¡Amor y paz!
Los invito,
hermanos, a leer y meditar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, en este
Domingo de Ramos.
Dios nos bendice...
Lectio Divina:
Domingo de Ramos (C)
Lectio
Domingo, 14 Abril ,
2019
Lucas 22,14 - 23,56
1. Oración inicial
Espíritu Santo,
derramado sobre el
mundo por el ser divino que va a morir,
condúcenos a
contemplar
y a comprender la vía
dolorosa
de nuestro Salvador
y el amor con que la
ha recorrido.
Concédenos ojos y
corazones de verdaderos creyentes,
para que se nos revele
el misterio glorioso
de su cruz.
«Gracias a la cruz no
andaremos ya errantes por el desierto,
porque conocemos el
camino verdadero;
no nos quedaremos ya
fuera de la casa de nuestro Dios, de nuestro rey,
porque hemos
encontrado la puerta;
no temeremos ya las
flechas encendidas del demonio,
porque habremos
descubierto una fuente de agua.
Por medio de Él, no
estaremos ya solos,
porque habremos
encontrado al esposo;
no tendremos ya miedo
del lobo,
porque habremos
encontrado al buen pastor.
Gracias a la cruz no
nos asustará ya la iniquidad de los poderosos,
porque estaremos
sentados a la mesa del rey» (Cf. S. Juan Crisóstomo).
2. Lectura
a)
Clave para la lectura:
Contexto
litúrgico: la antigua tradición de
proclamar el Evangelio de la Pasión y Muerte de Jesucristo el domingo anterior
a la Pascua se remonta a la época en la cual las celebraciones de la Semana
Santa estaban reducidas al mínimo. La finalidad de tal lectura es la de llevar
a los oyentes a la contemplación del misterio de muerte que prepara la
Resurrección del Señor y que es, por lo tanto, la condición por la cual el
creyente ha entrado en la “vida nueva” en Cristo. El uso de hacer esta larga
lectura entre varios lectores sirve, no solamente para hacer menos monótona la
proclamación o para facilitar una escucha atenta, sino para hacer que la
participación de los oyentes sea más emotiva, como si se quisiera transmitir la
sensación que ellos están presentes y son agentes de lo que se
narra.
Las dos lecturas que
preceden al Evangelio de este domingo, contribuyen para dar una perspectiva
interpretativa del texto: el Siervo de Yahvé es Jesús, el Cristo, Persona
divina que, a través de la muerte ignominiosa que padece, llega a la gloria de
Dios Padre y comunica su propia vida a los hombres que le escuchan y lo acogen.
Contexto
evangélico: sabemos ya que el núcleo
literario, en torno al cual se formaron los Evangelios, es el de la narración
de la Pascua del Señor: Pasión, Muerte y Resurrección. Estamos, pues, frente a
un texto bastante antiguo y unitario en su composición literaria, aunque se
haya formado gradualmente. Su importancia es, de todos modos, capital: se narra
el acontecimiento fundamental de la fe cristiana, aquél con el que cada
creyente debe confrontarse y conformarse constantemente (aún cuando el texto
que se ofrece en este domingo acaba en la sepultura de Jesús).
Lucas, como siempre,
se nos revela narrador eficaz y detallado, atento a las detalles particulares y
capaz de hacer ver al lector los sentimientos y movimientos interiores de sus
personajes principales, sobre todo, de Jesús. El dolor terrible e injusto que
padece se nos muestra a través del filtro de su actitud inalterable de
misericordia hacia todos los hombres, aunque estos sean sus perseguidores y
asesinos; algunos de ellos quedan tocados e impresionados por este modo suyo de
afrontar el sufrimiento y la muerte, de tal manera que dan signos de creer en
Él: el tormento de la Pasión viene suavizado con la potencia del amor divino de
Jesús.
En el contexto del
tercer Evangelio, Jesús va solamente una vez a la Ciudad Santa: la vez decisiva
para la historia humana del Cristo y para la historia de la salvación. Toda la
narración evangélica lucana es como una larga preparación para los acontecimientos
de aquellos últimos días, Jesús los pasa en Jerusalén predicando y haciendo
gestos, a veces de tono grandioso (por ej.: la expulsión de los mercaderes del
Templo, 19,45-48), otras veces, misteriosos o un poco provocadores (por ej.: la
respuesta acerca del tributo debido al César, 20,19-26). No por casualidad, el
evangelista concentra en estos últimos días acontecimientos y palabras que los
otros sinópticos ponen en otras fases de la vida pública del Señor. Todo esto
se desarrolla mientras el complot de los jefes del Pueblo se intensifica y se
hace cada vez más concreto, hasta que a Judas se le ofrece una ocasión propicia
e inesperada (22,2-6).
