en su vida de que Jesús los curó.
b) El Resucitado sigue curando hoy a la humanidad a través de su Iglesia.
Los gestos sacramentales -imposición de manos, contacto con la mano, unción con óleo y crisma- son el signo eficaz de cómo sigue actuando Jesús. «Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos». Son gestos que están tomados de la cultura humana y de ellos se sirve Dios para transmitir su salvación: son «signos de la alianza, símbolos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo», sobre todo desde que «han sido asumidos por Cristo, que realizaba sus curaciones y subrayaba su predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos» (Catecismo no. 1145-1152: «Signos y símbolos»).
El episodio de hoy nos recuerda de modo especial el Bautismo, porque uno de los signos complementarios con que se expresa el efecto espiritual de este sacramento es precisamente el rito del «Efetá», en el que el ministro toca con el dedo los oídos y la boca del bautizado y dice: «El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre».
Un cristiano ha de tener abiertos los oídos para escuchar y los labios para hablar. Para escuchar tanto a Dios como a los demás, sin hacerse el sordo ni a la Palabra salvadora ni a la comunicación con el prójimo. Para hablar tanto a Dios como a los demás, sin callar en la oración ni en el diálogo con los hermanos ni en el testimonio de nuestra fe.
Pensemos un momento si también nosotros somos sordos cuando deberíamos oír. Y mudos cuando tendríamos que dirigir nuestra palabra, a Dios o al prójimo. Pidamos a Cristo Jesús que una vez más haga con nosotros el milagro del sordomudo.
J. ALDAZABAL
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Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 145-150
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Jesús sigue sanando y para ello recurre a gestos humanos, corporales, sensibles. Y pronuncia una palabra, ‘Efetá’, que se utiliza en el sacramento del bautismo y que quiere decir ‘ábrete’. Todos los sacramentos son también gestos sensibles, humanos, corporales mediante los cuales se comunica la gracia divina.
Es la oportunidad de reflexionar acerca del significado de los sacramentos que a veces recibimos o en los que participamos, sin entender suficientemente.
Es el momento para reconocer que, como bautizados, estamos facultados para escuchar (leer) la Palabra y proclamar la fe para gloria de Dios y el bien de nuestros hermanos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º viernes del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 7,31-37.
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efetá", que significa: "Ábrete". Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Comentario
a) La curación del sordomudo provocó reacciones muy buenas hacia Jesús por parte de los habitantes de Sidón: «Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Jesús curó al enfermo con unos gestos característicos, imponiéndole las manos, tocándole con sus dedos y poniéndole un poco de saliva. Y con una palabra que pronunció mirando al cielo: «Efetá», «ábrete». El profeta Isaías había anunciado -lo leemos en el Adviento cada año- que el Mesías iba a hacer oír a los sordos y hablar a los mudos. Una vez más, ahora en territorio pagano, Jesús está mostrando que ha llegado el tiempo mesiánico de la salvación y de la victoria contra todo mal.
Además, Jesús trata al sordomudo como una persona: cada encuentro de los enfermos con él es un encuentro distinto, personal. Esos enfermos nunca se olvidarán en su vida de que Jesús los curó.
b) El Resucitado sigue curando hoy a la humanidad a través de su Iglesia.
Los gestos sacramentales -imposición de manos, contacto con la mano, unción con óleo y crisma- son el signo eficaz de cómo sigue actuando Jesús. «Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos». Son gestos que están tomados de la cultura humana y de ellos se sirve Dios para transmitir su salvación: son «signos de la alianza, símbolos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo», sobre todo desde que «han sido asumidos por Cristo, que realizaba sus curaciones y subrayaba su predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos» (Catecismo no. 1145-1152: «Signos y símbolos»).
El episodio de hoy nos recuerda de modo especial el Bautismo, porque uno de los signos complementarios con que se expresa el efecto espiritual de este sacramento es precisamente el rito del «Efetá», en el que el ministro toca con el dedo los oídos y la boca del bautizado y dice: «El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre».
Un cristiano ha de tener abiertos los oídos para escuchar y los labios para hablar. Para escuchar tanto a Dios como a los demás, sin hacerse el sordo ni a la Palabra salvadora ni a la comunicación con el prójimo. Para hablar tanto a Dios como a los demás, sin callar en la oración ni en el diálogo con los hermanos ni en el testimonio de nuestra fe.
