domingo, 24 de septiembre de 2023

Los pensamientos de ustedes no son los míos

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este XXV Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A.

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro del profeta Isaías           55, 6-9

 

¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva a Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.

Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor -.Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO         

 

Sal 144, 2-3. 8-9. 17-18 (R.: 18a)

 

R.        El Señor está cerca de aquellos que lo invocan

 

Día tras día te bendeciré,

y alabaré tu Nombre sin cesar.

¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza:

su grandeza es insondable!  R.

 

El Señor es bondadoso y compasivo,

lento para enojarse y de gran misericordia;

el Señor es bueno con todos

y tiene compasión de todas sus criaturas.  R.

 

El Señor es justo en todos sus caminos

y bondadoso en todas sus acciones;

está cerca de aquellos que lo invocan,

de aquellos que lo invocan de verdad.  R.

 

SEGUNDA LECTURA

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Filipos   1, 20b-26

 

Hermanos:

Sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir. Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo.

Solamente les pido que se comporten como dignos seguidores del Evangelio de Cristo.

 

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

 

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   19,30 – 20,16

 

«El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.

Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: «Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo.» Y ellos fueron.

Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: «¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?» Ellos les respondieron: «Nadie nos ha contratado.» Entonces les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña.»

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: «Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros.»

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: «Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada.»

El propietario respondió a uno de ellos: «Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?»

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.»

 

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

  • La palabra profética siempre repiqueteó en Israel, pero muchas veces su mensaje cayó en el vacío, porque el pueblo no quiso hacer caso. Basándose en ella, Isaías dirige a su pueblo un mensaje de consuelo y de esperanza. Por eso el prólogo de su obra comienza con estas palabras: “Consuelen a mi pueblo”. Pagado el crimen con el destierro, el Señor se acuerda de su pueblo y le ofrece el camino del retorno, de la liberación.
  • El profeta Isaías después de haberse dirigido a Jerusalén, se vuelve ahora hacia los fieles que se preparan a regresar, y precisa que una de las condiciones de este nuevo estado de cosas es «buscar al Señor», ponerse en estado de conversión. La conversión está al alcance del que tiene verdadero interés de cambio.
  • Se presenta a Dios perdonador. La era mesiánica que se anuncia es de características tan radicalmente nuevas, que los planes del hombre apartado de Dios no tendrán cabida en ella.

***

  • La carta a los cristianos de Filipos, es la primera de las cartas llamadas de la cautividad, quizás, una de las más personales de Pablo en la que aparecen en ella más frecuentemente los sentimientos del Apóstol respecto a su Señor.
  • Todo el sentido y la realidad de la vida de Pablo está en Cristo. Por eso, incluso la muerte es para san Pablo una ganancia, pues así espera llegar a unirse definitivamente con el Señor.
  • Por la unión con Cristo, Pablo está dispuesto a sacrificar ese gozo, en bien de sus hermanos. El que es capaz de sacrificarlo todo en favor de los demás, está ya comenzando a vivir la vida de verdad, aunque aún lo haga en la contradicción de esta vida.