El tercer evangelista,
para indicar esta última y definitiva etapa de la vida del Señor, utiliza
varios términos en el curso de su obra: es una “partida” o un “éxodo” (9,31),
es una “asunción” (9,51) y es un “cumplimiento” (13,32). Así pues, Lucas da a entender
a sus lectores, anticipadamente, cómo interpretar la terrible y escandalosa
muerte del Cristo al cual han confiado su propia vida: Él realiza un paso
doloroso y difícil de entender, pero “necesario” en la economía de la salvación
(9,22; 13,33; 17,35; 22,37) para llevar a buen éxito (“cumplimiento”) su
itinerario hacia la gloria (Cf. 24,26; 17,25). Tal itinerario de Jesús es
paradigma de áquel que cada discípulo suyo debe llevar a cabo (Hch 14,22).
b)
Una división del texto para ayudar a la lectura:
La narración de la
última cena: desde 22,7 a 22,38;
La oración de Jesús en
el huerto de Getsemaní: desde 22,39 a 22,46;
El arresto y el
proceso hebraico: desde 22,47 a 22,71
El proceso civil
delante de Pilato y Herodes: desde 23,1 a 23,25
La condena, la
crucifixión y la muerte: desde 23,26 a 23,49
Los acontecimientos
sucesivos a la muerte: desde 23,50 hasta 23,56.
c) El
texto:
La
cena pascual
14 Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los
apóstoles 15 y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta
Pascua con vosotros antes de padecer; 16 porque os
digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de
Dios.»
17 Tomó luego una copa, dio gracias y dijo: «Tomad
esto y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo
que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que
llegue el Reino de Dios.»
19 Tomó luego pan, dio gracias, lo partió y se lo
dio diciendo: «Éste es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en
recuerdo mío.» 20 De igual modo, después de cenar, tomó la copa,
diciendo: «Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por
vosotros.
21 «Mirad, la mano del que me entrega está aquí
conmigo sobre la mesa. 22 Porque el Hijo
del hombre se marcha según está determinado. Pero, ¡ay de aquel por quien es
entregado!» 23 Entonces se pusieron a discutir entre sí quién
de ellos sería el que iba a hacer aquello.
24 Entre ellos hubo también un altercado sobre
quién de ellos parecía ser el mayor. 25 Él les
dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos y los que
ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores; 26 pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el
más joven y el que gobierna como el que sirve. 27 Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No
es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
28 «Vosotros sois los que habéis perseverado
conmigo en mis pruebas; 29 yo, por mi
parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre
tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
31 «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado
el poder cribaros como trigo; 32 pero yo he
rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto,
confirma a tus hermanos.» 33 Él dijo:
«Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte.» 34 Pero él contestó: «Te digo, Pedro, que antes de que hoy cante el
gallo habrás negado tres veces que me conoces.»
35 Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin
alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada.» 36 Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo
alforja, y el que no tenga, que venda su manto y se compre una espada.37Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está
escrito: Ha sido
contado entre los malhechores. Porque
lo que se refiere a mí toca a su fin.» 38 Ellos
dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas.» Él les dijo: «Basta.»
En el
monte de los Olivos
39 Salió y, como de costumbre, fue al monte de los
Olivos; los discípulos le siguieron. 40 Llegado
al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis en tentación.»
41 Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y
puesto de rodillas oraba 42 diciendo:
«Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino
la tuya.» 43 Entonces se le apareció un ángel venido del
cielo que le confortaba. 44 Y sumido en
agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de
sangre que caían en tierra.
45 Levantándose de la oración, vino donde los
discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; 46 y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para
que no caigáis en tentación.»
Prendimiento
de Jesús
47 Estaba todavía hablando cuando se presentó un
grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús
para darle un beso. 48 Jesús le dijo: «¡Judas,
con un beso entregas al Hijo del hombre!» 49 Viendo
los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a
espada?» 50 Y uno de ellos hirió al siervo del Sumo
Sacerdote y le llevó la oreja derecha. 51 Pero
Jesús dijo: «¡Dejad! ¡Basta ya!» Y tocando la oreja le curó.
52 Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, a los jefes
de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido contra él: «¿Como
contra un salteador habéis salido con espadas y palos? 53 Estaba yo todos los días en el Templo con vosotros y no me
pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las
tinieblas.»