Pensemos un momento si también nosotros somos sordos cuando deberíamos oír. Y mudos cuando tendríamos que dirigir nuestra palabra, a Dios o al prójimo. Pidamos a Cristo Jesús que una vez más haga con nosotros el milagro del sordomudo.
J. ALDAZABAL
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jueves, 11 de febrero de 2010
COMO JÉSÚS, SEAMOS MISERICORDIOSOS CON LOS ENFERMOS
¡Amor y paz!
La Iglesia celebra hoy la memoria litúrgica de la Virgen María de Lourdes y la 18ª Jornada Mundial del Enfermo, con el lema: ‘La enfermedad puede convertirse en escuela de esperanza’. Es una oportunidad para que oremos por todos nuestros hermanos que tienen problemas de salud.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º jueves del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 7,24-30.
Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. Él le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros". Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos". Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija". Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
Comentario
Jesús viaja ahora fuera de Galilea, a la región de Tiro, pero no puede pasar inadvertido: su fama llega a oídos de una mujer pagana, extranjera, que tiene una hija poseída. Es una mujer marginada, como lo eran los pobres, los leprosos, las viudas. Aún así, le ruega que expulse el demonio de su hija. Entonces, Jesús hace notar la exclusión de la que son víctimas en aquella época mujeres como ella y utiliza para esto términos evidentemente fuertes. Los hijos son los israelitas y los cachorros, los extranjeros. Sin embargo, la respuesta de la mujer es de humildad y de esperanza, ante lo cual el Señor accede a curar a la niña.
Jesús ha hecho ver la injusticia que se comete con personas como la sirofenicia y manifiesta su amor misericordioso por encima de las exclusiones que provienen de la religión, la raza, el sexo, la nacionalidad o la situación económica.
Así lo ha hecho en múltiples ocasiones a favor de los leprosos, los pobres, los excluidos, los pecadores, los más necesitados. Y así nos invita a actuar hoy, especialmente con los enfermos, en su jornada mundial.
Así también lo entiende y actúa la Virgen María, quien el 11 de febrero de 1858 se apareció a tres niñas, Bernadette y Marie Toinete Soubirous y Jeanne Abadie. Pidamos a Nuestra Señora de Lourdes que interceda ante su Divino Hijo por tantos enfermos y desamparados.
La Iglesia celebra hoy la memoria litúrgica de la Virgen María de Lourdes y la 18ª Jornada Mundial del Enfermo, con el lema: ‘La enfermedad puede convertirse en escuela de esperanza’. Es una oportunidad para que oremos por todos nuestros hermanos que tienen problemas de salud.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º jueves del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 7,24-30.
Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. Él le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros". Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos". Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija". Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
Comentario
Jesús viaja ahora fuera de Galilea, a la región de Tiro, pero no puede pasar inadvertido: su fama llega a oídos de una mujer pagana, extranjera, que tiene una hija poseída. Es una mujer marginada, como lo eran los pobres, los leprosos, las viudas. Aún así, le ruega que expulse el demonio de su hija. Entonces, Jesús hace notar la exclusión de la que son víctimas en aquella época mujeres como ella y utiliza para esto términos evidentemente fuertes. Los hijos son los israelitas y los cachorros, los extranjeros. Sin embargo, la respuesta de la mujer es de humildad y de esperanza, ante lo cual el Señor accede a curar a la niña.
Jesús ha hecho ver la injusticia que se comete con personas como la sirofenicia y manifiesta su amor misericordioso por encima de las exclusiones que provienen de la religión, la raza, el sexo, la nacionalidad o la situación económica.
Así lo ha hecho en múltiples ocasiones a favor de los leprosos, los pobres, los excluidos, los pecadores, los más necesitados. Y así nos invita a actuar hoy, especialmente con los enfermos, en su jornada mundial.
Así también lo entiende y actúa la Virgen María, quien el 11 de febrero de 1858 se apareció a tres niñas, Bernadette y Marie Toinete Soubirous y Jeanne Abadie. Pidamos a Nuestra Señora de Lourdes que interceda ante su Divino Hijo por tantos enfermos y desamparados.
miércoles, 10 de febrero de 2010
LO QUE SALE DE ÉL ES LO QUE HACE IMPURO AL SER HUMANO
¡Amor y paz!
Se atribuye a Hipócrates haber dicho que “el alimento sea tu medicina y la medicina tu alimento". Es decir, debemos consumir alimentos muy sanos y naturales que nos ayuden a conservar la salud corporal. Jesús, por su parte, se refiere a otra dimensión del ser humano y nos hace ver que lo que hace impuro al hombre no es lo que entra sino lo que sale de él.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º miércoles del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 7,14-23.
