¡Amor y paz!
Los invito, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este Lunes Santo, ciclo b.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Is 42,1-7):
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará
la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará
la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia
en el país. En su ley esperan las islas».
Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra
con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes
caminan por ella: «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la
mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para
que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la
prisión a los que habitan en tinieblas».
Salmo responsorial: 26
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es la defensa de mí vida, ¿quién me hará
temblar?
Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y
adversarios, tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la
guerra, me siento tranquilo.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor,
sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Versículo antes del Evangelio (---):
¡Salve, Rey nuestro! Sólo tú eres el que se compadece de nuestros errores.
Texto del Evangelio (Jn 12,1-11):
Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania,
donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le
dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a
la mesa.
Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los
pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del
perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de
entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se
ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres,
sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en
ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque
pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».
Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por
Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los
muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a
causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.
Comentario
Hoy, en el Evangelio, se nos resumen dos actitudes sobre
Dios, Jesucristo y la vida misma. Ante la unción que hace María a su Señor,
Judas protesta: «Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había
de entregar: ‘¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y
se ha dado a los pobres?’» (Jn 12,4-5). Lo que dice no es ninguna barbaridad,
ligaba con la doctrina de Jesús. Pero es muy fácil protestar ante lo que hacen
los otros, aunque no se tengan segundas intenciones como en el caso de Judas.
Cualquier protesta ha de ser un acto de responsabilidad: con la protesta nos
hemos de plantear cómo lo haríamos nosotros, qué estamos dispuestos a hacer
nosotros. Si no, la protesta puede ser sólo —como en este caso— la queja de los
que actúan mal ante los que miran de hacer las cosas tan bien como pueden.
María unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos, porque cree que es lo
que debe hacer. Es una acción tintada de espléndida magnanimidad: lo hizo
«tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro» (Jn 12,3). Es un acto de
amor y, como todo acto de amor, difícil de entender por aquellos que no lo
comparten. Creo que, a partir de aquel momento, María entendió lo que siglos
más tarde escribiría san Agustín: «Quizá en esta tierra los pies del Señor
todavía están necesitados. Pues, ¿de quién, fuera de sus miembros, dijo: ‘Todo
lo que hagáis a uno de estos pequeños... me lo hacéis a mí? Vosotros gastáis
aquello que os sobra, pero habéis hecho lo que es de agradecer para mis pies’».
La protesta de Judas no tiene ninguna utilidad, sólo le lleva a la traición. La
acción de María la lleva a amar más a su Señor y, como consecuencia, a amar más
a los “pies” de Cristo que hay en este mundo.
Rev. D. Jordi POU i Sabater (Sant Jordi Desvalls, Girona, España)
Evangeli. net
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