54 Entonces le prendieron, se lo llevaron y le
hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de
lejos. 55Habían encendido una hoguera en medio del patio y
estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.56 Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó
mirando y dijo: «Éste también estaba con él.» 57 Pero él lo negó: «¡Mujer, no le conozco!» 58 Poco después le vio otro y dijo: «Tú también eres uno de ellos.»
Pedro dijo: «¡Hombre, no lo soy!» 59 Pasada como una
hora, otro aseguraba: «Cierto que éste también estaba con él, pues además es
Galileo.» 60 Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y
en aquel mismo momento, cuando aún estaba hablando, cantó un gallo. 61 El Señor se volvió y miró a Pedro. Recordó Pedro las palabras que
le había dicho el Señor: «Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres
veces» 62 y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
63 Los hombres que le tenían preso se burlaban de
él y le golpeaban. 64 Y, cubriéndole con un
velo, le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?» 65 Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.
66 En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo
de Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, le hicieron venir a su
Sanedrín 67 y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo.»
Él respondió: «Si os lo digo, no me creeréis. 68 Si os pregunto, no me responderéis. 69 De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.» 70 Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» Él les dijo:
«Vosotros lo decís: Yo soy.» 71 Dijeron ellos:
«¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de
su propia boca?»
Jesús
ante Pilato
1 Se levantaron todos ellos y le llevaron ante
Pilato. 2 Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos
encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al
César y diciendo que él es Cristo rey.» 3 Pilato le
preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Él le respondió: «Sí, tú lo
dices.» 4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
«Ningún delito encuentro en este hombre.» 5 Pero ellos
insistían diciendo: «Solivianta al pueblo con sus enseñanzas por toda Judea,
desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.» 6 Al oír
esto, Pilato preguntó si aquel hombre era Galileo. 7 Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a
Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén.
8 Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues
hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba
que hiciera algún signo en su presencia. 9 Le hizo
numerosas preguntas, pero él no respondió nada. 10 Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con
insistencia. 11 Pero Herodes, con su guardia, después de
despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a
Pilato.12 Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos,
pues antes estaban enemistados.
13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los
magistrados y al pueblo 14 y les dijo: «Me
habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he
interrogado delante de vosotros y no he hallado en él ninguno de los delitos de
que le acusáis. 15 Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido.
Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. 16 Así que
le daré un escarmiento y le soltaré.» [17]18 Toda
la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos a
Barrabás!» 19 Éste había sido encarcelado por un motín que
hubo en la ciudad y por asesinato.
20 Pilato les habló de nuevo, con la intención de
librar a Jesús, 21 pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale,
crucifícale!» 22Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho
éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le daré
un escarmiento y le soltaré.» 23 Pero ellos
insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y arreciaban en sus
gritos.
24 Pilato sentenció que se cumpliera su
demanda. 25 Soltó, pues, al que habían pedido, al que estaba
en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su deseo.
Camino
del Calvario
26 Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto
Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara
detrás de Jesús. 27 Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres
que se dolían y se lamentaban por él.28 Jesús se volvió
a ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por
vosotras y por vuestros hijos. 29 Porque llegarán
días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y
los pechos que no criaron! 30Entonces se pondrán
a decir a los
montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Sepultadnos! 31 Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se
hará?» 32 Llevaban además a otros dos malhechores para
ejecutarlos con él.
33 Llegados al lugar llamado Calvario, le
crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la
izquierda. 34Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo
que hacen.» Se repartieron sus vestidos, echando suertes.
35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían
muecas diciendo: «Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si él es el
Cristo de Dios, el Elegido.» 36 También los
soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: «Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!» 38 Había encima de él una inscripción: «Este es el rey de los
judíos.»
39 Uno de los malhechores colgados le insultaba:
«¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» 40 Pero el otro le increpó: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres
la misma condena? 41 Y nosotros con razón,
porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha
hecho.» 42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas
con tu Reino.» 43 Jesús le dijo: «Te aseguro que hoy estarás
conmigo en el Paraíso.»
44 Era ya cerca de la hora sexta cuando se
oscureció el sol y toda la tierra quedó en tinieblas hasta la hora nona. 45 El velo del Santuario se rasgó por medio 46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu.» Y, dicho esto, expiró.
Después
de la muerte de Jesús
47 Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a
Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo.» 48 Y toda la muchedumbre que había acudido a aquel espectáculo, al
ver lo que pasaba, se volvió dándose golpes de pecho.
