¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en
este Domingo II de Pascua o de la Misericordia.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: 2º Domingo de Pascua (A)
Lectio
Domingo, 19 Abril , 2020
Juan 20,19-31
La misión de los discípulos y
el testimonio del apóstol Tomás
1. Oración inicial
¡Oh Padre!,
que en el día del Señor reúnes a todo tu pueblo para celebrar a Aquél que es el
Primero y el Último, el Viviente que ha vencido la muerte; danos la fuerza de
tu Espíritu, para que, rotos los vínculos del mal, abandonados nuestros
miedos y nuestras indecisiones, te rindamos el libre servicio de nuestra
obediencia y de nuestro amor, para reinar con Cristo en la gloria
2. LECTIO
a) Clave de
lectura:
Estamos en
el así llamado “libro de la resurrección” donde se narran, sin una continuidad
lógica, diversos episodios que se refieren a Cristo Resucitado y los hechos que
lo prueban. Estos hechos están colocados, en el IV Evangelio, en la mañana
(20,1-18) y en la tarde del primer día después del sábado y ocho días después,
en el mismo lugar y día de la semana. Nos encontramos de frente al
acontecimiento más importante en la historia de la Humanidad, un acontecimiento
que nos interpela personalmente. “Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra
predicación, y vana es también nuestra fe.. y vosotros estáis aún en vuestros
pecados” (1Cor 15,14.17) dice el apóstol Pablo, que no había conocido a Jesús
antes de la Resurrección, pero que lo predicaba con toda su vida, lleno de
celo. Jesús es el enviado del Padre. Él también nos envía. La disponibilidad de
“andar” proviene de la profundidad de la fe que tenemos en el Resucitado.
¿Estamos preparado para aceptar Su “mandato” y a dar la vida por su Reino? Este
pasaje no se refiere sólo a la fe de aquéllos que no han visto (testimonio de
Tomás), sino también a la misión confiada por Cristo a la Iglesia.
b) Una
posible división del texto para facilitar la lectura:
20,19-20:
aparición a los apóstoles y muestra de las llagas
20,21-23: don del Espíritu para la misión
20,24-26: aparición particular para Tomás ocho días después
20,27-29: diálogo con Tomás
20,30-31: finalidad del evangelio según Juan
20,21-23: don del Espíritu para la misión
20,24-26: aparición particular para Tomás ocho días después
20,27-29: diálogo con Tomás
20,30-31: finalidad del evangelio según Juan
c) El
texto:
19 Al
atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a
los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó
Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» 20 Dicho esto, les
mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.21
Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros.
Como el Padre me envió, también yo os envío.» 22 Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» 25 Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.»
26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.» 27 Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» 28 Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» 29 Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.»
30 Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos signos que no están escritos en este libro. 31 Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
Como el Padre me envió, también yo os envío.» 22 Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» 25 Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.»
26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.» 27 Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» 28 Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» 29 Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.»
30 Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos signos que no están escritos en este libro. 31 Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
3. Un momento de silencio
para
conseguir depositar la Palabra en nuestro corazón
4. MEDITATIO
a) Algunas
preguntas para ayudar a la meditación:
¿Quién o
qué cosa ha suscitado mi interés y maravilla en la lectura que he hecho? ¿Es
posible que haya algunos que se profesen cristianos, pero que no crean en la
Resurrección de Jesús? ¿Tan importante es creer? ¿Qué cambia si sólo nos
quedásemos con su enseñanza y su testimonio de vida? ¿Qué significado tiene
para mí el don del Espíritu para la misión? ¿Cómo continúa, después de la Resurrección,
la misión de Jesús en el mundo? ¿Cuál es el contenido del anuncio misionero?
¿Qué valor tiene para mí el testimonio de Tomás? ¿Cuáles son , si las tengo,
las dudas de mi fe? ¿Cómo las afronto y progreso? ¿Sé expresar las razones de
mi fe?
b) Comentario:
Al
atardecer de aquel día, el primero de la semana: los discípulos están viviendo
un día extraordinario. El día siguiente al sábado, en el momento en el que
viene escrito el IV evangelio, es ya para la comunidad “ el día del Señor” (Ap
1-10), Dies Domini (domingo) y tiene más importancia que la tradición del
sábado para los Judíos.
Mientras
estaban cerradas las puertas: una anotación para indicar que el cuerpo de
Cristo Resucitado, aún siendo reconocible, no está sujeto a las leyes
ordinarias de la vida humana.
Paz a
vosotros: no es un deseo, sino la paz que había prometido cuando estaban
afligidos por su partida (Jn 14,27; 2Tes 3,16; Rom 5,3), la paz mesiánica, el
cumplimiento de las promesas de Dios, la liberación de todo miedo, la victoria
sobre el pecado y sobre la muerte, la reconciliación con Dios, fruto de su
pasión, don gratuito de Dios. Se repite por tres veces en este pasaje, como
también la introducción (20,19) se repite más adelante (20,26) de modo
idéntico.
