lunes, 30 de noviembre de 2020

Andrés siguió a Jesús hasta la cruz

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes en que celebramos la fiesta de San Andrés, apóstol.

Dios nos bendice...

Primera lectura

Carta de San Pablo a los Romanos 10,9-18.

Hermanos:

Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado.
Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación.
Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido.
Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan.
Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica?
¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!
Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?
La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo.
Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: Por toda la tierra se extiende su voz y sus palabras llegan hasta los confines del mundo.

Salmo

Salmo 19(18),2-3.4-5.

El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos;
un día transmite al otro este mensaje

y las noches se van dando la noticia.
Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,

resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del mundo.
Allí puso una carpa para el sol

Evangelio

Evangelio según San Mateo 4,18-22.

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Reflexión

[“¡O buena cruz que has tomado tu gloria de los miembros del Señor! Cruz largo tiempo deseada, ardientemente amada, buscada sin cesar y preparada para mis ardientes deseos”].* La fiesta de san Andrés, estuve conmovido al ver cómo ese santo se prosterna súbitamente a la vista de la cruz, no puede retener su alegría y la hace estallar con palabras tan apasionadas. “Buena”: útil, honorable, agradable, es todo su bien, es el único bien que lo alcanza. “Cruz largo tiempo deseada”, no sólo deseada sino deseada con ardor, por eso el tiempo se le hacía largo. “Cruz ardientemente amada”: el amor no existe sin preocupación, ese santo buscaba la cruz con el afán y temor de un hombre que aprehende no encontrar, que no puede encontrar pronto. Dirán ustedes que encontrará un tesoro cuando la encuentre. 

El éxtasis que demuestra es el de un amante poseído de un amor extremo. “Buscada sin cesar”: he aquí nuestra regla y es por eso que debe encontrarla. “Preparada para mis ardientes deseos”, estas palabras muestran un gran deseo. Era necesario que amase mucho a Jesucristo para encontrar tanto placer en la cruz. A veces se aman los hombres por los bienes que poseen, pero amar sus miserias por amor a ellos, es inaudito. Es ya mucho si no se los odia a causa de sus miserias. No hay amor más grande que dar su vida por nuestros hermanos (Jn 15,13). Pero hay grados en ese sacrificio, ya que morir con esta alegría y afán, es por un amor incomparable. ¡Qué fe! (* La liturgia de la fiesta -Matines, 2º nocturno, 6º lección- atribuye esas palabras a San Andrés).

San Claudio de la Colombière (1641-1682)
jesuita
Diario espiritual (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org
evangeliodeldia.org

domingo, 29 de noviembre de 2020

«Vigilen, pues no saben cuándo es el momento»

¡Amor y paz!
 
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este Domingo I de Adviento, ciclo B.

Dios nos bendice…


Hoy, domingo, 29 de noviembre de 2020

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (63,16b-17.19b;64,2b-7):

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos; aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19

R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,3-9):

La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Palabra del Señor

Reflexión

La primera lectura del profeta puede servirnos para describir nuestra actual situación de crisis y pecado. Andamos extraviados de los caminos de Dios:

 § Somos "duros de corazón hasta dejar de temerte". Un corazón duro es el que no procura comprender lo que ocurre, que se enfrenta a la realidad desde sus ideas fijas, de su absoluta seguridad de que tiene la verdad y los que no están de acuerdo son enemigos. Un corazón duro es el que se «enroca», se encierra en sí mismo para que nada ni nadie le hiera. Un corazón duro no se inmuta ante los que se amontonan incontables en un puerto de nuestras Islas, ante los que se hunden en el mar queriendo alcanzar nuestras costas, ante un personal sanitario desbordado por no recibir los apoyos necesarios, ante los que tienen que quedarse en casa solos por miedo o incapacidad física, o ante el abuso y maltrato de mujeres y niños... Muchos tse quejan también hoy de que ya no tenemos temor (= respeto, reverencia a Dios). Tememos a la pobreza, a la falta de trabajo, a que quiebre nuestra empresa, al contagio de este maldito virus, a no recibir a tiempo una vacuna, a la soledad, a la falta de prestigio, a la crisis económica, a la muerte... Pero ¿quién teme a Dios? Dios se nos ha quedado muy lejos, parece que le da lo mismo lo que estamos pasando por aquí abajo, por muchos rezos y liturgias que se le dirijan. ¿Existirá un Dios? Y si existe, ¿para qué tenerlo en cuenta, si permanece tan callado? Y si, cuando nos hablan de Dios, nos invitan a la solidaridad, al cambio de estilo de vida, a la austeridad, al respeto por esta maltrecha naturaleza que favorece las plagas... Nuestra dureza de corazón hace que le ignoremos, que no le temamos en absoluto.

§ El miedo, la ira y el fracaso se extienden. Para muchos esto no tiene arreglo, no es posible la salvación. O si acaso «sálvese quien pueda». ¿Quién podrá frenar la concentración de recursos económicos y el enriquecimiento de unos pocos a costa del sufrimiento de muchos? ¿Cómo alcanzaremos la paz si sigue aumentando el comercio de armas? ¿Quién nivelará los enormes desajustes y desigualdades del mundo y en cada país? ¿Quién nos salvará de estos políticos que se empeñan en imponer sus ideologías a toda costa, y ganar adeptos/votantes, mientras la oposición se dedica al ataque, al desgaste, al «frentismo»... en vez de sentarse juntos y buscar soluciones para los problemas reales y urgentes que nos afectan?

§ "Nuestra justicia está como un paño manchado, como follaje marchito". Sí, nuestra justicia corrompida y manchada. Todo se politiza, se judicializa. Los altos tribunales dependen en buena medida de los jueces que nombran los políticos y de las filias y fobias que cada cual tenga. O los interminables retrasos en los procesos, o leyes que favorcen sobre todo a los de siempre... Y las presiones y chantajes, y el enchufismo, y los fondos reservados.. en quienes debieran darnos ejemplo de honradez, de objetividad... En unos países peor que en otros... pero en general muy manchada.

§ "Nadie invoca tu nombre, ni se esfuerza por aferrarse a ti". Parece comprensible que nos agarremos a otras muchas cosas, para al menos distraernos de tal panorama: a nuestras compras (preblack friday, black, cibermonday, lotería, Navidad, Reyes, rebajas...), nuestras series favoritas, los culebrones de los famosillos, los realitys y concursos televisivos... Nos aferramos como podemos a nuestros amigos y familiares... Pero ¿quién se esfuerza por «agarrarse» a Dios y preguntarse por su voluntad? ¿Por intentar colaborar con él, que anda empeñado en contar con nosotros para sacar este mundo hacia delante?