49 Todos sus conocidos y las mujeres que le habían
seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo estas cosas.
50 Había un hombre llamado José, miembro del
Consejo, hombre bueno y justo, 51 que no había
asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea,
y esperaba el Reino de Dios. 52 Se presentó a
Pilato, le pidió el cuerpo de Jesús 53 y,
después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro
excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía. 54 Era el día de la Preparación y apuntaba el sábado.
55 Las mujeres que habían venido con él desde
Galilea fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo.
56 Luego regresaron y prepararon aromas y mirra. Y
el sábado descansaron según el precepto.
3. Momento de
silencio orante
para que la Palabra de
Dios entre en nosotros e ilumine nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la
meditación y en la oración.
a) Al final de esta
larga lectura, ¿qué sensación prevalece en mí: descanso como fin de la fatiga,
admiración por Jesús, dolor por su dolor, alegría por la salvación obtenida, o
qué otra cosa?
b) Vuelvo a leer el
texto, poniendo atención en cómo han actuado los distintos “poderosos”:
sacerdotes, escribas y fariseos, Pilato, Herodes. ¿Qué pienso de ellos? ¿Cómo
creo que hubiera podido pensar, actuar, hablar y decidir yo en su lugar?
c) Leo otra vez la
Pasión: pongo atención, esta vez, en cómo han actuado los “pequeños”:
discípulos, gente, los particulares, mujeres, soldados y otros. ¿Qué pienso de
ellos? ¿Cómo creo que hubiera actuado, pensado y hablado yo en su lugar?
d) Finalmente, repaso
mi modo de actuar en la vida diaria. ¿A cuál de los personajes, principales o
secundarios, logro asemejarme? ¿A cuál, sin embargo, desearía asemejarme más?
5. Una clave para la
lectura
para los que deseen
profundizar en el tema.
Deteniéndome en
algunos puntos-claves:
22,14: Cuando
llegó la hora se sentó a la mesa y sus discípulos con Él: no obstante que escriba para una comunidad de cristianos
provenientes, en su mayoría, del paganismo, Lucas subraya que la última cena de
Jesús está encuadrada dentro de los ritos del Pesah hebraico. Poco antes ha
descrito los preparativos (vv. 7-13).
22,15: Con
ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer : es una
llamada a 12,50: “Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué
angustiado estoy hasta que se cumpla!” (cfr. también Jn 12,32). Lucas nos
ofrece un rayo de luz sobre la dimensión interior de Jesús, mientras se dispone
a padecer y morir: lo que le empuja es, como siempre para Él, la opción radical
de aceptar la voluntad del Padre (Cf. 2,49), pero se vislumbra, incluso, en
estas palabras un deseo humanísimo de fraternidad, de compartir y de amistad.
22,17: Tomó
luego una copa, dio gracias: no estamos todavía en el
cáliz eucarístico propiamente dicho, sino en la primera de las cuatro copas de
vino que se tomaban en el transcurso de la cena pascual.
22,18: A
partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el
Reino de Dios: segunda indicación expresa a la muerte
que ya está próxima. Se vuelven a tomar los anuncios de la Pasión (9,22.44;
12,50; 18,31-32) y, como aquellos, hacen una llamada implícitamente a la
resurrección. El tono, de todos modos, dada la seriedad del momento, contiene
los acentos de esperanza y de espera escatológica, con la certeza de que el
Padre no lo abandonará a la muerte. Jesús es consciente de lo que tiene que
afrontar, pero se nos muestra profundamente sereno, interiormente libre, seguro
del propio destino y de los últimos resultados de cuanto está para sucederle.
22,19-20: la
narración de la institución de la Eucaristía contiene muchas afinidades con la
narración de Pablo (1Cor 11,23-25) y tiene un carácter muy marcado sacrificial:
Jesús está en un estado de oblación y no ofrece cosas, sino a sí mismo, en beneficio
del que crea en Él.
22,21: La
mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa :
Jesús admite a comer y, a la comunión con Él, a Judas, aún cuando es consciente
de que este discípulo está para traicionarlo definitivamente. El contraste es
estridente y querido por el evangelista, como otras veces en el curso de esta
narración.
22,28: Vosotros
sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas :
al contrario que Judas, los otros discípulos “han perseverado con Jesús en las
pruebas”, porque han permanecido junto a Él, al menos hasta este momento. El
Señor, pues, reconoce que han alcanzado un alto grado de comunión con Él, de
tal modo, que merecen un honor especial en la gloria del Padre (v.
