¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este lunes de la 34ª
semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: LUCAS
21,1-4
Lectio:
Lunes, 26 noviembre, 2018
Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
Mueve, Señor, los
corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia,
reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del Evangelio según Lucas
21,1-4
Alzando la mirada, vio a
unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una
viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta
viuda pobre ha echado más que nadie. Porque todos éstos han echado como donativo
de lo que les sobra, ésta en cambio ha echado de lo que necesita, de todo lo
que tiene para vivir.»
3) Reflexión
• En el Evangelio de hoy,
Jesús elogia a una viuda pobre que sabe compartir más que los ricos. Muchos
pobres de hoy hacen lo mismo. La gente dice: “El pobre no deja morir de hambre
al pobre”. Pero a veces, ¡ni esto es posible! Doña Cícera que vivía en el
interior de Paraíba, Brasil, se fue a vivir a la ciudad y decía: “En el campo,
la gente era pobre, pero siempre había una cosita para dividirla con el pobre
que llamaba a la puerta. ¡Ahora que estoy aquí, en la ciudad, cuando veo a un
pobre que llama a la puerta, me escondo de vergüenza porque no tengo nada en
casa para darle!” De un lado: gente rica que tiene todo, pero que no quiere compartir.
Por el otro: gente pobre que no tiene casi nada, pero que quiere compartir lo
poco que tiene.
• Al comienzo de la
Iglesia, las primeras comunidades cristianas, eran de gente pobre (1 Cor 1,26).
Poco a poco fueron entrando también personas más ricas, lo cual trajo consigo
varios problemas. Las tensiones sociales, que marcaban al imperio romano,
empiezan a marcar también la vida de las comunidades. Esto se manifestaba, por
ejemplo, cuando se reunían para celebrar la cena (1Cor 11,20-22), o cuando tenían
reuniones (Santiago 2,1-4). Por esto, la enseñanza del gesto de la viuda era
muy actual, tanto para ellos, como para nosotros hoy.
• Lucas 21,1-2: La limosna
de la viuda. Jesús estaba ante el arca del Templo y observaba cómo la gente iba
echando su limosna. Los pobres echaban pocos centavos, los ricos monedas de
gran valor. Los cofres del Templo recibían mucho dinero. Todos echaban algo
para la manutención del culto, para el sustento del clero y la conservación del
edificio.
Parte de este dinero era
usado para ayudar a los pobres, pues en aquel tiempo no había seguridad social.
Los pobres vivían de la caridad pública. Las personas más necesitadas eran los
huérfanos y las viudas. Dependían en todo de la caridad de los demás, pero así
mismo, trataban de compartir con otros lo poco que poseían. Así, una viuda bien
pobre, pone su limosna en el arca del Templo. ¡Nada más que dos centavos!
• Lucas 21,3-4: El
comentario de Jesús. ¿Qué vale más: los pocos centavos de la viuda o las muchas
monedas de los ricos? Para la mayoría, las monedas de los ricos eran mucho más
útiles para hacer la caridad que los pocos centavos de la viuda. Los
discípulos, por ejemplo, pensaban que el problema de la gente podía resolverse
sólo con mucho dinero.
Cuando la multiplicación
de los panes, ellos habían sugerido comprar pan para dar de comer a la gente
(Lc 9,13; Mc 6,37). Felipe llegó a decir: “¡Doscientos denarios de pan no
bastan para que cada uno reciba un pedacito!” (Jn 6,7). De hecho, para aquel
que piensa de esa manera, los dos centavos de la viuda no sirven para nada.
Pero Jesús dice: “De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que
nadie”. Jesús tiene criterios diferentes.
Al llamar la atención de los discípulos hacia
el gesto de la viuda, les enseña a ellos y a nosotros dónde debemos procurar
ver la manifestación de la voluntad de Dios, a saber, en los pobres y en el
compartir. Y un criterio muy importante es el siguiente: “Porque todos éstos
han echado como donativo de lo que les sobra, ésta en cambio ha echado de lo
que necesita, de todo lo que tiene para vivir.»
• Limosna, compartir,
riqueza. La práctica de dar limosnas era muy importante para los judíos. Era
considerada una “buena obra”, pues la ley del Antiguo Testamento decía: “Nunca
dejará de haber pobres en la tierra; por esto te doy este mandamiento: abrirás
tu mano a tu hermano, al necesitado y al pobre de tu tierra”. (Dt 15,11). Las
limosnas, colocadas en el arca del Templo, sea para el culto, sea para los
necesitados, los huérfanos o las viudas, eran consideradas como una acción
agradable a Dios (Eclo 35,2; cf. Eclo 17,17; 29,12; 40,24). Dar limosna era una
manera de reconocer que todos los bienes y dones pertenecen a Dios y que
nosotros no somos que administradores de esos dones.
Pero la tendencia a la
acumulación sigue muy fuerte. Cada vez renace de nuevo en el corazón humano. La
conversión es necesaria siempre. Por eso Jesús dijo al joven rico: “Va, vende
todo lo que tienes y dalo a los pobres” (Mc 10,21). La misma exigencia se
repite en los otros evangelios: “Vended vuestros bienes y dadlos en limosna:
haceos bolsas que no se gastan, un tesoro inagotable en los cielos, a donde ni
el ladrón llega ni la polilla roe” (Lc 12,33-34; Mt 6,9-20). La práctica del
compartir y de la solidaridad es una de las características que el Espíritu de
Jesús quiere realizar en las comunidades. El resultado de la efusión del
Espíritu en el día de Pentecostés fue éste: “No había entre ellos indigentes,
pues cuantos eran dueños de haciendas o casas las vendían y llevaban el precio de
lo vendido y lo depositaban a los pies de los apóstoles” (Hechos 4,34-35ª;
2,44-45). Estas limosnas colocadas a los pies de los apóstoles no se
acumulaban, sino que “y a cada uno se le repartía según su necesidad” (Hechos
4,35b; 2,45).
La entrada de los ricos en las comunidades cristianas posibilitó,
por un lado, una expansión del cristianismo, al ofrecer mejores condiciones
para los viajes misioneros. Pero por otro lado la tendencia a la acumulación
bloqueaba el movimiento de la solidaridad y del compartir. Santiago ayudaba a
las personas a que tomaran conciencia del camino equivocado: “Y vosotros los
ricos, llorad a gritos por las desventuras que os van a sobrevenir. Vuestra
riqueza está podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla; vuestro oro
y vuestra plata, comidos de orín.” (Sant 5,1-3). Para aprender el camino del
Reino, todos debemos volvernos alumnos de aquella pobre viuda, que compartió
con los demás hasta lo necesario para vivir (Lc 21,4).
4) Para la reflexión
personal
• ¿Cuáles son las
dificultades y las alegrías que has encontrado en tu vida para practicar la
solidaridad y compartir con los otros?
• ¿Cómo es que los dos
centavos de la viuda pueden valer más que las muchas monedas de los ricos?
¿Cuál es el mensaje de este texto para nosotros hoy?
5) Oración final
Sabed que el Señor es
Dios,
Él nos ha hecho y suyos somos,
su pueblo y el rebaño de sus pastos. (Sal 100,3)
Él nos ha hecho y suyos somos,
su pueblo y el rebaño de sus pastos. (Sal 100,3)
Orden de los Carmelitas
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