¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario,
en este Domingo II del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
Dios nos bendice...
Primera
lectura
Lectura del primer
libro de Samuel (3,3b-10. 19):
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel.
Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio.
El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
Palabra de Dios
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel.
Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio.
El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 39,2.4ab.7.8-9.10
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R/.
Entonces yo digo: «Aquí estoy
–como está escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R/.
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R/.
Entonces yo digo: «Aquí estoy
–como está escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R/.
Segunda
lectura
Lectura de la primera
carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6,13c-15a.17-20):
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Palabra de Dios
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo
evangelio según san Juan (1,35-42):
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Palabra del Señor
Comentario
La primera y la tercera
lecturas se complementan presentándonos el tema de «la vocación»: la vocación
del pequeño Samuel en la primera, y la vocación o el llamado de Jesús a sus
primeros discípulos.
El libro de Samuel
nos presenta la infancia del joven Samuel en el templo al cual fue consagrado
por su madre en virtud de una promesa. El niño duerme, pero una voz lo llama.
Creyendo que es la voz de su maestro Elí, con ingenua obediencia se levanta el
niño tres veces en la noche acudiendo a su llamado. Samuel no conoce aún a
Yahvé, pero sabe de la constancia en la obediencia, y sabe acudir al llamado,
una vez más, aun cuando en las primeras ocasiones le parecía haberse despertado
en vano. Elí comprendió que era Yahvé quien llamaba al niño y le enseñó
entonces a crear la actitud de escucha: “Habla señor, que tu siervo escucha”.
La vida actual está llena
de ruido, palabras que van y vienen, mensajes que se cruzan y con frecuencia
los seres humanos perdemos la capacidad del silencio, la capacidad de escuchar
en nuestra interioridad la voz de Dios que nos habita. Dios puede continuar
siendo aquel desconocido de quien hablamos o a quien afirmamos creer, pero con
quien pocas veces nos encontramos en la intimidad del corazón, para escuchar
contemplativamente.
Este texto sobre Samuel
niño se ha aplicado muchas veces al tema de la “vocación”, palabra que,
obviamente, significa “llamado”. Toda persona, en el proceso de su maduración,
llega un día –una noche- a percibir la seducción de unos valores que le llaman que,
con una voz imprecisa al principio, le invitan a salir de sí y a consagrar su
vida a una gran Causa. Esas voces vagas en la noche, difícilmente reconocibles,
provienen con frecuencia de la fuente honda que será capaz más tarde de
absorber y centrar toda nuestra vida
No hay mayor don en la
vida que haber encontrado la vocación, que es tanto como haberse encontrado a
sí mismo, haber encontrado la razón de la propia vida, el amor de la vida. No
hay mayor infortunio que no encontrar la razón de la vida, no encontrar la Causa
con la que uno vibra, la Causa por la que vivir (que siempre es, a la vez, una
causa por la que incluso merece la pena morir).
Pablo, en su carta a los corintios, nos recuerda que el
cuerpo es templo, y que toda nuestra vida está llamada a unirse a Cristo, por
lo que es necesario discernir en todo momento, qué nos aleja y qué nos acerca
al plan de Dios. Porque la relación con Dios, no hace referencia solamente a
nuestra experiencia espiritual sino a toda la vida: el trabajo, las relaciones
humanas, la política, el cuidado del cuerpo, la sexualidad... En todo momento
en cualquier situación debemos preguntarnos si estamos actuando en unidad con
Dios y en fidelidad a su plan de amor para con todo el mundo.
En el evangelio de hoy, Juan
nos relata en encuentro de Jesús con los primeros discípulos que elige. Es un
texto del evangelio, obviamente simbólico, no un relato periodístico o una
“crónica” de aquellos encuentros. Todavía, algunos de los símbolos que contiene
no sabemos interpretarlos: ¿qué quiso Juan aludir, al especificarnos que...
“serían las cuatro de la tarde”? Hemos perdido el rastro de lo que pudo tener
de especial aquella hora concreta como para que Juan la detalle.
Dos discípulos de Juan
escuchan a su maestro expresarse sobre Jesús como el “cordero de Dios”, y sin
preguntas ni vacilaciones, con la misma ingenuidad que el joven Samuel que
hemos contemplado en la primera lectura, «siguen» a Jesús, es decir, se
disponen a ser sus discípulos, lo que conllevará un cambio importante para sus
vidas. El diálogo que se entabla entre ellos y Jesús es corto pero lleno de
significado: “¿Qué buscan?”, “¿Maestro dónde vives?”,” Vengan y lo verán”.
Estos buscadores desean entrar en la vida del Maestro, estar con él, formar
parte de su grupo de vida. Y Jesús no se protege guardando las distancias, sino
que los acoge sin trabas y los invita nada menos que a venir a su morada y
quedarse con él.
Este gesto simbólico se ha
comentado siempre como una de las condiciones de la evangelización: no basta
dar palabras, son precisos también los hechos; no sólo teorías, sino también
vivencias; no «hablar de» la buena noticia, sino mostrar cómo la vive uno
mismo, en su propia carne estremecida de gozo. O sea: una evangelización
completa debe incluir una visión teórica, pero sobre todo tiene que ser un
testimonio. El evangelizador no es un profesor que da una lección, sino
un testigo que ofrece su propio testimonio personal. El impacto del
testimonio de vida del maestro, conmueve, transforma, convence a los
discípulos, que se convierten en testigos mensajeros.
Seguir a Jesús, caminar
con él, no puede hacerse sino por haber tenido una experiencia de encuentro con
él. Las teorías habladas –incluidas las teologías–, por sí solas, no sirven.
Nuestro corazón –y el de los demás– sólo se conmueve ante las teorías vividas,
por la vivencia y el testimonio personal.
En la vida real el tema de
la vocación no es tan fácil ni tan claro como lo solemos plantear. La mayor
parte de las personas no pueden plantearse la pregunta por su vocación, no
pueden «elegir su vida», sino que han de aceptar lo que la vida les presenta, y
no pocas tienen que esforzarse mucho para sobrevivir apenas. El llamado de Dios
es, ahí, el llamado de la vida, el misterio de la lucha por la sobrevivencia y
por conseguirla del modo más humano posible. Este llamado, la «vocación» vivida
en estas difíciles circunstancias de la vida, son también un verdadero llamado
de Dios, que debemos valorar en toda su dignidad.
Servicio Bíblico
Latinoamericano
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