29).
Es,
pues, Jesús el que establece un paralelo estrecho entre la comunión constante
de sus discípulos (los de entonces como los de hoy) con su sufrimiento y la
comunión final eterna de su gloria (“comer y beber”, v. 30).
22,31-37: ¡Simón,
Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he
rogado por ti, para que tu fe no desfallezca: este pequeño trozo parece tomado
de otro contexto. La indicación de Jesús a Satanás y a su acción en sus discípulos,
evoca todo lo que el evangelista había ya señalado sobre las causas de la
traición de Judas (22,3) y hace un paralelo con la perspectiva lucana de la
Pasión como de un último asalto de Satanás en relación a Jesús (Cf. 4,13;
22,53).
Pedro
es defendido de las insidias del tentador por la oración del mismo Jesús y por
el hecho de haber elegido ser discípulo del Señor, porque tiene una misión
especial en relación con sus hermanos en la fe (v. 32b). Jesús se adelanta a
ponerlo en guardia: a él, como a los otros discípulos, la Pasión de Jesús será
una dura lucha contra Satanás y a tantas emboscadas que, bajo distintas formas,
tiende a los discípulos que estarán con Jesús en las distintas etapas de su
Pasión (vv. 35-36) a causa de la terrible prueba a la que Él se verá sometido
(v. 37); en estas última palabras se cita expresamente el texto de Isaías sobre
el “Siervo doliente” (Is 53,12), con el cual es identificado abiertamente
Jesús.
22,33-34: Él
dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte. Pero él
contestó: «Te digo, Pedro, que antes de que hoy cante el gallo habrás negado
tres veces que me conoces»: Pedro es un hombre de carácter generoso, un poco impetuoso,
como demuestra su declaración, que hace que Jesús le declare la previsión de su
negación.
Como
en los versículos 24-27 los jefes de la comunidad eran colocados frente a la
propia responsabilidad de “siervos” de la fe de los hermanos que les eran
confiados, ahora se les pide el deber de la prudencia y de la vigilancia sobre
ellos mismos, sobre su propia debilidad.
22,39-46: la
narración de la agonía-espiritual en Getsemaní sigue muy de cerca la de Marcos
(14,32-42), menos en algunas particularidades, especialmente en lo referente a
la teofanía consoladora mediante la presencia del ángel del cielo (v. 43).
Jesús
intensifica su propia oración, mientras se acerca el momento más difícil e
insidioso de la propia vida.
Getsemaní,
como señala Lucas, era el lugar “acostumbrado” (v. 37) en el que pernoctaba
Jesús en Jerusalén (21,37).
22,47-53: con el arresto, comienza la verdadera y propia Pasión
de Jesús. Esta narración del pasaje presenta los acontecimientos siguientes
como “la hora de las tinieblas” (v. 53) y muestra a Jesús como áquel que vence
y vencerá sobre la violencia mediante la paciencia y la capacidad de amar,
incluso, a sus perseguidores (v. 51); resaltan, sin embargo, las palabras
tristes, pero amorosas, que Jesús dirige a Judas: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del
hombre!» (v. 48).
22,54-71: El
proceso judío no tiene ninguna evolución durante el curso de la noche. Del
Jesús prisionero no se refiere nada hasta la mañana. Esta ausencia de noticias
acerca de lo que sucede a Jesús después del arresto hasta el comienzo del
proceso es típico de Lucas.
22,60-62: Le
dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel mismo momento, cuando
aún estaba hablando, cantó un gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro. Recordó
Pedro las palabras que le había dicho el Señor: «Antes que cante hoy el gallo, me
habrás negado tres veces» y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente: el
cruce de miradas, ocurrido en la agitación de aquella noche interminable,
señala la toma de conciencia de Pedro: a pesar de las jactanciosas
declaraciones de fidelidad, se realizó lo que Jesús le dijo poco antes. En
aquella mirada Pedro experimenta en primera persona la misericordia del Señor
de la cuál había oído hablar a Jesús: no esconde la realidad del propio pecado,
sino la cura trayendo al hombre a la conciencia plena de la propia realidad y
del amor personal de Dios por él.
22,70-71:«Entonces,
¿tú eres el Hijo de Dios?» Él les dijo: «Vosotros lo decís: Yo soy.» Dijeron
ellos: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos
oído de su propia boca?»: el proceso judío comienza propiamente con las
primeras luces del día (v. 66) y se centra en la búsqueda de pruebas (las
verdaderas, en Lucas, pero cfr. Mc 14,55-59) en base a las cuales condenar a
muerte a Jesús. Según Lucas, pues, los jefes judíos no recurren a falsos
testimonios, sino – aún en su aversión feroz contra Jesús – se portaron con una
cierta corrección jurídica hacia Él.