Lo que Isaías propone para su tiempo (tan similar al nuestro) nos pueden servir de mucho:
        • La más pesimista de las situaciones puede convertirse, desde la fe,  en una llamada a la esperanza, a la resistencia y a la conversión/cambio de lo que no nos sirve. La desesperanza, el pesimismo y el desánimo son ausencia de Dios. Porque consideran que está todo exclusivamente en nuestras manos y no habrá salida. Pero Isaías nos recuerda que Dios siempre es fiel, y que está presente en toda circunstancia. Nos lo ha dicho también San Pablo: "Dios es fiel y nos sigue llamando a participar en la vida de su Hijo". Aunque acechen el pecado, los fallos, los fracasos, el desánimo, la desesperanza, la tristeza... Dios es nuestro Padre. Por grandes que sean nuestras equivocaciones, por mucho que nos hayamos alejado de Él, Dios no deja de ser lo que es: nuestro PADRE. No podemos dejar de ser ARCILLA DE DIOS, Y ÉL NUESTRO ALFARERO. Y él nos quiere seguir remodelando. Nos toca a nosotros, sí, cambiar todo lo que vemos que no ha funcionado (aunque tampoco funcionaba mucho antes, pero ahora se ha hecho todo más evidente). Por eso es posible la esperanza. La esperanza no consiste en que encontremos una vacuna (que será estupendo, claro), sino en cambiar, mejorar, responder mejor a su voluntad de Padre y en el mundo que él ha soñado para todos.

•  PERO ES PRECISO VELAR

     Porque Dios es "Enmanuel" y está continuamente viniendo a nosotros. Vino ayer, VIENE HOY y vendrá mañana (este es el sentido del Adviento). No estamos abandonados en nuestro mundo gris. En cualquier momento, llama a nuestra puerta. Pero si estamos dormidos, no lo escucharemos; si salimos huyendo, si andamos en otras cosas (desquiciados, deshumanizados, ideologizados, descontrolados, polarizados...), no podrá encontrarnos. Sólo quien está en vela, puede descubrirle.
    
 Pero ¿qué es estar en vela? Isaías nos lo ha aclarado: "Sales al encuentro de los que practican la justicia". Está en vela quien practica la justicia (Parábola del Juicio Final del pasado domingo). Y quien no lo hace, está dormido, no se encuentra con el Dios que salva. Dormido, soñará con otros «dioses», esos que consuelan aletargando, ayudándonos a huir de la realidad y de nuestras responsabilidades. Pero nos ha recordado San Pablo: «habéis sido enriquecidos en todo... de modo que no carecéis de ningún don gratuito...». (Parábola de los Talentos). Así que tenemos mucho que hacer con la ayuda de Dios. "Dios es nuestro Padre, tu nombre de siempre es Redentor", es decir, rescatador de esclavos y cautivos, de pozos, de prisiones, de laberintos.... El creyente es aquel que, apoyado en Dios, es capaz de vivir, resistir y salir de las mayores dificultades con esperanza.

• Y ES PRECISO ORAR

     También se queda dormido quien se olvida de la oración. Pero no cualquier oración. La oración que Jesús nos enseña se llama "buscar la voluntad de Dios para nuestra vida". Ir dejando que la Palabra de Dios cale, como la lluvia que rasga el cielo y cae sobre la tierra, haciendo fecundo nuestro corazón reseco, nuestra vida estéril, nuestro mundo desesperanzado. Es la oración que nos ayudará a ver el mundo con los ojos de Dios, para ir poniendo ternura, misericordia, comprensión, alegría, esperanza, solidaridad, justicia, paz allá donde no los haya.  Es la oración que seguirá dando valentía a tantos cooperantes y comprometidos con los Derechos de los más desfavorecidos de la tierra, hasta el punto de jugarnos incluso la vida; es la oración que hará surgir corazones generosos que quieran poner toda su vida al servicio del Evangelio del Señor; es la oración que nos ayudará a poner una palabra distinta en el mundo frío y competitivo y anónimo del trabajo; una oración que nos impedirá dejarnos arrastrar por la fiebre de comprar y comprar que se nos viene encima. Por cierto que «la Navidad» no necesita que nadie la salve. Necesitamos "salvarla" los que nos sabemos creyentes y celebramos la continua presencia de Dios en nuestras vidas. Porque Dios sigue rasgando el cielo y bajando a nuestro suelo. Aunque estemos confinados o en cuarentena, o en la cama. Él viene, viene siempre. Y es la oración que permita a nuestro Alfarero irnos modelando como sólo Él sabe hacerlo, como hizo con la Sierva del Señor y con tantos otros y otras.
    
 No podemos ser catastrofistas, ni recluimos en nuestras pequeñas cosas, porque nada se puede cambiar. El mundo está sediento de esperanzas, quizás más que nunca. Pero la esperanza no depende de nuestras manos, nuestros deseos, logros o proyectos. La esperanza auténtica sólo nos viene de quien nos mantendrá firmes hasta el final, de modo que nadie pueda acusarnos en el tribunal de Jesucristo,
de que vivimos dormidos, aletargados, descomprometidos de este mundo que Dios tanto ama. Tanto... que rasgó el cielo y bajó... y no dejará de bajar cada día.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Ciudad Redonda

"Vigilen, pues no saben el día ni la hora"

       ¡Amor y paz!

 
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este Domingo I de Adviento, ciclo B.

Dios nos bendice…


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (63,16b-17.19b;64,2b-7):

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos; aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19

R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve

Pastor de Israel, escucha, 
tú que te sientas sobre querubines, resplandece. 
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios de los ejércitos, vuélvete: 
mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, 
la cepa que tu diestra plantó, 
y que tú hiciste vigorosa. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido, 
al hombre que tú fortaleciste. 
No nos alejaremos de ti; 
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,3-9):

La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Palabra del Señor

Reflexión

La primera lectura del profeta puede servirnos para describir nuestra actual situación de crisis y pecado. Andamos extraviados de los caminos de Dios:

 § Somos "duros de corazón hasta dejar de temerte". Un corazón duro es el que no procura comprender lo que ocurre, que se enfrenta a la realidad desde sus ideas fijas, de su absoluta seguridad de que tiene la verdad y los que no están de acuerdo son enemigos. Un corazón duro es el que se «enroca», se encierra en sí mismo para que nada ni nadie le hiera. Un corazón duro no se inmuta ante los que se amontonan incontables en un puerto de nuestras Islas, ante los que se hunden en el mar queriendo alcanzar nuestras costas, ante un personal sanitario desbordado por no recibir los apoyos necesarios, ante los que tienen que quedarse en casa solos por miedo o incapacidad física, o ante el abuso y maltrato de mujeres y niños... Muchos tse quejan también hoy de que ya no tenemos temor (= respeto, reverencia a Dios). Tememos a la pobreza, a la falta de trabajo, a que quiebre nuestra empresa, al contagio de este maldito virus, a no recibir a tiempo una vacuna, a la soledad, a la falta de prestigio, a la crisis económica, a la muerte... Pero ¿quién teme a Dios? Dios se nos ha quedado muy lejos, parece que le da lo mismo lo que estamos pasando por aquí abajo, por muchos rezos y liturgias que se le dirijan. ¿Existirá un Dios? Y si existe, ¿para qué tenerlo en cuenta, si permanece tan callado? Y si, cuando nos hablan de Dios, nos invitan a la solidaridad, al cambio de estilo de vida, a la austeridad, al respeto por esta maltrecha naturaleza que favorece las plagas... Nuestra dureza de corazón hace que le ignoremos, que no le temamos en absoluto.

