¡Amor y
paz!
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este viernes de la XX
semana del Tiempo Ordinario, ciclo C., en que celebramos la fiesta de Santa
Rosa de Lima, virgen, Patrona de América Latina.
Dios nos
bendice…
Lectio Divina: Mateo 22,34-40
Lectio
Viernes, 23 agosto
2019
Tiempo Ordinario
1) Oración
inicial
¡Oh
Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor
en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas,
consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro
Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio
según Mateo 22,34-40
Mas los fariseos, al enterarse de que
había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le
preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor
de la Ley?» Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El
segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.»
3) Reflexión
•
El texto se ilumina. Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el
Templo, donde se inicia un debate entre él y sus adversarios, sumos sacerdotes
y escribas (20,28; 21,15), entre los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo
(21,23) y entre los sumos sacerdotes y los fariseos (21,45). El punto de
controversia del debate es: la identidad de Jesús o del hijo de David, el
origen de su identidad, y por tanto, la cuestión acerca del reino de Dios. El
evangelista presenta esta trama de debates con una secuencia de controversias
de ritmo creciente: el tributo a pagar al Cesar (22,15-22), la resurrección de
los muertos (22,23-33), el mandamiento más grande (22,34-40), el mesías, hijo y
Señor de David (22,41-46). Los protagonistas de las tres primeras discusiones
son exponentes del judaísmo oficial que intentan poner en dificultad a Jesús en
cuestiones cruciales. Estas disputas son planteadas a Jesús en calidad de
“Maestro” (rabbí), título que manifiesta al lector la comprensión que los
interlocutores tienen de Jesús. Pero Jesús aprovecha la ocasión para
conducirlos a plantearse una cuestión aún más crucial: la toma de posición
definitiva sobre su identidad (22,41-46).
• El mandamiento más grande.
Siguiendo los pasos de los saduceos que les han precedido, los fariseos
plantean de nuevo a Jesús una de las cuestiones más candentes: el mandamiento
más grande. Puesto que los rabinos siempre evidenciaban la multiplicidad de las
prescripciones (248 mandamientos), plantean a Jesús la cuestión de cuál es el
mandamiento fundamental, aunque los mismos rabinos habían inventado una
verdadera casuística para reducirlos lo más posible: David cuenta once (Sal
15,2-5), Isaías 6 seis (Is 33,15), Miqueas tres (Mi 6,8), Amós dos (Am 5,4) y
Abacuc sólo uno (Ab 2,4). Pero en la intención de los fariseos, la cuestión va
más allá de la pura casuística, pues se trata de la misma existencia de las
prescripciones. Jesús, al contestar, ata juntos el amor de Dios y el amor del
prójimo, hasta fusionarlos en uno solo, pero sin renunciar a dar la prioridad
al primero, al cual subordina estrechamente el segundo. Es más, todas las
prescripciones de la ley, llegaban a 613, están en relación con este único
mandamiento: toda la ley encuentra su significado y fundamento en el
mandamiento del amor. Jesús lleva a cabo un proceso de simplificación de todos
los preceptos de la ley: el que pone en práctica el único mandamiento del amor
no sólo está en sintonía con la ley, sino también con los profetas (v.40). Sin
embargo, la novedad de la respuesta no está tanto en el contenido material como
en su realización: el amor a Dios y al prójimo hallan su propio contexto y
solidez definitiva en Jesús. Hay que decir que el amor a Dios y al prójimo,
mostrado y realizado de cualquier modo en su persona, pone al hombre en una
situación de amor ante Dios y ante los demás. El doble único mandamiento, el
amor a Dios y al prójimo, se convierte en columnas de soporte, no sólo de las
Escrituras, sino también de la vida del cristiano.
4) Para la reflexión
personal
•
El amor a Dios y al prójimo ¿es para ti sólo un vago sentimiento, una emoción,
un movimiento pasajero, o es una realidad que invade toda tu persona: corazón,
voluntad, inteligencia y trato humano?
• Tú has sido creado para amar. ¿Eres consciente de que tu
realización consiste en amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente? Este amor ha de
verificarse en la caridad hacia los hermanos y en sus situaciones
existenciales. ¿Vives esto en la práctica diaria?
5) Oración final
¡Den
gracias al Señor por su amor,
por
sus prodigios en favor de los hombres!
Pues
calmó la garganta sedienta,
y
a los hambrientos colmó de bienes. (Sal 107,8-9)
Orden de los Carmelitas
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