domingo, 29 de mayo de 2022

Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo

 

¡Amor y paz!

 

Los invito a meditar la Palabra de Dios, en este domingo en que celebramos la gran solemnidad de la Ascensión del Señor, ciclo C.

 

Oremos por Colombia y los colombianos, que eligen Presidente de la República

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura de los Hechos de los apóstoles       1, 1-11

 

En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido.

Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios.

En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días.»

Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»

El les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.»

Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.»

 

Palabra de Dios.

 

SALMO   

 

Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9 (R.: 6)

 

R.      Dios asciende entre aclamaciones, asciende el Señor al sonido 

de trompetas.

 

Aplaudan, todos los pueblos,

aclamen al Señor con gritos de alegría;

porque el Señor, el Altísimo, es temible,

es el soberano de toda la tierra. 

 

El Señor asciende entre aclamaciones,

asciende al sonido de trompetas.

Canten, canten a nuestro Dios,

canten, canten a nuestro Rey. 

 

El Señor es el Rey de toda la tierra,

cántenle un hermoso himno.

El Señor reina sobre las naciones

el Señor se sienta en su trono sagrado. 

 

SEGUNDA LECTURA

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Efeso 1, 17-23

 

Hermanos:

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza.

Este es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro.

El puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.

 

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

 

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 46-53

 

Jesús dijo a sus discípulos:

«Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.»

Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.

Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

 

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

  • En el texto a los Efesios, para el autor paulino, la Ascensión no es un simple cambio de lugar, aunque haya que utilizar categorías espaciales para expresar este misterio: “a la derecha… por encima… bajo sus pies… por encima de todo”; es una glorificación que lleva a Jesús, Cristo resucitado, junto al trono mismo de Dios; tan cerca, que comparte sus poderes sobre todas las cosas.