§ El miedo, la ira y el fracaso se extienden. Para muchos esto no tiene arreglo, no es posible la salvación. O si acaso «sálvese quien pueda». ¿Quién podrá frenar la concentración de recursos económicos y el enriquecimiento de unos pocos a costa del sufrimiento de muchos? ¿Cómo alcanzaremos la paz si sigue aumentando el comercio de armas? ¿Quién nivelará los enormes desajustes y desigualdades del mundo y en cada país? ¿Quién nos salvará de estos políticos que se empeñan en imponer sus ideologías a toda costa, y ganar adeptos/votantes, mientras la oposición se dedica al ataque, al desgaste, al «frentismo»... en vez de sentarse juntos y buscar soluciones para los problemas reales y urgentes que nos afectan?

§ "Nuestra justicia está como un paño manchado, como follaje marchito". Sí, nuestra justicia corrompida y manchada. Todo se politiza, se judicializa. Los altos tribunales dependen en buena medida de los jueces que nombran los políticos y de las filias y fobias que cada cual tenga. O los interminables retrasos en los procesos, o leyes que favorcen sobre todo a los de siempre... Y las presiones y chantajes, y el enchufismo, y los fondos reservados.. en quienes debieran darnos ejemplo de honradez, de objetividad... En unos países peor que en otros... pero en general muy manchada.

§ "Nadie invoca tu nombre, ni se esfuerza por aferrarse a ti". Parece comprensible que nos agarremos a otras muchas cosas, para al menos distraernos de tal panorama: a nuestras compras (preblack friday, black, cibermonday, lotería, Navidad, Reyes, rebajas...), nuestras series favoritas, los culebrones de los famosillos, los realitys y concursos televisivos... Nos aferramos como podemos a nuestros amigos y familiares... Pero ¿quién se esfuerza por «agarrarse» a Dios y preguntarse por su voluntad? ¿Por intentar colaborar con él, que anda empeñado en contar con nosotros para sacar este mundo hacia delante?

Lo que Isaías propone para su tiempo (tan similar al nuestro) nos pueden servir de mucho:

        • La más pesimista de las situaciones puede convertirse, desde la fe,  en una llamada a la esperanza, a la resistencia y a la conversión/cambio de lo que no nos sirve. La desesperanza, el pesimismo y el desánimo son ausencia de Dios. Porque consideran que está todo exclusivamente en nuestras manos y no habrá salida. Pero Isaías nos recuerda que Dios siempre es fiel, y que está presente en toda circunstancia. Nos lo ha dicho también San Pablo: "Dios es fiel y nos sigue llamando a participar en la vida de su Hijo". Aunque acechen el pecado, los fallos, los fracasos, el desánimo, la desesperanza, la tristeza... Dios es nuestro Padre. Por grandes que sean nuestras equivocaciones, por mucho que nos hayamos alejado de Él, Dios no deja de ser lo que es: nuestro PADRE. No podemos dejar de ser ARCILLA DE DIOS, Y ÉL NUESTRO ALFARERO. Y él nos quiere seguir remodelando. Nos toca a nosotros, sí, cambiar todo lo que vemos que no ha funcionado (aunque tampoco funcionaba mucho antes, pero ahora se ha hecho todo más evidente). Por eso es posible la esperanza. La esperanza no consiste en que encontremos una vacuna (que será estupendo, claro), sino en cambiar, mejorar, responder mejor a su voluntad de Padre y en el mundo que él ha soñado para todos.

•  PERO ES PRECISO VELAR

     Porque Dios es "Enmanuel" y está continuamente viniendo a nosotros. Vino ayer, VIENE HOY y vendrá mañana (este es el sentido del Adviento). No estamos abandonados en nuestro mundo gris. En cualquier momento, llama a nuestra puerta. Pero si estamos dormidos, no lo escucharemos; si salimos huyendo, si andamos en otras cosas (desquiciados, deshumanizados, ideologizados, descontrolados, polarizados...), no podrá encontrarnos. Sólo quien está en vela, puede descubrirle. 

     Pero ¿qué es estar en vela? Isaías nos lo ha aclarado: "Sales al encuentro de los que practican la justicia". Está en vela quien practica la justicia (Parábola del Juicio Final del pasado domingo). Y quien no lo hace, está dormido, no se encuentra con el Dios que salva. Dormido, soñará con otros «dioses», esos que consuelan aletargando, ayudándonos a huir de la realidad y de nuestras responsabilidades. Pero nos ha recordado San Pablo: «habéis sido enriquecidos en todo... de modo que no carecéis de ningún don gratuito...». (Parábola de los Talentos). Así que tenemos mucho que hacer con la ayuda de Dios. "Dios es nuestro Padre, tu nombre de siempre es Redentor", es decir, rescatador de esclavos y cautivos, de pozos, de prisiones, de laberintos.... El creyente es aquel que, apoyado en Dios, es capaz de vivir, resistir y salir de las mayores dificultades con esperanza.

• Y ES PRECISO ORAR

     También se queda dormido quien se olvida de la oración. Pero no cualquier oración. La oración que Jesús nos enseña se llama "buscar la voluntad de Dios para nuestra vida". Ir dejando que la Palabra de Dios cale, como la lluvia que rasga el cielo y cae sobre la tierra, haciendo fecundo nuestro corazón reseco, nuestra vida estéril, nuestro mundo desesperanzado. Es la oración que nos ayudará a ver el mundo con los ojos de Dios, para ir poniendo ternura, misericordia, comprensión, alegría, esperanza, solidaridad, justicia, paz allá donde no los haya.  Es la oración que seguirá dando valentía a tantos cooperantes y comprometidos con los Derechos de los más desfavorecidos de la tierra, hasta el punto de jugarnos incluso la vida; es la oración que hará surgir corazones generosos que quieran poner toda su vida al servicio del Evangelio del Señor; es la oración que nos ayudará a poner una palabra distinta en el mundo frío y competitivo y anónimo del trabajo; una oración que nos impedirá dejarnos arrastrar por la fiebre de comprar y comprar que se nos viene encima. Por cierto que «la Navidad» no necesita que nadie la salve. Necesitamos "salvarla" los que nos sabemos creyentes y celebramos la continua presencia de Dios en nuestras vidas. Porque Dios sigue rasgando el cielo y bajando a nuestro suelo. Aunque estemos confinados o en cuarentena, o en la cama. Él viene, viene siempre. Y es la oración que permita a nuestro Alfarero irnos modelando como sólo Él sabe hacerlo, como hizo con la Sierva del Señor y con tantos otros y otras.

     No podemos ser catastrofistas, ni recluimos en nuestras pequeñas cosas, porque nada se puede cambiar. El mundo está sediento de esperanzas, quizás más que nunca. Pero la esperanza no depende de nuestras manos, nuestros deseos, logros o proyectos. La esperanza auténtica sólo nos viene de quien nos mantendrá firmes hasta el final, de modo que nadie pueda acusarnos en el tribunal de Jesucristo, de que vivimos dormidos, aletargados, descomprometidos de este mundo que Dios tanto ama. Tanto... que rasgó el cielo y bajó... y no dejará de bajar cada día.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Ciudad Redonda




sábado, 28 de noviembre de 2020

“Estad despiertos en todo tiempo”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado de la 34a semana del tiempo Ordinario, último día del año litúrgico. Mañana será el 1er domingo de Adviento, ciclo B.

Dios nos bendice…

Sábado, 28 de noviembre de 2020

Primera lectura


Lectura del libro del Apocalipsis (22,1-7):

El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, un río de agua de vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones. Y no habrá maldición alguna. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le darán culto. Y verán su rostro, y su nombre está sobre sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos. Y me dijo:
«Estas son palabras fieles y veraces; el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos lo que tiene que suceder pronto. Mira, yo vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras proféticas de este libro».

