¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, a la
manera de la lectio divina, en este domingo XV del Tiempo ordinario, ciclo A.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: 15º
Domingo del Tiempo Ordinario (A)
Lectio
Domingo, 12 de julio de 2020
La parábola de la semilla en tierra
Mateo 13,1-23
Mateo 13,1-23
1. Oración inicial
La oración es, también, disponibilidad para escuchar; es el momento
propicio en el cuál se realiza el verdadero encuentro con Dios. Hoy, domingo
del “sembrador”, queremos abrir el corazón a la escucha de la palabra de Jesús
con las palabras de San Juan Crisóstomo, para llegar a ser, también nosotros, oyentes dóciles y disponibles de la Palabra que salva: “Haz, Señor,
que escuche con atención y recuerde constantemente tu enseñanza, que la ponga
en práctica con fuerza y voluntad, despreciando las riquezas y alejando todas
las inquietudes de la vida mundana… Haz que me fortifique enteramente y medite
tus palabras poniendo profundas raíces y purificándome de todos los atractivos
mundanos”. (San Juan Crisóstomo, Comentario al Evangelio según S. Mateo
44,3-4)
2. Lectura
a) contexto:
Mateo coloca la parábola de la semilla con los sucesos precedentes de
los capítulos 11 y 12, donde se ha mencionado el reino de Dios que sufre
violencia. El tema de nuestra parábola, como de todo el discurso en las
parábolas en el capítulo 13, es el reino de Dios.
La “casa” de la que Jesús sale es la que había tomado en Cafarnaún por morada y donde se encuentra con sus discípulos (v.1: Aquel día salió de casa) y su salida se pone en relación con la del sembrador (v.3: y el sembrador salió para sembrar). Su “salir” tiene como término fijo o concreto la orilla del lago (v.1: y se sentó a orillas del mar); este lugar reclama el momento en el que Jesús había llamado a sus discípulos (4,18) , pero, el mar es un lugar de tránsito hacia los pueblos paganos, por tanto, representaba la frontera entre Israel y el mundo pagano. El fondo del discurso en las parábolas es, por tanto, el lago de Genesaret, llamado “mar” según la opinión de la gente. Su salida atrae a la gente. Y mientras Jesús está sentado en la orilla del mar, sorprendido por la cantidad de gente que se le acercaba, se vió obligado a subir a la barca. Ésta se convierte en la cátedra de su enseñanza. Jesús se dirige a sus oyentes mediante “un hablar en parábolas” que es algo diverso de enseñar o anunciar.
La “casa” de la que Jesús sale es la que había tomado en Cafarnaún por morada y donde se encuentra con sus discípulos (v.1: Aquel día salió de casa) y su salida se pone en relación con la del sembrador (v.3: y el sembrador salió para sembrar). Su “salir” tiene como término fijo o concreto la orilla del lago (v.1: y se sentó a orillas del mar); este lugar reclama el momento en el que Jesús había llamado a sus discípulos (4,18) , pero, el mar es un lugar de tránsito hacia los pueblos paganos, por tanto, representaba la frontera entre Israel y el mundo pagano. El fondo del discurso en las parábolas es, por tanto, el lago de Genesaret, llamado “mar” según la opinión de la gente. Su salida atrae a la gente. Y mientras Jesús está sentado en la orilla del mar, sorprendido por la cantidad de gente que se le acercaba, se vió obligado a subir a la barca. Ésta se convierte en la cátedra de su enseñanza. Jesús se dirige a sus oyentes mediante “un hablar en parábolas” que es algo diverso de enseñar o anunciar.
b) El texto:
1 Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a
orillas del mar. 2 Y se reunió tanta gente junto a él, que
hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la
ribera. 3 Y les habló muchas cosas en parábolas.
Decía: «Salió un sembrador a sembrar. 4 Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. 5 Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; 6 pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. 7 Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. 8 Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. 9 El que tenga oídos, que oiga.»
10 Y acercándose los discípulos le dijeron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» 11 Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. 12 Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 13 Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. 15Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane. 16 «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! 17 Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.
18 «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. 19 Sucede a todo el que oye la palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino.20 El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la palabra, y al punto la recibe con alegría; 21 pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la palabra, sucumbe enseguida. 22 El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto. 23 Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la palabra y la entiende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.»
Decía: «Salió un sembrador a sembrar. 4 Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. 5 Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; 6 pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. 7 Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. 8 Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. 9 El que tenga oídos, que oiga.»
10 Y acercándose los discípulos le dijeron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» 11 Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. 12 Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 13 Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. 15Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane. 16 «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! 17 Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.
18 «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. 19 Sucede a todo el que oye la palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino.20 El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la palabra, y al punto la recibe con alegría; 21 pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la palabra, sucumbe enseguida. 22 El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto. 23 Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la palabra y la entiende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.»
3. Un momento de silencio orante
En nuestro obrar con prisas, que nos lleva a estar siempre propensos a
lo exterior, sintamos la necesidad de una parada entretejida de silencio...en
este momento nos volvemos receptivos al fuego de la Palabra...