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!". Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola. El les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos. Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Comentario
a) Los fariseos no es que fueran malas personas. Eran piadosos, cumplidores de la ley.
Pero habían caído en un legalismo exagerado e intolerante y, llevados de su devoción y de su deseo de agradar a Dios en todo, daban prioridad a lo externo, al cumplimiento escrupuloso de mil detalles, descuidando a veces lo más importante.
Ayer era la cuestión de si se lavaban las manos o no. Hoy el comentario de Jesús continúa refiriéndose al tema de lo que se puede comer y lo que no, lo que se considera puro o no en cuestión de comidas. La carne de cerdo, por ejemplo, es considerada impura por los judíos y por otras culturas: inicialmente por motivos de higiene y prevención de enfermedades, pero luego también por norma religiosa.
La enseñanza de Jesús, expresada con un lenguaje muy llano y expresivo, es que lo importante no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Lo que hace buenas o malas las cosas es lo que brota del corazón del hombre, la buena intención o la malicia interior. Los alimentos o en general las cosas de fuera tienen una importancia mucho más relativa.
b) El defecto de los fariseos puede ser precisamente el defecto de las personas piadosas, deseosas de perfección, que a veces por escrúpulos y otras por su tendencia a refugiarse en lo concreto, pierden de vista la importancia de las actitudes interiores, que son las que dan sentido a los actos exteriores. O sea, puede ser nuestro defecto. Dar, por ejemplo, más importancia a una norma pensada por los hombres que a la caridad o a la misericordia, más a la ley que a la persona.
Esta tensión estaba muy viva cuando Marcos escribía su evangelio. En la comunidad apostólica se discutía fuertemente sobre la apertura de la Iglesia a los paganos y la conveniencia o no de que todos tuvieran que cumplir los más mínimos preceptos de la ley de Moisés. Recordamos las posturas de Pablo y Santiago y finalmente del concilio de Jerusalén, así como la visión del lienzo con animales puros e impuros y la invitación a Pedro para que comiera de ellos (Hechos 10).
Ha sido un tema que se ha mantenido a lo largo de la vida de la Iglesia. ¿No se podría interpretar, en una historia no demasiado remota, que dábamos más importancia a la lengua en que se celebra la liturgia que a la misma liturgia? ¿Al ayuno eucarístico desde la media noche, casi más que a la misma comunión? La hipocresía, la autosuficiencia y el excesivo legalismo son precisamente el peligro de los buenos.
Lo que cuenta es el corazón. Leamos despacio la lista de las trece cosas que Jesús dice que pueden brotar de un corazón maleado: malos propósitos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. ¿Cuáles de ellas brotan alguna vez de nuestro interior? Pues eso tiene mucha más trascendencia que lo que comemos o dejamos de comer.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 136-140
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Se atribuye a Hipócrates haber dicho que “el alimento sea tu medicina y la medicina tu alimento". Es decir, debemos consumir alimentos muy sanos y naturales que nos ayuden a conservar la salud corporal. Jesús, por su parte, se refiere a otra dimensión del ser humano y nos hace ver que lo que hace impuro al hombre no es lo que entra sino lo que sale de él.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º miércoles del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 7,14-23.
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!". Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola. El les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos. Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Comentario
a) Los fariseos no es que fueran malas personas. Eran piadosos, cumplidores de la ley.
Pero habían caído en un legalismo exagerado e intolerante y, llevados de su devoción y de su deseo de agradar a Dios en todo, daban prioridad a lo externo, al cumplimiento escrupuloso de mil detalles, descuidando a veces lo más importante.
Ayer era la cuestión de si se lavaban las manos o no. Hoy el comentario de Jesús continúa refiriéndose al tema de lo que se puede comer y lo que no, lo que se considera puro o no en cuestión de comidas. La carne de cerdo, por ejemplo, es considerada impura por los judíos y por otras culturas: inicialmente por motivos de higiene y prevención de enfermedades, pero luego también por norma religiosa.