Palabra del Señor

Salmo
 

Sal 94

R/. Maranatá. ¡Ven, Señor Jesús!

V/. Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

V/. Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos. R/.

V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que Él guía. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,34-36):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

Palabra del Señor

Reflexión

¡Qué preciosas las palabras del Apocalipsis que nos ofrece la liturgia de hoy! Llenan de esperanza al más desanimado: “… lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz porque […] el Señor Dios irradiará sobre ellos”. La oración de Completas, que se reza de noche al finalizar la jornada, recoge estas palabras llenas de esperanza. Son casi las últimas de la Biblia; los siguientes versículos hablan de la última y definitiva venida de Cristo. Pero mientras esto acontecerá en el tiempo que Dios tenga previsto, nosotros nos preparamos para una venida intermedia de Dios, su nacimiento de nuevo entre nosotros. Este Dios no se cansa de venir a nuestras vidas y nacer año tras año en nuestro mundo. Mañana iniciamos un tiempo de preparación y esperanza al que llamamos Adviento.

Jesús nos propone hoy que estemos despiertos, que no se nos “embote la mente” con vanidades y superficialidades que no nos ayudan a crecer y que tanto nos asedian estos días en la Navidad comercial, este año afectada por la crisis de la pandemia. Quizá esto sea una oportunidad para vivirla más auténticamente, sin tanto artificio que empañe su sentido.

Estar despierto, vivir el Adviento con capacidad de sorpresa y apertura, especialmente en este año tan difícil que nos ha tocado vivir. Recordar, en lenguaje del Apocalipsis, que llevamos “su nombre en la frente” y que con este sello no hay noche; no hay noche que valga para los que seguimos creyendo en esta Luz que vendrá a nosotros dentro de veinticinco días.

Y como en todo sábado, miramos hoy a nuestra Madre María, protagonista del Adviento, que llena de esperanza supo aguardar la venida de su Hijo y que se mantuvo en pie, delante de la cruz, en el momento de máxima dificultad. ¡Madre de la Esperanza, ruega por nosotros!

¡Feliz Adviento!

Juan Lozano, cmf.
Ciudad Redonda

viernes, 27 de noviembre de 2020

«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer  y meditar la Palabra de Dios, en este viernes de la 34a semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.

Dios nos bendice…
 
Hoy, viernes, 27 de noviembre de 2020

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (20,1-4.11-15):

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Sujetó al dragón,
la antigua serpiente, o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que ser desatado por un poco de tiempo. Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.
Vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar devolvió a sus muertos, Muerte y Abismo devolvieron a sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras. Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego —el lago de fuego es la muerte segunda—. Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.
Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 83

R/. He aquí la morada de Dios entre los hombres.

V/. Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

V/. Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R/.

V/. Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichoso el que encuentra en ti su fuerza.
Caminan de baluarte en baluarte. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,29-33):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola:
«Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano.
Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Palabra del Señor

Reflexión

La gente que vive en el campo entiende muy bien los signos de la naturaleza de los que habla Jesús: lo que anuncia el brote de una higuera, qué signo anuncia el frío o el calor, cuándo va a llover…, signos que avisan de lo que está a punto de acontecer. En lenguaje teológico llamamos “signos de los tiempos” a las realidades a través de las cuales el Espíritu Santo nos está interpelando. También son signos que avisan, manifestaciones que nos remiten a una realidad mucho mayor, indicadores de cómo construir el reino que Dios quiere. Para el creyente no importa tanto el signo en sí mismo: el brote de la higuera, sino lo que significa: la llegada de la primavera.


En nuestra realidad personal, comunitaria y mundial, existen signos del mal, del anti-reino, y signos del bien, de Dios, que nos hablan de un reinado que poco a poco se va extendiendo. Algunos se atreven a advertir estos signos de los tiempos: el movimiento ecuménico, la conciencia ecológica, la defensa e igualdad de género, la promoción del laicado, la globalización de la solidaridad, la lucha contra la pobreza…, seguro que tú también percibes estos y más “signos de los tiempos” en tu entorno.
 

En la Palabra de hoy que nos presenta el Apocalipsis, Juan sigue teniendo visiones dignas de una buena saga cinematográfica. En ellas, el ángel que encadena al dragón, las almas de los que no adoraron a la Bestia y que reinaron con Cristo, los muertos grandes y pequeños juzgados delante de los libros, el lago de fuego o la muerte segunda…, todo nos sigue hablando de la lucha entre el bien y el mal, del tiempo de Dios. Recordemos que estamos terminando el año litúrgico y el último libro de la Biblia nos recuerda que la victoria final es de Cristo y su reinado. Por lo tanto, se nos anima a reavivar la esperanza.
 

Volviendo a los signos, como el de la higuera del evangelio de hoy, en nuestras vidas personales, familiares, comunitarias, también hay signos de los tiempos, “brotes”, que nos llenan de esperanza. A estos signos y no a los del mal (a nuestra cizaña), nos invita a mirar el evangelio de hoy a las puertas del Adviento. ¿Cuáles son los signos que en ti y en tus cercanos te hablan de la presencia del Espíritu de Dios? Piénsalo, toma conciencia de ellos y descubre qué querrá Dios de ti y de los tuyos: amigos, familia, comunidad, gente con la que vives cada día en el trabajo y en los demás ambientes de tu vida. Y es por ahí, por esa realidad cotidiana, por la que tendremos que avanzar y llegar a Dios y mostrarlo a los demás. Ahí es por donde asoma el Reino, ese es el brote que anuncia el calor de Dios en ti. Que no seamos ciegos a estos signos, al lenguaje silencioso pero profundo de Dios. ¿Cuáles son tus “signos de los tiempos”, tus “brotes” de Dios?
 
Juan Lozano, cmf.
Ciudad Redonda

jueves, 26 de noviembre de 2020

«Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, este jueves de la 34a semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.

Dios nos bendice…
 
Hoy, jueves, 26 de noviembre de 2020

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (18,1-2.21-23;19,1-3.9a):

YO, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo con gran autoridad, y la tierra se deslumbró con su resplandor. Y gritó con fuerte voz:
«Cayó, cayó la gran Babilonia. Y se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo, en guarida de todo pájaro inmundo y abominable.
Un ángel vigoroso levantó una piedra grande como una rueda de molino y la precipitó al mar diciendo:
«Así, con este ímpetu será precipitada Babilonia, la gran ciudad, y no quedará rastro de ella. No se escuchará más en ti la voz de citaristas ni músicos, de flautas y trompetas. No habrá más en ti artífices de ningún arte; y ya no se escuchará en ti el ruido del molino; ni brillará más en ti luz de lámpara; ni se escuchará más en ti la voz del novio y de la novia, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra y con tus brujerías embaucaste a todas las naciones».
Después de esto oí en el cielo como el vocerío de una gran muchedumbre, que decía:
«Aleluya La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la gran prostituta que corrompía la tierra con sus fornicaciones, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos».
Y por segunda vez dijeron:
«¡Aleluya!».
Y el humo de su incendio sube por los siglos de los siglos.
Y me dijo:
«Escribe: “Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero”».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 99,2.3.4.5

R/. Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero.

V/. Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.

