¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este
jueves de la 2ª semana de Adviento, en que celebramos la memoria de Santa Lucía,
virgen y mártir.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: MATEO
11,11-15
Lectio:
Jueves, 13 diciembre,
2018
1) Oración inicial
Despierta, Señor, nuestros
corazones y muévelos a preparar los caminos de tu Hijo, para que por el
misterio de su venida podamos servirte con pureza de espíritu. Por nuestro
Señor Jesucristo. Amén.
2) Lectura
Del santo Evangelio según
Mateo 11,11-15
«En verdad os digo que no
ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin
embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los
días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y
los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta
Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El
que tenga oídos, que oiga.
3) Reflexión
• En el evangelio de hoy,
Jesús opina sobre Juan Bautista. Comparado con personajes del Antiguo
Testamento, no hay nadie más grande que Juan. Juan es el más grande: ¡más
grande que Jeremías, más grande que Abraham, más grande que Isaías! Pero si
comparado con el Nuevo Testamento, Juan es inferior a todos. El más pequeño en
el Reino es más grande que Juan. ¿Cómo entender estas palabras aparentemente
contradictorias que Jesús pronuncia sobre Juan?
• Poco antes, Juan había enviado a sus discípulos a pregustarle: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mt 11,3). Juan parecía tener dudas respecto de Jesús, ya que Jesús no correspondía a la idea que él, Juan, se había hecho del mesías: un juez severo que tenía que venir para llevar a cumplimiento el juicio de condena y de ira (Mt 3,7). Tenía que cortar los árboles desde las raíces (Mt 3, 10), limpiar el campo y tirar el palo seco al fuego (Mt 3,12). Pero Jesús, en lugar de ser un juez severo, es amigo de todos, “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29), acoge a los pecadores y come con ellos (Mc 2,16).
• Jesús contesta a Juan
citando al profeta Isaías: “Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído:
los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan sanos, los sordos oyen,
los muertos resucitan y una buena nueva llega a los pobres. Y, además, ¡feliz
el que me encuentra y no se confunde conmigo!” (Mt 11,5-6; cf. Is 33,5-6;
29,18). Respuesta dura. Jesús envía a Juan a que analice mejor las Escrituras
para poder cambiar la visión equivocada que tiene del mesías.
• ¡Juan fue grande! ¡El
mayor de todos! Y el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que
Juan. Juan es el más grande, porque era el último del Antiguo Testamento. Fue
Juan quien, por su fidelidad, pudo por fin indicar al pueblo el mesías: “Este
es el cordero de Dios” (Jn 1,36), y la larga historia iniciada con Abraham
alcanzó, por fin, su objetivo. Pero Juan no fue capaz de comprender el alcance
de la presencia del Reino de Dios en Jesús. Él tenía dudas: “¿Es el Señor o
tenemos que esperar a otro?” La historia antigua, ella sola, no comunica a la
persona luz suficiente para comprender toda la novedad de la Buena Noticia de
Dios que Jesús trae consigo. El Nuevo no entra en el Antiguo. San Agustín
decía: “Novum in Vetere latet, Vetus in Novo patet”, que traducido significa:
“El Nuevo está escondido en el Antiguo. Pero el Antiguo revela solamente su
pleno significado en el Nuevo”. Quien está con Jesús y vive con él, recibe de
él una luz que da ojos nuevos
para descubrir un significado
más profundo en el Viejo. ¿Y cuál es esta novedad?
• Jesús ofrece una llave
de lectura: “Con Juan Bautista finalizaron los tiempos de la Ley y de
los profetas, tiempos de la profecía y de la espera. Entiendan esto si pueden:
Elías había de volver ¿no es cierto? ¡El que tenga oídos, que entienda!” Jesús
no explica, pero dice: “¡El que tenga oído que entienda!” Elías
tendía que venir para preparar la llegada del Mesías y reconstruir la
comunidad: “El reconciliará a los padres con los hijos y a éstos con sus
padres” (Mal 3,24). Juan anunció al Mesías y trató de reconstruir la comunidad
(Lc 1,17). Pero no captaba el misterio más profundo de la vida en comunidad.
Solamente Jesús lo comunicó, anunciando que Dios es Padre y, por consiguiente,
todos somos hermanos y hermanas. Este anuncio comporta una nueva fuerza que nos
hace capaces de superar divergencias y de crear comunidad.
• Estos son los violentos que logran conquistar el Reino. El Reino no es una doctrina, sino un nuevo modo de vivir como hermanos y hermanas, desde el anuncio que Jesús hace: Dios es Padre de todos.
4) Para la reflexión
personal
• El Reino pertenece a los
violentos, es decir, pertenece a los que al igual que Jesús, tiene el valor de
crear comunidad. ¿Tú también?
• Jesús ayudó a Juan a comprender
mejor los hechos por medio de la Biblia. La Biblia ¿me
ayuda a comprender mejor
los hechos de mi vida?
5) Oración final
Te ensalzaré, Dios mío, mi
Rey,
bendeciré tu nombre por siempre;
todos los días te bendeciré,
alabaré tu nombre por siempre. (Sal 145,1-2)
bendeciré tu nombre por siempre;
todos los días te bendeciré,
alabaré tu nombre por siempre. (Sal 145,1-2)
Orden de los Carmelitas
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