¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes 10 del Tiempo Ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (1Re 17,1-6):
En aquellos días, Elías, el tesbita, de Tisbé de Galaad, dijo a Ajab: «¡Vive el Señor, Dios de Israel, a quien sirvo! En estos años no caerá rocío ni lluvia si yo no lo mando». Luego el Señor le dirigió la palabra: «Vete de aquí hacia el oriente y escóndete junto al torrente Carit, que queda cerca del Jordán. Bebe del torrente y yo mandaré a los cuervos que te lleven allí la comida». Elías hizo lo que le mandó el Señor, y fue a vivir junto al torrente Carit, que queda cerca del Jordán. Los cuervos le llevaban pan por la mañana y carne por la tarde, y bebía del torrente.
Salmo responsorial: 120
R/. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el
auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el
guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará
daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas
y salidas, ahora y por siempre.
Versículo antes del Evangelio (Cf. Mt 5,12):
Aleluya. Alegraos y regocijaos, porque tendréis una gran recompensa en el cielo. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 5,1-12):
En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».
Comentario
Hoy, con la proclamación de las Bienaventuranzas, Jesús
nos hace notar que a menudo somos unos desmemoriados y actuamos como los niños,
pues el juego nos hace perder el recuerdo. Jesús temía que la gran cantidad de
“buenas noticias” que nos ha comunicado —es decir, de palabras, gestos y
silencios— se diluyera en nuestros pecados y preocupaciones. ¿Recordáis, en la
parábola del sembrador, la imagen del grano de trigo ahogado en las espinas?
Por eso san Mateo engarza las Bienaventuranzas como unos principios
fundamentales, para que no las olvidemos nunca. Son un compendio de la Nueva
Ley presentada por Jesús, como unos puntos básicos que nos ayudan a vivir
cristianamente.
Las Bienaventuranzas están destinadas a todo el mundo. El Maestro no sólo
enseña a los discípulos que le rodean, ni excluye a ninguna clase de personas,
sino que presenta un mensaje universal. Ahora bien, puntualiza las
disposiciones que debemos tener y la conducta moral que nos pide. Aunque la
salvación definitiva no se da en este mundo, sino en el otro, mientras vivimos
en la tierra debemos cambiar de mentalidad y transformar nuestra valoración de
las cosas. Debemos acostumbrarnos a ver el rostro del Cristo que llora en los
que lloran, en los que quieren vivir desprendidos de palabra y de hechos, en
los mansos de corazón, en los que fomentan las ansias de santidad, en los que
han tomado una “determinada determinación”, como decía santa Teresa de Jesús,
para ser sembradores de paz y alegría.
Las Bienaventuranzas son el perfume del Señor participando en la historia
humana. También en la tuya y en la mía. Los dos últimos versículos incorporan
la presencia de la Cruz, ya que invitan a la alegría cuando las cosas se ponen
feas humanamente hablando por causa de Jesús y del Evangelio. Y es que, cuando
la coherencia de la vida cristiana sea firme, entonces, fácilmente vendrá la
persecución de mil maneras distintas, entre dificultades y contrariedades
inesperadas. El texto de san Mateo es rotundo: entonces «alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,12).
Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch (Salt, Girona, España)
Evangeli. net
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