lunes, 25 de diciembre de 2017

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer e interiorizar la Palabra de Dios y el comentario, en este santo día en que celebramos la solemnidad de la Natividad del Señor.

¡Feliz Navidad!

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (52,7-10):

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es rey!» Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6

R/.
 Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios


Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (1,1-6):

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y el será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios.»

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,1-18):

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor

Comentario

1. Ver a Dios

1.1 El Antiguo Testamento contenía una orden muy severa: "no puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir". ¡Oh dura prohibición! ¡Sólo él es el Dios vivo, y sin embargo no puede vérsele y tener vida!

1.2 Hoy ese límite ha sido transpuesto, y el trasgresor no merece castigo, porque es el mismo Dios. Isaías, cantor de la esperanza en el Dios vivo, lo había proclamado: "tus centinelas alzan la voz y todos a una gritan alborozados, porque ven con sus propios ojos al Señor que retorna a Sión" (Is 52,8). Para el gran profeta, "ver a Dios" era ver restaurada la ciudadela de Sión; es más grande lo que hemos recibido: es la humanidad entera la que ha sido restaurada y hoy se recuesta en el regazo de María para delicia de cuantos quieran ver al Recién Nacido.

1.3 Cuando Isaías decía: "verá la tierra la salvación" era ese un ver pasivo, era ver que Dios salía a salvar a los suyos; es más grande lo que hemos recibido: no el reino de Judá sino cada pueblo, cada raza y cada nación está en deuda con el Niño del pesebre; hemos visto que es grande para salvarnos.

2. La Palabra definitiva

2.1 ¡Aleluya! Un decreto de amor nos cobija, una palabra de gracia nos protege, un designio de misericordia ha sido pronunciado a favor de nosotros. Es Cristo, es él, en la humildad de Belén, quien nos invita a aprender el lenguaje siempre antiguo y siempre nuevo del amor. Junto al pesebre la humanidad recomienza, en el seno de María todo tiene una nueva oportunidad, un nuevo principio.

2.2. El lenguaje que triunfa no es el de los hombres. Las palabras humanas desfallecen persiguiéndose unas a otras. Son como las olas, que en su vaivén viajan sin llegar y se mueven sin cambiar. La Palabra Divina es distinta, porque tiene una fuente y un término, a saber, el misterio de Dios, misterio que no se esconde al revelarse pero que en su revelación nos desborda con su riqueza, profundidad y hermosura.

3. Digno de Adoración

3.1 Navidad es un tiempo precioso para adorar. En esta noche santa y en este día santo hay tanto que admirar, tanto que meditar y tanto que celebrar que el alma cristiana quisiera resumirlo todo en un solo acto de donación y de fusión con el Amado. Por eso la Navidad es tiempo de adoración.

3.2 Adorar es dejarnos conquistar por el amor, dejarnos invadir por la belleza, abrir las puertas a la pureza y darle permiso a la humildad para que irrumpa suavemente llenando todo de orden y sentido. El alma humana necesita adorar porque si no tiene hacia dónde dirigirse se precipita monstruosamente sobre sí misma, y se recome en su egoísmo y su nada.

3.3 Mas, ¿qué o quién es digno de adoración? La respuesta brota en Navidad: hay Uno que es adorable. Uno que no engaña si le creemos, que no decepciona si en él confiamos; hay Uno que cumple todo lo que promete y que rebasa nuestros mejores deseos; Uno que nos ama bien y que desde su primer hálito hasta su último suspiro sólo conoce el lenguaje del amor. Hoy es Niño en el pesebre, mañana Sacerdote en la Cruz. Se llama Jesús.

http://fraynelson.com/homilias.html
  

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