¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio, a la
manera de la lectio divina, en este martes de la 7ª semana del Tiempo Ordinario,
ciclo A.
Dios nos bendice...
Lectio
Divina: Marcos 9,30-37
Lectio
Martes,
25 de febrero de 2020
Martes
- Tiempo Ordinario
1)
Oración inicial
Dios todopoderoso y eterno: concede a tu pueblo que la
meditación asidua de tu doctrina le enseñe a cumplir de palabra y de obra, lo
que a ti te complace. Por nuestro Señor.
2)
Lectura
Del santo Evangelio según Marcos 9,30-37
Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no
quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El
Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres
días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y
temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntaba:
«¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían
discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y
les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor
de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus
brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me
recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha
enviado.»
3)
Reflexión
• El evangelio de hoy presenta el segundo anuncio de la
Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Como en el primer anuncio (Mc 8,27-38),
los discípulos quedan espantados y con miedo. No entienden la palabra sobre la
cruz, porque no son capaces de entender ni de aceptar a un Mesías que se hace
siervo de los hermanos. Ellos siguen soñando con un mesías glorioso y
muestran, además de esto, una gran incoherencia. Mientras Jesús anuncia su
Pasión y Muerte, ellos discuten entre sí quiénes de ellos es el mayor. Jesús
quiere servir, ¡ellos sólo piensan en mandar! La ambición los lleva a auto
promoverse a cuestas de Jesús. Hasta hoy, aquí y allá, el mismo deseo de
autopromoción aparece en nuestras comunidades.
• Tanto en la época de Jesús, como en la época de Marcos,
había la “levadura” de la ideología dominante. También hoy, la ideología de las
propagandas del comercio, del consumismo, de las novelas influye profundamente
en la manera de pensar y actuar de la gente. En la época de Marcos, no siempre
las comunidades eran capaces de mantener una actitud crítica frente a la
invasión del Imperio Romano. ¿Y hoy?
• Marcos 9,30-32: El anuncio de la Cruz. Jesús
camina por Galilea, pero no quiere que la gente se entere, pues está ocupado
con la formación de los discípulos y conversa con ellos sobre la Cruz. Dice
que, conforme a la profecía de Isaías (Is 53,1-10), el Hijo de Hombre debía ser
entregado y condenado a muerte. Esto indica que Jesús se dejaba orientar por la
Biblia, tanto en la realización de su propia misión, como en la formación dada
a los discípulos. El sacaba su enseñanza de las profecías. Como en el primer
anuncio (Mc 8,32), los discípulos lo escuchaban, pero no entendían la palabra
sobre la cruz. Pero tampoco piden aclaraciones. ¡Tienen medio de dejar
trasparentar su ignorancia!
• Marcos 9,33-34: La mentalidad de competición. Al
llegar a casa, Jesús pregunta: “¿De qué discutíais por el camino?” Ellos
no responden. Es el silencio de quien se siente culpable, “pues por el
camino habían discutido entre sí quién era el mayor”. Jesús es buen pedagogo.
No interviene inmediatamente. Sabe esperar el momento para luchar contra la
influencia de la ideología en sus formandos. La mentalidad de competición y de
prestigio, que caracterizaba la sociedad del Imperio Romano, se infiltraba ya
en la pequeña comunidad que ¡estaba a punto de empezar! ¡Aquí aparece el
contraste, la incoherencia: mientras Jesús se preocupa de ser Mesías Servo,
ellos sólo piensan en ser el mayor! Jesús trata de bajar. ¡Y ellos quieren
subir!
• Marcos 9,35-37: Servir, en vez de mandar. La
respuesta de Jesús es un resumen del testimonio de vida que él mismo venía
dando desde el comienzo: Si uno ser el primero, sea el último de todos, el
siervo de todos. Pues el último no gana premio ni recompensa. Es un siervo
inútil. (cf. Lc 17,10). El poder hay que usarlo no para subir y dominar, sino
para bajar y servir. Este es el punto en que Jesús más insistía y del que más
dio testimonio (cf. Mc 10,45; Mt 20,28; Jn 13,1-16). Enseguida, Jesús coloca a
un crío en medio de ellos. Una persona que sólo piensa en subir y en dominar,
no prestaría gran atención a los pequeños. ¡Pero Jesús lo invierte todo!
Dice: El que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, a mí me recibe.
Quien me recibe a mí, recibe a aquel que me ha enviado. El se identifica
con los niños. Quien acoge a los pequeños en el nombre de Jesús, acoge a Dios
mismo.
• No por el hecho de que una persona “siga a Jesús” ya
es santa y renovada. En medio de los discípulos, cada vez de nuevo, la
“levadura de Herodes y de los fariseos” (Mc 8,15) levantaba cabeza. En el
episodio del evangelio de hoy, Jesús aparece como el maestro que forma a sus
seguidores. "Seguir" era un término que formaba parte del
sistema educativo de la época. Era usado para indicar la relación entre
discípulo y maestro. La relación maestro-discípulo es diferente a la relación
profesor-alumno. Los alumnos asisten a las explicaciones del profesor sobre una
determinada materia. Los discípulos "siguen" al maestro y conviven
con él, veinte y cuatro horas al día. Fue en esta "convivencia" de
tres años con Jesús, que los discípulos y las discípulas recibieron su
formación. El evangelio de mañana nos dará otro ejemplo muy concreto de cómo
Jesús formaba a sus discípulos.
4)
Para la reflexión personal
• Jesús quiere bajar y servir. Los discípulos quieren
subir y dominar. ¿Yo? ¿Cuál es la motivación más profunda de mi “yo”
desconocido?
• Seguir a Jesús y estar con él, veinte cuatro horas al
día, y dejar que su modo di vivir se vuelva mi modo de vivir y convivir. ¿Está
ocurriendo esto en mí?
5)
Oración final
Acepta con agrado mis palabras,
el susurro de mi corazón,
sin tregua ante Ti, Señor,
Roca mía, mi redentor. (Sal 19,15)
el susurro de mi corazón,
sin tregua ante Ti, Señor,
Roca mía, mi redentor. (Sal 19,15)
Orden de los Carmelitas
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