4. Interpretar el texto
a) La acción del sembrador:
El relato parabólico habla de un sembrador, no de un campesino y su
actividad está caracterizada por el contraste entre la pérdida de las semillas
(13, 4-7) y el fruto abundante (13,8). Además, hay que notar una diferencia
entre las riquezas de los particulares con la que viene descrita la pérdida de
las semillas y la forma concisa del fruto abundante. Pero a la cantidad de
experiencias sin éxito y de desilusión representada por las varias pérdidas de
semilla (...en el camino...en terreno pedregoso... entre espinas...) se
contrapone la grande cosecha que hace olvidar la experiencia negativa de la
pérdida. Además, en la parábola hay una diferencia temporal entre la fase del
comienzo de la semilla y la del fin que coincide con el fruto de la cosecha. Si
en varios intentos de la semilla el fruto está ausente, tal falta nos lleva al
Reino de Dios, al momento en el que se hará la gran cosecha. Jesús, el
sembrador, siembra la semilla del Reino (13,19) que hace presente la señoría de
Dios sobre el mundo, sobre los hombres y que realiza el fruto final. La
parábola tiene tal fuerza persuasiva que lleva al oyente a tener confianza en
la obra de Jesús que, aunque a veces se vea llena de fracasos y desilusiones,
al final tendrá un éxito clamoroso.
b) Jesús, aparte, comunica a los discípulos el objetivo de hablar en
parábolas (13,10-17):
Después de la narración de la parábola y antes de su explicación
(13,18-23) los discípulos se acercan a Jesús ( el verbo acercarse expresa la
relación íntima con Jesús) y le hacen una pregunta explícita, no ven el motivo
por el que Jesús hable en parábolas a la gente (v.10: ¿Por qué les habla
en parábolas?). La respuesta a su pregunta los discípulos la reciben en el v.
13: “...les hablo en parábolas, porque ellos, viendo no ven, y oyendo, no
oyen ni entienden”. Es como decir: la gente no entiende, ni comprende.
Jesús no pretende forzarle a entender. De hecho, hasta ahora Jesús ha hablado y
obrado con claridad, pero la gente no ha comprendido; sin embargo, habiendo
disminuido la condición para exponer su mensaje en su radicalidad – esto es, la
comprensión – recurre al lenguaje de las parábolas, que siendo más velado,
estimula a la gente a pensar más, a reflexionar sobre los obstáculos que les
impide la comprensión de la enseñanza de Jesús. Parecen repetirse los tiempos
de Isaías, cuando el pueblo estaba cerrado al mensaje de Dios (Is 6,9-10) y
cómo tal situación de rechazo previsto por la tradición bíblica se repita ahora
en la gente que “ve-escucha”, pero no comprende. Jesús lo muestra en
la primera parte de la respuesta cuando distingue entre aquéllos que entran en
el conocimiento de los misterios del reino y los que son excluidos. El
conocimiento de los misterios de Dios a saber, el plan de Dios, es posible con
la intervención de Dios y no con las propias fuerzas humanas. Los discípulos
son presentados como aquéllos que comprenden la palabra de Jesús, no porque
sean más inteligentes, sino porque es Él mismo, quien les explica su palabra.
La incomprensión de la gente se convierte en la causa de hablar en parábolas: ellos no entienden a Jesús, por tanto, ponen en evidencia su abierta incomprensión obstinada o mejor la incapacidad de discernir. Los discípulos, al contrario, son llamados dichosos porque pueden ver y escuchar.
La incomprensión de la gente se convierte en la causa de hablar en parábolas: ellos no entienden a Jesús, por tanto, ponen en evidencia su abierta incomprensión obstinada o mejor la incapacidad de discernir. Los discípulos, al contrario, son llamados dichosos porque pueden ver y escuchar.
c) La explicación de la parábola (13, 18-23):
Jesús, después de haber expresado los motivos de por qué hablaba en
parábolas, ilustra la suerte de la palabra del Reino en los diferentes oyentes.
Aunque vienen enumerados cuatro tipos de terreno, dos son las tipologías de
oyentes que se ponen en confrontación: quien escucha la Palabra y no comprende
(13,19) y quien escucha la Palabra y comprende (13,23). Es interesante notar
que Mateo, a diferencia de Marcos, narra la historia en singular. Es el empeño
personal el yunque de prueba de la verdadera escucha y de la comprensión. La
primera categoría de oyentes están por la escucha de la palabra (19), pero no
la comprenden. La comprensión de la Palabra se ha de entender aquí, no a nivel
intelectual, sino sapiencial, es necesario entrar en su significado profundo y
salvífico. En la segunda (13,20-21) la Palabra, además de ser escuchada, es
acogida con gozo. Tal acogida (falta de raíces) se hace inestable cuando al entusiasmo
del principio sigue la continuidad de la elección, debida seguramente a
experiencias de sufrimiento y persecución, inevitables en todo camino de
fidelidad a la escucha de Dios.
