¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en
este jueves de la 26ª semana del Tiempo Ordinario, ciclo A. El comentario de la primera lectura es de fray Nelson Medina O.P.; el del Evangelio, del Papa emérito Benedicto XVI.
Dios nos bendice...
Libro de
Nehemías 8,1-4a.5-6.7b-12.
Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está ante la puerta del Agua. Entonces dijeron a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que el Señor había dado a Israel.
El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes.
Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley.
Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matitías, Semá, Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda Pedaías, Misael, Malquías, Jasúm, Jasbadaná, Zacarías y Mesulám.
Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo - porque estaba más alto que todos - y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie.
Esdras bendijo al Señor, el Dios grande y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!". Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra.
Josué, Baní, Serebías, Iamín, Acub, Sabtai, Hodías, Maaseías, Quelitá, Azarías, Jozabad, Janán y Pelaías - los levitas - exponían la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos.
Ellos leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura.
Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: "Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren". Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.
Después añadió: "Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes".
Y los levitas serenaban al pueblo, diciendo: "¡Tranquilícense! Este día es santo: no estén tristes".
Todo el pueblo se fue a comer y a beber, a repartir porciones y a hacer grandes festejos, porque habían comprendido las palabras que les habían enseñado.
Salmo 19(18),8.9.10.11.
La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.
La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.
Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.
Evangelio según San Lucas 10,1-12.
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
'¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'.
Les aseguro que, en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Extraído de la Biblia:
Libro del Pueblo de Dios.
Comentario
Laicos y sacerdotes unidos
En la primera lectura de
hoy son posibles varias reflexiones. Una que tiene su importancia es el trabajo
conjunto de laicos y sacerdotes. Nehemías era un laico, un hombre de gobierno,
una persona práctica; Esdras, en cambio, era un sacerdote, un hombre del culto
y el templo, una persona de estudio y oración. Ambos fueron necesarios para
ayudar a la restauración y renovación del pueblo elegido, una vez pasados los
años espantosos del destierro en Babilonia.
A veces pasa en la Iglesia
que se trata a los laicos como si fueran creyentes de menor categoría o como si
su derecho o su deber de aspirar a la perfección no fuera comparable con el que
tienen los consagrados. Otras veces pasa que se trata a los sacerdotes como si
fueran sólo un "mal necesario" que sólo tiene sentido si aparece lo
menos posible y lidera lo menos posible. Todavía otras veces hay quienes
pretender clericalizar a los laicos (hasta sugerir que presidan la eucaristía,
por ejemplo) mientras que otros no quieren descansar hasta que el clero se
secularice al máximo, teniendo un trabajo civil, esposa e hijos.
Estos libros, como Esdras
y Nehemías en la Biblia, nos recuerdan que el plan de Dios es más complejo, más
bello y más eficiente a la vez. Así como no hay que suprimir a los hombres para
que las mujeres encuentren su lugar en la sociedad (ni lo contrario), así
tampoco hay que eliminar a los laicos para que el clero se sienta bien, ni
quitar a los sacerdotes para que el laico respire.
http://fraynelson.com/homilias.html.
La caridad, alma de la
misión
La
misión, si no es fruto de la caridad, si no brota de un profundo acto de amor
divino, corre el riesgo de reducirse a una simple actividad filantrópica y
social. El amor que Dios tiene por cada persona constituye, en efecto, el
corazón de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y todos los que lo
acogen se convierten, a su vez, en unos testigos. El amor de Dios que da vida
al mundo es el amor que nos ha sido dado en Jesús, Palabra de salvación, icono
perfecto de la misericordia del Padre celestial.
El mensaje salvífico podría muy bien resumirse con las palabras del evangelista Juan: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él” (1Jn 4,9). Jesús lo confió el mandamiento de difundir el anuncio de este amor, a sus apóstoles después de su resurrección, y los apóstoles, transformados interiormente el día de Pentecostés por el poder del Espíritu Santo, comenzaron a dar testimonio del Señor muerto y resucitado. Después la Iglesia ha seguido esta misma misión, que constituye, para todos los creyentes, un compromiso permanente al que no se puede renunciar.
El mensaje salvífico podría muy bien resumirse con las palabras del evangelista Juan: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él” (1Jn 4,9). Jesús lo confió el mandamiento de difundir el anuncio de este amor, a sus apóstoles después de su resurrección, y los apóstoles, transformados interiormente el día de Pentecostés por el poder del Espíritu Santo, comenzaron a dar testimonio del Señor muerto y resucitado. Después la Iglesia ha seguido esta misma misión, que constituye, para todos los creyentes, un compromiso permanente al que no se puede renunciar.
Benedicto XVI, Papa 2005-2013
Mensaje para la jornada mundial de las misiones 2006
Mensaje para la jornada mundial de las misiones 2006
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