La enseñanza de Jesús, expresada con un lenguaje muy llano y expresivo, es que lo importante no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Lo que hace buenas o malas las cosas es lo que brota del corazón del hombre, la buena intención o la malicia interior. Los alimentos o en general las cosas de fuera tienen una importancia mucho más relativa.
b) El defecto de los fariseos puede ser precisamente el defecto de las personas piadosas, deseosas de perfección, que a veces por escrúpulos y otras por su tendencia a refugiarse en lo concreto, pierden de vista la importancia de las actitudes interiores, que son las que dan sentido a los actos exteriores. O sea, puede ser nuestro defecto. Dar, por ejemplo, más importancia a una norma pensada por los hombres que a la caridad o a la misericordia, más a la ley que a la persona.
Esta tensión estaba muy viva cuando Marcos escribía su evangelio. En la comunidad apostólica se discutía fuertemente sobre la apertura de la Iglesia a los paganos y la conveniencia o no de que todos tuvieran que cumplir los más mínimos preceptos de la ley de Moisés. Recordamos las posturas de Pablo y Santiago y finalmente del concilio de Jerusalén, así como la visión del lienzo con animales puros e impuros y la invitación a Pedro para que comiera de ellos (Hechos 10).
Ha sido un tema que se ha mantenido a lo largo de la vida de la Iglesia. ¿No se podría interpretar, en una historia no demasiado remota, que dábamos más importancia a la lengua en que se celebra la liturgia que a la misma liturgia? ¿Al ayuno eucarístico desde la media noche, casi más que a la misma comunión? La hipocresía, la autosuficiencia y el excesivo legalismo son precisamente el peligro de los buenos.
Lo que cuenta es el corazón. Leamos despacio la lista de las trece cosas que Jesús dice que pueden brotar de un corazón maleado: malos propósitos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. ¿Cuáles de ellas brotan alguna vez de nuestro interior? Pues eso tiene mucha más trascendencia que lo que comemos o dejamos de comer.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 136-140
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martes, 9 de febrero de 2010
JESÚS NOS PIDE COHERENCIA ENTRE FE Y VIDA
¡Amor y paz!
Vuelve el enfrentamiento de Jesús con los fariseos. Éstos adoptan una postura que a la vista de los demás aparenta fidelidad y cumplimiento de la ley, pero en realidad su corazón está lejos de Dios.
Es la realidad de muchos de nuestros cristianos que parecen ser fieles cumplidores de la ley: van a misa los domingos, en las reuniones parroquiales hacen largas oraciones, se encargan de recoger la limosna...En fin...Sin embargo, en sus casas y trabajos son déspotas, tacaños, hablan mal de su prójimo, pagan malos salarios o no practican la justicia social...
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º martes del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga..
Evangelio según San Marcos 7,1-13.
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...' En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".
Comentario
a) La tirantez entre Jesús y los fariseos -de nuevo hay algunos que han venido de la capital, Jerusalén- es esta vez por la cuestión de lavarse o no las manos antes de comer.
Ciertamente un tema que a nosotros no nos parece demasiado importante, pero que le sirve a Jesús para dar consignas de conducta a sus seguidores.
Jesús fustiga una vez más el excesivo legalismo de algunos letrados. Del episodio de las manos limpias pasa a otros que a él le parecen más graves. Porque a base de interpretaciones caprichosas, llegan a anular el mandamiento de Dios (que si es importante) con la excusa de tradiciones o normas humanas: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».
El ejemplo del cuarto mandamiento que aduce Jesús es muy aleccionador. Dios quiere que honremos al padre y a la madre, y que lo hagamos en concreto, ayudándoles también materialmente. Pero se ve que algunos no lo cumplían, bajo el pretexto de que los bienes con los que podrían ayudar a sus padres los ofrecían como una limosna al templo -que resultaba bastante más sencilla, el famoso «corbán», una módica ofrenda sagrada- y con ello se consideraban dispensados de ayudar a sus padres, cosa que evidentemente era más difícil y continuado. Pero Dios, más que los sacrificios que le podamos ofrecer a él, lo que quiere es que ayudemos a los padres en su necesidad.
b) Todos podemos tener algo de fariseos en nuestra conducta.
Por ejemplo si somos dados al formalismo exterior, dando más importancia a las prácticas externas que a la fe interior. O si damos prioridad a normas humanas, a veces insignificantes incluso tramposas, por encima de la caridad o de la justicia.
Tal vez nosotros no seremos capaces de perder el humor o la caridad por cuestiones tan nimias como el lavarse o no las manos antes de comer. Ni tampoco recurriremos a lo de la ofrenda al Templo para dejar de ayudar a nuestros padres o al prójimo necesitado. Pero ¿cuáles son las trampas o excusas equivalentes a que echamos mano para salirnos con la nuestra? ¿tenemos también nosotros la tendencia a aferrarnos a la «letra» y descuidar el «espíritu>? ¿en qué nos escudamos para disimular nuestra pereza o para inhibirnos de la caridad o la justicia?
