¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este sábado de la 8ª
semana del tiempo ordinario.
Dios nos bendice...
LECTIO: MARCOS 11,
27-33
Lectio:
Sábado, 2 junio, 2018
Oración
Oh Señor, Padre bueno y
misericordioso. Tú has enviado desde el Cielo a tu Hijo Jesús para revelarnos
la autoridad y la dulzura de tu Amor. Envía también sobre
nosotros tu Espíritu Santo, como descendió sobre Cristo después del Bautismo en
las aguas del Jordán; que al abrirse el cielo y al resonar tu voz de salvación:
“Tú eres mi Hijo, el amado”, nuestro corazón no se endurezca ni
se cierre, sino que acoja con plena confianza, hoy y siempre, tu luz y tu
abrazo de Padre. Amén.
Lectura
Del Evangelio según San
Marcos (11, 27-33)
27 Vuelven a Jerusalén y, mientras paseaba por
el Templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los
ancianos, 28 y le decían: "¿Con qué autoridad haces
esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?" 29 Jesús
les dijo: "Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré con qué
autoridad hago esto. 30 El bautismo de Juan, ¿era del
cielo o de los hombres? Respondedme." 31 Ellos
discurrían entre sí: "Si decimos: "Del cielo", dirá:
"Entonces, ¿por qué no le creísteis?" 32 Pero
¿vamos a decir: "De los hombres?"" Tenían miedo a la gente; pues
todos tenían a Juan por un verdadero profeta. 33 Responden,
pues, a Jesús: "No sabemos." Jesús entonces les dice: "Tampoco
yo os digo con qué autoridad hago esto."
Meditación
* ¿“Con qué autoridad?” La
palabra “autoridad” es central en este pasaje y contiene el secreto del camino
de fe y de crecimiento espiritual que podemos recorrer al meditar este
Evangelio, si nos dejamos guiar por la Palabra. La provocación dirigida a Jesús
por sus adversarios conduce de inmediato a apreciar la distancia existente
entre Él y ellos, razón por la que no cabe una respuesta. “Autoridad”, en boca
de los sacerdotes y de los escribas, indica “poder”, “fuerza”, “dominio”,
“capacidad de imponer leyes y de juzgar”. Para Jesús, en cambio, “autoridad”
significa otra cosa, como podremos entender si tenemos presente que en hebreo
esta palabra procede de la raíz que significa ”hacerse igual a”. De hecho,
Jesús manifiesta inmediata y claramente en qué horizonte se mueve Él, hacia
dónde camina y hacia dónde nos quiere conducir a nosotros: a ser iguales, a
parecernos al Padre, a mantener una relación de amor con Él, como la de un
Padre y un hijo. No por casualidad Él hace inmediatamente alusión al
bautismo de Juan…+
* “El bautismo de
Juan…”. Jesús nos lleva rápidamente y con claridad al punto de
partida, a la fuente, allí donde podemos reencontrarnos con nosotros mismos, al
encontrarnos con Dios. A orillas del río Jordán, donde Él recibió el bautismo,
hay un lugar para nosotros, ya que, encendidos de Amor, descendemos a las aguas
como Él, y nos dejamos marcar con el Sello del Espíritu Santo, nos dejamos
alcanzar, visitar y envuelvan por estas palabras: “Tú eres mi Hijo, el
amado” (Mc. 1, 11). Jesús nos enseña que no hay otra autoridad, otra grandeza
ni otra riqueza, sino sólo ésta.
* “¿Del cielo o de
los hombres?”. ¿Queremos estar con Dios o con los hombres, seguirlo a
Él o a ellos, entrar en la luz del Cielo que se abre (Mc 1, 10) o permanecer en
las tinieblas de nuestra soledad?
* “Respondedme”.
Esta palabra de Jesús, repetida dos veces (vv. 29 y 30), es muy bonita. Jesús
pide una elección precisa, una decisión clara, sincera y autentica, a fondo. En
griego, el verbo “responder” expresa esta actitud, esta capacidad de
distinguir, de discernir bien las cosas. El Señor nos quiere invitar a entrar
en lo más profundo de nosotros mismos para dejarnos penetrar por sus palabras y
para que de esta manera, aprendamos cada vez mejor, en estrecha relación con
Él, a tomar las decisiones importantes de nuestra vida e incluso las del día a
día.