V/. Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

V/. Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.

V/. El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,20-28):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción.
Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días!
Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo.
“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».

Palabra del Señor

Reflexión

Que te quede claro que el mal nunca tendrá la última palabra porque será vencido. Ninguno de sus imperios a lo largo de la historia ha prevalecido. El último libro del Nuevo Testamento nos habla hoy de la caída de Babilonia, el imperio del mal de entonces. Su autor escribe en tiempos del emperador Domiciano y anuncia la caída del poderoso imperio romano que estaba oprimiendo y persiguiendo cruelmente al pueblo de Dios. El anuncio de la caída de Roma y el final de las persecuciones está narrado en estilo épico, como se narraban las tragedias griegas en la antigüedad: distintos personajes importantes como príncipes y comerciantes cantan estrofas de lamentación. Este llanto contrasta con la alegría de santos, apóstoles y profetas que ven el final de esta crueldad, la victoria del bien. Esto es para que entendamos mejor el significado de la caída de Babilonia en este capítulo dieciocho del Apocalipsis. Aunque lo realmente importante es la frase con la que he comenzado: el mal nunca tendrá la última palabra.
Jesús hoy se lamenta por lo que le sucederá a la ciudad de Jerusalén. Está profetizando lo que luego sucedió en el año 70, la destrucción por parte del ejército romano comandado por Tito. A diferencia de la lamentación del Apocalipsis en la que los poderosos lloran porque se les acaba su privilegio, la lamentación de Jesús es porque el pueblo ha sido sordo a su voz.
Ciertamente la destrucción del Templo y de la ciudad fue un hecho histórico, pero el lamento de Jesús se extiende a todas aquellas situaciones en las que el mal con todos sus rostros, la terquedad de corazón, la injusticia y el sufrimiento de los inocentes producen un dolor inconcebible. Buena ocasión para orar hoy por todas las situaciones de tantos hombres, mujeres y niños que sufren el mal, la injusticia, la violencia, la pobreza y la exclusión principalmente en estos tiempos del Covid. Por todos aquellos que son destruidos de múltiples y viles formas. Volvemos a recordar que el mal no tendrá la última palabra. La última palabra la tiene Dios, su Reino; nos lo recuerda Jesús: “levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”.
El que se lamenta ya no tiene tiempo, llega tarde. Nosotros no queremos arrepentirnos porque no hicimos las cosas a su debido tiempo. Queremos tener la sensación del que llega a tiempo para tomar las riendas de su vida. El Adviento que vamos a comenzar dentro de dos días nos invita a ello. No debemos dormirnos, el tiempo pasa. ¡Que no nos sorprenda desprevenidos!
 
Juan Lozano, cmf.
Ciudad Redonda

miércoles, 25 de noviembre de 2020

«Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles de la 34a semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.

Dios nos bendice…

Hoy, miércoles, 25 de noviembre de 2020

Primera lectura
 

Lectura del libro del Apocalipsis (15,1-4):

Yo, Juan, vi en el cielo otro signo, grande y maravilloso: Siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, pues con ellas se consuma la ira de Dios.
Vi una especie de mar de vidrio mezclado con fuego; los vencedores de la bestia, de su imagen y del número de su nombre estaban de pie sobre el mar cristalino; tenían en la mano las cítaras de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:
«Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios omnipotente; justos y verdaderos tus caminos, rey de los pueblos. ¿Quién no temerá y no dará gloria a tu nombre? Porque vendrán todas las naciones y se postrarán ante ti, porque tú solo eres santo y tus justas sentencias han quedado manifiestas».

Palabra de Dios

Salmo
 

Sal 97,1.2-3ab.7-8.9

R/. Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

V/. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

V/. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

V/. Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos,
aclamen los montes. R/.

V/. Al Señor, que llega
para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. R/.

Evangelio
 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,12-19):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Palabra del Señor

Reflexión

Cuando leemos el número “siete” en la Biblia tenemos certeza de que se nos está hablando de algo perfecto, bien hecho. Es el número de la perfección, la suma de lo terreno –los cuatro puntos cardinales de la tierra-, más lo divino, -la Trinidad-. Podríamos decir que si bíblicamente quieres ser perfecto, elige el siete. Pues de esto nos habla hoy el Apocalipsis: siete ángeles con siete plagas. Un nuevo septenario que de alguna manera repite o renueva los siete sellos y las siete trompetas, sólo que este es el último septenario, las siete plagas, es decir, la última prueba que fortalece la fe de la comunidad.


Las siete plagas nos indican que llega el final del juicio, por eso los que están de pie en la orilla, están contentos cantando con arpas y salmos el Cántico de Moisés y del Cordero, porque vencieron y llegó el momento de hacer justicia, de recibir su recompensa, en la que nunca dejaron de creer a pesar de la tribulación: «grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos” –Salmo 97 que rezamos en la liturgia de hoy-. Estos sí que son creyentes espectaculares, “creyentes siete”, diríamos en lenguaje bíblico.
 

Los creyentes siete son aquellos hombres y mujeres que no dejaron de confiar, ni de esperar, ni de creer. Como nos dice hoy Jesús al final del evangelio: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Algunos de estos creyentes fueron canonizados y reconocidos oficialmente. Otros permanecen en el anonimato, alumbrando sólo a los que vivieron a su lado. Fueron perseguidos de muchas maneras y lo siguen siendo, pero el Señor los cuida y mima tanto que, efectivamente, “ningún cabello de su cabeza perecerá”.
 

Necesitamos creyentes siete que nos ayuden a creer y esperar contra corriente, que nos enseñen a cantar, que nos contagien entusiasmo y alegría, que nos muestren que el evangelio es posible, encarnable en ti y en mi, a pesar de las dificultades y persecuciones de las que nos advierte Jesús en el evangelio de hoy. Precisamente las persecuciones más dolorosas son las que provienen de tu propio entorno familiar y de amistad, ¿verdad?
 

En nuestra oración de hoy, lo más importante es recordar que no estamos solos: “os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro”. Jesús, con su amor incondicional por ti, siempre camina a tu lado, nunca lo olvides. Por eso hoy cantamos con los creyentes siete el Salmo 97: “Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas…” ¿o no las ves en tu vida?

Juan Lozano, cmf.
Ciudad Redonda

martes, 24 de noviembre de 2020

“No tengáis pánico”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este martes de la 34a semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.

Dios nos bendice…

 
Hoy, martes, 24 de noviembre de 2020

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (14,14-19):

Yo, Juan, miré, y apareció una nube blanca; y sentado sobre La nube alguien como un Hijo de hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. Salió otro ángel del santuario clamando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube:
«Mete tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra».
El que estaba sentado encima de la nube metió su hoz sobre la tierra y la tierra quedó segada. Otro ángel salió del santuario del cielo, llevando él también una hoz afilada. Y del altar salió otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, y gritó con gran voz al que tenía la hoz afilada, diciendo:
«Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque los racimos están maduros».
El ángel metió su hoz en la tierra y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 95,10.11-12.13

R/. Llega el Señor a regir la tierra.

V/. Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.

V/. Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.

V/. Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,5-11):

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».