Seria muy triste que mereciéramos nosotros el fuerte reproche de Jesús: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi». El concilio Vaticano II llegó a decir que «la separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo» (Gaudium et Spes 43, que cita este pasaje de Marcos 7).
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 131-135
www.mercaba.org
Vuelve el enfrentamiento de Jesús con los fariseos. Éstos adoptan una postura que a la vista de los demás aparenta fidelidad y cumplimiento de la ley, pero en realidad su corazón está lejos de Dios.
Es la realidad de muchos de nuestros cristianos que parecen ser fieles cumplidores de la ley: van a misa los domingos, en las reuniones parroquiales hacen largas oraciones, se encargan de recoger la limosna...En fin...Sin embargo, en sus casas y trabajos son déspotas, tacaños, hablan mal de su prójimo, pagan malos salarios o no practican la justicia social...
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º martes del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga..
Evangelio según San Marcos 7,1-13.
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...' En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".
Comentario
a) La tirantez entre Jesús y los fariseos -de nuevo hay algunos que han venido de la capital, Jerusalén- es esta vez por la cuestión de lavarse o no las manos antes de comer.
Ciertamente un tema que a nosotros no nos parece demasiado importante, pero que le sirve a Jesús para dar consignas de conducta a sus seguidores.
Jesús fustiga una vez más el excesivo legalismo de algunos letrados. Del episodio de las manos limpias pasa a otros que a él le parecen más graves. Porque a base de interpretaciones caprichosas, llegan a anular el mandamiento de Dios (que si es importante) con la excusa de tradiciones o normas humanas: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».
El ejemplo del cuarto mandamiento que aduce Jesús es muy aleccionador. Dios quiere que honremos al padre y a la madre, y que lo hagamos en concreto, ayudándoles también materialmente. Pero se ve que algunos no lo cumplían, bajo el pretexto de que los bienes con los que podrían ayudar a sus padres los ofrecían como una limosna al templo -que resultaba bastante más sencilla, el famoso «corbán», una módica ofrenda sagrada- y con ello se consideraban dispensados de ayudar a sus padres, cosa que evidentemente era más difícil y continuado. Pero Dios, más que los sacrificios que le podamos ofrecer a él, lo que quiere es que ayudemos a los padres en su necesidad.
b) Todos podemos tener algo de fariseos en nuestra conducta.
Por ejemplo si somos dados al formalismo exterior, dando más importancia a las prácticas externas que a la fe interior. O si damos prioridad a normas humanas, a veces insignificantes incluso tramposas, por encima de la caridad o de la justicia.
Tal vez nosotros no seremos capaces de perder el humor o la caridad por cuestiones tan nimias como el lavarse o no las manos antes de comer. Ni tampoco recurriremos a lo de la ofrenda al Templo para dejar de ayudar a nuestros padres o al prójimo necesitado. Pero ¿cuáles son las trampas o excusas equivalentes a que echamos mano para salirnos con la nuestra? ¿tenemos también nosotros la tendencia a aferrarnos a la «letra» y descuidar el «espíritu>? ¿en qué nos escudamos para disimular nuestra pereza o para inhibirnos de la caridad o la justicia?
Seria muy triste que mereciéramos nosotros el fuerte reproche de Jesús: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi». El concilio Vaticano II llegó a decir que «la separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo» (Gaudium et Spes 43, que cita este pasaje de Marcos 7).
J. ALDAZABAL
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Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 131-135
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lunes, 8 de febrero de 2010
JESÚS NO SÓLO NOS CURA DE LA ENFERMEDAD: NOS PERDONA
¡Amor y paz!
La gente ve a Jesús y de inmediato le llevan enfermos para que los cure. Sin embargo, muchos no descubrían en el milagro su sentido liberador, y se quedaban sólo con el efecto externo y con el Jesús milagrero. No eran capaces de "leer" otros aspectos en aquellos "signos", y los asociaban más con la magia, con las curaciones "parciales" fáciles, pero poco y nada con la necesaria transformación integral de la persona y de la sociedad.
Y nosotros, cuando nos acercamos a Jesús, ¿Sólo le pedimos que nos haga un milagro? ¿O nos comprometemos con Él a transformar nuestra vida y a seguirlo como verdaderos discípulos?
