¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este martes 6 del tiempo ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice
1ª Lectura (Gén 6,5-8; 7,1-5.10):
Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la
tierra, y que todo su modo de pensar era siempre perverso, se arrepintió de
haber creado al hombre en la tierra, y le pesó de corazón. Y dijo: «Borraré de
la superficie de la tierra al hombre que he creado; al hombre con los
cuadrúpedos, reptiles y aves, pues me pesa de haberlos hecho».
Pero Noé alcanzó el favor del Señor. El Señor dijo a Noé: «Entra en el arca con
toda tu familia, pues tú eres el único justo que he encontrado en tu
generación. De cada animal puro toma siete parejas, macho y hembra; de los no
puros, una pareja, macho y hembra; y lo mismo de los pájaros, siete parejas,
macho y hembra, para que conserven la especie en la tierra. Dentro de siete
días haré llover sobre la tierra cuarenta días con sus noches, y borraré de la
superficie de la tierra a todos los vivientes que he creado». Noé hizo todo lo
que le mandó el Señor. Pasados siete días, vino el diluvio a la tierra.
Salmo responsorial: 28
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del
nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz
del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.
El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: «¡Gloria!». El
Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno.
Versículo antes del Evangelio (Jn 14,23):
Aleluya. El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 8,14-21):
En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?». «Doce», le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete». Y continuó: «¿Aún no entendéis?».
Comentario
Hoy —una vez más— vemos la sagacidad del Señor Jesús. Su
actuar es sorprendente, ya que se sale del común de la gente, es original. Él
viene de realizar unos milagros y se está trasladando a otro sector en donde la
Gracia de Dios también debe llegar. En ese contexto de milagros, ante un nuevo
grupo de personas que lo espera, es cuando les advierte: «Abrid los ojos y
guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes» (Mc 8,15),
pues ellos —los fariseos y los de Herodes— no quieren que la Gracia de Dios sea
conocida, y más bien se la pasan cundiendo al mundo de mala levadura, sembrando
cizaña.
La fe no depende de las obras, pues «una fe que nosotros mismos podemos
determinar, no es en absoluto una fe» (Benedicto XVI). Al contrario, son las
obras las que dependen de la fe. Tener una verdadera y autentica fe implica una
fe activa, dinámica; no una fe condicionada y que sólo se queda en lo externo,
en las apariencias, que se va por las ramas… La nuestra debe ser una fe real.
Hay que ver con los ojos de Dios y no con los del hombre pecador: «¿Aún no
comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?» (Mc 8,17).
El reino de Dios se expande en el mundo como cuando se coloca una medida de
levadura en la masa; ella crece sin que se sepa cómo. Así debe ser la autentica
fe, que crece en el amor de Dios. Por tanto, que nada ni nadie nos distraiga
del verdadero encuentro con el Señor y su mensaje salvador. El Señor no pierde
ocasión para enseñar y eso lo sigue haciendo hoy día: «Nos hemos de liberar de
la falsa idea de que la fe ya no tiene nada que decir a los hombres de hoy»
(Benedicto XVI).
Rev. P. Juan Carlos CLAVIJO Cifuentes (Bogotá, Colombia)
Evangeli.net
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