¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en
este jueves de la 13ª semana de Tiempo ordinario, ciclo A.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: Mateo
9,1-8
Lectio
Jueves, 2 de julio de 2020
Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de
la luz; concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre
en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según Mateo 9,1-8
Subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le
trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos,
dijo al paralítico: «¡Ánimo!, hijo, tus pecados te son perdonados.» Pero he
aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando.» Jesús,
conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
¿Qué es más fácil, decir: `Tus pecados te son perdonados', o decir: `Levántate
y anda'? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder
de perdonar pecados -dice entonces al paralítico-: `Levántate, toma tu camilla
y vete a tu casa'.» Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente
temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.
3) Reflexión
• La autoridad extraordinaria de Jesús. Jesús aparece ante el lector
como persona investida de una extraordinaria autoridad mediante la palabra y el
signo (Mt 9,6.8). La palabra autoritaria de Jesús ataca el mal en su raíz: en
el caso del paralítico ataca el pecado que corroe al hombre en su libertad y
bloquea sus fuerzas vivas: “Tus pecados te son perdonados” (v.2); “Levántate,
toma tu camilla y vete a tu casa” (v.6). En verdad, todas las parálisis del
corazón y de la mente con las que uno está encadenado, las anula la autoridad
de Jesús (9,6), el hecho de encontrarse con él en la vida terrena. La palabra
autoritaria y eficaz de Jesús despierta a la humanidad paralizada (9,5-7) y le
da el don de caminar (9,6) con una fe renovada.
• El encuentro con el paralítico. Jesús, después de la tempestad y de
una visita al país de los gadarenos, vuelve a Cafarnaúm, su ciudad. Durante el
regreso tiene lugar el encuentro con el paralítico. La curación no se realiza
en una casa, sino a lo largo del camino. Así pues, durante el camino que
conduce a Cafarnaúm le llevaron un paralítico y Jesús se dirige a él llamándolo
“hijo”, un gesto de atención que pronto se convertirá en un gesto salvífico:
“tus pecados te son perdonados” (v.2). El perdón de los pecados que Jesús
invoca sobre el paralítico de parte de Dios alude al nexo entre enfermedad,
culpa y pecado. Es la primera vez que el evangelista atribuye a Jesús de manera
explícita este particular poder divino. Para los judíos, la enfermedad en el
hombre era considerada un castigo por los pecados cometidos; el mal físico, la
enfermedad, siempre era signo y consecuencia del mal moral de los padres (Jn
9,2). Jesús restituye al hombre su condición de salvado al liberarlo tanto de
la enfermedad como del pecado.
• Para algunos de los presentes, como los escribas, las palabras de
Jesús anunciando el perdón de los pecados son una verdadera blasfemia. Para
ellos Jesús es un arrogante, ya que sólo Dios puede perdonar. Este juicio sobre
Jesús no lo manifiestan abiertamente, sino murmurando entre ellos. Jesús, que
escruta sus corazones, conoce sus consideraciones y les reprocha su
incredulidad. La expresión de Jesús “para que sepáis que el Hijo del hombre
tiene poder de perdonar los pecados…” (v.6) indica que no sólo puede perdonar
Dios, sino que en Jesús, también puede perdonar un hombre (Gnilka).
• A diferencia de los escribas, la multitud se llena de asombro y
glorifica a Dios ante la curación del paralítico. La gente está impresionada
por el poder de perdonar los pecados manifestado en la curación, y se alegra
porque Dios ha concedido tal poder al Hijo del hombre. ¿Es posible atribuir
esto a la comunidad eclesial donde se concedía el perdón de los pecados por
mandato de Jesús? Mateo pone este episodio sobre el perdón de los pecados con
la intención de aplicarlo a las relaciones fraternas dentro de la comunidad
eclesial. En ella se tenía ya la práctica de perdonar los pecados por
delegación de Jesús; era ésta una práctica que la sinagoga no compartía. El
tema del perdón de los pecados aparece de nuevo en Mt 18 y al final del
evangelio se afirma que ello tiene sus raíces en la muerte de Jesús en la cruz
(26,28). Pero en nuestro contexto el perdón de los pecados aparece unido a la
exigencia de la misericordia como se hace presente en el siguiente episodio, la
vocación de Mateo: “…misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he
venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt 9,13). Estas palabras de Jesús
pretenden decir que él ha hecho visible el perdón de Dios; sobre todo en sus
relaciones con los publicanos y pecadores, al sentarse con ellos a la mesa.
• Este relato que retoma el problema del pecado y reclama la conexión
con la miseria del hombre, es una práctica del perdón que se ha de ofrecer,
pero es sobre todo una historia que debe ocupar un espacio privilegiado en la
predicación de nuestras comunidades eclesiales.
4) Para la reflexión personal
• ¿Estás convencido de que Jesús, llamado amigo de los pecadores, no
desprecia tus debilidades y tus resistencias, sino que las comprende y te
ofrece la ayuda necesaria para vivir en harmonía con Dios y con los hermanos?
• Cuando vives la experiencia de negar o rechazar la amistad con Dios,
¿recurres al sacramento que te reconcilia con el Padre y con la Iglesia y que
hace de ti una nueva creatura por la fuerza del Espíritu Santo?
5) Oración final
Los preceptos del Señor son rectos,
alegría interior;
el mandato del Señor es límpido,
ilumina los ojos. (Sal 19,9)
alegría interior;
el mandato del Señor es límpido,
ilumina los ojos. (Sal 19,9)
Orden de los Carmelitas
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