Les mostró
las manos y el costado: Jesús refuerza las pruebas evidentes y tangibles
de que es Él el que ha sido crucificado. Sólo Juan recuerda especialmente la
herida del costado producida por la lanza de un soldado romano, mientras Lucas
tiene en cuenta las heridas de los pies (Lc 24-39). Al mostrar las heridas
quiere hacer evidente que la paz que Él da, viene de la cruz (2Tim 2,1-13).
Forman parte de su identidad de Resucitado (Ap 5,6)
Los
discípulos se alegraron de ver al Señor: Es el mismo gozo que expresa el
profeta Isaías al describir el banquete divino (Is 25,8-9), el gozo
escatológico, que había preanunciado en los discursos de despedida, gozo que
ninguno jamás podrá arrebatar (Jn 16,22; 20,27). Cfr. También Lc 24,39-40; Mt
28,8; Lc 24,41.
Como el
Padre me envió, también yo os envío: Jesús es el primer misionero, el
“apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos” (Ap 3,1). Después de la
experiencia de la cruz y de la resurrección se actualiza la oración de Jesús al
Padre (Jn 13,20; 17,18; 21,15,17). No se trata de una nueva misión, sino de la
misma misión de Jesús que se extiende a todos los que son sus discípulos,
unidos a Él como el sarmiento a la vid (15,9), como también a su Iglesia (Mt
28,18-20; Mc 16,15-18; Lc 24,47-49). El Hijo eterno de Dios ha sido enviado
para que “el mundo se salve por medio de Él” (Jn 3,17) y toda su existencia
terrena, de plena identificación con la voluntad salvífica del Padre, es una
constante manifestación de aquella voluntad divina de que todos se salven. Este
proyecto histórico lo deja en consigna y herencia a toda la Iglesia y de modo
particular, dentro de ella, a los ministros ordenados.
Sopló sobre
ellos: el gesto recuerda el soplo de Dios que da la vida al hombre (Gn
2,7); no se encuentra otro en el Nuevo Testamento. Señala el principio de una
creación nueva.
Recibid el
Espíritu Santo: después que Jesús ha sido glorificado viene dado el
Espíritu Santo (Jn 7,39). Aquí se trata de la transmisión del Espíritu para una
misión particular, mientras Pentecostés (Act 2) es la bajada del Espíritu Santo
sobre todo el pueblo de Dios.
A quienes
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos: el poder de perdonar o no perdonar (remitir) los pecados
se encuentra también en Mateo de forma más jurídica (Mt 16,19; 18,18). Es Dios
quien tiene el poder de perdonar los pecados, según los escribas y fariseos (Mc
2,7), como según la tradición (Is 43,25). Jesús tiene este poder (Lc 5,24) y lo
transmite a su Iglesia. Conviene no proyectar sobre este texto, en la
meditación, el desarrollo teológico de la tradición eclesial y las
controversias teológicas que siguieron. En el IV evangelio la expresión se
puede considerar de un modo amplio. Se indica el poder de perdonar los pecados
en la Iglesia como comunidad de salvación, de la que están especialmente
dotados aquéllos que participan por sucesión y misión del carisma apostólico.
En este poder general está también incluso el poder de perdonar los pecados
después del bautismo, lo que nosotros llamamos “sacramento de la
reconciliación” expresado de diversas formas en el curso de la historia de la
Iglesia.
Tomás, uno
de los Doce, llamado el Mellizo: Tomás es uno de los protagonistas del IV
evangelio, se pone en evidencia su carácter dudoso y fácil al desánimo (11,16;
14,5). “Uno de los doce” es ya una frase hecha (6,71), porque en realidad eran
once. “Dídimo” quiere decir Mellizo , nosotros podremos ser “mellizos” con él
por la dificultad de creer en Jesús, Hijo de Dios muerto y resucitado.
¡Hemos
visto al Señor! Ya antes Andrés, Juan y Felipe, habiendo encontrado al
mesías, corrieron para anunciarlo a los otros (Jn 1,41-45). Ahora es el anuncio
oficial por parte de los testigos oculares (Jn 20,18).
Si no veo
en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los
clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré: Tomás no consigue creer
a través de los testigos oculares. Quiere hacer su experiencia. El evangelio es
consciente de la dificultad de cualquiera para creer en la Resurrección (Lc24,
34-40; Mc 16,11; 1Cor 15,5-8), especialmente aquéllos que no han visto al
Señor. Tomás es su (nuestro ) intérprete. Él está dispuesto a creer, pero
quiere resolver personalmente toda duda, por temor a errar. Jesús no ve en
Tomás a un escéptico indiferente, sino a un hombre en busca de la verdad y lo
satisface plenamente. Es por tanto la ocasión para lanzar una apreciación a
hacia los futuros creyentes (versículo 29).
