¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, hoy 29 de agosto, cuando celebramos la memoria del martirio de San Juan Bautista.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (2Tes 3,6-10.16-18):
En nombre de nuestro Señor Jesucristo, hermanos, os mandamos: no tratéis con los hermanos que llevan una vida ociosa y se apartan de las tradiciones que recibieron de nosotros. Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros, os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma. Que el Señor de la paz os dé la paz siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros. La despedida va de mi mano, Pablo; ésta es la contraseña en toda carta; ésta es mi letra. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros.
Salmo responsorial: 127
R/. Dichosos los que temen al Señor.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás
del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga
desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
Versículo antes del Evangelio (1Jn 2,5):
Aleluya. Quien guarda la palabra de Cristo, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 6,17-29):
En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y
le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano
Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te
está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería
matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre
justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba
con gusto.
Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a
sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de
la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey,
entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y
preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el
Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y
de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de
traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza
en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron
sepultura.
Comentario
Hoy recordamos el martirio de san Juan Bautista, el
Precursor del Mesías. Toda la vida del Bautista gira en torno a la Persona de
Jesús, de manera que sin Él, la existencia y la tarea del Precursor del Mesías
no tendría sentido.
Ya, desde las entrañas de su madre, siente la proximidad del Salvador. El
abrazo de María y de Isabel, dos futuras madres, abrió el diálogo de los dos
niños: el Salvador santificaba a Juan, y éste saltaba de entusiasmo dentro del
vientre de su madre.
En su misión de Precursor mantuvo este entusiasmo -que etimológicamente
significa "estar lleno de Dios"-, le preparó los caminos, le allanó
las rutas, le rebajó las cimas, lo anunció ya presente, y lo señaló con el dedo
como el Mesías: «He ahí el Cordero de Dios» (Jn 1,36).
Al atardecer de su existencia, Juan, al predicar la libertad mesiánica a
quienes estaban cautivos de sus vicios, es encarcelado: «Juan decía a Herodes:
‘No te está permitido tener la mujer de tu hermano’» (Mc 6,18). La muerte del
Bautista es el testimonio martirial centrado en la persona de Jesús. Fue su
Precursor en la vida, y también le precede ahora en la muerte cruel.
San Beda nos dice que «está encerrado, en la tiniebla de una mazmorra, aquel
que había venido a dar testimonio de la Luz, y había merecido de la boca del
mismo Cristo (…) ser denominado "antorcha ardiente y luminosa". Fue
bautizado con su propia sangre aquél a quien antes le fue concedido bautizar al
Redentor del mundo».
Ojalá que la fiesta del Martirio de san Juan Bautista nos entusiasme, en el sentido
etimológico del término, y, así, llenos de Dios, también demos testimonio de
nuestra fe en Jesús con valentía. Que nuestra vida cristiana también gire en
torno a la Persona de Jesús, lo cual le dará su pleno sentido.
Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)
Evangeli.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario