¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en
este viernes de la 16ª semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.
Dios nos bendice...
Lectio: Mateo 13,18-23
Lectio
Viernes, 24 de julio de 2020
Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos dones
de tu gracia, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren
fielmente en el cumplimiento de tu ley. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según Mateo 13,18-23
«Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye
la palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo
sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El
que fue sembrado en pedregal, es el que oye la palabra, y al punto la recibe
con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando
se presenta una tribulación o persecución por causa de la palabra, sucumbe
enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la palabra,
pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la
palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que
oye la palabra y la entiende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro
sesenta, otro treinta.»
3) Reflexión
• Contexto. A partir del cap.12, aparece una oposición entre los
cabecillas religiosos de Israel, los escribas y fariseos, por una parte,
mientras por otra, entre las multitudes que escuchan a Jesús maravilladas por
sus acciones prodigiosas, se va formando poco a poco un grupo de discípulos de
características aún no definidas pero que sigue a Jesús con perseverancia. A
doce de estos discípulos les entrega Jesús el don de su autoridad y de sus
poderes; los envía como mensajeros del reino y les da instrucciones exigentes y
radicales (10,5-39). En el momento en que se desenlaza la controversia con sus
opositores, Jesús reconoce su verdadera parentela no en la línea de la carne
(madre, hermanos), sino en los que lo siguen, lo escuchan y cumplen la voluntad
del Padre (12,46-50). Este último relato nos permite imaginar que el auditorio
al que Jesús dirige la palabra es doble: por un lado los discípulos a los que
se les concede conocer los misterios del reino (13,11) y que están en
condiciones de entenderlos (13,50), y por otro lado la muchedumbre que parece
estar privada de esta comprensión profunda (13,11.34-36). A las grandes
multitudes que se reúnen para escuchar a Jesús les es presentada en primer
lugar la parábola del sembrador. Jesús habla de una semilla que cae o no en la
tierra. Su crecimiento depende del lugar en que cae; es posible que sea
impedida hasta el punto de no dar fruto, como acontece en las tres primeras
categorías de terreno: “el camino” (lugar duro por el paso de los hombres y de
los animales), “el terreno pedregoso” (formado por rocas), “los abrojos”
(terreno cubierto de espinas). Sin embargo, la que cae sobre “tierra buena” da
un fruto excelente aunque en cuantía diversa. Se orienta al lector a prestar
más atención al fruto del grano que a la acción del sembrador. Además, Mateo
focaliza la atención del auditorio sobre la tierra buena y sobre el fruto que
ésta es capaz de producir de forma excepcional.
La primera Parte de la parábola acaba con una advertencia: “El que
tenga oídos, que oiga” (v.9); es una llamada a la libertad de escuchar. La
palabra de Jesús puede quedarse en simple “parábola” para una multitud incapaz
de comprender, pero para el que se deja llevar por su fuerza puede revelar “los
misterios del reino de los cielos”. El acoger la palabra de Jesús es lo que
distingue a los discípulos y a la muchedumbre anónima; la fe de los primeros
revela la ceguera de los segundos y los empuja a buscar más allá de la
parábola.
• Escuchar y comprender. Siempre es Jesús el que conduce a los
discípulos a la pista correcta para la comprensión de la parábola. En el futuro
será la Iglesia la que será guiada por medio de los discípulos a la comprensión
de la Palabra de Jesús. En la explicación de la parábola, los dos verbos
“escuchar” y “comprender” aparecen en 13,23: “Lo sembrado en tierra buena es el
que escucha la Palabra y la comprende”. Es en la comprensión donde el discípulo
que escucha cada día la Palabra de Jesús se distingue de las multitudes que
sólo la escuchan ocasionalmente.
• Impedimentos para la comprensión. Jesús se refiere principalmente a
la respuesta negativa que sus contemporáneos dan a su predicación del reino de
los cielos. Esta respuesta negativa va ligada a impedimentos de índole diversa.
El terreno del camino es el que los viandantes han convertido en sendero
endurecido y aparece del todo negativo: “Todos saben que no sirve para nada
echar la semilla en el camino: no se dan las condiciones necesarias para el
crecimiento. Después la gente pasa, pisotea y destruye la semilla. La semilla
no se echa en cualquier parte (Carlos Mesters). Ante todo está la
responsabilidad personal del individuo: acoger la Palabra de Dios en el propio
corazón; si por el contrario cae en un corazón “endurecido”, obstinado en las
propias convicciones y en la indiferencia, se ofrece campo al maligno que acaba
por completar esta actitud persistente de cerrazón a la Palabra de Dios. El
terreno pedregoso. Si el primer impedimento es un corazón insensible e
indiferente, la imagen de la semilla que cae sobre piedras, sobre rocas y entre
espinos, indica el corazón inmerso en una vida superficial y mundana. Estos
estilos de vida son energías que impiden que la Palabra dé fruto. Se da un
atisbo de escucha, pero pronto queda bloqueado, no sólo por las tribulaciones y
las pruebas inevitables, sino también por la implicación del corazón en las
preocupaciones y en las riquezas. Una vida no profunda y superficial se aviene
con la inestabilidad. La tierra buena: es el corazón que escucha y comprende la
palabra; esta da fruto. Este rendimiento es obra de la Palabra en un corazón
acogedor. Se trata de una comprensión dinámica, que se deja envolver por la
acción de Dios presente en la Palabra de Jesús. La comprensión de su Palabra
permanecerá inaccesible si descuidamos el encuentro con él y no le dejamos que
dialogue con nosotros.
4) Para la reflexión personal
• La escucha de la Palabra de Dios, ¿te lleva a la comprensión
profunda o permanece sólo como un ejercicio intelectual?
• ¿Eres corazón acogedor y disponible, dócil para llegar a una comprensión plena de la Palabra?
• ¿Eres corazón acogedor y disponible, dócil para llegar a una comprensión plena de la Palabra?
5) Oración final
Los preceptos del Señor son rectos,
alegría interior;
el mandato del Señor es límpido,
ilumina los ojos. (Sal 19,9)
alegría interior;
el mandato del Señor es límpido,
ilumina los ojos. (Sal 19,9)
Orden de los Carmelitas
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