Palabra del Señor

Reflexión

La siega y la vendimia de la que hoy nos habla el Apocalipsis, son símbolos del juicio de Dios. ¿Cuándo ocurrirá esto? no lo sabemos, aunque a lo largo de las distintas décadas y generaciones no han faltado ni faltarán predicadores baratos que han afirmado conocer el día y la hora, los planes de Dios. De ellos nos previene hoy Jesús: “Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: -Yo soy-, o bien -El momento está cerca-; no vayáis tras ellos”.


Ninguno de nosotros sabemos nuestra hora de partir de este mundo. Sabemos que algún día daremos ese paso y ojalá estemos bien preparados, como los ciento diecisiete mártires vietnamitas de los siglos XVII y XVIII que recordamos hoy. Lo que sí sabemos es que nuestras obras serán vistas a la Luz. Lo que contará es el amor. Este amor se “medirá” en la balanza, será “pesado” y entonces se verá con claridad si estamos preparados o no para ir al “banquete” de nuestro Señor. Esto no nos debe atemorizar, más bien nos debe estimular, nos recuerda que somos peregrinos y que estamos de paso, que nuestra estación de destino no es esta, por lo que hay que dejarse la piel y vivir con intensidad.
 

El tema de la muerte es hoy es un tema tabú para la civilización occidental, un asunto del que no gusta hablar porque muchos no saben encontrar un sentido a este inevitable destino humano. El libro del Apocalipsis nos ofrece la visión de Dios a este respecto. Meditémosla. No nos viene mal una dosis esperanzadora de realismo.
 

En el evangelio de hoy, Jesús quita importancia a la belleza del templo, a la “calidad de la piedra y los exvotos” porque es efímera, porque algún día desaparecerá, porque no es eterna. No le faltaba razón; el templo de Jerusalén fue destruido el año 70 d.C. Para Jesús, la belleza que importa y permanece es otra. Que nadie nos engañe. La apuesta importante y decisiva es por aquello que permanece. Hay muchas señales muy espectaculares, pero en muchos casos no son más que artificios. Sólo el buen fruto será vendimiado. Sólo lo importante será tenido en cuenta. El Señor nos llama a ser fértiles, a estar preparados, a tener nuestras manos rebosantes para que cuando llegue el momento podamos mostrarlas llenas de satisfacción por el deber cumplido. El deber de amar y darlo todo allí donde y con quien te “tocó” vivir. Aprovechemos el tiempo que se nos regala cada día, no sabemos cuánto nos queda.

Juan Lozano, cmf.
Ciudad Redonda



lunes, 23 de noviembre de 2020

“Esa viuda pobre ha echado más que todos”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes de la 34a semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.

Dios nos bendice…

 Lunes, 23 de noviembre de 2020

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (14,1-3.4b-5):

YO, Juan, miré y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban grabados en la frente su nombre y el nombre de su Padre. Oí también como una voz del cielo, como voz de muchas aguas y como voz de un trueno poderoso; y la voz que escuché era como de citaristas que tañían sus citaras.
Estos siguen al Cordero adondequiera que vaya. Estos fueron rescatados como primicias de los hombres para Dios y el Cordero. En su boca no se halló mentira: son intachables.

Palabra de Dios

Salmo

 
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6

R/. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.

V/. Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.

V/. ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.

V/. Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,1-4):

EN aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor

Reflexión

Entramos en la recta final del tiempo ordinario. A las puertas del Adviento, en tiempos del Covid, la Esperanza llamará este año con fuerza a tu puerta, porque Dios quiere entrar en ti. Acabamos de celebrar que Jesús es Rey, una verdad que ojalá muchos más pudieran afirmar: Jesús es mi rey, mi Señor, quiero que lo sea, a pesar de mis torpezas. Y Él quiere un año más ser tú Señor, mi Señor, nuestro Señor.
Precisamente por ser la recta final del tiempo ordinario, toda la liturgia de la Palabra de esta semana tiene un tono apocalíptico. Nos invita a ser conscientes que, de parte de Dios, algo importante va a pasar y debemos estar preparados. Él pasará más cerca, nacerá de nuevo entre nosotros y esto no es un acontecimiento cualquiera.

El Apocalipsis, que nos acompañará a lo largo de esta semana, no es un libro misterioso, ni de terror, sino de esperanza. Es una joya escrita en tiempos de gran persecución, en un lenguaje cifrado y simbólico que hay que traducir para llegar a morder el fruto sabroso que esconden sus palabras. La rica tradición y el estudio de la Escritura por parte de la Iglesia, nos ayuda a ello. Hoy encontramos un claro ejemplo en Ap 14, 3 “los ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra”. Más de un predicador sectario ha amenazado con esta cifra afirmando que este es un número cuantitativo: se salvarán ciento cuarenta y cuatro mil, lo dice la Biblia. No se puede interpretar la Sagrada Escritura al margen del Magisterio de la Iglesia ni de su estudio exegético. Este número resulta de multiplicar 12 (tribus de Israel, Antigua Alianza de Dios con los hombres) x 12 (apóstoles, Nueva Alianza) x 1000 (que en la Escritura significa multitud). Luego los 144.000 mil salvados, significa la mayoría del pueblo que ha permanecido fiel en la fe y la tribulación.

Su mensaje revelado de salvación no es una rebaja ni una bajada de listón. No vayamos a creer lo que algunos de los primeros cristianos imaginaban, una “apocatástasis”, un borrón y cuenta nueva final donde habrá una amnistía general porque todo vale. No. Dios es misericordioso, pero el amor es exigente y la puerta es estrecha. Por ello hay que permanecer y esperar en el amor contra viento y marea, como la viuda pobre del evangelio de hoy, cuya ofrenda es mayor que la de todos los asistentes juntos.

Esto es, en segundo lugar, a lo que nos invita la Palabra. A no ser huraños, a no regatear con la entrega personal. La vida es para darla, para repartirla. Ofrécete, no seas rácano ni miserable. No caigamos en la tentación de acumular para nosotros mismos tiempo, la satisfacción de nuestros intereses particulares, bienes, proyectos individualistas de vida… porque esto, al final, nos empobrece. ¿Qué significa ser rico? Para Dios ser rico significa darlo todo, como hace la viuda de hoy. Y pobre es aquel que todo lo guarda para sí. Lo contrario de la lógica mercantilista.

Señor, nos enseñas con la Palabra de hoy y con tu propia vida, que hay que darlo todo. En esto consiste la felicidad humana. Pero no acabamos de creer completamente esta verdad revelada por ti y tendemos a guardarnos para nosotros mismos, por miedo, desconfianza, inseguridad… Necesitamos de tu fuerza y de tu apoyo para ser desprendidos con nuestra vida, de modo que así sirvamos a los demás, dándonos.

¡Que en la celebración de tu nacimiento en esta próxima Navidad, nuestro corazón crezca en amor entregado!

Juan Lozano, cmf.
Ciudad Redonda



domingo, 22 de noviembre de 2020

"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este Domingo 34º del Tiempo Ordinario - Ciclo A. Celebramos l solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo.

Dios nos bendice…
 
Domingo, 22 de noviembre de 2020

Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (34,11-12.15-17):

Así dice el Señor Dios: «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear –oráculo del Señor Dios–. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido. Y a vosotras, mis ovejas, así dice el Señor: Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrio.»

Palabra de Dios 


Salmo
Sal 22,1-2a.2b-3.5.6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar. R/.

Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios (15,20-26.28):

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Palabra del Señor

Reflexión

           Este relato de Jesús tuvo que chocar enormemente a los judíos que lo escucharon. Ellos estaban acostumbrados a «ganarse» a Dios con sus prácticas religiosas, con el cumplimiento de los mandamientos y normas mil, con sus rezos, estudiando las Escrituras... Conocían de sobra lo que nosotros llamamos «obras de misericordia», pero eran un «plus» de libre opción, un complemento no necesario para estar en regla con Dios.


     Me atrevo a decir que una mentalidad similar se ha ido extendiendo entre nosotros desde hace bastante tiempo. Esta cultura «narcisista» y «selfie» (según subrayan muchos pensadores y analistas) ha condicionado mucho nuestra espiritualidad, y hemos aprendido a estar muy pendientes de nuestro «yo»: nos revisamos frecuentemente de nuestros fallos y defectos personales, a los que no terminamos de vencer, y que seguramente nos acompañen hasta el final de nuestra vida: el mal genio, la pereza, la envidia, los deseos, el carácter, las manías... En los exámenes de conciencia a menudo nos acusamos del incumplimiento de algunas obligaciones y prácticas religiosas, de nuestros compromisos de oración hechos un poco a medias, de si hicimos o no ayuno o abstinencia... Y con frecuencia nos quedamos en estas cosas. Una espiritualidad individualista y escasamente comunitaria.


    El sentido común dice que todo lo que hagamos por ser dueños de nosotros mismos, por mejorarnos como personas, por luchar contra nuestros fallos y debilidades... ¡pues está muy bien! ¡Claro que sí! Pero para la mayoría de estas cosas no es necesario ni ser creyente, ni discípulo de Jesús. Es propio de todo ser humano. Pero el Señor, a sus discípulos, les ha puesto el acento en otras cosas, las que leemos en el Evangelio de hoy: el «otro» necesitado y la voluntad salvadora y liberadora de Dios debieran ser lo principal de nuestra espiritualidad y nuestros exámenes de conciencia. No parece que la vida espiritual, la fe, las prácticas religiosas formen parte del juicio final. No son relevantes para Cristo Rey.
   
 Por otra parte, habría que remarcar que todas nuestras prácticas religiosas y compromisos de rezar lo que sea todos los días, o acudir al culto, o a visitar al Santísimo... tienen un criterio de valoración y validación: si me ayudan y empujan a amar más, a ser más misericordioso, a entregarme a los demás... tendrán sentido y agradarán a Dios. Y de paso, los otros saldrán beneficiados. Si el proyecto de Jesús (lo que él llamaba el «Reino»), y si nuestro Padre Dios está especialmente preocupado y pendiente de los que peor lo pasan (por ejemplo lo que dice la Primera Lectura: «Yo mismo buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma...» ) los que nos consideramos suyos... tenemos que ser sus instrumentos,  sus principales agentes para que este mundo sea de otra manera, sea suyo, sea de la misericordia y del amor. Lo que «ofende» gravemente a Dios no son esas cosas que a veces decimos y confesamos referidas a nuestro propio «yo», sino antes que nada y sobre todo la falta de atención a «mis hermanos más pequeños».

     Jesús estaba «cansado» (incluso enfadado, si recordamos aquella escena a la entrada del Templo)  de esa religión llena de solemnes liturgias y procesiones, de prácticas, de distinciones sobre lo puro y lo impuro, de normas y prohibiciones, de rezos, sacrificios y ofrendas «por mí y por los míos» ... que se dejaban «fuera» -llegándose a veces al extremo de «excluir» y «condenar» en el nombre de Dios- ...  a los que más necesitaban la cercanía y la ternura de Dios por parte de los que se consideraban «el pueblo de Dios». Para los profetas y para el mismo Jesús esto no era sino una religión «vacía».  Y con sus palabras, actitudes y gestos, deja claro lo que sí tiene sentido, lo que vale a los ojos de Dios. Intenta iluminar el presente (que es donde nos jugamos el «más allá»), dándole profundidad humana, contagiando esperanza, aliviando... Y así, hasta los gestos más triviales, como el de dar un vaso de agua, se convierten en semillas de eternidad, en opción decisiva, en algo agradable a Dios.

     También un no creyente puede obrar a favor o en contra de Jesucristo, aunque no lo conozca, según decida servir o no servir al hombre. Matar a un semejante o ayudarle a vivir; oprimir al hermano o liberarlo; ofender a alguien o mostrarle respeto; pisotear la dignidad de un desgraciado u honrarl;  explotar al prójimo o compartir el pan con él: rechazar o acoger a un emigrante/forastero; contribuir al hambre o alimentar a los pobres... significa atentar contra el señorío de Cristo o promoverlo. Ser «benditos de mi Padre» o no serlo.

    - Es significativo que en el texto de Mateo falta el verbo amar. Cristo no dice: «... y me amasteis», sino «me disteis de comer, me disteis de beber, me visitasteis, me hospedasteis, me vinisteis a ver... ». «Amar» es un término que puede quedarse en demasiado vago. Es difícil saber o medir si le amamos sobre todas las cosas. Jesucristo Rey se fijará más bien en si  «Hicisteis esto» o «no hicisteis esto». La sentencia del juicio final está más en el verbo «hacer» en favor del hermano. O sea que para Jesús el cumplimiento y valoración del primer mandamiento está en practicar/hacer el segundo.

     - Resulta asombroso que los «justos» (que no tienen por qué coincidir con los «creyentes») declaren que... no reconocieron a Cristo en el pobre, en el que pasa apuros. Que no se supieron que el necesitado al que atendían era... Otro (con mayúsculas). Admitirán que lo hicieron todo por amor al hombre. Sin embargo, se salvarán igualmente, aunque no hayan logrado descubrir a Cristo en el hermano. Para Dios es suficiente que te hayas encontrado ante un rostro humano (por muy desagradable que sea) y que, sin necesidad de echar mano de motivaciones religiosas, le hayas abierto tus puertas. Lo esencial no es tu fe, sino la caridad. El amor al hombre.


- Las seis «obras de misericordia» que ha enumerado Jesús se refieren a cuatro necesidades fundamentales de la condición humana:
- La alimentación (hambriento y sediento).
- El reconocimiento social (ser extranjero, estar desnudo).
- La salud (enfermo).
- La libertad (la cárcel).
Y podríamos añadir otras en esa misma línea. Por ejemplo:
- Una palabra amable o un oído atento pueden redimir a una persona desesperada. ¡Y hay tantas!
- Ofrecer un poco de gasolina al que se quedó tirado en la carretera, o ayudarle con un pinchazo, u ofrecer un bocadillo y acompañar mientras se lo toma...
- Visitar al que estaba viejo, enfermo y solo en su casa, y hacerle la compra, limpiar un poco...
- «Me vieron accidentado y me llevaron al hospital».
- «Era inmigrante y me enseñaron el idioma, me ayudaron con los papeles, me facilitaron un trabajo o una vivienda, o unos libros para los críos, me acogieron bien...»
- «Estaba ingresado en una residencia, con la cabeza un poco perdida, y me acompañasteis o me sacasteis de paseo».
- "Había una pandemia mundial... y me ofrecí/arriesgué a probar una posible vacuna..."

