domingo, 1 de octubre de 2017

Más que palabras bienintencionadas se nos pide hacer la voluntad de Dios

¡Amor y paz!
            
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este XXVI Domingo del tiempo ordinario. Ciclo A.

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 18, 25-28

Así dice el Señor:
«Comentáis: “No es justo el proceder del Señor.”
Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto?
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.
Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»

Salmo

Sal 24, 4bc-5. 6-7. 8-9 R. 

Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando. R.

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas,
no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mi con misericordia, por tu bondad, Señor. R.

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 1-11

Hermanos:
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.
No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Él a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 28-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
- «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, Señor." Pero no fue.
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero. »
Jesús les dijo:
- «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

Comentario

Las conductas y respuestas humanas no han cambiado mucho a lo largo de la historia… de tal manera que en la carta que escribe Pablo a los cristianos de Filipo les manifiesta que están divididos en su comunidad y les pide que vivan unánimes “concordes en un mismo amor y en un mismo sentir”. ¿No nos ocurre a nosotros igual a pesar de los años pasados?

Le siguen otras consideraciones como consecuencia de la desunión en que viven y termina con el bello himno a Cristo, que debe ser su modelo de vida, que “no hizo alarde de su categoría de Dios… sino que pasó por uno de tantos”.
¿Sería esa actitud de los hermanos de la parábola la que tenían esas comunidades cristianas de filipenses, donde cada uno hacía y deshacía, guiados más por sus gustos que por su compromiso y coherencia cristiana?

Esta parábola se enmarca dentro de los acontecimientos que tuvieron lugar después de la entrada de Jesús en Jerusalén, de la expulsión de los vendedores del Templo y de la discusión sobre la autoridad de Jesús… por ello no dudan las autoridades de Israel en someterlo a las más diversas pruebas para cogerlo en alguna situación contradictoria.

“¿Con qué autoridad haces esas cosas? ¿Quién te dio esa potestad?” (Mt 21,23) le habían dicho a Jesús. Y Él salía airoso de sus preguntas haciéndoles a su vez otras preguntas, dejándoles en evidencia y proponiendo el ejemplo de unas parábolas sobre el sentido de su misión y predicación… entre ellas, ésta de los dos hijos y otras que escucharemos los próximos domingos.

Cuando Jesús les propuso esta parábola, tenía en mente la acritud del pueblo judío y la de todos aquellos que se tenían por buenos… pero sin olvidar a los que eran considerados oficialmente malos y pecadores.

Los judíos, bien sabemos, fueron los primeros en ser llamados por Dios, pero por su conducta infiel, por su resistencia a admitir al Mesías fueron rechazados a pesar de las promesas hechas por sus líderes. Y los gentiles se negaron desde el principio a admitir la invitación del Padre, que los llamaba cariñosamente… Reconocieron luego su culpa con arrepentimiento, mereciendo ser dignos de alcanzar la salvación.

Los sumos sacerdotes y ancianos respondieron claramente a la pregunta del Maestro en la parábola: “¿quién de los dos hijos, hizo lo que quería el padre?”: pues aquel que fue a trabajar a la viña a pesar de la negativa inicial.
Y para condenar la conducta de los judíos, Jesús no tuvo más que sacar las consecuencias que de esa contestación se seguía… pero con unas palabras que ellos no se esperaban: “los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios…”

En definitiva, el Maestro nos está advirtiendo que lo verdaderamente importante son las obras y no las buenas palabras. Ya lo había dicho en otras ocasiones: “No todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21).

Y qué decir de este hermoso texto que nos advierte sobre el juicio final, en el que se nos dice que no se nos juzgará por nuestras buenas palabras sino por nuestras obras: “venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber…” y a otros los rechazará por no haber cumplido las obras de misericordia (Mt 25,31ss).

Es un consuelo saber que nuestra salvación depende de nosotros mismos. Es a nosotros a quien Cristo nos invita a que vayamos a trabajar a su viña, a que nos esforcemos por conquistar el Reino. Hay palabras y expresiones que pueden llenarnos la boca, pero ¿se reflejan en nuestro modo de vivir? Porque se trata de armonizar la vida con la fe.

Nuestra respuesta puede ser muy diversa, como las de los dos hijos de la parábola, pero debemos esforzarnos por responder con una conducta de hechos y no solo de buenas palabras. Es Jesús quien nos dice que “habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15,9).
Fray Carmelo Preciado Medrano O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid) 


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