En este 5º lunes del Tiempo Ordinario, los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, con un enfoque que complementa lo que acabo de exponer, porque nos hace ver que, como Jesús, debemos ayudar a nuestros hermanos.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 6,53-56.
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
Comentario
a) El evangelio de hoy es como un resumen de una de las actividades que más tiempo ocupaban a Jesús: la atención a los enfermos.
Son continuas las noticias que el evangelio nos da sobre cómo Jesús atendía a todos y nunca dejaba sin su ayuda a los que veía sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curaba y perdonaba, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad «pasó haciendo el bien».
Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». No es extraño que le busquen y le sigan por todas partes, aunque pretenda despistarles atravesando el lago con rumbo desconocido.
b) La comunidad eclesial recibió el encargo de Jesús de que, a la vez que anunciaba la Buena Noticia de la salvación, curara a los enfermos. Así lo hicieron los discípulos ya desde sus primeras salidas apostólicas en tiempos de Jesús: predicaban y curaban. La Iglesia hace dos mil años que evangeliza este mundo y le predica la reconciliación con Dios y, como hacia Jesús. todo ello lo manifiesta de un modo concreto también cuidando de los enfermos y los marginados. Esta servicialidad concreta ha hecho siempre creíble su evangelización, que es su misión fundamental.
Un cristiano que quiere seguir a su Maestro no puede descuidar esta faceta: ¿cómo atendemos a los ancianos, a los débiles, a los enfermos, a los que están marginados en la sociedad? Los que participamos con frecuencia en la Eucaristía no podemos olvidar que comulgamos con el Jesús que está al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, también nosotros debemos ser luego, en la vida, «entregados por los demás». De modo particular por aquellos por los que Jesús mostró siempre su preferencia, los pobres, los débiles, los niños, los enfermos.
Sería bueno que leyéramos los números 1503-1505 del Catecismo de la Iglesia que tratan de «Cristo, médico», y los números 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos», el encargo que Jesús dio a los suyos para con los enfermos: la asistencia humana, la oración, y de modo particular el sacramento propio de los cristianos enfermos: la Unción.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 126-130
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La gente ve a Jesús y de inmediato le llevan enfermos para que los cure. Sin embargo, muchos no descubrían en el milagro su sentido liberador, y se quedaban sólo con el efecto externo y con el Jesús milagrero. No eran capaces de "leer" otros aspectos en aquellos "signos", y los asociaban más con la magia, con las curaciones "parciales" fáciles, pero poco y nada con la necesaria transformación integral de la persona y de la sociedad.
Y nosotros, cuando nos acercamos a Jesús, ¿Sólo le pedimos que nos haga un milagro? ¿O nos comprometemos con Él a transformar nuestra vida y a seguirlo como verdaderos discípulos?
En este 5º lunes del Tiempo Ordinario, los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, con un enfoque que complementa lo que acabo de exponer, porque nos hace ver que, como Jesús, debemos ayudar a nuestros hermanos.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 6,53-56.
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
Comentario
a) El evangelio de hoy es como un resumen de una de las actividades que más tiempo ocupaban a Jesús: la atención a los enfermos.
Son continuas las noticias que el evangelio nos da sobre cómo Jesús atendía a todos y nunca dejaba sin su ayuda a los que veía sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curaba y perdonaba, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad «pasó haciendo el bien».
Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». No es extraño que le busquen y le sigan por todas partes, aunque pretenda despistarles atravesando el lago con rumbo desconocido.
b) La comunidad eclesial recibió el encargo de Jesús de que, a la vez que anunciaba la Buena Noticia de la salvación, curara a los enfermos. Así lo hicieron los discípulos ya desde sus primeras salidas apostólicas en tiempos de Jesús: predicaban y curaban. La Iglesia hace dos mil años que evangeliza este mundo y le predica la reconciliación con Dios y, como hacia Jesús. todo ello lo manifiesta de un modo concreto también cuidando de los enfermos y los marginados. Esta servicialidad concreta ha hecho siempre creíble su evangelización, que es su misión fundamental.
Un cristiano que quiere seguir a su Maestro no puede descuidar esta faceta: ¿cómo atendemos a los ancianos, a los débiles, a los enfermos, a los que están marginados en la sociedad? Los que participamos con frecuencia en la Eucaristía no podemos olvidar que comulgamos con el Jesús que está al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, también nosotros debemos ser luego, en la vida, «entregados por los demás». De modo particular por aquellos por los que Jesús mostró siempre su preferencia, los pobres, los débiles, los niños, los enfermos.