Jesús,
respondiendo afirmativamente a la pregunta “¿eres tú el Hijo de Dios?”, se
muestra plenamente consciente de su propia dignidad divina. En virtud de la
misma, su sufrimiento, su muerte y su resurrección, son testimonios elocuentes
del Padre y de su voluntad benéfica hacia la humanidad. De este modo, sin
embargo, él “firma” la propia condena de muerte: es un blasfemo que profana el
Nombre y la realidad de Yahvé, porque se declara explícitamente “hijo” de Él.
23,3-5: «¿Eres
tú el rey de los judíos?» Él le respondió: «Sí, tú lo dices.»… Pero ellos
insistían diciendo: «Solivianta al pueblo con sus enseñanzas”: estamos en el
paso del proceso judío al romano: los jefes judíos entregan el condenado al
gobernador para que lleve a cabo su propia condena y para ofrecerle una
motivación aceptable para él, “domestican” los motivos de su condena,
mostrándola bajo el punto de vista político. Jesús, por eso, es presentado como
soliviantador del pueblo y usurpador del título real de Israel (que entonces
solamente era ya un recuerdo y un honor).
El
instrumento mediante el cuál Jesús habría cometido su delito, en este caso, es
su predicación: ¡aquella palabra de paz y misericordia que había esparcido a
manos llenas, ahora la utilizan contra
Él!
Jesús
confirma la acusación, pero la realeza que buscaba no era aquella de la que le
acusaban, sino que era uno de los destellos de su naturaleza divina. Pero esto,
ni Pilato, ni los demás, son capaces de entenderlo.
23,6-12: Lo
envió a Herodes: Pilato, habiendo intuido, tal vez, que se trataba de
involucrarlo en un “juego sucio”, trata de deshacerse del prisionero, aduciendo
el respeto a la jurisdicción: Jesús pertenece a un distrito que no está, en
aquel momento histórico, bajo la responsabilidad de los romanos, sino que
depende de Herodes Antipas. Éste es presentado en los Evangelios como un
personaje ambiguo: admira y al mismo tiempo detesta a Juan Bautista a causa de
los reproches del profeta contra su situación matrimonial irregular y casi
incestuosa, después lo hace prisionero y lo mata para no quedar mal delante de
sus huéspedes (3,19-20; Mc 6,17-29). Después, trata de conocer a Jesús por pura
curiosidad, puesto que había oído su fama como obrador de milagros, incoa un
proceso contra Él (v. 10), lo interroga en persona, pero después – ante su
obstinado silencio (v. 9) - lo abandona a las befas de los soldados, como había
ocurrido al final del proceso religioso (22,63-65) y como sucederá cuando Jesús
sea crucificado (vv. 35-38). Acaba por volver a mandarlo a Pilato.
Lucas
concluye este episodio con una anotación interesante: el gesto de Pilato
inaugura una nueva amistad entre él y Herodes. Sobre la limpieza de los motivos
de tal amistad, las circunstancias hablan claramente.
23,13-25: «Me
habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero…no he hallado en
él ninguno de los delitos de que le acusáis: como había
anticipado en el primer encuentro con Jesús (v.4) y como repetirá de inmediato
(v. 22), Pilato declara que es inocente. Trata de convencer a los jefes del
pueblo y dejar irse a Jesús, pero aquellos han decidido ya su muerte (vv.
18.21.23) e insisten en que sea condenado a muerte.
¿En qué ha consistido el interrogatorio efectuado por el gobernador?
Bien poco, a juzgar por las pocas frases de Lucas (v. 3). Y, sin embargo, Jesús
ha respondido positivamente a Pilato declarándose “¡rey de los judíos!" A este punto, es evidente que Pilato no lo considera un
hombre peligroso a nivel político, ni para el orden público, quizás porque el
tono de la declaración de Jesús no dejaba dudas al
respecto.
Es
bastante evidente el intento del evangelista, que trata de atenuar la
responsabilidad del gobernador romano. Éste, sin embargo, es conocido por las
fuentes históricas como un “hombre inflexible por naturaleza y, además de su
arrogancia, duro, capaz sólo de conclusiones, de violencias, rapiñas,
brutalidades, torturas, ejecuciones sin proceso y crueldades espantosas e
ilimitadas» (Filón di Alejandría) y «que le gustaba provocar a la nación que le
estaba encomendada, recurriendo ya sea a desaires como a duras represiones”
(Flavio Josefo).