***

  • La ascensión de Jesús señala, en la narración de Lucas, la tensión en la que entra la comunidad de los discípulos entre la ausencia del Señor y, al mismo tiempo, su presencia desde que han terminado sus apariciones como Resucitado. San Lucas une íntimamente la ausencia del Resucitado con el Don del Espíritu Santo.
  • Esta presencia, nueva, va a cambiar la vida de los discípulos que se convierten, a partir de la ascensión de Jesús, en la comunidad que hereda el Espíritu de Jesús para continuar su misión. Con estos versículos, Lucas remarca el hecho de que termina una página de la historia evangélica. La experiencia que algunos hombres tuvieron de una cercanía inmediata y visible con Jesús, ha terminado. A partir de ahora, Jesús está «ausente» y nadie volverá a oírlo ni a verlo. Jesús no se acercará a ninguno de sus amigos, de camino para recorrer el camino con él y hacer que su corazón arda al explicarle las Escrituras y al partir el pan.
  • La Ascensión es la plenitud de la Pascua. La Pascua sin la ascensión quedaría incompleta y Jesús no sería más que un muerto que ha revivido. Este el paso definitivo, es el momento en que Jesús es revelado a los hombres como Señor, investido de la dignidad propia de «Dios, el Padre de la Gloria». Los discípulos que habían visto a Jesús por última vez, reconocieron después la eficacia de su poder en las obras que realizaban; percibieron que no había fuerza superior a él, que Jesús estaba «por encima de todo», que la eficacia divina que los acompañaba era porque Jesucristo es el Señor, totalmente cercano a Dios.
  • Cristo no ha triunfado solo. De su victoria ya participamos todos: «la Ascensión de Jesucristo es ya nuestra victoria», «nos da ya parte en los bienes del cielo», «en Cristo nuestra naturaleza humana ha sido enaltecida y participa de su misma gloria», «ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino», «para hacernos compartir su divinidad».
  • Desde la Ascensión del Señor, alguien de los nuestros, algo de nosotros alcanzó la meta y está ya en el cielo. Como todo lo que contemplamos de la vida del Señor, la Ascensión no sólo nos revela quién es Dios sino que desvela también la profundidad y la altura de nuestra condición humana. En la glorificación de Jesús, la humanidad ha sido investida con la dignidad misma de Dios. Él, que siendo de condición divina no se avergonzó de hacerse nuestro hermano, abre para nosotros con su glorificación esa nueva esperanza a la que nos llama.
  • La ascensión es lo imposible que amplía hasta el infinito nuestras posibilidades. Es el misterio que pone en duda todas nuestras razones humanas, limitaciones y justificaciones. Él, que siendo rico por nosotros se hizo pobre, nos comunica los tesoros de «la riqueza de gloria que da en herencia a los santos». Desde la glorificación de Jesús, la vida de los que creemos en él está atravesada por la certera esperanza de alcanzar las promesas de Dios.
  • Por eso, la vida del hombre que hasta ahora estaba marcada por «la nostalgia» que lo convertía en un desterrado, a partir de la Ascensión lo convierte en peregrino hacia el encuentro definitivo con Dios al que esperamos llegar con segura confianza.
  • Nada más glorioso para el hombre que ver al Hombre exaltado a la derecha del Padre. La glorificación de la Cabeza es la esperanza del cuerpo. Creer en la ascensión del Señor es un acto de libertad contra todos los señores de este mundo y contra lo que pretende domesticar a los hombres. Pero es también una responsabilidad. La ascensión del hombre es la ascensión de su mundo y de la sociedad en que vive. Jesús subió al cielo llevando consigo parte de este mundo, coronó con su gloria nuestra carne y nos sentó con él a la diestra del Padre. Nuestra misión es ahora alcanzar al que ha recorrido ya toda nuestra esperanza, sacar adelante la esperanza del mundo.
  • La creación entera gime y está en dolores de parto hasta que se manifieste la gloria de los hijos de Dios. Ascender como Jesús no es abandonar el mundo, sino llevar al mundo a su perfección. La ascensión no es tampoco un arrebato místico y espiritualista que nos aleje de los hermanos, sino un compromiso con los hermanos para construir junto a todos la fraternidad. El cielo no es un lugar al que vamos sino una situación en la que seremos transformados si vivimos en el amor y en la gracia de Dios.
  • Se inaugura, por lo tanto, el tiempo de la Iglesia, el tiempo de vivir la misión, para eso se nos da el don del Espíritu, cuya fiesta celebraremos el domingo próximo. Esto es lo que Jesús quiere decir a sus discípulos cuando afirma: “ustedes son mis testigos”. Comienza el tiempo del testimonio público y valiente que debe llegar a todos los hombres y todos los aspectos de la vida.
  • Así como Cristo ha sido el gran testigo del Padre, ahora la comunidad cristiana lo tiene que seguir siendo en cada generación, animada siempre por el Espíritu de Jesús. Porque cuando Jesús nos dice: “Les toca a ustedes”, no nos deja solos y desamparados, sino que Él mismo, con su vuelta al Padre, se queda para siempre con nosotros en todos los tiempos y lugares. Se queda enviando su Espíritu, se queda en la Iglesia, en la Palabra y los sacramentos, se queda en el conjunto de la vida de su comunidad de discípulos, que se esfuerza por vivir por los demás.
  • Con la Ascensión se abre un nuevo tiempo para la Iglesia caracterizado por la acción del Espíritu, por el esfuerzo misionero. Por eso, la Iglesia tiene que ser con renovado fervor, en todo tiempo y lugar, la comunidad de discípulos que no se aísla ni evade los desafíos de este mundo y de este tiempo. La Iglesia tiene que ser comunidad de testigos, comunidad misionera que no se queda mirando el cielo, sino que se siente enviada a este mundo para transformarlo por la palabra y la fuerza del resucitado.

PARA DISCERNIR

  • ¿Dónde experimento la presencia viva del resucitado?
  • ¿Busco la justificación al llamado en mis méritos y virtudes o en su gracia y amor?
  • ¿Siento que por su ascensión mi vida esta para siempre escondida en Dios y unida a ÉL?

ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES

Vicaría de Pastoral

 

 

 

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