Sería bueno que leyéramos los números 1503-1505 del Catecismo de la Iglesia que tratan de «Cristo, médico», y los números 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos», el encargo que Jesús dio a los suyos para con los enfermos: la asistencia humana, la oración, y de modo particular el sacramento propio de los cristianos enfermos: la Unción.
J. ALDAZABAL
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Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 126-130
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domingo, 7 de febrero de 2010
JESÚS NOS INVITA A ACOGER NUESTRA MISIÓN CON GENEROSIDAD
¡Amor y paz!
En la difícil misión evangelizadora hay altibajos, situaciones que nos desilusionan. Sin embargo, Jesús nos pide insistir: navegar mar adentro y echar las redes. Basta confiar en su Palabra y la pesca será abundante. El Señor es generoso en la recompensa: nosotros debemos ser generosos con Él en la renuncia y la dedicación.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º. Domingo del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 5,1-11.
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes". Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes". Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
Comentario
“En una ocasión, estando Jesús a orillas del Lago de Genesaret, se sentía apretujado por la multitud que quería oír el mensaje de Dios”. Nos reunimos hoy para celebrar la eucaristía y para orar juntos en un mundo en el que hay hambre de la Palabra de Dios. La gente quiere escuchar una palabra de esperanza, de consuelo, de ánimo. Los creyentes somos responsables de anunciar una palabra que ayude a nuestro pueblo a recuperar la confianza en ellos mismos, en los hermanos y en Dios. Hay salidas y hay luces que no podemos ocultar a la gente que se agolpa para escuchar la Palabra.
“Jesús vio dos barcas en la playa. Los pescadores habían bajado de ellas a lavar sus redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente”. El Señor nos pide que nos alejemos un poco de la orilla. Venimos aquí para encontrarnos con el Señor y con otros hermanos y hermanas. Necesitamos de estos momentos de silencio, de profunda oración y de encuentro fraterno para descubrir el paso de Dios por nuestra historia personal y por la historia de nuestras gentes.
“Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: –Lleva la barca a la parte honda del lago, y echen allí sus redes para pescar”. Aparece aquí la invitación a ir a la parte más honda de nuestra interioridad para echar allí nuestras redes. Necesitamos descubrir en la profundidad de nuestra historia los caminos de Dios. Allí tenemos que echar nuestras redes. El Señor nos invita a ir al fondo de nuestras vidas.
“Simón le contestó: –Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo mandas, voy a echar las redes”. La disculpa surge inmediatamente de los labios de Pedro y de nuestros propios labios. Venimos cansados; hemos estado bregando toda la noche sin pescar nada. Muchas veces, nuestra oración se hace árida y sentimos que nuestro pozo se seca. No estamos seguros de que valga la pena seguir intentando construir un mundo como el que Dios quiere. Sin embargo, Pedro se anima y confiado en la palabra del Señor, se decide. Solamente confiados en la palabra del Señor nos atrevemos a echar nuestras redes para recibir el regalo de su gracia.
“Cuando lo hicieron, recogieron tanto pescado que las redes se rompían. Entonces, hicieron señas a sus compañeros de la otra barca, para que fueran a ayudarlos. Ellos fueron, y llenaron tanto las dos barcas que les faltaba poco para hundirse”. Este texto nos revela la generosidad del Señor para con los que son generosos con Él. La pesca, que parecía un fracaso se convierte en abundancia. El pozo seco de nuestra vida espiritual, se convierte en manantial de agua viva que brota hasta vida eterna. Los esfuerzos por construir la justicia, la fraternidad y la paz, son compensados con brotes germinales del Reino, que necesitamos reconocer en medio de las sombras y las contradicciones.
“Al ver esto, Simón Pedro se puso de rodillas delante de Jesús y le dijo: –¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador! Es que Simón y todo los demás estaban asustados por aquella gran pesca que habían hecho. También lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón”. Ante la generosidad del Señor, que nos regala su gracia abundantemente y nos concede una pesca copiosa, sólo podemos reaccionar como Pedro, cayendo de rodillas ante Él, para reconocernos pecadores. Llevamos este tesoro en vasijas de barro. Es precisamente allí, en el reconocimiento de nuestra debilidad, donde aparece más claramente la fuerza de Dios.
