¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado 21 del Tiempo Ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (1Cor 1,26-31):
Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así —como dice la Escritura— «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».
Salmo responsorial: 32
R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él
se escogió como heredad. El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los
hombres.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su
misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de
hambre.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra
nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.
Versículo antes del Evangelio (Jn 13,34):
Aleluya. Os doy un mandamiento nuevo, dice el Señor: que os améis unos a otros como yo os he amado. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 25,14-30):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Un hombre,
al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco
talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se
ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con
ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos.
En cambio, el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió
el dinero de su señor.
»Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas
con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros
cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco
que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has
sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.
Llegándose también el de los dos talentos dijo: ‘Señor, dos talentos me
entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien,
siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te
pondré; entra en el gozo de tu señor’.
»Llegándose también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres
un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste.
Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes
lo que es tuyo’. Mas su señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que
yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber
entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío
con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los
diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que
no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las
tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes’».
Comentario
Hoy contemplamos la parábola de los talentos. En Jesús
apreciamos como un momento de cambio de estilo en su mensaje: el anuncio del
Reino ya no se limita tanto a señalar su proximidad como a describir su
contenido mediante narraciones: ¡es la hora de las parábolas!
Un gran hombre decide emprender un largo viaje, y confía todo el patrimonio a
sus siervos. Pudo haberlo distribuido por partes iguales, pero no lo hizo así.
Dio a cada uno según su capacidad (cinco, dos y un talentos). Con aquel dinero
pudo cada criado capitalizar el inicio de un buen negocio. Los dos primeros se
lanzaron a la administración de sus depósitos, pero el tercero —por miedo o por
pereza— prefirió guardarlo eludiendo toda inversión: se encerró en la comodidad
de su propia pobreza.
El señor regresó y... exigió la rendición de cuentas (cf. Mt 25,19). Premió la
valentía de los dos primeros, que duplicaron el depósito confiado. El trato con
el criado “prudente” fue muy distinto.
El mensaje de la parábola sigue teniendo una gran actualidad. La separación
progresiva entre la Iglesia y los Estados no es mala, todo lo contrario. Sin
embargo, esta mentalidad global y progresiva esconde un efecto secundario,
peligroso para los cristianos: ser la imagen viva de aquel tercer criado a
quien el amo (figura bíblica de Dios Padre) reprochó con gran severidad. Sin
malicia, por pura comodidad o miedo, corremos el peligro de esconder y reducir
nuestra fe cristiana al entorno privado de familia y amigos íntimos. El
Evangelio no puede quedar en una lectura y estéril contemplación. Hemos de
administrar con valentía y riesgo nuestra vocación cristiana en el propio
ambiente social y profesional proclamando la figura de Cristo con las palabras
y el testimonio.
Comenta san Agustín: «Quienes predicamos la palabra de Dios a los pueblos no
estamos tan alejados de la condición humana y de la reflexión apoyada en la fe
que no advirtamos nuestros peligros. Pero nos consuela el que, donde está
nuestro peligro por causa del ministerio, allí tenemos la ayuda de vuestras oraciones».
Rev. D. Albert SOLS i Lúcia (Barcelona, España)
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