23,16.22: Así
que le daré un escarmiento y le soltaré…: el hecho de
haber sido declarado inocente, no lo libraba de un duro “castigo”, infligido
solamente para no dejar frustrada las expectativas de los jefes judíos.
23,16.18.25: ¡Fuera
ése, suéltanos a Barrabás!…Soltó, pues, al que habían pedido, al que estaba en
la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su deseo: al final,
Pilato cede totalmente a las insistencias de los jefes y del pueblo, aún cuando
no pronuncia una condena formal respecto a Jesús.
Barrabás,
verdadero delincuente y agitador político, se convierte así en el primer hombre
salvado (al menos en aquel momento) por el sacrificio de Jesús.
23,26-27: Cuando
le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y
le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una gran
multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él: Simón y la
mujeres, más que testigos privilegiados de la Pasión, son, en Lucas, modelos
del discipulado, personas que muestran al lector cómo seguir, de hecho, al
Señor. Gracias a ellos y a la muchedumbre, Él no estará solo mientras que se
acerca a la muerte, sino que está rodeando de hombres y mujeres que le están
emotivamente cercanos, aún cuando tengan necesidad de convertirse, cosa a la
que Él no cesa de llamarlos, no obstante, su situación terrible (vv.
28-31).
Simón
de Cirene fue “obligado”, pero Lucas no lo muestra como rechazando ayudar al
Señor (cfr. Mc 15,20-21).
La
“gran muchedumbre” es, incluso, partícipe viva de todo lo que le sucede a
Jesús. Esto crea un contraste estridente, pues poco antes ha pretendido la
condena de Jesús.
23,34: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen: Lucas pone de
evidencia la preocupación principal del Señor crucificado que, aún cuando está
en un sufrimiento físico atroz causado por la obra de la crucifixión, ora por
ellos al Padre: no le interesa su propia condición o las causas históricas que
la han producido, sino solamente la salvación de todos los hombres. Como Él, lo
hará el mártir Esteban (Hch 7,60), para demostrar el carácter paradigmático de
la vida y muerte de Jesús para la existencia de todo
cristiano.
Para subrayar esta orientación clara de Jesús, Lucas omite el grito
angustioso que narran los otros sinópticos: "¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!”
23,33.39-43: Crucificaron
allí a él y a los malhechores… Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu
Reino…Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso : el episodio del
diálogo con uno de sus compañeros de condena es emblemático en el modo en el
que Lucas comprende la muerte de Jesús: un acto de auto donación realizado por
amor y en el amor de llevar la salvación al mayor número de hombres, de
cualquier condición y en cualquier situación que se
encuentren.
”Hoy”
(v. 43): el ladrón había hablado de futuro, pero Jesús le responde usando el
verbo en presente: la salvación que Él da actúa inmediatamente, los “últimos
tiempos” comienzan con este acontecimiento
salvífico.
”Estarás
conmigo” (v. 43): expresión que indica la plena comunión que hay entre Dios y
aquellos que acoge junto a Él en la eternidad (Cf. 1Tess 4,17). Según algunos
escritos tardo-judaicos, el Mesías debía, de hecho, “abrir las puertas del
Paraíso”.
23,44-46: Era
ya cerca de la hora sexta…y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en
tus manos pongo mi espíritu.» Y, dicho esto, expiró: las últimas palabras de Jesús, por su índole, parecen que están en
contraste con el fuerte grito que le precede.
Llegado
al extremo de su vida humana, Jesús realiza un acto supremo de confianza en el
Padre, por cuya voluntad Él había llegado a tanto. En estas palabras se pueden
vislumbrar una referencia a la resurrección: el Padre le volverá a dar esta
vida que Él ahora le entrega (cfr. Sal 16,10; Hch 2,27; 13,35).
Lucas
narra muy detalladamente los últimos momentos de Jesús: no le interesa
detenerse en particulares que ofrecerían satisfacción a una curiosidad macabra,
la misma que atraía y atrae a tantos espectadores de ejecuciones capitales en
todas las plazas del mundo.