La tercera posibilidad evoca las preocupaciones materiales que pueden sofocar la Palabra (13,22). Y finalmente, el éxito positivo: la semilla perdida en los anteriores terrenos, se compensa con el resultado fructuoso. En síntesis se evocan en la parábola tres aspectos que siguen al acto de creer, activo y perseverante: el escuchar, el comprender y el llevar fruto.
La tercera posibilidad evoca las preocupaciones materiales que pueden sofocar la Palabra (13,22). Y finalmente, el éxito positivo: la semilla perdida en los anteriores terrenos, se compensa con el resultado fructuoso. En síntesis se evocan en la parábola tres aspectos que siguen al acto de creer, activo y perseverante: el escuchar, el comprender y el llevar fruto.
5. Pistas meditativas para la práctica eclesial
- ¿Qué puede decir hoy la parábola a la Iglesia? ¿Qué terreno presenta
nuestra comunidad eclesial? Y a nivel personal ¿qué disponibilidad interior y
comprensión manifestamos ante la escucha de la Palabra?
- ¿No es verdad que los peligros señalados por Jesús a sus discípulos
sobre la acogida de la Palabra nos tocan también a nosotros? ¿Por ejemplo: la
inconstancia de frente a las dificultades, la negligencia, la pereza, el ansia
por el futuro, las preocupaciones cotidianas?
- Los discípulos han sido capaces de preguntar a Jesús, de
interrogarle sobre las preocupaciones y dificultades. En tu camino de fidelidad
a la Palabra de Dios ¿a quién diriges tus interrogativos, tus preguntas? De la
cualidad de nuestras preguntas dependen también las respuestas que Jesús sabe
comunicarnos en la relación íntima y personal con Él.
- La figura del sembrador nos lleva a la de la Iglesia en su empeño de
evangelización: saber comunicar de un modo nuevo la figura de Jesús y los
valores del evangelio. La Iglesia debe distinguirse por la autoridad de su
enseñanza, por la franqueza de su predicación y por la fuerza de la acción. Hoy
se necesitan evangelizadores fiables, solícitos e infatigables. Cada comunidad
eclesial está llamada por la parábola del sembrador a no realizar una acción
selección sobre las personas o contextos sociales donde anunciar el evangelio;
es necesario tener amplitud de miras y dedicarse también a las situaciones que
parecen imposibles para comunicar el evangelio. Cada acción pastoral de
evangelización conoce un primer momento de efímero entusiasmo, al cuál, sin
embargo, puede seguir una respuesta de frialdad y oposición. Los varios
intentos de la pastoral, se comparan a los tres intentos del sembrador, que al
final son recompensados con la abundancia del triple fruto. Ciertamente la
palabra de Jesús germina y fructifica en los corazones disponibles a su acción,
pero no se necesita desistir en el despertar del sopor, la indecisión y la
dureza de oídos de muchos creyentes.
6. Salmo 65 (64)
Te ocupas de la tierra y la riegas,
la colmas de riquezas.
El arroyo de Dios va lleno de agua,
tú preparas sus trigales.
Así la preparas:
riegas sus surcos, allanas sus glebas,
las mulles con lluvia, bendices sus brotes.
Coronas el año con tus bienes,
de tus rodadas brota la abundancia;
destilan los pastos del páramo,
las colinas se adornan de alegría;
las praderas se visten de rebaños
y los valles se cubren de trigales
entre gritos de júbilo y canciones.
la colmas de riquezas.
El arroyo de Dios va lleno de agua,
tú preparas sus trigales.
Así la preparas:
riegas sus surcos, allanas sus glebas,
las mulles con lluvia, bendices sus brotes.
Coronas el año con tus bienes,
de tus rodadas brota la abundancia;
destilan los pastos del páramo,
las colinas se adornan de alegría;
las praderas se visten de rebaños
y los valles se cubren de trigales
entre gritos de júbilo y canciones.
7. Oración final
Seño, tu parábola del sembrador, nos enseña a cada uno de nosotros,
los caminos de nuestra vida, la dureza del vivir cotidiano, las dificultades y
los momentos de docilidad y que constituye nuestro paisaje interior. Todos
somos, muchas veces: caminos, pedregales y espinas. Pero también tierra fértil,
buena. Líbranos de la tentación de las potencias negativas que intentan anular
la fuerza de tu palabra. Fortifica nuestra voluntad cuando las emociones
fugitivas, inconstancias hacen menos eficaz la seducción de tu Palabra.
Ayúdanos a conservar el gozo que el encuentro con tu Palabra sabe engendrar en
nuestro corazón. Haz fuerte nuestro corazón para que en la tribulación no nos
sintamos indefensos y expuestos al desánimo. Danos la fuerza de resistir a los
obstáculos que ponemos a tu Palabra cuando sobrevienen las preocupaciones del
mundo o estamos engañados por el brillo del dinero, seducidos por el placer,
por las vanidades de aparentar. Conviértenos en terreno bueno, personas
acogedoras, para ser capaces de ofrecer nuestro servicio a tu Palabra. Amén
Orden de los Carmelitas
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