***

  • En el tiempo en que se escribe el evangelio de Mateo acudían a la Iglesia numerosos paganos convertidos, con gran escándalo de parte de la mentalidad judía. Para el judío, el pagano no tiene posibilidad de salvación, está condenado por ser pagano. Jesús indica, por el contrario, que esos son precisamente los sujetos del reino.
  • La escena está tomada del medio ambiente palestino, como la mayoría de sus comparaciones. En la época de Jesús, de fuerte crisis social, el desempleo era muy abundante. Los obreros solían reunirse en una plaza a la salida del sol, donde acudían los amos para buscar los braceros que necesitaban para la jornada entera.
  • Los primeros jornaleros contratados a las seis, trabajan doce horas, junto a ellos hay otros que han trabajado en la viña desde las nueve, las tres y las cinco de la tarde respectivamente.
  • Según las prescripciones del Antiguo Testamento el salario debía pagarse el mismo día en que había sido realizado el trabajo. El jornal diario solía ser un denario que era el mínimo con el que podía subsistir un hombre con su familia. El dueño de la viña manda a su mayordomo que pague a los obreros en orden inverso a como habían sido contratados. Y que todos reciban la misma cantidad. Los últimos pasan a primeros y los primeros a últimos. Al ser el mismo el pago para todos, los últimos en cobrar comparan y exigen.
  • El amo de la parábola da a todos lo suficiente para vivir, a los primeros porque se lo han ganado y a los segundos porque él es bueno. Por eso, a las protestas de aquellos que habían trabajado más por el mismo precio, el amo contesta diciendo que él hace con su dinero lo que quiere y que si él es bueno no tienen por qué ser ellos envidiosos. Además, los que ahora protestan han recibido todo el jornal por el que voluntariamente se habían contratado.
  • El problema de los primeros contratados arranca precisamente de su justicia, de su obligación cumplida, de su cumplimiento. Todo esto lo viven como derecho adquirido, como exigencia, como superioridad.
  • La injusticia de que creen ser víctimas no consiste en recibir una paga insuficiente, sino en ver que el amo es bueno con los otros.
  • El amo de la parábola de Jesús, es Dios nuestro Padre que no quiere establecer con los hombres, a quienes hace sus hijos, aquellas relaciones propias que un amo tiene con sus jornaleros, relaciones de simple justicia.
  • El Dios que nos presenta la parábola es el Dios generoso, el Dios que no condiciona sus dones a nuestros méritos, el Dios que no espera recibir para dar, el Dios gratuito que nos ama por nosotros y no por lo que hacemos, el Dios Padre que nos ha dado a su Hijo sólo porque nos ama y como muestra de su amor.
  • El Dios de la parábola es el Dios de los pobres, de los que nada tienen y nada pueden darle, a quienes llama no para que le aporten beneficios, sino porque no pueden aportárselo.
  • El Dios de la parábola, el Dios de Jesús, es el Dios de la recompensa gratuita, el Dios que no está obligado a darnos nada y que, sin embargo, nos lo entrega todo, hasta a su propio Hijo.
  • Dios quiere crear unas relaciones instauradas en el amor y en la gracia. Por eso premia por encima de cualquier mérito y no nos da lo que merecemos, sino lo que quiere, porque nos quiere, lo que verdaderamente necesitamos.
  • En este evangelio el denario representa la gracia de Dios que nunca se mide por los merecimientos del hombre, sino por la inmensa bondad de Dios que nos quiere. No hay injusticia en dar el mismo denario a los de la primera hora y a los de última hora, sino un desbordamiento de la justicia por el colmo del amor. Dios da a todos los hombres lo que necesitan, pero a nadie exige más de lo que puede dar.
  • No podemos evitar que Dios nos ame. Esta es la buena noticia del evangelio, aunque nosotros insistamos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra justicia humana. Es la proclamación de la misericordia de Dios, que da su Reino a los pecadores, lo da a los paganos, lo da incluso a quienes, a nuestro entender, no lo merecerían.
  • El discípulo de Jesús todo lo experimenta como don; no se entiende a sí mismo ni actúa desde lo que está mandado, ni desde la ley del mínimo esfuerzo. El verdadero discípulo, trabajador del reino, según el corazón del Evangelio, es el que se desinteresa del salario y encuentra la propia alegría en poder trabajar por el Reino porque descubre que vale la pena y llena su vida sin mirar de reojo a los que no se sabe muy bien si trabajan o no, deseando que aunque sea la última hora, entren a trabajar, y cobren tanto como nosotros.
  • Dios llama siempre, a todas las horas, cuándo y cómo le parece. El momento en que llegue esa llamada, pronto o tarde, no tiene importancia. Lo importante es estar preparado para recibirla cuando llegue y ayudar a los demás a que la reciban. No podemos mantener distinciones entre quienes acogieron su llamada los primeros o los últimos.
  • Hoy la Iglesia nos urge a vivir esta palabra que recibimos. Aparecida al llamarnos a ser discípulos y misioneros nos marca senderos de espiritualidad y trabajo. La Iglesia, es ante todo comunión. La vocación al discipulado misionero es convocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Nuestra vida pastoral es un trabajo y esfuerzo constante, para mostrar el derecho a la vida plena que tienen todos los hombres.
  • Necesitamos dar el paso de una pastoral de conservación a una pastoral decididamente misionera, tenemos que ir hacia donde nos necesitan, hacia donde no han escuchado la buena nueva del Reino, hacia quienes, deseándolo y anhelándolo, no van a venir porque que se sienten excluidos, marginados, y no a la altura de nuestras exigencias.
  • Esto implica para nuestras comunidades una renovación de modo que sean verdaderas casas y escuelas de discípulos misioneros que vivan y trabajen como escuelas que conducen al encuentro con Jesucristo vivo. Es Cristo que sale a nuestro encuentro, y nosotros quienes vamos a su encuentro. Todos somos invitados a ese encuentro. En la comunión con el Señor se gesta la comunión entre nosotros y con todos, sin excepción. 

PARA DISCERNIR

  • ¿Cuál  es mi actitud frente a los que no son “de los nuestros”?
  • ¿Me  alegra el cambio de los otros?
  • ¿Siento envidia de los que reciben lo mismo que yo con un esfuerzo diferente?

 

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

 

Para mí la vida es Cristo

 

ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES

Vicaría de Pastoral

 

 

 

 

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