¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios en este Domingo 4º del Tiempo
Ordinario - Ciclo B.
Dios
nos bendice...
Primera lectura
Lectura del
Deuteronomio (18,15-20):
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir." El Señor me respondió: "Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”.»
Palabra de Dios
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir." El Señor me respondió: "Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 94,1.2.6-7.8-9
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera
carta de san Pablo a los Corintios (7,32-35):
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Palabra de Dios
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (1,21-28):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Palabra del Señor
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Palabra del Señor
Comentario
El domingo
pasado, el Evangelio de Marcos narraba el inicio de la predicación de Jesús y
el llamamiento que les hizo a sus primeros discípulos. Hoy nos lo presenta
enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm y ejerciendo su autoridad sobre las
fuerzas del mal. Tratemos de descubrir el sentido que puede tener para nuestra
vida este relato, y el de las otras lecturas bíblicas de este domingo
[Deuteronomio 18, 15-29; Salmo 95 (94); 1 Corintios 7, 32-36].
1.- Jesús enseña y obra “con autoridad”
La gente empieza a ver y
oír a Jesús en Cafarnaúm, centro de la industria pesquera de la región de
Galilea. Allí, en la sinagoga, el lugar donde se reúnen los judíos para orar,
escuchar las sagradas escrituras y ser instruidos en ellas, lo primero que les
llama la atención a sus oyentes es que aquel galileo proveniente de Nazaret no
les habla como los otros maestros o doctores de la Ley, que solían referirse a
lo que estaba escrito sin ninguna creatividad; pero, sobre todo -como Jesús lo
iba a señalar después-, no eran creíbles porque su vida no era coherente con lo
que enseñaban, y utilizaban el discurso religioso para su propio provecho, sin
importarles de verdad los problemas de la gente. Jesús, en cambio, enseña una
doctrina nueva que invita a reconocer a un Dios cercano siempre dispuesto a
sanarnos, librándonos de las fuerzas del mal que nos rodean y que pretenden
apoderarse de nuestra existencia. Y lo que predica lo aplica en su forma de
obrar, mostrando que en Él mismo se hace presente la acción salvadora de Dios.
Este es el sentido del relato del milagro obrado por Jesús en la sinagoga de
Cafarnaum.
El término “espíritu
impuro”, que corresponde a los llamados “demonios”, considerados como fuerzas
malignas, podemos entenderlo hoy como una forma de denominar las energías
negativas opuestas a Dios, contrarias a su mensaje de liberación. Al sanar a
aquel hombre dominado por esa energía negativa, Jesús muestra que tiene el
poder de vencer el mal que nosotros no podemos controlar por nuestras propias
fuerzas. También los “demonios” hacen referencia a la oposición que las
enseñanzas de Jesús suscitaban entre los doctores de la Ley, que veían
amenazadas sus pretensiones de poder por aquél nazareno que atraía a las gentes
sencillas con su predicación novedosa, amable y liberadora.
2.- Dios había anunciado que suscitaría “un profeta”
La primera lectura evoca
la promesa hecha por Dios a Moisés 12 siglos antes de Cristo: “Suscitaré un
profeta de entre tus hermanos, como tú.” Profeta es en el lenguaje bíblico el
que habla en nombre de Dios, y Moisés había sido escogido por Dios para que le
hablara al pueblo de Israel, comunicándole que Él lo liberaría de la esclavitud
que padecía en Egipto para que se pusiera en camino hacia una tierra prometida.
Esta liberación y esta apertura hacia un nuevo porvenir fueron una
prefiguración de lo que iba a suceder con la predicación y la acción salvadora
de Jesús, el Profeta por excelencia que como tal hablaría en nombre de Dios,
siendo Él mismo su presencia personal en la historia humana.
Esto mismo es lo que reconocen
en Jesús las gentes sencillas desde el inicio de su predicación, y lo que la
primera lectura y el Evangelio de hoy nos invitan a reconocer.
3.- El sentido del celibato para servir a Dios y a la comunidad
El texto de la primera
carta de san Pablo a los Corintios que nos trae hoy la segunda lectura nos
invita a reflexionar sobre el sentido del celibato, es decir, del estado de
quien renuncia a la vida conyugal para entregarse totalmente al servicio de
Dios y de la comunidad. Esto no quiere decir que haya que despreciar el
matrimonio, pues también en él se puede vivir de acuerdo con la voluntad de
Dios, y el propio Pablo tiene en sus cartas pasajes preciosos en los que exalta
el valor de la unión conyugal. Pero, de acuerdo con lo que Jesús había
predicado, el apóstol reconoce el valor que tiene la entrega a Dios en el
estado célibe como una forma específica y valiosa de seguir a Cristo para estar
plenamente disponible al servicio del Reino de Dios.
Desafortunadamente
este estado no siempre es vivido con coherencia, y a veces, en lugar de ser
testimonio de servicio, se convierte en un escándalo cuando el sacerdote, el
religioso o la religiosa, se comportan en contravía de lo que debería ser una
verdadera entrega al Señor.
Sin embargo,
de ello no se deduce que haya que abolir el celibato como una opción de vida.
Este estado sigue siendo válido y valioso, siempre y cuando implique un
auténtico testimonio del Reino de Dios, como lo podemos encontrar en muchas
personas que lo viven con alegría y en forma constructiva, sin frustraciones ni
desviaciones, siguiendo precisamente a Jesús, que nos dio el ejemplo de una
vida célibe totalmente entregada al servicio de los demás.
Conclusión
A la luz del mensaje que
nos trae hoy la Palabra de Dios, pongamos en práctica lo que dice el Salmo 95
(94): “Ojalá escuchen la voz del Señor, no endurezcan su corazón”. Y al
reconocer a Jesús como nuestro verdadero Maestro, que nos enseña con autoridad
porque es Dios mismo en persona, no nos cerremos a sus enseñanzas como lo
hicieron los soberbios que lo rechazaron, sino dejémonos transformar con
humildad por la acción de su Espíritu Santo, que tiene el poder de vencer en
nosotros las fuerzas del mal, y renovemos nuestra disposición a seguirlo en el
modo de vida en que Él mismo nos invita a hacerlo.
El mensaje del Domingo
Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.
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