¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles de la 12ª semana de Tiempo Ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice...
Génesis 15,1-12.17-18/Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9/Mateo 7,15-20
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 15,1-12.17-18
En aquellos días, Abrán recibió en una visión la palabra del Señor:
«No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante.»
Abrán contestó: «Señor, ¿de qué me sirven tus dones, si soy estéril, y Eliezer
de Damasco será el amo de mi casa?»
Y añadió: «No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará.»
La palabra del Señor le respondió: «No te heredará ése, sino uno salido de tus
entrañas.»
Y el Señor lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si
puedes.»
Y añadió: «Así será tu descendencia.» Abran creyó al Señor, y se le contó en su
haber.
El Señor le dijo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para
darte en posesión esta tierra.»
Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que yo voy a poseerla?»
Respondió el Señor: «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años,
un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.»
Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la
otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y
Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a
Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la
oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los
miembros descuartizados.
Aquel día el Señor hizo alianza con Abrán en estos términos: «A tus
descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río
Eufrates.»
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9
R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.
EVANGELIO
+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.
Palabra de Dios
Comentario
1. (Año I) Génesis 15,1-12.17-18
a) «Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán». La doble promesa que Dios le había hecho -posesión de la tierra y descendencia numerosa- tarda en cumplirse. Dios se la vuelve a hacer, esta vez ya en forma de alianza.
El gesto con el que se ratifica esta alianza nos puede parecer extraño, pero era expresivo en la cultura de entonces: se descuartizaban animales, se colocaban en dos filas y los dos contrayentes pasaban por en medio (Dios pasó en forma de fuego). La intención simbólica es: si alguno de los dos no cumple su palabra, que le suceda como a estos animales.
No todo es fácil ni llano en el camino de Abrahán. Siente miedo, la duda le tienta («no me has dado hijos»), tiene que espantar los buitres que bajan sobre los animales muertos, le invade un sueño profundo «y un terror intenso y oscuro cayó sobre él». Pero, una vez más, el patriarca confía plenamente en Dios: «Abrahán creyó al Señor y se le contó en su haber».
b) En la vida de un creyente no todo son días de sol y de claridad.
También a nosotros nos rondan las dudas y el temor e incluso, alguna vez, la noche oscura y el «terror intenso y oscuro». Seguro que podemos decir, mirando a nuestra historia, que algunas veces «el sol se puso y vino la oscuridad». Nos da pena, como a Abrahán, ser estériles, que nuestro trabajo no produzca frutos visibles. ¿Quién no quiere tener, de alguna manera, descendientes que continúen nuestra obra o poseer un trozo de tierra?
Tenemos que mirarnos en el espejo de Abrahán. Y de Cristo, que nos da un ejemplo todavía más pleno de confianza en Dios: «a tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu». No sólo le tenemos que servir cuando todo es fácil y nos sale bien. También, cuando no vemos el final del túnel. Cuando estamos bien establecidos y nos invitan al éxodo, o cuando, como a Abrahán, nos obligan a plantar tiendas de peregrino y levantarlas al cabo de poco. ¿Nos fiamos de Dios? ¿se puede decir que no sólo «creemos en Dios», sino que «creemos a Dios»? A Abrahán se le llama «patriarca de la fe» porque creyó en circunstancias difíciles, cuando las apariencias parecían ir en contra de las dos promesas que Dios le hacía. Para todos, también para los cristianos, es un ejemplo magnífico de fidelidad a Dios.
El salmo nos invita a esta actitud: «que se alegren los que buscan al Señor, recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro... él se acuerda de su alianza eternamente, de la alianza sellada con Abrahán».
2. Mateo 7,15-20
a) Jesús previene a sus seguidores del peligro de los falsos profetas, los que se acercan «con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces».
Les da una consigna: «por sus frutos los conoceréis». La comparación es muy expresiva: un árbol puede ser muy bonito en su forma y en sus hojas y flores, pero si no da buenos frutos, no vale. Ya se puede cortar y que sirva para leña.
b) Tanto el aviso como la consigna son de plena actualidad. Porque siempre ha habido, junto a persecuciones del exterior, el peligro interior de los falsos profetas, que propagan, con su ejemplo o con su palabra, caminos que no son los que Jesús nos ha enseñado.
El criterio que él da lo debe aplicar la comunidad cristiana siempre que surgen nuevos movimientos o personas que llaman la atención, y de los que cabe la duda de si están movidos por el Espíritu de Dios o por otros móviles más interesados.
Pero es también un modo de juzgarnos a nosotros mismos: ¿qué frutos producimos? ¿decimos sólo palabras bonitas o también ofrecemos hechos? ¿somos sólo charlatanes brillantes? Se nos puede juzgar igual que a un árbol, no por lo que aparenta, sino por lo que produce. De un corazón agriado sólo pueden brotar frutos agrios. De un corazón generoso y sereno, obras buenas y consoladoras.
Podemos hablar con discursos elocuentes de la justicia o de la comunidad o del amor o de la democracia: pero la «prueba del nueve» es si damos frutos de todo eso. El pensamiento de Cristo se recoge popularmente en muchas expresiones que van en la misma dirección: «no es oro todo lo que reluce», «hay que predicar y dar trigo», «obras son amores y no buenas razones»...
Pablo concretó más, al comparar lo que se puede esperar de quienes siguen criterios humanos y de los que se dejan guiar por el Espíritu de Jesús: «las obras de la carne son fornicación, impureza, idolatría, odios, discordia, celos, iras, divisiones, envidias... en cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, fidelidad, dominio de sí» (Ga 5,19-26).
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 70-73
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