“Pero Jesús le dijo a Simón: –No tengas miedo; desde ahora vas a pescar hombres. Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús”. El resultado final de todo este proceso, tiene que concretarse, por nuestra parte, en un gesto generoso de dejarlo todo para seguir al Señor a donde él nos quiera llevar. Acoger nuestra propia misión con la misma generosidad que nos ha mostrado el Señor a través de esta pesca abundante.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
En la difícil misión evangelizadora hay altibajos, situaciones que nos desilusionan. Sin embargo, Jesús nos pide insistir: navegar mar adentro y echar las redes. Basta confiar en su Palabra y la pesca será abundante. El Señor es generoso en la recompensa: nosotros debemos ser generosos con Él en la renuncia y la dedicación.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 5º. Domingo del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 5,1-11.
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes". Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes". Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
Comentario
“En una ocasión, estando Jesús a orillas del Lago de Genesaret, se sentía apretujado por la multitud que quería oír el mensaje de Dios”. Nos reunimos hoy para celebrar la eucaristía y para orar juntos en un mundo en el que hay hambre de la Palabra de Dios. La gente quiere escuchar una palabra de esperanza, de consuelo, de ánimo. Los creyentes somos responsables de anunciar una palabra que ayude a nuestro pueblo a recuperar la confianza en ellos mismos, en los hermanos y en Dios. Hay salidas y hay luces que no podemos ocultar a la gente que se agolpa para escuchar la Palabra.
“Jesús vio dos barcas en la playa. Los pescadores habían bajado de ellas a lavar sus redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente”. El Señor nos pide que nos alejemos un poco de la orilla. Venimos aquí para encontrarnos con el Señor y con otros hermanos y hermanas. Necesitamos de estos momentos de silencio, de profunda oración y de encuentro fraterno para descubrir el paso de Dios por nuestra historia personal y por la historia de nuestras gentes.
“Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: –Lleva la barca a la parte honda del lago, y echen allí sus redes para pescar”. Aparece aquí la invitación a ir a la parte más honda de nuestra interioridad para echar allí nuestras redes. Necesitamos descubrir en la profundidad de nuestra historia los caminos de Dios. Allí tenemos que echar nuestras redes. El Señor nos invita a ir al fondo de nuestras vidas.
“Simón le contestó: –Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo mandas, voy a echar las redes”. La disculpa surge inmediatamente de los labios de Pedro y de nuestros propios labios. Venimos cansados; hemos estado bregando toda la noche sin pescar nada. Muchas veces, nuestra oración se hace árida y sentimos que nuestro pozo se seca. No estamos seguros de que valga la pena seguir intentando construir un mundo como el que Dios quiere. Sin embargo, Pedro se anima y confiado en la palabra del Señor, se decide. Solamente confiados en la palabra del Señor nos atrevemos a echar nuestras redes para recibir el regalo de su gracia.
“Cuando lo hicieron, recogieron tanto pescado que las redes se rompían. Entonces, hicieron señas a sus compañeros de la otra barca, para que fueran a ayudarlos. Ellos fueron, y llenaron tanto las dos barcas que les faltaba poco para hundirse”. Este texto nos revela la generosidad del Señor para con los que son generosos con Él. La pesca, que parecía un fracaso se convierte en abundancia. El pozo seco de nuestra vida espiritual, se convierte en manantial de agua viva que brota hasta vida eterna. Los esfuerzos por construir la justicia, la fraternidad y la paz, son compensados con brotes germinales del Reino, que necesitamos reconocer en medio de las sombras y las contradicciones.
“Al ver esto, Simón Pedro se puso de rodillas delante de Jesús y le dijo: –¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador! Es que Simón y todo los demás estaban asustados por aquella gran pesca que habían hecho. También lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón”. Ante la generosidad del Señor, que nos regala su gracia abundantemente y nos concede una pesca copiosa, sólo podemos reaccionar como Pedro, cayendo de rodillas ante Él, para reconocernos pecadores. Llevamos este tesoro en vasijas de barro. Es precisamente allí, en el reconocimiento de nuestra debilidad, donde aparece más claramente la fuerza de Dios.
“Pero Jesús le dijo a Simón: –No tengas miedo; desde ahora vas a pescar hombres. Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús”. El resultado final de todo este proceso, tiene que concretarse, por nuestra parte, en un gesto generoso de dejarlo todo para seguir al Señor a donde él nos quiera llevar. Acoger nuestra propia misión con la misma generosidad que nos ha mostrado el Señor a través de esta pesca abundante.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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