23,47-48: Al
ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este
hombre era justo.» Y toda la muchedumbre…al ver lo que pasaba, se volvió
dándose golpes de pecho: la eficacia salvífica del sacrificio de Jesús
actúa casi inmediatamente, con la sola evidencia de los hechos ocurridos: los
paganos (como el centurión que estaba al mando del pelotón encargado de la
ejecución) y los Judíos (la gente) comienzan a cambiar. El centurión “glorifica
a Dios” y parece estar a un paso de hacerse cristiano. Las muchedumbres judías,
sin darse cruenta de ello, se alejan cumpliendo gestos de arrepentimiento, como
Jesús pidió a las mujeres de Jerusalén (v. 38).
23,49: Todos
sus conocidos…se mantenían a distancia: a una distancia
prudente ya que conocían las disposiciones romanas que prohibían excesivos
gestos de luto por los condenados a la cruz (la pena: padecer la misma
condena), el grupo de los discípulos asistían atónitos a toda la escena. Lucas
no hace referencia de sus emociones o actitudes: tal vez, el dolor y la
violencia los tenían aturdidos hasta el punto de hacerlos incapaces de
cualquier reacción visible.
De
modo semejante, las mujeres del grupo no participan de algún modo en la
operación con la cual José de Arimatea entierra a Jesús: se limitan a
observarlo (v. 55).
23,53: Después
de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en
la roca: Jesús padeció verdaderamente el suplicio. Es
verdaderamente un muerto, como tantos otros hombres, antes y después de él, en
la cruz, en un cuerpo de carne común. Este acontecimiento, sin el cuál no
habría salvación, ni vida eterna para ningún hombre, se verificó por el mismo
hecho que hubo que sepultarlo; tan es verdad, que Lucas se extiende en algunos
particulares en relación al rápido rito de sepultura realizado por José (vv.
52-54).
23,56:Y el sábado
descansaron según el precepto: así como el Creador
descansó en el día séptimo de la creación, consagrando de esta manera el sábado
(Gn 2,2-3), ahora el Señor realiza su sábado en la tumba.
Ninguno
de los suyos parece que fuera capaz ya de esperar algo: las palabras de Jesús
sobre la resurrección se han olvidado aparentemente. Las mujeres se limitan a
preparar los óleos para hacer más digna la sepultura de su Maestro.
El evangelio de este “domingo de Pasión” acaba aquí,
omitiendo la narración del descubrimiento del sepulcro vacío (24,1-12) y
haciéndonos gustar el sabor agridulce del sacrificio del Cordero de Dios. Se
nos deja en una atmósfera doliente y en suspenso y quedamos sumergidos en ella,
aún cuando conocemos el resultado final de la narración evangélica. Esta muerte
terrible del Rabí de Nazaret no pierde su significado con la resurrección, sino
que adquiere un valor del todo nuevo e inesperado, que no prescinde de su
dimensión de muerte sacrificial, libremente aceptada, con una finalidad
“excesivamente” alta en relación a nuestra capacidades humanas de comprender:
es un misterio en estado puro.
6. Isaías 50,4-10
El Señor Yahvé me ha
dado lengua dócil,
que sabe decir al
cansado palabras de aliento.
Temprano, temprano
despierta mi oído
para escuchar, igual
que los discípulos.
El Señor Yahvé me ha
abierto el oído.
Y yo no me resistí,
ni me hice atrás.
Ofrecí mis espaldas a
los que me golpeaban,
mis mejillas a los que
mesaban mi barba.
Mi rostro no hurté
a los insultos y
salivazos.
Pues que Yahvé habría
de ayudarme
para que no fuese
insultado,
por eso puse mi cara
como el pedernal,
a sabiendas de que no
quedaría avergonzado.
Cerca está el que me
justifica:
¿quién disputará
conmigo?
Presentémonos juntos:
¿quién es mi
demandante?
¡que se llegue a mí!
He aquí que el Señor
Yahvé me ayuda:
¿quién me condenará?
Pues todos ellos como
un vestido se gastarán,
la polilla se los
comerá.
El que de entre
vosotros tema a Yahvé
oiga la voz de su
Siervo.
El que anda a oscuras
y carece de claridad
confíe en el nombre de
Yahvé
y apóyese en su Dios.
7. Oración final
de
la liturgia eucarística de este domingo:
Dios omnipotente y
eterno, que has dado como modelo a los hombres a Cristo tu Hijo, nuestro
Salvador, hecho hombre y humillado hasta la muerte de cruz, haz que tengamos
siempre presente la gran enseñanza de su Pasión para poder participar en la
gloria de su Resurrección. Por Cristo, nuestro Señor.
Orden
de los Carmelitas
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