Pero este verbo sencillo y
hermoso indica aún algo más. La raíz hebrea expresa respuesta y, al mismo
tiempo, miseria, pobreza, aflicción y humildad. Es decir, no puede darse una
verdadera respuesta sino desde la humildad, desde la escucha. Jesús pide a los
sacerdotes y a los escribas, y también a nosotros, entrar en esta dimensión de
vida, en esta actitud del alma: hacerse humildes ante Él, reconocer nuestra
pobreza, y la necesidad que tenemos de Él, ya que ésta es la única posible
respuesta a sus preguntas.
* “Discurrían
entre sí”. Estamos ante otro verbo importante que nos ayuda a entender
mejor nuestro mundo interior. Discurrir es “hablar a través de “, como se
deduce de la traducción literal del verbo griego usado por Marcos. Las personas
de este pasaje están rotas por dentro, atravesadas por una herida; ante Jesús,
no son de una pieza. Entre ellos hablan aduciendo diversas razones y
consideraciones; en vez de entrar en aquella relación y diálogo con el Padre
que inauguró en el bautismo de Jesús, permanecen fuera, a distancia, como el
hijo de la parábola, que rechaza entrar al banquete del amor cfr. Lc 15, 28).
Ellos tampoco creen la Palabra del Padre, que repite de nuevo: “Tú eres mi
Hijo, el amado: en ti he puesto mi complacencia” (Mc 1, 11), por eso siguen
buscando y reclamando la fuerza de la autoridad y del poder más que la
debilidad del amor.
Algunas preguntas
* El Señor me enseña que
su autoridad, también en lo que a mí se refiere, no es un dominio, ni una
fuerza opresiva, sino amor, capacidad de asemejarse, de hacerse cercano. ¿Deseo
acoger esta autoridad de Jesús en mi vida, entrar de verdad en esta relación de
hacerme igual a Él? ¿Estoy dispuesto a dar los pasos que esta elección
pide? ¿Estoy decidido a seguir hasta el fondo este recorrido?
* Al considerar el pasaje
de este Evangelio, tal vez no sospechaba que me llevaría a considerar la
relación con el pasaje del Bautismo y con la experiencia fundamental y motora
del trato con Dios Padre. Sin embargo, el Señor ha querido revelarme una vez
más su gran amor; él no se echa atrás ante ningún cansancio, ante ningún
obstáculo, con tal de alcanzarme. ¿Cómo está, sin embargo, en este momento,
ante Él mi corazón? ¿Distingo la voz del Padre que me habla y me
llama “hijo”, mientras pronuncia mi nombre? ¿Consigo acoger esta declaración de
amor suya? ¿Me fío de Él, lo creo, me entrego a Él? ¿Elijo el Cielo, o sigo
eligiendo la tierra?
* Pienso que no debo
acabar esta meditación sin dar mi respuesta. Jesús me lo pide expresamente:
su “Respondedme” hoy va dirigido también a mí. He aprendido que no puede haber
una verdadera respuesta sin una verdadera escucha, y que la verdadera escucha
sólo puede nacer de la humildad… ¿Deseo dar estos pasos? ¿Deseo, por el
contrario, seguir respondiendo guiado sólo por mis convicciones, por mis viejas
maneras de pensar y de sentir, por mi presunción y autosuficiencia?
* Una cuestión final. Al
mirar mi corazón por dentro, ¿me veo también yo algo dividido, como los
adversarios de Jesús? ¿Llevo en mí alguna herida que me atraviesa y no me
permite ser cristiano de una pieza, amigo de Cristo, seguidor suyo?
Oración final
Los preceptos del
Señor alegran el corazón.
La ley del Señor es
perfecta y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.
Los mandamientos del Señor son rectos y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Más preciosos que el oro, más que el oro fino;
más dulces que la miel de un panal que destila.
(Salmo 18, 8-11)
el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.
Los mandamientos del Señor son rectos y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Más preciosos que el oro, más que el oro fino;
más dulces que la miel de un panal que destila.
(Salmo 18, 8-11)
Orden de los Carmelitas
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