Acerca aquí
tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas
incrédulo sino creyente: Jesús repite las palabras de Tomás, entra en
diálogo con él, entiende sus dudas y quiere ayudarlo. Jesús sabe que Tomás lo
ama y le tiene compasión, porque todavía no goza de la paz que viene de la fe.
Lo ayuda a progresar en la fe. Para profundizar más en la meditación, se pueden
confrontar los lugares paralelos: 1Jn 1-2; Sal 78,38; 103,13-14; Rom 5,20; 1Tim
1,14-16.
¡Señor mío
y Dios mío!: Es la profesión de fe en el Resucitado y en su divinidad como
está proclamado también al comienzo del evangelio de Juan (1,1) En el Antiguo
Testamento “Señor” y “Dios” corresponden respectivamente a”Jahvé” y a “Elohim”
(Sal 35,23-24; Ap 4,11). Es la profesión de fe pascual en la divinidad de Jesús
más explicita y directa. En el ambiente judaico adquiría todavía más valor, en cuanto
que se aplicaban a Jesús textos que se refieren a Dios. Jesús no corrige las
palabras de Tomás, como corrigió aquéllas de los judíos que lo acusaban de
querer hacerse “igual a Dios” (Jn 5,18ss), aprobando así el reconocimiento de
su divinidad.
Porque me
has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído: Jesús
nunca soporta a los que están a la búsqueda de signos y prodigios para creer
(Jn 4,48) y parece reprochar a Tomás. Encontramos aquí un pasaje hacia una fe
más auténtica, un “camino de perfección” hacia una fe a la que se debe llegar
también sin las pretensiones de Tomás, la fe aceptada como don y acto de
confianza. Como la fe ejemplar de nuestros padres (Ap 11) y como la de María
(Lc 1,45). A nosotros, que estamos a más de dos mil años de distancia de la
venida de Jesús, se nos dice que, aunque no lo hayamos visto, lo podemos amar y
creyendo en Él podemos exultar de “un gozo indecible y glorioso” (1Pt
1,8).
Estos
[signos] han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre: El IV evangelio, como
los otros, no tiene la finalidad de escribir la vida completa de Jesús, sino
sólo demostrar que Jesús era el Cristo, el Mesías esperado, el Liberador y que
era Hijo de Dios. Creyendo en Él tenemos la vida eterna. Si Jesús no es Dios,
¡vana es nuestra fe!
5. ORATIO
Salmo 118
(117)
¡Aleluya!
¡Dad gracias a Yahvé, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
¡Diga la casa de Israel:
es eterno su amor!
¡Diga la casa de Aarón:
es eterno su amor!
¡Digan los que están por Yahvé:
es eterno su amor!
¡Dad gracias a Yahvé, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
¡Diga la casa de Israel:
es eterno su amor!
¡Diga la casa de Aarón:
es eterno su amor!
¡Digan los que están por Yahvé:
es eterno su amor!
¡Cómo me
empujaban para tirarme!,
pero Yahvé vino en mi ayuda.
Mi fuerza y mi canto es Yahvé,
él fue mi salvación.
Clamor de júbilo y victoria
se oye en las tiendas de los justos.
pero Yahvé vino en mi ayuda.
Mi fuerza y mi canto es Yahvé,
él fue mi salvación.
Clamor de júbilo y victoria
se oye en las tiendas de los justos.
La piedra
que desecharon los albañiles
se ha convertido en la piedra angular;
esto ha sido obra de Yahvé,
nos ha parecido un milagro.
¡Éste es el día que hizo Yahvé,
exultemos y gocémonos en él!
¡Yahvé, danos la salvación!
¡Danos el éxito, Yahvé!
se ha convertido en la piedra angular;
esto ha sido obra de Yahvé,
nos ha parecido un milagro.
¡Éste es el día que hizo Yahvé,
exultemos y gocémonos en él!
¡Yahvé, danos la salvación!
¡Danos el éxito, Yahvé!
6. CONTEMPLATIO
Oración
final
Te doy
gracias Jesús, mi Señor y mi Dios, que me has amado y llamado, hecho digno de
ser tu discípulo, que me has dado el Espíritu, el mandato de anunciar y
testimoniar tu resurrección, la misericordia del Padre, la salvación y el perdón
para todos los hombres y todas las mujeres del mundo. Verdaderamente eres Tú el
camino, la verdad y la vida, aurora sin ocaso, sol de justicia y de paz. Haz
que permanezca en tu amor, ligado como sarmiento a la vid, dame tu paz, de modo
que pueda superar mis debilidades, afrontar mis dudas, responder a tu llamada y
vivir plenamente la misión que me has confiado, alabándote para siempre. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Orden de los Carmelitas
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