¡Amor y paz!
Los invito a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles 5 del tiempo ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (1Re 10,1-10):
En aquellos días, la reina de Sabá oyó la fama de Salomón
y fue a desafiarle con enigmas. Llegó a Jerusalén con una gran caravana de
camellos cargados de perfumes y oro en gran cantidad y piedras preciosas. Entró
en el palacio de Salomón y le propuso todo lo que pensaba. Salomón resolvió
todas sus consultas; no hubo una cuestión tan oscura que el rey no pudiera
resolver.
Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón, la casa que había
construido, los manjares de su mesa, toda la corte sentada a la mesa, los
camareros con sus uniformes sirviendo, las bebidas, los holocaustos que ofrecía
en el templo del Señor, se quedó asombrada y dijo al rey: «¡Es verdad lo que me
contaron en mi país de ti y tu sabiduría! Yo no quería creerlo; pero ahora que
he venido y lo veo con mis propios ojos, resulta que no me habían dicho ni la
mitad. En sabiduría y riquezas superas todo lo que yo había oído. ¡Dichosa tu
gente, dichosos los cortesanos que están siempre en tu presencia, aprendiendo
de tu sabiduría! ¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que, por el amor eterno que
tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha
nombrado rey para que gobiernes con justicia!».
La reina regaló al rey cuatro mil quilos de oro, gran cantidad de perfumes y
piedras preciosas; nunca llegaron tantos perfumes como los que la reina de Saba
regaló al rey Salomón.
Salmo responsorial: 36
R/. La boca del justo expone la sabiduría.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él
actuará: hará tu justicia como el amanecer, tu derecho, como el mediodía.
La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho: porque
lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan.
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro; el Señor
los protege y los libra de los malvados y los salva, porque se acogen a él.
Versículo antes del Evangelio (Jn 17,17ba):
Aleluya. Tu palabra, Señor, es la verdad; santifícanos con tu verdad. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 7,14-23):
En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y les dijo:
«Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda
contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.
Quien tenga oídos para oír, que oiga».
Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban
sobre la parábola. Él les dijo: «¿Así que también vosotros estáis sin
inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no
puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a
parar al excusado?» —así declaraba puros todos los alimentos—. Y decía: «Lo que
sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos,
asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia,
injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y
contaminan al hombre».
Comentario
Hoy Jesús nos enseña que todo lo que Dios ha hecho es
bueno. Es, más bien, nuestra intención no recta la que puede contaminar lo que
hacemos. Por eso, Jesucristo dice: «Nada hay fuera del hombre que, entrando en
él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al
hombre» (Mc 7,15). La experiencia de la ofensa a Dios es una realidad. Y con
facilidad el cristiano descubre esa huella profunda del mal y ve un mundo
esclavizado por el pecado. La misión que Jesús nos encarga es limpiar —con
ayuda de su gracia— todas las contaminaciones que las malas intenciones de los
hombres han introducido en este mundo.
El Señor nos pide que toda nuestra actividad humana esté bien realizada: espera
que en ella pongamos intensidad, orden, ciencia, competencia, afán de
perfección, no buscando otra mira sino restaurar el plan creador de Dios, que
todo lo hizo bueno para provecho del hombre: «Pureza de intención. —La tendrás,
si, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios» (San Josemaría).
Sólo nuestra voluntad puede estropear el plan divino y hace falta vigilar para
que no sea así. Muchas veces se meten la vanidad, el amor propio, los desánimos
por falta de fe, la impaciencia por no conseguir los resultados esperados, etc.
Por eso, nos advertía san Gregorio Magno: «No nos seduzca ninguna prosperidad
halagüeña, porque es un viajero necio el que se para en el camino a contemplar
los paisajes amenos y se olvida del punto al que se dirige».
Convendrá, por tanto, estar atentos en el ofrecimiento de obras, mantener la
presencia de Dios y considerar frecuentemente la filiación divina, de manera
que todo nuestro día —con oración y trabajo— tome su fuerza y empiece en el
Señor, y que todo lo que hemos comenzado por Él llegue a su fin.
Podemos hacer grandes cosas si nos damos cuenta de que cada uno de nuestros
actos humanos es corredentor cuando está unido a los actos de Cristo.
Rev. D. Norbert ESTARRIOL i Seseras (Lleida, España)
Evangeli. net
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