    Precisamente, con la que está cayendo en todas las esquinas del planeta muchas voces, eclesiales o no, incluido el Papa, llaman continuamente a la solidaridad, a la proximidad, a la atención a los más desfavorecidos... Con confinamientos y sin ellos. Una ocasión urgente para ejercitar la misericordia. O nos salvamos todos juntos... o no se salva nadie.El individualismo y el «sálvese quien pueda»... cuentan a favor de la difusión del virus.

    Ojalá que los seguidores de Jesús destaquemos y se nos reconozca principalmente por hacer de nuestra vida una entrega, un servicio, un compromiso por cambiar lo que sea necesario de modo que no haya tantos descartados, para que no haya tanta soledad, para que no haya tantos «prisioneros» de sus circunstancias. Y desterremos el individualismo/narcisismo de nuestra vida cristiana, así como todo lo que pueda ser sospechoso de «espiritualismo», de religión vacía. Nuestra vida entonces merecerá la pena, y el Señor podrá decirnos: «Venid, benditos de mi Padre».

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Ciudad Redonda

sábado, 21 de noviembre de 2020

«No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para Él todos están vivos»

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado de la 33ª semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.

 

Dios nos bendice...

 

Hoy, sábado, 21 de noviembre de 2020

 

Primera lectura

 

Lectura del libro del Apocalipsis (11,4-12):

Me fue dicho a mí, Juan:
«Aquí están dos testigos míos, estos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra. Y si alguien quiere hacerles daño, sale un fuego de su boca y devora a sus enemigos; y si alguien quisiera hacerles daño, es necesario que muera de esa manera. Estos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran.
Y cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se llama espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Y gentes de los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres durante tres días y medio y no permiten que sus cadáveres sean puestos en un sepulcro. Y los habitantes de la tierra se alegran por ellos y se regocijan y se enviarán regalos unos a otros, porque los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra».
Y después de tres días y medio, un espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía:
«Subid aquí».
Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos se quedaron mirándolos.

Palabra de Dios

 

Salmo

 

Sal 143,1.2.9-10

R/.
¡Bendito el Señor, mi alcázar!

V/. Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R/.

V/. Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y refugio,
que me somete los pueblos. R/.

V/. Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna. R/.

 

Evangelio

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-40):

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
Intervinieron unos escribas:
«Bien dicho, Maestro».
Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

 

Reflexión

Celebramos hoy la fiesta de la Presentación de la Virgen en el Templo. Los evangelios canónicos no dejan constancia del hecho, como hacen los apócrifos. Sin embargo, la Iglesia mantiene esta fiesta ya que expresa algo que perduró siempre en el alma de la Madre de Jesús: Su libre disposición ante los planes del Señor.

El evangelio se sitúa en el contexto de final de vida pública de Jesús. Narra un debate de Jesús con los saduceos. Estos argumentan en contra de la resurrección de los muertos, tratando de ridiculizarla con un ingenioso cuento. Jesús termina desbaratando sus tesis. Quedémonos tan solo con dos pinceladas:

  • Jesús no devalúa el matrimonio. En absoluto. Jesús lo ha defendido en otras ocasiones y ahora no se contradice. Ha sido instituido por Dios, que nos ha creado como hombre y mujer y no sólo para la reproducción de la especie. De ahí que el motivo biológico no justifique la necesidad del sacramento. El matrimonio alcanza su sentido más alto en la realización del amor recíproco, expresión del mismo amor de Cristo. Los seres humanos no podríamos vivir sin un amor concreto, hecho de estabilidad y fidelidad, abierto a la nueva vida. Con la muerte de uno de los cónyuges, el vínculo se deshace… pero pasan a vivir en una condición libre del condicionamiento del sexo, en una vida distinta. 
  • ¿Qué es eso se “ser como ángeles”? Es una manera de expresar lo que queda aún oculto en el misterio. Dios nos tiene destinados a la vida sin fin, no a la muerte. La vida de resucitados no es una simple continuación de esta vida terrena. Acontece de otra manera. Para hacerse entender, Jesús opone «este mundo» y «el mundo futuro» ... un mundo en el que las personas morimos y otro mundo en el que no se muere más, y por lo tanto donde no es necesario engendrar nuevos seres. No hace falta explicar más para refrendar que "sí se puede resucitar". Nosotros creemos, sin elucubrar ni dudar, que al final de todo, la última palabra es la del Dios de la vida. Y su palabra siempre es palabra vivificadora, resucitadora, creadora... siempre lo fue. Por tanto, “¡sí se puede!”.

Juan Carlos Martos cmf

Ciudad Redonda

viernes, 20 de noviembre de 2020

«Mi casa será casa de oración»

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.

 

Dios nos bendice...

 

Hoy, viernes, 20 de noviembre de 2020

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (10,8-11):

Yo, Juan, escuché la voz del cielo que se puso a hablarme de nuevo diciendo:
«Ve a tomar el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra».
Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Él me dice:
«Toma y devóralo; te amargará en el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel».
Tomé el librito de mano del ángel y lo devoré; en mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor.
Y me dicen:
«Es preciso que profetices de nuevo sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 118,14.24.72.103.111.131

R/.
¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!

V/. Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas. R/.

V/. Tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros. R/.

V/. Más estimo yo la ley de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R/.

V/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca! R/.

V/. Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón. R/.

V/. Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,45-48):

EN aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
«Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”».
Todos los días enseñaba en el templo.
Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.

Palabra del Señor

 

Reflexión

 

La historia que se cuenta en el evangelio de hoy se desarrolla en los patios del Templo de Jerusalén, lugar que visitó Jesús antes de su pasión. Allí purifica y predica: Su furioso gesto va seguido de una explicación. La reacción de los testigos, como suele ocurrir en las páginas del evangelio, varía entre las autoridades y el pueblo. Resaltemos tres detalles de esta página.

  • Los motivos de la condena de Cristo. Los cuatro evangelios registran la expulsión de los vendedores del Templo, aunque Juan no lo emplaza en la misma víspera de su pasión. Los cuatro coinciden en que la relevancia del relato se funda en contener el motivo que dio pie a las autoridades religiosas del tiempo para condenar a muerte a Jesús: Su actuación pública y blasfema contra la institución más augusta de la religión judía: El Templo.
  • La razón de un gesto profético. Lo denuncia Jesús con claridad: Haber convertido un espacio de encuentro con Dios en antro de turbios negocios. Lo más sagrado se puede depravar. Ocurre cuando se corrompen las intenciones y los intereses que mueven la conducta religiosa: No se ama ni se sirve a Dios, sino que se le utiliza para conseguir sórdidos bienes. Esto para Jesús fue inaguantable.
  • El estupor de la gente. No pasó desapercibida esa actuación de Jesús, atrevida y escandalosa. Tampoco pasa desaperciba para nosotros. Pero no deberíamos dedicar mucho espacio a debatir si se trató o no de un acto violento de Cristo. El meollo consiste en entender que una reacción tan vehemente del Príncipe de la Paz, del manso y humilde de corazón, debía deberse a una causa grave en extremo.

Nos toca a nosotros repasar -y acaso reparar- la intención y orientación de nuestra vida cristiana. Porque puede convertirse en algo parecido a un negocio. Cuando falta el amor, inevitablemente se ambicionan ganancias, ventajas o privilegios. Dios no se presta a compraventas. ¡Así no!

Juan Carlos Martos cmf

Ciudad Redonda